lunes, 28 de marzo de 2016

“Breve historia de la literatura española”, de Alberto de Frutos


Existen en el mercado voluminosas historias de la literatura española que explican con todo lujo de detalles las obras y los autores más representativos de más de diez siglos de historia desde que se descubriesen las jarchas, primer testimonio literario en lengua mozárabe, hasta la literatura más actual. Más difícil es encontrar historias de la literatura divulgativas, como ésta que comentamos, asequibles a lectores aficionados y que contengan lo más significativo de esta historia sin caer en la enumeración telegráfica de autores y obras ni en comentarios planos que se limitan a repetir tópicos. En estos libros, lo difícil es sintetizar, resumir en pocas líneas las aportaciones, las novedades y las características de los libros que se van resaltando. Y también es complicado qué poner y qué quitar en esa selección sin que salga perdiendo la calidad.
            Alberto de Frutos (Madrid, 1979) es escritor, crítico literario y redactor-jefe de la revista Historia de Iberia Vieja, donde además ha publicado numerosos artículos sobre diferentes aspectos y anécdotas de la historia de España. Parte del estilo periodístico se ha trasladado a esta Breve historia.., pues muchos comentarios sobresalen por su frescura, originalidad y actualidad; por ejemplo, cuando define la novela picaresca como el ADN hispano, habla del best seller Cárcel de amor, de Diego de San Pedro, o califica a Pedro Antonio de Alarcón como “el padre de la novela policiaca”. No es fácil salirse del discurso ya establecido a la hora de exponer los rasgos más definitorios del mester de clerecía o del Poema del Mío Cid. Sin embargo, el autor consigue despertar el interés de los lectores con comentarios amenos, además de ofrecer en pocas líneas una síntesis muy eficaz y nada frívola de las obras que analiza.
            La selección de autores y obras la marca un canon ya consolidado, aunque el autor de vez en cuando pone brevemente la lupa en un escritor menos conocido o secundario, como cuando después de hablar de Jorge Manrique explica lo mejor de la poesía de Juan Álvarez Gato, o cuando destaca las mujeres escritoras más brillantes del Siglo de Oro, entre otras, María de Zayas e Isabel de Villena. A los autores más importantes les dedica una atención especial. Son frecuentes los ejemplos y las necesarias explicaciones, como las diferencias entre conceptismo y culteranismo. Al final del libro se incluye un glosario y también un breve diccionario de otros autores españoles que no han entrado en esta historia de la literatura, pero que merecen una mención, aunque sea breve.
            Esta historia contiene lo esencial de la historia de la literatura española. Si alguien quiere conocer con más profundidad los clásicos españoles de todos los tiempos, aquí están los autores que hay que leer. Conviene volver de vez en cuando a los clásicos para no perder las referencias de calidad. Lo bueno que tienen, además, es que siempre están de moda. Leer a Clarín, Galdós, Unamuno, Baroja, por ejemplo, es volver a reflexionar sobre los problemas de siempre del hombre de siempre, aunque el contexto social, político y cultural fuera distinto. La obsesión por la literatura de actualidad puede dejar a los lectores huérfanos de modelos que viene bien conocer hasta para comparar. El libro es historia de la literatura, pero sobre todo es una guía de lecturas imprescindibles.


Breve historia de la literatura española
Alberto de Frutos
Nowtilus. Madrid (2016)
320 págs. 14,95 €. (papel). 5,99 €. (digital).

