miércoles, 23 de octubre de 2019

"Sovietistán", de Erika Fatland



Erika Fatland (Noruega, 1983) es escritora, periodista y antropóloga social. En 2014 realizó un largo viaje por cinco antiguas repúblicas soviéticas que se independizaron después de la desaparición de la Unión Soviética. Todas ellas forman parte de lo que se conoce como Asia Central o Turkestán, países con una historia milenaria unida a la Ruta de la Seda. Nunca estos países habían funcionado de manera independiente hasta después de 1991. Anteriormente, habían estado sometidos por diferentes pueblos (rusos, persas, griegos, mongoles, árabes, turcos…) o, ya en el siglo XX, formaron parte del imperio soviético. Con este libro, la autora ha querido destacar las huellas que han dejado “los años de Gobierno soviético en esos países, en las personas que viven allí, en las ciudades y en la naturaleza”; además, cómo ha perdurado su cultura originaria, en muchas ocasiones asentada en valores que están en las antípodas de los que impuso de manera uniforme la Unión Soviética en todos sus territorios; por último, qué ha sucedido en estos países, aislados y olvidados para la opinión pública internacional, después de la caída de la Unión Soviética. 
Lo que unía a Turkmenistán, Kazajistán, Tayikistán, Kirguistán y Uzbekistán, los países que recorre la autora, era una organización social basada en clanes, sin que existiese ningún tipo de estado, y la extensión de la cultura nómada, que condicionaba sus estilos de vida y sus fuentes de riqueza. Para la autora, ningún poder extranjero “ha impactado tan profunda y sistemáticamente en los pueblos centroasiáticos como el de las autoridades soviéticas”, pues en pocos años estos pueblos “fueron obligados a pasar de ser sociedades organizadas en clanes al socialismo puro y duro. Hoy, son países de mayoría musulmana que han conseguido contener el avance del islamismo radical apostando por la moderación y la convivencia de religiones. También les une una tímida y desigual democracia y una peculiar manera de entender la política heredada de los años de comunismo. De hecho, todavía hoy la mayoría de estos países siguen en manos de las mismas personas que se hicieron con el poder tras su independencia. 
Algunos son dictaduras que han repetido en sus líderes lo peor del culto a la personalidad que se vivía en la Unión Soviética. Por ejemplo, Turkmenistán, un país de cinco millones de habitantes, estuvo controlado hasta 2006, fecha de su muerte, por Saparmurat Niyázov, que se hizo llamar Turkmenbashí, es decir, “El Líder de los Turcomanos”. Turkmenbashí cambió a su antojo los nombres de la semana y los meses y es autor del Ruhnama o “Libro del Alma”, libro de estudio obligatorio en todas las etapas educativas. Tras su muerte, se hizo con el poder su Ministro de Sanidad, el dentista Gurbangulí Berdimujamédov, que si bien renegó de las medidas más extravagantes de su antecesor, siguió alimentando también el culto a la personalidad.


La riqueza más importante de Turkmenistán son las exportaciones de gas y petróleo. El 80% del territorio es desértico. Es la capital del mundo con más fachadas de mármol por metro cuadrado de superficie. 


Por su parte, Kazajistán posee la economía más fuerte de Asia Central; tiene grandes reservas de gas, petróleo, oro, carbón y uranio. Durante la Unión Soviética, fue destino de millones de deportaciones forzadas. En la actualidad, conviven más de cien nacionalidades diferentes, resultado de esta política. Más del 75% del país es desértico y algunas regiones, como Semipalátinsk y Kurchátov, se utilizaron para las más de 400 pruebas nucleares que se realizaron. 


Con ocho millones de habitantes, Tayikistán es el país más pobre. El 90% de su terreno es montañoso y en su caso no tiene reservas de petróleo ni de gas. Vive, como otras repúblicas, del dinero que envían los emigrantes. Desde 1994 el presidente es Emomalí Rahmon. En su configuración, también son visibles los efectos de las multitudinarias deportaciones soviéticas.


