El 30 de noviembre, en Madrid, en el Instituto Espacio ECOO (excelente escenario), se presentó el libro de Francisco Fernández García, Españoles en la Primera Guerra Mundial (Renacimiento). Conozco al autor desde hace tiempo y me pidió que le presentase el libro. Reproduzco a continuación lo que preparé para la presentación, que puede servir también como aperitivo de este libro de historia sobre un tema poco estudiado.
Nos hemos reunido hoy para hablar del nuevo libro de Francisco Fernández García, Españoles en la Primera Guerra Mundial, que publica la prestigiosa editorial sevillana Renacimiento dentro de su colección Espuela de Plata. Francisco, gijonés de nacimiento y madrileño de adopción, es autor también de otros dos libros: La Guerra Civil en el valle del Porma y en las cuencas de Cistierna y Sabero y también de Historia de la Pequeña Rusia (Puente de Vallecas, 1936-1939).
Fran es historiador tardío y Gestor de Patrimonio Histórico y Cultural. Pero por encima de titulaciones y libros, es, sobre todo, un apasionado de la historia a la que ha dedicado numerosas horas restándoselas al descanso y al sueño. Nadie le ha obligado a escribir estos libros, que no son producto de ningún trabajo académico ni el fruto de aprovechar trabajos o investigaciones universitarias. Los ha escrito porque le ha dado la gana, con pasión, porque sí, dejándose llevar por intuiciones y por apetencias personales. Sin apoyos de ningún tipo y buscándose totalmente la vida. Sus dos primeros libros están muy ligados a su biografía personal: la zona de sus orígenes familiares, el Valle del Porma, y su lugar de residencia y trabajo, el Puente de Vallecas. En su nuevo libro desarrolla todavía más sus capacidades de historiador al realizar un inmenso, minucioso y puntillista relato de las parciales vidas y sus circunstancias de más de mil españoles que se vieron inmersos en una contienda trágica.
El 7 de agosto de 1914 el Gobierno, presidido por Eduardo Dato, publicó un Real Decreto, firmado por Alfonso XIII, en el que se fijaba “el deber de ordenar la más estricta neutralidad” al pueblo español en la Guerra que se acababa de iniciar. Ya se había desatado el enfrentamiento entre la Triple Alianza y la Triple Entente. España no estaba en esos años para grandes aventuras. Todavía se estaba lamiendo las llagas de las consecuencias del desastre del 98, que no solo provocó heridas militares y políticas sino también sociales y morales. Como escribe Francisco Fernández, España se encontraba sumergido como país en el “estupor”, en la apatía, en la abulia, en una crisis sin parangón. Eran momentos para la intrahistoria española, para analizar las causas de ese fracaso, para estudiar en realidad lo que era España, con sus luces y sus sombras, labor que hicieron numerosos intelectuales y escritores de la Generación del 98 y también de la Generación del 14.
La “estricta neutralidad” no supuso, sin embargo, que España pasase olímpicamente de la Guerra. La sociedad española se dividió entre germanófilos y aliadófilos, predominando de manera mayoritaria los partidarios de la Triple Alianza, más que nada por la “francofobia” que siempre ha caracterizado al pueblo español. La Guerra se vivió intensamente en los medios de comunicación; en el resto de la sociedad, como espectadores de la contienda, viendo los toros desde la barrera, aunque, lógicamente, fueron muchas las repercusiones de la guerra en todos los ámbitos. Por ejemplo, en el plano industrial, España se vio favorecida, aunque le sacó muy pocos réditos; y también España fue en esos años destino “turístico” de un buen número de espías de los dos bandos que utilizaron España como campo de experimentación de tácticas. Y como la Guerra se desarrolló en varios continentes, España se vio involucrada a veces en diferentes frentes sin quererlo. Pero, salvo puntuales excepciones, se vivió la neutralidad que España impuso y deseaba y que las grandes potencias fomentaron, pues España en esos años, y más todavía después de la pérdida de las últimas colonias, no tenía mucho poder ni fuerza ni ganas y no se vio necesaria su participación. Éramos prescindibles.
Sin embargo, como demuestra Francisco Fernández en su libro, fueron miles los españoles que por diferentes motivos y circunstancias participaron de manera activa en la Gran Guerra. El libro apunta que fueron unos 15.000, 12.000 de ellos en la Legión Extranjera francesa. En su estudio, conocemos el destino y los nombres de unos mil trescientos, a los que Francisco Fernández les ha seguido la pista, contando increíbles peripecias humanas e historias que, en muchos casos, darían para más de una novela.
