lunes, 27 de mayo de 2013

Los Gulag y la literatura del siglo XX



En la revista digital Suma Cultural me han publicado un artículo largo sobre novelas y libros de memorias que se inspiran o desarrollan en el Gulag. Aunque la gran mayoría de los libros que cito proceden de autores de la URSS, también hay interesantes testimonios de autores polacos, húngaros, checos... Acabo el artíuclo con una mención a los Gulag en Camboya, Corea del Norte y China. Para leer el artículo en Suma Cultural pincha aquí.

“El despertar de la señorita Prim”, de Natalia Sanmartín Fenollera


 
Sorprendente debut literario de Natalia Sanmartín Fenollera, periodista gallega que trabaja en el diario económico Cinco Días. En la última Feria del Libro de Frankurt, El despertar de la señorita Prim se vendió a unos 70 países antes incluso de ser publicada en español. Aunque parezca mentira, estamos ante una novela diferente y distinta, con un argumento original que cuestiona determinados valores de la cultura contemporánea y busca recuperar el esplendor de la vieja cultura..

Prudencia Prim ha decidido abandonar su agobiante y absorbente puesto de trabajo en una empresa para aceptar el puesto de bibliotecaria en un sencillo e imaginario pueblo, San Ireneo de Arnois. Ha sido contratada por el Hombre del Sillón para que ponga orden en su extensa biblioteca. En San Ireneo vive en casa de su jefe, un hombre muy culto, experto en lenguas muertas, que se encarga de educar personalmente a sus cuatro pequeños sobrinos, hijos de una hermana fallecida. Los métodos pedagógicos no tienen nada que ver con los actuales; tampoco los contenidos ni las materias que estudian, donde la lectura de los clásicos ocupa un lugar primordial.

Pero no son solo los niños los que llaman la atención a Prudencia: todos los habitantes de San Ireneo viven de una manera muy distinta a como ella misma vivía en la capital. San Ireneo es un refugio (“pequeño reducto para exiliados de la confusión y agitación modernas”, dice uno de los personajes) para una serie de personas que han decidido declarar la guerra a las influencias del mundo moderno, “que pulveriza la capacidad de reflexión humana”; de manera especial, la autora denuncia algunos valores políticamente correctos muy asentados en la actualidad. Esta actitud de rechazo incluye una inteligentísima crítica de la educación que reciben los niños y jóvenes actuales.

Poco a poco Prudencia empieza a relacionarse con los habitantes de este sencillo pueblo y a descubrir las claves y las consecuencias de su estilo de vida. La señorita Prim se siente muy atraída por el Hombre del Sillón, “un converso del escepticismo”, con el que comparte no pocas escaramuzas dialécticas en las que se enfrentan dos caracteres distintos y dos visiones antitéticas del mundo. Prim defiende la educación y la cultura que ella ha recibido y en la que ha crecido, más por cabezonería que por convicción, pues el punto de vista de el Hombre del Sillón va haciendo mella en su concepción del mundo y de la vida, ya cuestionada incluso antes de instalarse en San Ireneo, pues la señorita Prim “vivía con la permanente sensación de haber nacido en un momento y en un ambiente equivocados”. Esas conversaciones, y las que mantiene con el resto de los vecinos, cuestionan su escala de valores, aunque todo va sucediendo de manera progresiva, sin avasallar.

Tampoco entiende la señorita Prim el interés que tienen los valores religiosos, que ocupan un lugar muy principal en sus vidas; muchos se sienten discípulos de un anciano monje que vive en la cercana abadía. Este monje y el Hombre del Sillón han sido los fundadores de la vida en San Ireneo.

La novela tiene un argumento muy sencillo, con una mínima intriga que está relacionada con el gradual proceso de enamoramiento de Prudencia del Hombre del Sillón. Con mucho sentido común, se critican algunos aspectos negativos de la educación contemporánea, del mundo del trabajo, las relaciones humanas, la cultura, la sensibilidad, el sentimentalismo, la diferencia entre hombres y mujeres y el concepto de matrimonio en las sociedades modernas. Estas críticas no se ciñen a ningún país en concreto sino que la autora quiere cuestionar tópicos y valores muy extendidos de la cultura occidental. Por otra parte, se alaba la necesidad de construir un mundo más humano, auténtico, verdadero y religioso.