Kirguistán es una república muy pobre que también depende de las divisas que envían los emigrantes desde Rusia. Está considerado el país más libre y democrático y goza de más libertad de prensa y de economía que las repúblicas vecinas. 


En Uzbekistán, el país más poblado, 28 millones de habitantes, son constantes las violaciones de los derechos humanos. En su territorio se encuentran dos de las ciudades más famosas de la Ruta de la Seda: Bujará y Samarcanda.
En sus constantes viajes, la autora habla con muchas personas, aunque por lo general tiene poca libertad de movimientos y sus conversaciones suelen estar controladas por las agencias de turismo estatales. Pero estas conversaciones, que en algunos casos sí se abren a la espontaneidad, dan al libro un tono ameno, cercano y coloquial que permite conocer un mundo muy desconocido para los occidentales. Como en otros libros similares sobre las antiguas repúblicas soviéticas (por ejemplo, El corazón perdido de Asia, del escritor inglés Colin Thubron, que también recorre estos mismos países en un viaje que realizó en 1992, al poco de derrumbarse el bloque del Este), sorprende la gran cantidad de personas que tienen nostalgia del imperio soviético, donde todo era previsible e idealista y donde los medios de comunicación oficiales transmitían a sus habitantes una visión siempre edulcorada y utópica de la realidad. A pesar de lo vivido (con la URSS pasaron de la Edad Media al siglo XX), han sobrevivido a las colectivizaciones y deportaciones y han conservado parte de su idiosincrasia y cultura.
Asia Central fue siempre una encrucijada entre el Este y el Oeste. Durante los años de “El Gran Juego”, Rusia y Gran Bretaña compitieron por el control de la zona. En la actualidad, estos países se encuentran en un territorio de nadie y deberán elegir entre la influencia de China, Rusia o la Europa Occidental. 


Sovietistán
Erika Fatland
Tusquets. Barcelona (2019)
496 págs. 24 €.
T.o.: Sovjetistan
Traducción: Carmen Freixenet.