Hace años, cuando dieron el premio Nobel de Literatura a la escritora de Bielorrusia Svetlana Aliexevich, me entusiasmó uno de sus libros, La guerra no tiene rostro de mujer, formado por cientos de entrevistas con mujeres rusas que participaron en la Segunda Guerra Mundial. La autora, periodista, les dejaba hablar y les preguntaba sobre diferentes cuestiones de su vida en ese contexto militar. Por lo general, esas mujeres repetían lo que habían leído en los libros o escuchado a los mandos militares; no solían hablar de sus impresiones personales. Sin embargo, hay un momento en esas entrevistas en las que a las entrevistadas les salía su auténtico yo, sus profundos sentimientos y pensamientos (no lo que habían leído ni les habían dicho) y esas reflexiones íntimas son las que aparecen en ese libro, para mí muy original. La autora conseguía que nos enterásemos del desarrollo de la guerra desde una perspectiva insólita y distinta.
Este mismo rasgo es el que quiero destacar del libro de Francisco Fernández. Hay muchos manuales e investigaciones sobre la Primera Guerra Mundial. En todos ellos se nos habla de las grandes batallas, de los grandes escenarios, de las grandes ofensivas… Pero en todos ellos siempre el hombre concreto, el militar concreto, el soldado concreto aparece visto desde lejos, como una anónima pieza secundaria de las grandes maniobras orquestales de la guerra. Es cierto que la literatura ha buscado, precisamente, ese punto de vista individual. Y lo ha conseguido en muchas grandes novelas sobre la Primera Guerra Mundial, como las de William March, Gianni Stuparich, Edlef Köppen, Emilio Lussu, que han acercado el punto de vista hasta las tragedias individuales. Y lo mismo han hecho algunos periodistas, entre los que destaco al catalán Gaziel, que llegó a ser director de La Vanguardia, que en un libro publicado hace unos años, De París a Monastir, fue capaz en sus reportajes de plasmar la guerra a ras de suelo, alejándose de la retórica épica y tópica de la literatura propagandística.
El hombre concreto. El soldado concreto. La microhistoria. Eso es lo que ha hecho Francisco Fernández con un trabajo exhaustivo y muy bien documentado. De la mano de nombres concretos, de militares concretos –todos españoles que vivieron y algunos murieron-, asistimos al devenir de una Guerra que rompió con los formalismos de las guerras tradicionales y convirtió las batallas en un infernal espectáculo de muerte, en el “averno”, como define el autor la batalla de Verdún y la del Somme, en la que perdieron la vida más de 600.000 personas y resultaron heridos el doble.
El autor nos habla en su libro del inicio y los primeros pasos de la Guerra. De la extensión y generalización del conflicto (de Dardanelos a Guinea Ecuatorial). Del primer muerto español, Santiago Brianso, que falleció al poco de iniciarse la guerra, el 13 de agosto. De las guerras de trincheras, absolutamente criminales, que provocaron que en poco tiempo los hospitales franceses se llenaran de combatientes con trastornos nerviosos. De enfrentamientos fuera de lo normal se pasó a una guerra de desgaste, con la participación de otras potencias. Gracias a la técnica, las armas perfeccionaron su eficacia y el número de muertos y heridos se multiplicó exponencialmente. En 1917, Estados Unidos entra en la Guerra. Y también ese año la abandona Rusia, tras la Revolución Rusa y el comienzo de una guerra civil en el país. En 1918 se dan grandes avances y tiene lugar la ofensiva final de los aliados en Europa, del 8 de agosto al 11 de noviembre, día en el que se firmó el armisticio. Todavía después del final de la guerra se sucedieron las muertes en campos de prisioneros, en los hospitales y en la represión que se dio en algunos países. La posguerra, además, después de un mundo que había quedado hecho añicos, siguió siendo traumática para muchos de los que participaron en la guerra.
Pero el libro no va de esto. Aunque se cuenta a grandes rasgos el desarrollo de la Guerra, su interés, como decía antes, es atender a lo minúsculo, a lo concreto, a lo individual: al destino de los más de mil españoles que aparecen en este libro y que se vieron envueltos en todo tipo de batallas y escenarios. Estos soldados estuvieron presentes en todos los ejércitos, en algunos países casi de manera testimonial, y de manera mayoritaria en el ejército francés. Todos vivieron momentos épicos y momentos para el olvido. Para todos, ingleses, españoles, americanos, rusos, alemanes, franceses, la guerra fue una experiencia de dolor y muerte. Por eso, el libro de Francisco Fernández García es una poderosa llamada contra el olvido y para el recuerdo.
Reseña del libro en Librerías Troa.
Españoles en la Primera Guerra Mundial
Francisco Fernández García
Espuela de Plata. Sevilla (2018)
556 págs. 23,90 €.