“El dragón de Shanghai”, de Qiu Xiaolong



El escritor chino Qiu Xiaolong (Shanghai, 1953) es autor de una serie de novelas policíacas de éxito internacional protagonizadas por Chen Cao, inspector jefe de homicidios de la Brigada de Asuntos Especiales y visecretario del Partido Comunista en el Departamento de Policía de Shanghai, un detective que utiliza los modelos clásicos del género policiaco traspasados por la cultura y la realidad de la China contemporánea. Chen Cao es traductor de novelas policiacas y goza de un reconocido prestigio como poeta. Además, es un apasionado de la literatura china clásica y un buen gourmet.
            Todas las novelas de la serie -desde la primera que se publicó en España, Muerte de una heroína roja, hasta esta última- mantienen los mismos ingredientes: Chen Cao suele investigar sobre turbios asuntos que salpican el prestigio de destacados líderes del Partido Comunista. A la vez, muestran la realidad actual china, en la que conviven los valores más capitalistas y materialistas con un comunismo de cartón piedra que, sin embargo, tiene un férreo control de la sociedad. Aunque el protagonista pertenece a los cargos de confianza del Partido, cada vez está más decepcionado con la política contemporánea y no se ahorran críticas a la manera de vivir en un país donde solamente hay un partido político y donde escasean las mínimas libertades. En El dragón de Shanghai, por ejemplo, aparece cómo funciona la censura en Internet, único lugar donde sobre los asuntos más polémicos pueden encontrarse versiones muy distintas a las oficiales.
La novela comienza con el ascenso de Chen Cao a un cargo de más responsabilidad dentro del Partido, Director para la Reforma del Sistema Legal de Shanghai, aunque todos interpretan, también él, que lo que han querido las autoridades es quitárselo de encima como inspector jefe. Chen Cao intuye que hay gente poderosa que no quiere que investigue algunos de los recientes asuntos que han llegado a su departamento. Pero hay más: conscientes de su prestigio, han preparado algunas trampas para convertirle en un policía corrupto. Por eso, decide desaparecer una temporada pues su vida está en peligro.
Se traslada a Suzhou, ciudad cercana a Shanghai, donde está enterrado su padre, y desde allí y con frecuentes viajes de incógnito a Shanghai, empieza a desenredar la madeja que se ha tendido en torno a su persona. Así, descubre que sus enemigos son muy poderosos y que hay que andarse con mucho cuidado. Para solucionar este caso, contará con sus ayudantes habituales (que aparecen en las otras novelas de la serie, como el subinspector Yu y su mujer Peiqin, Nube Blanca, el Viejo Cazador…) y una vez más con su inteligencia y sagacidad.
En esta serie no sólo tiene interés la trama policiaca. También hay que destacar la calidad humana y profesional del inspector Chen Cao y la fidelidad de sus amigos, que tienen su peso en la novela. Lo mismo que los ingredientes costumbristas y sociales. Algunos sucesos recuerdan al protagonista versos clásicos o suyos, las conversaciones con el Viejo Cazador están plagadas de proverbios tomados de Confucio, hay también en esta novela una explicación de las peculiaridades de la ópera de Suzhou Y, cómo no, las singularidades de la gastronomía de los diferentes lugares en los que transcurre la novela, con frecuentes visitas a restaurantes.
Hay, además, momentos un tanto turbios, pues las novelas de Xiaolong muestran la corrupción moral de los dirigentes chinos y de muchos empresarios que han convertido el dinero y el placer sexual en el único motor de sus actos. Y vuelve a destacar el destacar el componente sociológico, que ayuda a conocer las contradicciones actuales en las que está sumida la sociedad china, el vacío moral existente (de ahí el auge del confucionismo) y la brecha creciente entre ricos y pobres.
Xiaolong se especializó en la Universidad de Shanghai en literatura anglo-americana y ha sido traductor al chino de Joyce, Faullkner, Conrad... Cuando la revuelta de la Plaza de Tiananmen, se encontraba en Estados Unidos. Considerado uno de los líderes del movimiento estudiantil, no pudo regresar a su país. En la actualidad es profesor en la Universidad de Washington. Algunos títulos de la serie son Visado para Shanghai, Cuando el rojo es negro, El caso de las dos ciudades, Seda roja, El caso Mao y El crimen del lago.