domingo, 13 de octubre de 2019

"Historia del silencio", de Alain Corbin


“Hoy en día, es difícil que se guarde silencio, y ello impide oír la palabra interior que calma y apacigua”, escribe el autor en las primeras páginas de este ensayo que analiza la presencia del silencio en la vida y en el arte desde el Renacimiento a nuestros días. Quizás porque nunca ha existido tanto ruido como hasta ahora, que invade todas las esferas de la persona humana y su vida en sociedad, asistimos a una reivindicación del silencio, a un nuevo proceso de reaprendizaje para poder “estar con uno mismo”. Como escribe el autor no sin una cierta nostalgia, “en otros tiempos, los occidentales apreciaban la profundidad y los sabores del silencio”.
            El tema está de moda y no son pocos los libros que, desde diferentes perspectivas, han abordado la necesidad de revindicar el silencio en la sociedad actual. Lo ha hecho Pablo D’Ors en su exitoso ensayo Biografía del silencio (Siruela), donde reclama espacios de silencio que fomenten la espiritualidad; también Rafael Gómez Pérez en su libro El secreto del silencio (Rialp), en el que se profundiza en los beneficios del silencio para afrontar mejor una vida lograda; o el libro del cardenal Robert Sarah, La fuerza del silencio (Palabra), en el que el autor reflexiona sobre el misterio del silencio y los frutos espirituales de su práctica. Giovanni Pozzi alaba el silencio como la puerta de entrada del sosiego y la tranquilidad para el alma en su ensayo Tacet: un ensayo sobre el silencio (Siruela). Y hay que mencionar en este repaso los numerosos libros que se están publicando y reeditando de autores que reivindican el contacto con la naturaleza, escenario supremo del silencio, entre los que podemos destacar los de Henry David Thoreau y John Muir. El tema, pues, conecta con la necesidad del hombre contemporáneo de desengancharse del repetitivo ruido social, que enturbia el fluir higiénico del pensamiento.
            El francés Alain Corbin (1936), que ha investigado y escrito de manera especial sobre la historia de las sensibilidades, presenta en su libro el anhelo del silencio en muchos ámbitos de la vida de los hombres. En su histórico repaso, destacan las numerosas citas que proceden de muchos escritores y artistas, la mayoría franceses, donde aparece un muestrario de variados pensamientos de gran calidad que vinculan el silencio con la pluralidad de la vida. Y con un punto de partida claro: “El silencio no es solo ausencia de ruido”.
            Los capítulos abarcan temas precisos: el silencio y la intimidad de los lugares, donde aparecen excelentes citas y reflexiones tomadas de las obras de Rilke, Whitman, Julien Gracq, Paul Claudel, Marcel Proust, Zola, Bernanos, Huysmans… En otro capítulo habla de las conexiones del silencio con la liturgia, tanto la católica como la ortodoxa. O la estrecha relación entre el silencio y la naturaleza, donde destaca la obra de Thoreau, quien cuando pasea por los bosques o por el campo siente que “el sonido es casi igual al silencio… Solo el silencio es digno de ser oído”. 
            El silencio está vinculado a las ansias de soledad del ser humano, que ha llevado a personas a abandonar todo para irse a vivir al desierto, el lugar idóneo donde “se revela el infinito” (Gyu Varthélemy). Corbin explora los ecos del silencio en el mar (analizando las obras de Camus y de Conrad), en los bosques (recurriendo a los escritos de Robert Walser), al campo y a las ciudades, de manera especial al silencio de las ciudades de provincia.
            El repaso histórico que realiza el autor es muy completo, espigando también la búsqueda y necesidad del silencio en escritores religiosos a partir del siglo XVII, como Felipe Neri, San Ignacio de Loyola, Luis de Granada, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, el abate Rancé, Bousset, Charles de Foucauld… Hay también un breve capítulo dedicado a la figura de San José, maestro del silencio interior.
También se destaca el valor ético del silencio para los moralistas del siglo XVIII. Por ejemplo, para Baltasar Gracián, “hay menos riesgo en callar que en hablar”. Y para La Rochefoucauld, “el silencio es el partido más seguro para quien desconfía de sí mismo”. 
            En otro excelente capítulo se habla de la relación del silencio con la pintura, destacando a los pintores simbolistas y a un pintor del siglo XX, Hopper, quien pinta “ante todo el silencio, el de las carreteras, las casas, en particular el que se establece o impera entre las personas”. También la presencia del silencio en el mundo del cine.
            Corbin, en alguna ocasión de manera un tanto forzada, explora todas las posibilidades de presencia del silencio en la vida (el silencio amenazador, el silencio que aniquila, el silencio que resiste al ruido del mundo…), poniendo el acento en las numerosas citas que aportan luz para mostrar la necesidad vital de compartir el silencio. Sabiendo, como escribe François Mauriac, que “toda gran obra nace del silencio y vuelve a él”. 




Historia del silencio
Alain Corbin
Acantilado. Barcelona (2019)
152 págs. 14 € 
T.o.: Histoire du silence
Traducción: Jordi Bayod Brau.

