El escritor húngaro
Sándor Márai (1900-1989) nació en Kassa, hoy ciudad de Eslovaquia. En el
periodo de entreguerras, se convirtió en un escritor muy popular. Tras la
Segunda Guerra Mundial y la llegada de los comunistas al poder en Hungría,
decidió abandonar su país. Se instaló primero en Europa y después en Estados
Unidos, donde murió en 1989. El material inédito que se encontró en su casa tras
su muerte se envío al Museo Petófi de Budapest; entre esos papeles apareció
este texto, que Márai escribió en principio para la segunda parte de sus
memorias, ¡Tierra, tierra!, pero que decidió
no incluirlo en el último momento. Se trata de un testimonio a mitad de camino
entre el ensayo histórico y la confesión íntima en el que reflexiona sobre lo que
supuso para Hungría, para la burguesía de su país y para él mismo la Segunda
Guerra Mundial y lo que vino después.
Su primer libro de memorias, Confesiones de un burgués, concluía
cuando Márai cumplió los treinta años y era ya un prometedor escritor, además
de reconstruir la vida de la
burguesía húngara en la Centroeuropa de entreguerras. Su continuación, ¡Tierra, tierra!,
rememora el avance de las tropas rusas, que tienen cercada la ciudad de
Budapest, ya abandonada por las tropas alemanas, y describe las posteriores actuaciones
de los comunistas, que se hicieron con el poder y quienes con su actitud
represiva provocaron que Márai abandonase su país.
Lo que no quise decir comienza el 12
de marzo de 1938, día en el que Hitler se anexiona Austria. Márai intuye que
ese día inicia un dramático periodo tanto para su país como para él mismo que
no finalizará tras la guerra sino que, tras la proclamación de la dictadura
comunista en 1948, se alargará, en su caso, hasta el fin de sus días. “En
aquellos diez años –escribe- dejó de existir toda una vida y toda una cultura”,
en la que el autor, y tantos otros miembros de su generación, habían crecido.
Para Márai, ese día “se derrumbaron los vestigios que quedaban de la Vieja
Europa”.
A continuación, desde su experiencia
personal, analiza la reacción de la sociedad húngara a estos dramáticos sucesos.
Para ello se remite al pasado, a los acuerdos que se tomaron después de la
Primera Guerra Mundial, lesivos para la unidad territorial de Hungría, que
alimentaron resentimientos que posteriormente se canalizaron en una determinada
postura política que rechazaba la influencia de los pueblos eslavos. Buena
parte de la sociedad húngara, especialmente la burguesía, vieron con buenos
ojos a la Alemania nazi, pues valoraban que les daría protección frente al cada
vez más consistente avance del bolchevismo. Esta actitud fomentó la
radicalización política en su país, que se llevó por tierra toda una cultura,
unas tradiciones y una manera de entender las relaciones humanas y sociales que
encarnaba la burguesía, a la que pertenecía Márai, que él no entendía en plan
maniqueísta o lucha de clases, sino que la consideraba como “la defensa de las
libertades cívicas y al burgués como el pionero del progreso humano y social”.
Aunque Márai no ahorra críticas a
las actitudes interesadas y reaccionarias de buena parte de la burguesía de su
país, que fueron seducidos por el mensaje nazi, hay también una alabanza de los
valores que él defendía y que para él estaban en las antípodas tanto del
nazismo como del comunismo: “la filosofía humanista, en cuya cultura y forma de
vida había crecido, con cuyo legado moral e intelectual me identificaba y de la
que nunca podría renegar, era el enemigo público número uno a ojos de los
portavoces de los sistemas totalitarios”. Márai defiende en este libro una
Tercera Vía que en aquellos momentos históricos se convirtió en un camino
utópico e imposible por el visceral enfrentamiento entre dos formas antitéticas
de entender el mundo.
El análisis que realiza Márai se
detiene en cuestiones muy enraizadas en la historia de Hungría, a la vez que
cuenta cómo vive en primera persona aquellos sucesos, trágicos para su vida,
como escribe: “en aquellos años perdí casi todo lo que antes había dado
contenido, marco y sentido a mi vida: a gran parte de mis conocidos, a la
mayoría de mis amigos, a mi forma de vida, mi puesto de trabajo, perdí mi
hogar, el sentido de mi trabajo y, finalmente, perdí mi patria”.
Este texto es, pues, in interesante
complemento de sus dos libros de memorias antes mencionados y de algunas de sus
novelas, como Liberación, que cuenta
en clave literaria la invasión de Budapest por las tropas alemanas y después
rusas. Como Stefan Zweig, Márai fue un testigo excepcional de la desaparición
de todo un mundo cultural, político e histórico, arramblado por los
totalitarismos.
Lo
que no quise decir
Sándor Márai
Salamandra. Barcelona (2016)
160 págs. 17 € (papel) / 9,99 € (digital)
T.o.: Halldatni
Akartam.
Traducción: Mária Szijj y J.M. González
Trevejo.