El dragón de Shanghai
Qiu Xiaolong
Tusquets. Barcelona (2016). 336 págs.
19 €. (papel) 9,99 €. (digital)
T.o.: Shanghai Redemption.
Traducción: Victoria Ordóñez Diví.

domingo, 20 de marzo de 2016

“Viaje a la aldea del crimen”, de Ramón J. Sender



Nacido en 1901 en Chalamera de Cinca (Huesca), Ramón J. Sender vivió como soldado en el Rif, en 1923, la experiencia de la guerra de Marruecos, sucesos que más tarde aparecerían ficcionados en su novela Imán, de 1930. Luego, se trasladó a Madrid para ejercer como periodista, muy beligerante políticamente en sus inicios tanto en el contenido como en las formas. Durante la dictadura de Primo de Rivera pasó unos meses en la cárcel por la virulencia de sus artículos, que empezó a publicar en El Sol y que, más tarde, con su progresiva radicalización política, aparecieron en La Libertad y en Solidaridad Obrera.
Sender estuvo vinculado al anarquismo, que abandonó para ingresar en el Partido Comunista. Durante la Guerra Civil española, en la que mataron a su mujer y a un hermano, combatió al lado de Enrique Líster y fue miembro del Alto Estado Mayor del Ejército Republicano. En la Guerra, se distanció de los comunistas, lo que le provocó algún problema en su posterior exilio, primero en México hasta 1942 y luego en Estados Unidos, donde fue profesor en diferentes universidades. A partir de la década de los sesenta, comenzó a viajar a España periódicamente. Incluso en 1969 obtuvo el Premio Planeta con su novela En la vida de Ignacio Morel. Murió en San Diego (EEUU), en 1982.
Sender fue un prolífico escritor que escribió obras de todo tipo: políticas, sociales, alegóricas de intenciones satíricas, filosóficas, poéticas, obras históricas, autobiográficas, libros de relatos y narraciones misceláneas. Sus libros más populares han sido la serie La crónica del alba (nueve novelas que empieza a publicar en 1942), La tesis de Nancy (1962) –y sus posteriores secuelas-, Réquiem por un campesino español (1960),  La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (1964,), ambientada en la conquista de América, y El bandido adolescente (1965), sobre la vida de Billy el Niño. En buena parte de su producción existe la inquietud sobre el presente y el futuro del hombre concreto en su devenir histórico, social y existencial.
            Durante los años veinte y treinta compaginó su actividad periodística con la literatura, siempre con una marcada finalidad política. Seguidor en la manera de novelar de Galdós y Baroja, Sender incluye en las novelas que escribió en esos años un fuerte mensaje político, como se puede apreciar en Imán y después en Mr. Witt en el Cantón (1935, Premio Nacional de Literatura). Fruto de su actividad periódística es este libro, Viaje a la aldea del crimen, que Sender publicó en 1934 y en el que juntó y amplió con más información las crónicas que había escrito en enero de 1933 para el periódico La Libertad sobre los hechos acaecidos en Casas Viejas, una pedanía de Medina Sidonia (Cádiz) de apenas dos mil habitantes.
Ante la magnitud y gravedad de los acontecimientos, pocos días después de los sucesos, Sender se trasladó a Casas Viejas para reconstruir en sucesivas crónicas periodísticas lo que allí había pasado, la trágica muerte de unos veinte campesinos que se habían levantado en armas contra el gobierno de la República para proclamar el comunismo libertario. El día 10 de enero de 1933, pensando que formaban parte de una revolución de carácter nacional, un grupo de campesinos asaltó el Cuartel de la Guardia Civil provocando varios heridos. El Gobierno de la República reaccionó rápidamente enviando a Casas Viejas varias docenas de guardias civiles y guardias de asalto que provocaron una masacre en el pueblo.