sábado, 5 de octubre de 2019

"Háblame de ti. Carta a Matilda", de Andrea Camilleri


Libro póstumo de Andrea Camilleri (1925-2019) que terminó de escribir antes de su fallecimiento. Se trata de un libro directamente biográfico en el que escribe una larga carta dirigida a su bisnieta Matilda, cuando Camilleri había cumplido los noventa y dos años y ésta tenía casi cuatro años. “Estas líneas mías –escribe el autor italiano- pretenden ser un pobre remplazo de ese diálogo que nunca existirá entre nosotros”. Al comienzo del libro le dice a Matilda que espera “que puedas leerlo en la plenitud de tu juventud”.
            De manera directa, sencilla, yendo al grano, Camilleri habla de su vida sin muchas digresiones. Cuenta lo esencial. Nació en 1925 en Porto Empedocle, de la provincia de Agrigento, en Sicilia. Se crió bajo el ambiente del fascismo, en el que llegó incluso a militar. No fue buen estudiante y en ocasiones tuvo tendencias conflictivas. En 1943, se matriculó en la Universidad de Palermo. Ya había comenzado a escribir algunas poesías (consiguió incluso algunos premios) y pronto se despertó su pasión por el teatro. Tenía la obsesión de salir de Sicilia y a finales de la década de los cuarenta y comienzos de los cincuenta, realiza sus primeros trabajos teatrales en Roma. En 1953 ya ejerce como director. En esa época, conoce a la que sería su mujer, Rosetta, con la que tuvo tres hijas.
            En sus años juveniles militó en el fascismo hasta que, de la mano de la novela La condición humana, de André Malraux, conoció el comunismo, en el que militó activamente. Posteriormente, afirma, abandonó la militancia pero siguió “siendo comunista de espíritu” y “a su manera, porque no puedo dejar de reconocer el daño y el horror provocado por el comunismo italiano”.
            En Roma se dedicó al teatro y a la televisión. Comenzó a trabajar en la RAI y consiguió una estabilidad fundamental para su vida familiar y profesional. Fue también profesor de dirección e interpretación y, como escribe, “hacer teatro me cambió el carácter”.
            A partir de 1968, se plantea escribir algunos textos en prosa. Publica en la década de los setenta una fallida primera novela y en los ochenta nuevas novelas que son bien recibidas. Pero su salto a la popularidad tuvo lugar en 1994, cuando publicó sus dos primeras novelas policiacas, La forma del agua y El perro de terracota, en las que aparece por vez primera su mejor creación literaria, el inspector Montalbano. En apenas un año, y solo en Italia, estas dos novelas vendieron más de 800.000 ejemplares.
A partir de ese momento, sus obras, especialmente las policiacas, se han traducido a 36 idiomas, se han vendido más de 30 millones de ejemplares y se han hecho series de televisión y películas. A pesar de todo, Camilleri considera que lo mejor de su producción literaria no son precisamente estas novelas policiacas, que le han hecho tan popular, sino sus llamadas “novelas históricas y civiles”, la mayoría ambientadas también en Sicilia, como por otra parte todas las novelas del inspector Montalbano. Como reconoce Camilleri, “siempre he escrito lo que me apetecía, sin ningún tipo de concesión al gusto del público”. 
            Habla también Camilleri de la situación política italiana de las últimas décadas. Sus análisis, muy personales, demuestran su desencanto de la vida política a todos los niveles, y también da su opinión sobre algunos conflictos contemporáneos. Esta parte ayuda a conocer mejor las ideas de Camilleri, aunque quizás sean las páginas más débiles de este volumen.
            Háblame de ti. Carta a Matilda es un buen complemento a otro libro biográfico del autor, Mis momentos (Duomo, 2016), libro en el que el autor hacía una mínima biografía sirviéndose de los encuentros con personas del mundo del teatro, la cultura y la política italianas.


Háblame de ti. Carta a Matilda
Andrea Camilleri
Salamandra. Barcelona (2019)
128 págs. 14 €.
T.o.: Ora dimmi di te. Lettera a Matilda.
Traducción: Marlos Mayor.