Los personajes hablan constantemente alrededor de un té o un café con pastas y tarta, sin prisas, saboreando al máximo esos momentos, como si se tratase de escenas sacadas de las novelas de Jane Austen, autora muy presente en esta novela. Al estar ambientada en un lugar imaginario y en un tiempo indeterminado, la novela gana en profundidad y eficacia, de ahí el interés que ha despertado en tantos países distintos. Aunque las conversaciones y diálogos, densos, parecen a veces demasiado prefabricados y la bondad o el misterio de algunos personajes, especialmente los niños, faciliten su caída en un idealismo almibarado y hasta en el estereotipo, estamos ante una novela insólita en el panorama literario actual. La autora ha asumido conscientemente muchos riesgos en sus ingredientes, enfrentándose a valores e ideas predominantes y muy instalados en la cultura actual. Reivindica la cultura clásica y humanística (además de los clásicos, algunos autores citados son el cardenal Newman, Chesterton, C. S. Lewis...) y, también, el redescubrimiento de los valores religiosos, que añaden interés, profundidad y densidad a la vida, aunque en la novela puede resultar discutible que la religiosidad tenga que ir unida a un deliberado alejamiento del mundo moderno. Natalia Sanmartín se plantea estas inusuales cuestiones con un ingenioso argumento y con unas sugerentes e inconformistas ideas de fondo.

 
El despertar de la señorita Prim
Natalia Sanmartín Fenollera
Planeta. Barcelona (2013)
350 págs. 18,90 €.

miércoles, 22 de mayo de 2013

“El fiel Ruslán”, de Gueorgui Vladímov



El ucraniano Gueorgui Vladímov consiguió sacar de la URSS esta novela, imposible de que apareciese en su país, y publicarla en Alemania en 1974. En la URSS no se pudo publicar hasta la perestroika. El fiel Ruslán se basa en el relato Los perros, que el autor escribió en 1965 y que fue prohibido por su mensaje antiestalinista. Vladímov lo rehizo y amplió hasta convertirlo en esta novela, una original y excelente parábola sobre las consecuencias del Gulag soviético.

Nacido en Járkov (Ucrania) en 1931, de madre judía deportada a un campo siberiano, Vladímov es el seudónimo que comenzó a utilizar cuando, tras terminar la carrera de Derecho, se dedicó al periodismo y la literatura. Su nombre era Gueorgui Nikoláyevich Volosévich. Fue editor en la revista literaria “Novy Mir”. En la década de los sesenta publicó El gran mineral (1961), su primera novela, y Tres minutos de silencio (1969), sobre la vida de los pescadores rusos. A finales de los setenta abandonó la Unión de Escritores Soviéticos, con la que ya había tenido algunos encontronazos, y se unió a Amnistía Internacional. En 1983 consiguió exiliarse a Alemania, donde murió en 2003.

El fiel Rusklán tiene como escenario un campo de concentración siberiano a finales de la década de los 50. Tras la muerte de Stalin, se inició un tímido periodo de apertura que supuso el desmantelamiento de parte de la gran red de campos de trabajo esparcidos por toda la Unión Soviética, de manera especial en la dura Siberia.

La novela abarca unos pocos meses de los años 1956 y 1957. Ruslán es un perro caucásico, uno de los perros guardianes que se empleaban para la vigilancia en los campos de trabajo. Ruslán ha recibido desde su nacimiento un duro adiestramiento para cumplir con sus trabajos de vigilancia. El adiestramiento incluye una sumisión y devoción absoluta a su amo, de quien recibe todas las órdenes y con el que mantiene una poderosa y hasta amorosa fidelidad.

Pero el campo donde vive Ruslán está siendo desmantelado. La novela comienza al día siguiente de que los prisioneros recuperen la libertad y los guardianes abandonen sus puestos de trabajo. Los perros, por lo tanto, sobran, y Ruslán y sus compañeros deben iniciar una nueva vida abandonados fuera del campo. Ruslán se siente desorientado y desubicado, pues ha sido adiestrado para cumplir una misión muy concreta: controlar constantemente a los prisioneros, evitar las huidas y descubrir a los sospechosos. De pronto, su escala de valores se derrumba.

Abandonado por su amo, es acogido por Harapiento, uno de los presos que ha recuperado su libertad. Carpintero de oficio, fue soldado durante la Segunda Guerra Mundial y posteriormente detenido y condenado al campo tras regresar de Alemania. No sabe nada de su familia y piensa, como les sucedió a otros muchos presos, que han renegado de él. Por eso, tiene muchas dudas sobre qué hacer con su vida. Aunque Harapiento piensa que Ruslán ha sido acogido, en realidad Ruslán sigue pensando que su obligación es controlar a Harapiento, un preso que sin que él entienda por qué vive ahora de otra manera. Ruslán tiene un inculcado metódico servicio del deber y todos los días acude a la estación de tren por si llegan nuevos presos y otra vez solicitan sus servicios de vigilancia. Pero para él y para tantos otros perros, adiestrados férreamente en unas ideas, no es nada fácil incorporarse a los nuevos aires de libertad. Al contrario, Ruslán está esperando que las cosas vuelvan a su cauce, que su amo regrese y que los prisioneros vuelva a ocupar su sitio.

