Con apenas nueve años, Alex Halberstadt abandonó la Unión Soviética con su madre y sus abuelos y se exiliaron en Nueva York. Tras estudiar en el Oberlin College y en la Universidad de Columbia, se ha dedicado a la escritura y al mundo del periodismo. Este libro, subtitulado como “Memorias y cuentas pendientes” fue considerado por The New York Times uno de los mejores libros de 2020.
En un momento dado, el autor quiere reconstruir su olvidada y desconocida historia familiar. No lo tiene fácil. Sus abuelos maternos, con los que se abandonó la Unión Soviética, no tienen muchas ganas de recordar tantos episodios complicados y difíciles: “No tenemos más que recuerdos horribles”, por eso “es más prudente ser optimistas”. Su madre se separó antes de salir de la URSS y su padre decidió seguir en Moscú.
El trato con su padre, uno de los puntos fuertes de estas memorias, ha sido esporádico, pero el autor ha conseguido mantenerlo, lo que le ha permitido tener un enganche para reconstruir la saga familiar. Con sus abuelos paternos, también separados, tuvo pocos encuentros. De su abuelo sabe muy poco, solo que perteneció a la KGB desde la época de Stalin y luego fue trasladado a la ciudad ucraniana de Vinnitsa, muy cercana a su localidad natal, donde sigue viviendo y a donde viajó el autor para reencontrarse con él.
El principal acicate para escribir el libro fue conocer bien la vida de su abuelo y su estrechísima vinculación con el régimen estalinista. A partir de ahí, el autor reconstruye la vida de todos sus parientes cercanos, todos ellos marcados por el peso del comunismo, que determinó de manera radical sus vidas. “Comenzaba a comprender –escribe- que mis cuatro abuelos habían vivido en un país y una época donde la barrera de protección entre historia y biografía se volvió casi imperceptible”. Para el autor, por eso escribe este libro, piensa que la historia y el pasado todavía a día de hoy siguen marcando de manera tóxica su vida.
Aunque son unas memorias familiares, con muchos recuerdos personales basados en fotografías antiguas y en recuerdos personales, el autor se ha documentado de manera exhaustiva para intentar contar las cosas con la mayor precisión posible. Este afán por ser completamente verosímil enriquece la lectura del libro y añade también un valor documental al ajuste de cuentas que realiza para conocer al detalle su historia familiar.
La vida de su abuelo Vasili es un buen ejemplo para entender la entrega absoluta de muchos jóvenes a la causa comunista. Su entusiasta adhesión recibió el premio de formar parte del KGB, donde llegó incluso a formar parte de la guardia privada de Stalin. Al autor no le resulta nada fácil que Vasili le cuente sus actividades en el KGB, donde desempeñó importantes cargos y llegó a ser un hombre de confianza de Beria, el jefe de los servicios secretos tras la muerte de Stalin. Su abuela, una modista de cierto renombre entre la nomenklatura del régimen, decidió separarse cuando Alex era pequeño y vivió varios matrimonios fracasados.
Mucho más complicada es la vida de los padres de su madre, Semion y Raísa, judíos nacidos en Lituania que vivieron la implosión de la revolución comunista, la dramática y mortal llegada de los nazis y el posterior asentamiento de la dictadura soviética. Su abuelo Semion, intelectual de prestigio, profesor de Universidad, vivió muy de cerca todos estos acontecimientos que marcaron a su familia.
Gracias a su padre, cuenta cómo se conocieron sus padres, su boda, el inicio de la vida matrimonial, los trabajos de cada uno de ellos y el progresivo distanciamiento que vivieron hasta su separación. El padre, amante de la música y del cine, se dedicó al tráfico clandestino de vaqueros, poesía prohibida, películas y elepés de artistas norteamericanos.
Aunque el autor abandonó la URSS muy pronto, en 1978, le dio tiempo para conocer muy de cerca muchas cosas del comunismo, como la educación. Uno de los libros de obligada lectura para los más pequeños era "Jóvenes héroes de la Unión Soviética" (de donde ha tomado el título de sus memorias), un libro que exaltaba el comportamiento heroico de unos niños que perdieron la vida en defensa de los valores patrióticos del comunismo. “Por sus actos patrióticos –escribe Halberstadt-, la mayoría de los niños de "Jóvenes héroes de la Unión Soviética" fueron castigados: ahorcados, fusilados, inmolados, envenenados o abandonados en la viene para morir de frío. Su valor no era meritorio en sí mismo, solo al morir se convertían en héroes. La muerte les hacía hermosos”.
Esto explica también el profundo choque que vivió el autor al trasladarse a vivir a Estados Unidos, donde todo lo relacionado con el comunismo era visto de una manera muy distinta. También sus abuelos tuvieron numerosos problemas de adaptación. La madre conectó pronto con otros rusos exiliados, como el poeta Joseph Brodsky, después premio Nobel de Literatura, que llegó a ser muy amigo de su madre.
El libro concluye con un viaje que realiza el autor para ver de nuevo a su padre. Los dos viajan a un lugar lejano para pescar, actividad a la que se dedica su padre un par de veces al año con sus amigos moscovitas. Ese viaje le sirve para intimar con su padre, aunque apenas le pudo sacar nuevos recuerdos ni sentimientos personales. Su mayor conocimiento de la realidad rusa le ha servido también para hacer una crítica radiografía (el libro se publicó en Estados Unidos en 2020) de la Rusia de Putin y de los valores que sustentan un régimen que añora como pocos el pasado y que tiene en alto concepto sus aspiraciones imperialistas. Asumir ese pasado, y las dramáticas historias familiares, es el complejo reto que tiene que aceptar el autor, consciente de la fragilidad de sus raíces.
Jóvenes héroes de la Unión Soviética
Alex Halberstadt
Impedimenta. Madrid (2023).
352 págs. 23,95 €
T.o.: Young heroes of the Soviet Union.
Traducción: Jon Bilbao.