"Manual de Redacción", de Luis Ramoneda


Nueva edición, la tercera, de un Manual ameno y didáctico que tiene como objetivo proporcionar los rudimentos necesarios para mejorar la capacidad expresiva. Como escribe su autor, “no valorar debidamente la corrección lingüística es señal de ignorancia lamentable”. Luis Ramoneda (Cervera, 1954) es escritor, crítico literario y profesor de cursos de redacción. En su introducción, Ramoneda recomienda apreciar y cuidar el lenguaje para usarlo con precisión. La proliferación de las redes sociales, el correo electrónico, los sms y whatsapps, mensajes en diferentes formatos, etc., como señalan diferentes estudios sobre la escritura de los jóvenes, ha empeorado su capacidad para la expresión escrita. Muchas veces, se escribe como se habla, pensando que la naturalidad y la expresividad expresiva, sin normas, son síntoma de franca espontaneidad. Sin embargo, para Ramoneda, “cuando se descuida la expresión oral y escrita, o no se tiene nada que decir o se desprecia la capacidad de las personas para entenderse con los demás”. Además, en la expresión oral se admiten ciertas licencias que “no son admisibles en la expresión escrita”. Con toda la razón, concluye Ramoneda, “el empobrecimiento lingüístico lleva a la penuria social y cultural”. Los argumentos son, pues, rotundos para que todos, jóvenes y adultos, mejoren su capacidad de expresión como un signo de aprecio por la correcta comunicación y de respeto por el lenguaje.
            Manual de Redacción proporciona los contenidos básicos para repasar y mejorar muchos aspectos relacionados con el lenguaje escrito. El primer capítulo está dedicado a la Ortografía, con una especial atención a las reglas de acentuación y de puntuación, despreciadas sistemáticamente por los que escriben mensajes digitales como si se tratasen de una carga. El segundo capítulo aborda cuestiones relacionadas con la Morfología y Sintaxis y explica, con ejemplos, como corregir errores tan habituales en la expresión escrita como el leísmo, laísmo y loísmo, el queísmo y el dequeísmo, además de explicar brevemente el uso correcto de las conjunciones, adverbios y preposiciones.
            El tercer capítulo, sobre Palabras y Frases, responde al sentido total del libro: muchos ejemplos para acentuar el sentido práctico de este Manual. Y, por último, en el capítulo cuarto se describen diferentes “Tipos de textos”, capítulo en el que se proporcionan consejos para redactar correctamente textos narrativos, descriptivos, expositivos, etc., y también se dedica espacio al género epistolar y a la redacción de correos electrónicos. Luis Ramoneda aconseja también sobre cómo revisar los textos y da unas pinceladas a la importancia de alcanzar un estilo personal en nuestros escritos.
            El libro, una edición ampliada y mejorada y disponible en edición digital, es una herramienta muy útil para todas aquellas personas interesadas en mejorar su capacidad expresiva. Especialmente útil resulta para profesores de lengua y de redacción, periodistas y expertos en comunicación y para estudiantes de otros países que quieran aprender el castellano.
            Para Ramoneda, “se aprende a escribir a base de esfuerzo, de equivocarse y de rectificar”, además de usando a menudo el diccionario, la gramática y manuales de estilo. Y un último consejo del autor con el que, en forma de cita, se abre precisamente el libro: “nadie es capaz de escribir, si no ha leído mucho” (Cécile Ladjali). 


Manual de Redacción
Luis Ramoneda
Rialp. Madrid (2019)
310 págs. 20 €.