Escrita en tercera persona, la novela se centra en el punto de vista de Ruslán sobre lo que está pasando. Es un gran acierto estilístico, pues de esta manera la novela, en su forma y en su mensaje, consigue una gran efectividad. Por un lado, al describir su vida, su pasado y sus sueños, asistimos al retrato tangencial de la inhumana vida en los Gulag, donde la muerte no tiene ningún valor. Por otro, también consigue el autor reflejar la extrañeza de Ruslán, su perplejidad, sus preocupaciones, su imposibilidad de adaptarse a una nueva vida, su fidelidad absoluta a unos patrones ideológicos que le procurarán no pocos problemas.
El autor utiliza esta inteligente perspectiva para denunciar tanto la inhumana vida en los campos como el destrozo existencial provocado en los prisioneros, quienes tras esa dramática experiencia, aunque recuperasen la libertad, no volverán nunca a ser los mismos, incapaces de explicar lo vivido y de asimilar unas secuelas y cicatrices imposibles de superar.
 

El fiel Ruslán
Gueorgui Vladímov
Libros del Asteroide. Barcelona (2013)
232 págs. 17,99 €.
T.o.: Verni Ruslán. Traducción: Marta Rebón.

domingo, 19 de mayo de 2013

“Sobre mi madre”, de Richard Russo



Nacido en 1949 en Johnstown, en el estado de Nueva York, el escritor Richard Russo vivió su infancia y juventud en Gloversville, una pequeña localidad famosa en Estados Unidos durante el siglo XIX y parte del XX porque allí se fabricaban los mejores guantes de todo el país. A esa industria se dedicaban muchos de sus habitantes, algunos de sus familiares y también los artesanos extranjeros que emigraron allí. Cuando comienza este libro de memorias, Richard vivía con sus abuelos y con su madre, separada recientemente. A la vez que trabajaba en la General Electric, sacaba adelante a su hijo.

Cuando Richard comenzó sus estudios universitarios, su madre tomó una radical decisión: abandonó su trabajo y decidió empezar una nueva vida cerca de la Universidad de Arizona, donde Richard cursaba estudios de literatura, a muchos kilómetros de distancia de Gloversville. El cambio, sin embargo, fue traumático, pues a su madre no le fueron las cosas bien ni en el trabajo ni en el amor –tuvo otra fallida aventura matrimonial- y en esos años comenzaron a agudizarse una serie de rasgos de su carácter que hicieron que poco a poco dependiese para todo de su hijo, aunque ella manifestaba siempre que quería ser una mujer independiente. Tras la universidad, Richard trabajó como profesor en diferentes universidades y ciudades. Su madre unas veces le acompañaba y otras decidía regresar a Gloversville, con sus padres, estancias que no solían durar mucho pues rápidamente se cansaba, comenzaban los problemas con sus familiares y decidía regresar otra vez al lado de su hijo.

Refiriéndose a este libro, el último que ha publicado Russo, autor también de las novelas, entre otras, Ni un pelo de tonto, llevada al cine con éxito; Puente de los Suspiros y El verano mágico en Cape Cod, dice que “es más un relato sobre mi madre que sobre mí, pero también es sobre mí porque hasta hace solo unos años, ella rara vez faltó en mi vida”. Poco habla Russo de sí mismo, aunque a lo largo del relato aparecen también retazos de su biografía y de su carrera de escritor.

Ya casado, con dos hijas, la relación con su madre, una mujer con un carácter difícil y con unas obsesiones a veces imprevisibles, se fue enrevesando a medida que avanzaban sus problemas de salud. Poco después de la muerte de su madre, cuando una de sus hijas tuvo algunos problemas psiquiátricos, Russo comprendió, leyendo un libro de psicología, que esos problemas eran iguales a las que había tenido su madre. Si bien su hija recibió pronto el oportuno tratamiento, Russo nunca se planteó que los conflictos de su madre consigo misma y con los demás tuvieran que ver con un trastorno obsesivo-compulsivo, una grave enfermedad mental que condicionaba, como era el caso de su madre, la vida cotidiana de los que la padecen. Por eso escribe Russo casi al final de este libro, “si era descorazonador reconocer a mi madre en prácticamente todas las páginas del libro sobre el trastorno obsesivo-compulsivo, más doloroso era reconocerme a mí mismo como su principal responsable”.