            Sender cuenta todos estos sucesos sirviéndose de entrevistas a algunos de los supervivientes, a los vecinos y familiares. Llegó a Casas Viejas muy pocos días después y escribió las crónicas de manera acelerada, explicando los pormenores de la matanza. Tuvieron tanto éxito que un año después decidió publicarlas en un libro, añadiendo datos e informaciones que tomó de las declaraciones en los juzgados de las personas implicadas y en la comisión parlamentaria que se creó para analizar estos hechos. El resultado es un ejercicio periodístico que utiliza las técnicas literarias y que está en la línea del “nuevo periodismo” que por esas fechas cultivaron otros periodistas de renombre como Gaziel, Josep Pla, Manuel Chaves Nogales y, años después, Augusto Assía, todos ellos muy leídos hoy día grancias a recientes ediciones de sus obras.
            Sender narra lo sucedido en directo, con técnicas literarias que aportan más realidad, aunque en ocasiones se le vaya la mano. El libro tiene, además, una  intencionalidad política, lo que condiciona, y mucho, las valoraciones que hace el autor en las crónicas y hasta la objetividad de lo narrado. Sender se muestra muy cercano a las reivindicaciones de los campesinos y achaca la culpabilidad de lo sucedido al Gobierno de la República, presidido por Manuel Azaña, y a su ministro de Gobernación, Casares Quiroga. Todo el libro es una acalorada denuncia política y social de una República que estaba provocando desencantos y desencuentros. En el libro sobresale la descripción que hace del campo andaluz, sumergido en la miseria y en la pobreza, víctima de unas desigualdades sociales que están enquistadas en la sociedad andaluza.
            También se extiende la denuncia a la actitud de los cuerpos de seguridad, que sembraron gratuitamente de muerte y violencia la pedanía de Casas Viejas, asesinado sin contemplaciones a algunos de los campesinos y provocando una masacre en la casa de Seisdedos, el carbonero que fue señalado como el líder de la revuelta.
            Aunque posteriores investigaciones históricas desmienten algunos detalles de calado en la manera de presentar estos hechos, Sender cargó la mano contra Azaña y la Segunda República con acusaciones políticas sin paliativos. Estos hechos y el revuelo mediático que provocaron, alimentado por estas crónicas, dieron lugar a una auténtica tormenta política que puso contra las cuerdas al gobierno de Azaña.


Viaje a la aldea del crimen
Ramón J. Sender
Libros del Asteroide. Barcelona (2016)
212 págs. 16,95 €. (papel). 9,99 €. (digital).

viernes, 4 de marzo de 2016

“Leningrado. Asedio y sinfonía”, de Bryan Moynahan


Exhaustiva investigación sobre el asedio que padeció la ciudad de Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial, escrito por Brian Moynahan, director para Europa del Sunday Times y corresponsal en Rusia, tema de algunos de sus libros, como The Claws of the Bear, una historia del Ejército Rojo, y The Russian Century.
      El hilo conductor de este libro es el estreno el 9 de agosto de 1942 en Leningrado de la composición del músico Dmitri Dmítrievich Shostakóvich la “Séptima Sinfonía”, también conocida como Sinfonía Leningrado. Antes, había sido estrenada en Moscú, a finales del mes de marzo, y se interpretó con un espectacular éxito en Nueva York y otras ciudades americanas y en Londres. 