miércoles, 2 de octubre de 2019

"Una saga moscovita", de Vasili Aksiónov


Vasili Aksiónov (1932-2009), hijo de Evgenia Ginzburg, la autora de El vértigo, nació en Kazán y a los cinco años, cuando sus padres fueron detenidos y enviados al Gulag (su madre, a Kolymá), fue a parar a un orfanato estatal del que fue rescatado por su tío, que se hizo cargo de él. Tras trece años de separación, volvió a reencontrarse con su madre en Magadán. Este reencuentro es uno de los momentos más intensos de las imprescindibles memorias de Ginzburg. 
Luego, Vasili estudió Medicina a la vez que escribía poesías y relatos. En 1960 aparece su primera novela, Colegas, en la órbita de la literatura underground; un año después aparece Billete a las estrellas. En la década de los setenta sigue publicando novelas, relatos, obras de teatro y traducciones. Dos novelas suyas, La quemadura (1975) y La isla de Crimea (1979), fueron censuradas y no se pudieron publicar en la URSS, a la vez que se multiplicaron sus problemas con el régimen soviético Se exilió en 1980 a Estados Unidos, donde impartió clases en diferentes universidades. Fue incluso despojado de la ciudadanía soviética. 
A finales de los años 80 recibió en Estados Unidos la propuesta de escribir el guión para un proyecto televisivo sobre la vida cotidiana en la Unión Soviética desde 1924, fecha de la muerte de Lenin, hasta 1953, cuando muere Stalin. Al final, el proyecto no salió adelante (aunque sí se hizo una película años después), pero Aksiónov consiguió escribir una trilogía sobre la familia Grádov, que publicó en 1989, 1993 y 1994 y que tituló Una saga moscovita. En esta trilogía coexisten los personajes reales con los ficticios y se refleja con mucho realismo el clima moral y político de aquellos años de férrea dictadura de Stalin, que el autor y su familia padecieron directamente, como ya hemos visto.
La novela se centra en tres generaciones de esa familia de extracción burguesa. Todo comienza con la fiesta de cumpleaños de Mary Vajtángovna, esposa del médico y patriarca de la familia, Borís Nikítovich Grádov. Esta fiesta sirve de excusa para presentar a otros protagonistas, como son sus hijos: Nikita, que llegaría a ser un héroe en la Segunda Guerra Mundial; Kiril, simpatizante del régimen soviético; y la pequeña Nina, que se dedicará débilmente a la poesía. La novela es un excelente fresco de la época (Mercedes Mommany la ha definido como “auténtica Guerra y paz del stalinismo”). Aparecen personajes anónimos, políticos destacados del momento -como Mólotov, Beria (jefe del NKVD) y figuras literarias: Maiakovski, Bulgákov o Ródchenko.
Aksiónov intenta que en la novela aparezca todo lo que sucede en la URSS: la vida cotidiana, la obsesiva presencia del Partido, las constantes purgas y hasta la participación de la URSS en los Juegos Olímpicos de 1952. De manera muy verosímil, se describe la atmósfera de miedo y represión que afectaba a todos los personajes: “De las puertas de hierro de la Lubianka emergían decenas de ‘cuervos negros’, que partían en misión. A la vista de aquellos furgones, el moscovita apartaba la mirada, como cualquier hombre que desecha el pensamiento de la muerte inevitable. ‘Que no vengan a por mí, que no lo quiera Dios, que no vengan a por uno de los míos, bueno, ya está, han pasado de largo’…”
También los Grádov sienten esta persecución, y la padecen. Kiril, el más identificado con el régimen bolchevique, es detenido y trasladado a Kolymá. También Nikita  y su mujer acaban en prisión. 
El autor sabe de lo que habla, y se nota cuando describe la pena de cárcel que afrontan Nikita y su mujer, condenas que repercutirán en la siguiente generación de la familia, en particular en Borís IV Grádov, nieto del patriarca, y, además, en el hijo adoptivo de Kiril, Mitia. Al término de la Segunda Guerra Mundial, las autoridades no rebajaron el control de la población, una vez más muy bien mostrado por Aksiónov en su densa y múltiple novela. A pesar de las complicadas circunstancias sociales que tienen que soportar, tanto la familia Grádov como el resto de la sociedad intenta rescatar de esa opresión un espacio íntimo donde desarrollar sus ansias de libertad, aspiración que se topa muchas veces con la fuerza del totalitarismo. 




Una saga moscovita
Vasili Aksiónov
Navona. Barcelona (2019)
1.216 págs. 39 €.
T.o.: Moskóvskaia saga
Traducción: Marta Rebón.