Estas memorias profundizan en la relación entre los hijos y los padres, aun en unas circunstancias extrañas y singulares. Consciente de que su madre solo le tenía a él, Russo hizo todo lo que estuvo en su mano por atender debidamente a su madre, facilitándole además esa apariencia de independencia que ella anhelaba. Sobre mi madre permite también conocer mejor la vida en Estados Unidos a partir de la década de los 50 y la relación que un escritor de la talla de Russo ha tenido con su madre y con los lugares de su infancia y juventud.


Sobre mi madre
Richard Russo
Alfaguara. Madrid (2013)
240 págs. 19,50 €.
T.o.: Elsewhere. Amemoir.
Traducción: Mariano Antolín Rato.

jueves, 16 de mayo de 2013

“Miseria y compañía”, de Andrés Trapiello



Miseria y compañía es el volumen número 18 de los diarios de Andrés Trapiello (1953), esa novela en marcha, como él los ha calificado, que tiene como título genérico Salón de pasos perdidos. Poco hay que añadir a lo que ya hemos escrito en otras ocasiones sobre estos diarios, en los que vuelven a salir personas y escenarios que ya son habituales para los lectores de estos diarios: sus periódicas estancias en Las Viñas, la relación con su mujer y sus hijos, sus viajes al extranjero para hacer turismo o para impartir alguna conferencia en diferentes Institutos Cervantes, su diaria actividad como escritor, sus manías y obsesiones (una de ellas, el arte moderno), sus dardos envenenados contra algunos colegas, las visitas dominicales al Rastro madrileño, puntuales referencias a la vida cultural y política, etc.
En esta ocasión, los diarios contienen su vida en 2004, año en el que tienen lugar los atentados terroristas en Madrid y las convulsas elecciones generales, sucesos que el autor vive con intensidad; también es el año en el que publica su novela Al morir don Quijote, de la que también se habla lo suyo, lo mismo que el accidente casero que sufre en Las Viñas y que le provoca la rotura del tobillo y peroné (la portada del libro reproduce las radiografías de la operación que le hicieron, una manera irónica de decir que en estos diarios sí sale su vida íntima). Como en diarios anteriores, aparece su relación con el pintor Ramón Gaya, ya anciano y enfermo. Trapiello escribe sobre su participación como jurado en un premio literario de relatos; viajes literarios a Munich, Bruselas, Utrecht, Brujas, Ámsterdam; sus visitas a Milán y diferentes localidades italianas, narradas con detenimiento... De vez en cuando, algunos aforismos, algunas reflexiones literarias, algunas lecturas, descripciones sobre la naturaleza, apuntes poéticos, su visita familiar a León... Y episodios emotivos como la muerte de Michi Panero o muy divertidos, como la conferencia y cena con el filósofo italiano.
Lo mejor de estos diarios es la fidelidad a un personaje –el Andrés Trapiello protagonista de estos diarios- con el que el autor se encuentra muy cómodo. En los diarios se mantiene la coherencia con un carácter que los lectores de estos diarios agradecen y buscan. Por eso, poco hay que destacar de su contenido, pues ya son conocidas sus reacciones ante determinados hechos, sus opiniones políticas, sociales, literarias, periodísticas, su constante sarcasmo y su intermitente sentido del humor que en ocasiones disfraza de un exagerado temperamento fúnebre y angosto. Conocer de antemano sus reacciones no tiene por qué significar identificarse con sus valoraciones y posicionamientos, pues en algunos casos puede ser frecuente disentir con el autor, que puede despacharse a gusto con algunas personas con las que mantiene una persistente inquina (ocultas en sus ya emblemáticas X) o cargar las tintas con determinadas obsesiones, como puede ser el caso de su visión cáustica de la religión.
También hay que resaltar la polivalencia estilística que emplea Trapiello en estos diarios. Puede emplear un lenguaje coloquial, literario, poético, periodístico... Y es capaz de describir en breves páginas una increíble variedad de lugares urbanos y campestres, personajes, animales y situaciones. Por ejemplo, esta descripción que hace de E, un antiguo legionario ahora octogenario que fue portero de un edificio cercano a su domicilio. “Alguna vez le hemos visto –escribe Trapiello- caminar por estas páginas, sobre todo en invierno, que es cuando llama la atención. En invierno, incluso en los días más rigurosos, se le ve por Bárbara de Braganza, muy temprano, a cuerpo gentil. Sigue tiñéndose el pelo de negro zahíno, que lleva siempre pegado al cráneo, y va con unas camisas increíbles, de los años sesenta, color verde billar o rojo amapola, camisas de seda de desmedidos y pronunciados cuellos, cuyas puntas le llegan a las tetillas. Lleva esas camisas abiertas hasta más abajo del esternón. (...) Calza siempre unos zapatos de charol negro, que como están echados al traste, han empezado a agrietarse, y le gusta llevarlos con calcetines blancos. Parece que los zapatos se los hacen con retales de tricornios viejos”.
Estamos, pues, ante una de las aventuras literarias más originales, ambiciosas y destacadas de la literatura española contemporánea, a pesar de tratarse de un género minoritario –los diarios- que, sin embargo, cuenta con una creciente aceptación entre los lectores y una mayor presencia en el mundo editorial.