          Pero hasta llegar al estreno, con el que concluye el libro, el autor describe muy minuciosamente la vida en Leningrado a partir de los años 30. Comienza con las trágicas consecuencias que tuvo el asesinato en 1934 de Serguei Kírov, el todopoderoso jefe del Partido Comunista en la ciudad, suceso que dio origen a una convulsa cadena de persecuciones, detenciones y purgas que se iniciaron en Leningrado y se extendieron por todo el país. Los culpables y las causas de este asesinato no están del todo claras, pues incluso se piensa que Stalin pudo estar detrás para eliminar a uno de los líderes comunistas que podían hacerle sombra. Stalin aprovechó la posterior represión para hacer una meticulosa limpieza a gran escala de sospechosos con el régimen que acabó con las ejecuciones o traslados a los campos de concentración de miles de militares, políticos, intelectuales y personas corrientes. Para el autor, “Stalin sentía un odio especial” por Leningrado, sobre todo por los vínculos que había mantenido con Trotski. Por ello, “sufrió más purgas que ninguna otra ciudad”. La represión y la actividad de la policía secreta continuó muy activa incluso durante el asedio de la ciudad.
        El libro está dedicado precisamente a este asedio. Describe el autor la vida cotidiana en Leningrado desde que en el mes de julio de 1941, cuando Shostakóvich empieza a componer la Séptima Sinfonía, los alemanes estrecharon el cerco a la ciudad, hasta el estreno de la sinfonía en el mes de agosto de 1942, preludio de la ruptura del asedio y el avance de las tropas rusas. Para ello, el autor acude a fuentes alemanas y rusas, y no solo militares, pues el libro está plagado –y este es uno de sus grandes aciertos- de minúsculas historias con nombre y apellidos que proceden de los diarios personales de los anónimos protagonistas, de informes  policiales y de cartas y de historias que el autor ha conseguido rescatar.
            Especialmente se cuenta la vida de Dmitri Shostakóvich en aquellos duros y largos meses. En octubre de 1941 fue evacuado a la ciudad de Kúibyshev, a orillas del Volga, donde concluyó la Sinfonía Leningrado. Asistió a su estreno en Moscú y luego contribuyó a difundirla por otras ciudades rusas y extranjeras (Nueva York, Londres…). A la vez, el libro cuenta la actividad musical que se mantuvo en Leningrado durante el asedio, en unas circunstancias dramáticas, pues los músicos que no fueron evacuados padecieron como el resto de los habitantes el frío, el hambre y las enfermedades que asolaron la ciudad y que acabaron con la vida de cientos de miles de personas.  Sólo en el invierno del 41 al 42, la mitad de los miembros de la Orquesta de la Radio (la que interpretó la Sinfonía Leningrado, pues la Orquesta Filarmónica de la ciudad había sido evacuada) perdieron la vida.
           Moynahan cuenta las peripecias de muchos de estos músicos durante la guerra, quienes tuvieron que enfrentarse no solo al hambre y a temperaturas extremas sino también a las persecuciones del NKVD, la policía secreta comunista. Durante el asedio fueron detenidos algunos familiares y amigos de Shostakóvich, quien también tuvo problemas con motivo de su música, que había sido tachada por los órganos del régimen de “formalista” y contraria a los intereses de la revolución.
            Mes a mes se relata el desarrollo del asedio, las acciones de los alemanes, la respuesta del Ejército Rojo. Y todo ello en un contexto de guerra y propaganda. La situación real de lo que estaba pasando en Leningrado era desconocida fuera de la ciudad, pues no se informaba de las miles y miles de muertes provocadas por el hambre y solo aparecían en los medios de comunicación tergiversadas cuestiones militares y los sacrificios épicos, convenientemente coloreados, que estaba llevando a cabo el pueblo de Leningrado. La Séptima Sinfonía fue vista también como una excelente oportunidad para que el régimen comunista fuera visto de otra manera en algunos países occidentales, como así sucedió. Escribe el autor que la Sinfonía Leningrado consiguió la “redención moral para Stalin y el régimen soviético”. Para el autor, “la música tuvo un éxito absoluto. Ocultó los campos de concentración y las salas de interrogatorios. Ahora los soviéticos no sólo eran civilizados y cultos: también eran defensores de la libertad”.
            También tuvo una espectacular acogida en todo el mundo, más por sus valores afectivos y el contexto bélico en el que se compuso y se interpretó que por sus valores musicales, rebajados en la crítica musical que se hizo de ella. Sin embargo, para Stalin cumplió a la perfección los objetivos propagandísticos de lavado de imagen del régimen, además de ser un revulsivo emotivo para que la ciudad de Leningrado siguiese soportando los rigores de un brutal asedio que comenzaba a perder fuerza.


Leningrado. Asedio y sinfonía
Bryan Moynahan
Galaxia Gutenberg. Barcelona (2015)
540 págs. 24,90 €.
T.o.: Leningrad. Siege and Symphony.
Traducción: Alejandro Pradera Sánchez.