Miseria y compañía
Andrés Trapiello
Pre-Textos. Valencia (2013)
404 págs. 25 €.

martes, 14 de mayo de 2013

“El club de lectura del final de tu vida”, de Will Schalbe


 
“Hablábamos de libros y hablábamos de nuestra vida”, escribe el norteamericano Will Shalbe sobre la experiencia compartida con su madre durante los últimos años de la vida de ella, fallecida víctima de un cáncer de páncreas. Desde siempre, su madre, Mary Anne, y él, editor, habían tenido una relación muy especial con los libros, pasándose recomendaciones y lecturas. Desde que a su madre le diagnosticaran el cáncer, los dos intensificaron el trato y la compañía y, como consecuencia, emprendieron lo que denominaban un club de lectura para dos. “Los libros siempre habían sido para nosotros dos una manera de sacar a colación y explorar temas que nos preocupaban”. La enfermedad de Mary Anne multiplicó esta ocupación.

Will va recordando los libros y comentarios que hicieron de esas lecturas. Son muchos los libros que leyeron, la mayoría de la literatura anglosajona. Pero tienen buen gusto y saben sacar mucho partido a lo que leen, conectándolo con sus propias vidas y con sugestivos comentarios. Algunos de los autores que se mencionan son Wallace Stegner, Tolkien, Ian McEwan, John O’Hara, Marilynne Robinson, Khaled Hosseini, Stieg Larsson, T. S. Eliot... A la vez, Will va contando la vida de su madre y de manera especial cómo afrontó los últimos meses de su enfermedad.

Mary Anne era una mujer hiperactiva, dedicada en cuerpo y alma a colaborar con diferentes organizaciones sociales y benéficas y a trabajar en puestos de responsabilidad que tenían mucha relación con la ayuda a los demás. Recorrió todo el mundo trabajando para organizaciones dedicadas a as mujeres, los niños y los refugiados, sensibilidad que transmitió a sus hijos. Últimamente, estaba recaudando fondos para construir bibliotecas en Afganistán. En su caso, esta actividad exterior, pletórica y ejemplar, era consecuencia de un rico mundo interior, que es lo que su hijo quiere describir en este libro.

“Mi madre siempre se dedicaba a presentar, planificar, sopesar, asesorar, encargar, consolar”. Siempre estuvo rodeada de gente, con una positiva y optimista actitud ante la vida, a pesar de que sus trabajos siempre la habían llevado a conocer el peor rostro de la guerra y de la discriminación. “Vio lo peor y creía en lo mejor”, dice una de las personas que la trató. Mary Anne era, además, una mujer religiosa. Como escribe su hijo, “la religión le ofrecía consuelo y la colmaba de alegría”. Muy respetuosa, aceptó que algunos de sus hijos no practicaran ninguna o no compartieran sus ideales, lo que no fue nunca motivo de separación ni de disputa. Tremendamente familiar, la principal obsesión en los últimos meses de su vida fue mantener unida a la familia y compartir especiales momentos con su marido, sus hijos y sus nietos.

Y con los amigos. Fueron cientos de personas, compañeros, antiguos alumnos y alumnas con los que mantuvo un trato entrañable hasta el final de su vida. A todos les transmitió su fuerza, entereza y un poderoso espíritu de servicio. En todo momento, Will cede el protagonismo en la narración a la vida de su madre, sus observacionessobre los libros leídos y su generosa actitud ante la vida y la muerte. “Mi madre me enseñó –escribe- que se pueden cambiar las cosas en este mundo y que los libros tienen importancia: son la manera de averiguar lo que tenemos que hacer en esta vida y el modo de decírselo a los demás”.


El club de lectura del final de tu vida
Will Schalbe
RBA. Barcelona (2013)
346 págs. 19 €.
T.o.: The End of Your Life Bookclub.
Traducción: Eduardo Iriarte Goñi.

sábado, 11 de mayo de 2013

“El pequeño guardia rojo”, de Wenguang Huang


 
Residente en la actualidad en Estados Unidos, el traductor y periodista Wenguang Huang (Xi’an, 1965) recuerda en estas memorias su vida en China durante más de tres décadas. Aunque el autor hace una radiografía muy veraz de lo que ha pasado en China especialmente a partir de la década de los 70, lo más importante es el retrato que hace de la vida de una familia proletaria y humilde.

Huang vive en la ciudad de Xi’an con su padre, su madre y sus tres hermanos. Huang es el primogénito, con todo lo que rodea esta figura en la cultura china. Con ellos vive Abuela, ya mayor, quien vive obsesionada con su muerte. Aunque todos asumen el comunismo sin fisuras, sobre todo de puertas para afuera, no olvidan las antiguas tradiciones que el comunismo ha prohibido. Abuela quiere que cuando fallezca no la incineren sino que la lleven a su pueblo natal y le hagan un entierro tradicional. El padre de Huang no consigue convencer a Abuela de los problemas que puede acarrear a toda la familia una decisión como ésa, pues puede echar por tierra su prestigio como comunistas ejemplares, auténticos ejemplos de la dictadura del proletariado. Pero Abuela no cede a sus pretensiones y obliga a su hijo a comprarle incluso un féretro y los trajes rituales de los funerales. Durante muchos años, Huang convivió en su habitación con el ataúd, de Abuela, que les servía también de almacén.

Este asunto acaba convirtiéndose en el hilo conductor de un relato muy ameno y entretenido sobre la China actual. Si en la década de los 70 la ideología comunista, el culto a Mao, el estudio de los libros marxistas y la obsesiva propaganda dominaban todas las esferas de la vida política, social y familiar, tras la muerte de Mao tiene lugar un lento proceso de relajación.

Huang es un prometedor estudiante que consigue estudiar en buenas universidades y hasta viaja a Inglaterra y Estados Unidos. Al hilo de los acontecimientos personales, relata cómo van cambiando las cosas en el ámbito social y universitario, donde se reclama más libertades individuales. Sin embargo, los hechos de la Plaza de Tian’anmen, que Huang vive en Shanghai y en Pekín, y la posterior represión de los líderes universitarios hacen que China vuelva otra vez a tiempos pasados, donde el control ideológico era asfixiante. Sin embargo, poco a poco las cosas vuelven a apaciguarse y con la apertura de China al mundo occidental, el auge del turismo (en Xi’an se descubren en esos años el ejército de terracota de la tumba de Qing Shihuan, el primer emperador de la China unificada) y la apertura comercial transforman la vida cotidiana en China. Incluso se permiten recuperar valores propios del confucionismo, prohibido durante la dictadura maoísta.

Huang, por su cultura y por el contacto con las libertades de Estados Unidos, rechaza el poder absolutista del Partido Comunista y poco a poco se aleja de su familia y de las enseñanzas que sus padres le han transmitido. Sin embargo, el vínculo que sigue manteniendo con Abuela le arrastra a no perder las raíces y a recuperar su pasado. Huang regresa periódicamente a su ciudad natal y aunque comprueba cómo están cambiando las cosas a un ritmo muy acelerado, también recuerda ahora con una cierta nostalgia los valores en los que fueron educados por Padre y Madre, siempre respetuosos con las tradiciones familiares.

Esta actitud le lleva a Huang a recordar su vida sin acritud, destacando las luces y las sombras de la sociedad china, ofreciendo un retrato muy doméstico de una época de peligros y de cambios y describiendo con exactitud hasta dónde llegaban las órdenes del Partido Comunista para transformar de arriba a abajo la cultura china.


El pequeño guardia rojo
Wenguang Huang
Libros del Asteroide. Barcelona (2013)
312 págs. 21,95 €.
T.o.: The Little Red Guard. A Family Memoir.
Traducción: Juan Castilla Plaza.

jueves, 9 de mayo de 2013

“Contra toda esperanza”, de Nadiezhda Mandelstam



“Esta es la historia de mi lucha contra las ciegas fuerzas de la naturaleza que intentaron arrasarme a mí y a los pobres trozos de papel que conservaba”, escribe Nadiezhdha Mandelstam, viuda del poeta Ósip Mandelstam (1891-1938), uno de los mejores poetas rusos de las primeras décadas del siglo XX que murió en un campo de trabajo víctima de una represión que continuó incluso después de muerto, pues su viuda siguió siendo perseguida lo mismo que sus escritos.

Su libro es el intento por rescatar de la memoria la vida de un poeta fundamental, que se enfrentó a la maquinaria del terror que impuso Stalin especialmente a los escritores, a los que consideraba “ingenieros del alma” soviética. Mandelstam, junto con su gran amiga Ana Ajmátova, también represaliada, una de las voces más significativas del movimiento acmeísta (que reaccionó contra los valores del simbolismo poético), sufrió ya desde la década de los años 20 la ojeriza de los comunistas, que consideraban que su literatura no era una muestra de la nueva era que propugnaban y, por tanto, era ya sospechoso de rebelarse contra los valores oficiales. En 1934 fue detenido por recitar a unos amigos un poema contra Stalin (“aletea la risa bajo sus bigotes de cucaracha”, dice uno de sus versos), sin que llegara ni a publicarse ni a difundirse por otros canales. Esa primera detención, con sus correspondientes y famosos interrogatorios, acabó en una deportación, primero a Cherdyn y luego a Vorónezh, a la que se le permitió que le acompañara su esposa Nadiezhda.

Tanto Ósip como Nadiezhda conocían ya bastante bien el funcionamiento del régimen soviético y la generalizada política de castigos y deportaciones a las que habían sometido ya a miles de ciudadanos, muchos de ellos amigos personales. Sabían, de alguna manera, lo que les esperaba, pues ni Ósip ni su mujer estaban dispuestos a plegarse a los dictados ideológicos y literarios de los comunistas. De hecho, desde la creación en 1932 de la todopoderosa Unión de Escritores Soviéticos, Ósip ya había tenido problemas y roces con los representantes de la literatura oficial, quienes marcaban las órdenes de lo que debía escribirse y los que concedían las oportunas autorizaciones para poder publicar en las editoriales y revistas promovidas por el régimen, las únicas que existían.

La autora revive en sus memorias la dureza de la vida en Vorónezh, “una ciudad sombría y harapienta”, donde apenas contaba con los medios necesarios para sobrevivir. Estas circunstancias tan duras empeoraron la salud de Ósip, cada vez más enfermo de su psicosis traumática. Fueron años muy difíciles, sometidos a continuos controles policiales y sin que nadie pudiese acercarse a ellos con naturalidad, pues cualquier contacto podía acarrear una nueva denuncia.

Cuando finalizó esta deportación, buscaron un lugar para vivir a cien kilómetros de Moscú, pues no se les permitía vivir en las grandes ciudades. Cerca de Moscú retomaron en parte sus amistades y continuaron con sus gestiones, siempre fallidas, para poder escribir, publicar y sobrevivir. Sin embargo, Mandelstam fue nuevamente detenido y condenado ahora a cinco años de trabajos forzados en Siberia. Murió en un campo de tránsito cerca de Vladivostok en diciembre de 1938. Por las averiguaciones de su viuda, parece que Ósip, ya muy enfermo, murió de una epidemia de tifus. Hasta años después, como sucedió con tantas otras víctimas, no consiguió conocer las fechas ni la causa de su muerte.

Pero las desgracias no acaban con el fallecimiento de su marido. Nadiezhda fue también perseguida. Hasta 1956 no se la permitió regresar a Moscú. En 1970, en Estados Unidos, publicó este libro, Contra toda esperanza, que tiene una continuación que también apareció en el mismo país en 1974, Esperanza abandonada. Falleció en 1980.

Junto con el relato de los últimos años de la vida del poeta, estas memorias contienen interesantes comentarios sobre la vida y la poesía de Mandelstam, sus opiniones literarias, su evolución, sus relaciones con otros poetas –especialmente con Ana Ajmátova -, su radical concepto de la poesía, su fascinación por Italia y la cultura helenística y cristiana (ingredientes sobresalientes del acmeismo)...

Además son especialmente brillantes sus consideraciones sobre la vida cotidiana en un régimen de terror. “Dadnos al hombre, que la acusación ya la encontraremos”, repite Nadiezhda en diferentes momentos, frase que demuestra la victoria de la sinrazón y el triunfo de un estado policial: “además de reunir constante información, habían conseguido debilitar los vínculos entre la gente, fraccionar la sociedad”. Y es que tanto Nadiezhda como Ósip vivían “entre personas que desaparecían en el más allá, en el destierro, en el campo de trabajos forzados, en el infierno y entre aquellos que los enviaban al destierro, al campo, al más allá y al infierno”. La Unión Soviética era, en la práctica, un inmenso calabozo, una celda, una garita en la que no había sitio para la libertad y donde todo estaba planificado para que el comunismo no encontrase ninguna oposición. “La propaganda del determinismo histórico –escribe- nos privó de voluntad y de la posibilidad de tener criterio propio”.

Excelentes memorias, pues, llenas de optimismo, humanismo y vitalidad en unas circunstancias totalmente adversas que han conservado su fuerza narrativa y que siguen siendo un doloroso ejemplo del peor rostro de los totalitarismos.

 
Contra toda esperanza
Nadiezhda Mandelstam
Acantilado. Barcelona (2013)
642 págs. 29 €.
Traducción: Lidia Kúper.


miércoles, 1 de mayo de 2013

"La noche de Valia", de Monika Zgustova



Monika Zgustova es una escritora y traductora checa que reside desde la década los ochenta en Cataluña y que colabora también en diferentes medios de comunicación. Autora de varias novelas, como La mujer silenciosa, para escribir La noche de Valia se ha inspirado en sucesos reales que conoció en diferentes entrevistas que tuvo con mujeres rusas que fueron victimas del gulag. En una nota final, Zgustova cuenta que “hacía muchos años que había proyectado escribir acerca de las mujeres en el gulag, y cada paso de la investigación de los materiales que guarda el Memorial de Moscú me llevaba al encuentro de las verdaderas protagonistas de esta novela, las mujeres que vivieron uno de los peores infiernos que ha podido concebir el ser humano”.

La historia de esta novela se la contó Valia, una de las últimas mujeres que visitó, una anciana que “estaba prácticamente impedida por la malnutrición y el frío intenso de los años de prisión, pero ni el dolor físico ni la edad conseguían apagar la enorme seducción y fuerza de su relato”. Al final, la novela es “la historia de Valia que he imaginado como compendio de todos esos relatos que escuché. Podría ser la historia de cada una de ellas, de sus vidas de sufrimiento y valor”.

Valia es una joven actriz que vive en la ciudad de Arjánguelsk. Cuando está a punto de finalizar la Segunda Guerra Mundial, conoce a varios militares norteamericanos que se encuentran alojados en el hotel de la ciudad a la espera de partir hacia su país. Valia se enamora de uno de ellos, Bill, y se queda embarazada. Bill promete ir a buscarla y Valia aguarda un regreso que a medida que pasan los meses considera imposible. Mientras, trabaja como actriz y vive con su madre y su hija pequeña en una durísima posguerra. Pero cuando su hija tiene apenas dos años, Valia, cuyo padre había sido fusilado en la Gran Purga de finales de los treinta y cuyos encuentros con Bill no pasaron desapercibidos a los servicios de seguridad, es denunciada como espía americana, detenida, encarcelada y condenada a trabajos forzados en Siberia.

La novela describe sus años de estancia en los campos, siempre con la amenaza de prolongar por más tiempo su condena si cometía el más mínimo error. Apenas recibe noticias de su madre ni de su hija y sobrevive gracias al apoyo y la solidaridad de los otros presos políticos. El relato de estos años es muy duro, pues estuvo sometida a chantajes, ataques, falsas acusaciones y a un sinfín de abusos y desprecios. Cuando regresa a su hogar, continúan las dificultades, pues lleva consigo el estigma de ser una presa política. No puede residir en ninguna capital importante, le cuesta encontrar trabajo y, además, muerta ya su madre, tiene problemas para alimentar a su hija. Gracias a su insistencia, tiene un reencuentro con Bill, que acaba haciendo un viaje a Moscú, aunque ella descubre las intenciones de la KGB de utilizar esa relación para convertirle en espía. Valia asume su soledad y también lo difícil que resulta explicar a la gente la experiencia de los años vividos en Siberia. Sólo los que han sufrido algo similar son capaces de entender y de ayudar, como le sucede a Valia.

La novela, sencilla en su desarrollo y en sus intenciones, intenta esquivar el dramatismo de lo que se cuenta destacando algunos valores positivos, como la amistad y la solidaridad, y recurriendo a presentar con delicadeza los pensamientos íntimos de Valia, una joven culta, fuerte, de buenos sentimientos, que se siente desbordada por la dureza de las situaciones que va viviendo, aunque nunca tira la toalla, ni dentro de los campos ni ya en el exterior, cuando también todo se le vuelve en contra.

Aunque el desarrollo es, quizás, demasiado previsible, la perspectiva que adopta Zgustova es original, ya que centra el argumento en aspectos quizá menos conocidos de la represión comunista sobre las mujeres, además de proporcionar un punto de vista femenino a la hora de afrontar el dolor y el sufrimiento. La noche de Valia es, además, un libro de denuncia, pues como ha dicho la autora, “se sabe mucho de los campos nazi pero no se quiere recordar el gulag”.

 
La noche de Valia
Monika Zgstova
Destino. Barcelona (2013)
352 págs. 19 €.