Aunque existen interesantes reportajes en diferentes medios de comunicación y en Internet sobre la persecución que está padeciendo el pueblo uigur desde hace años, la propaganda china ha conseguido rebajar la presión internacional sobre este conflicto y lo que a todas luces parece ser un programado genocidio, se ha transformado en una iniciativa pedagógica de China para combatir el terrorismo islámico.
No es precisamente esto lo que cuenta Gulbahar Haitiwaji en El gulag chino, donde describe su experiencia en los campos de reeducación que se han extendido por toda la provincia de Xinjiang, al noroeste de China, en plena “Ruta de la Seda”. Gulbahar vivía desde 2006 con su marido y sus dos hijas en Francia; un viaje a Xinjiang en 2016 para solucionar un asunto burocrático fue el inicio de su detención y posterior condena a siete años en estos campos de trabajo secretos que se han extendido por esta provincia desde 2017. Varios investigadores han demostrado la existencia en todo Xinjiang de 1.200 “escuelas” (como las denominan las autoridades chinas) por las que ya han pasado más de un millón de uigures y de otras minorías éticas instaladas en esta zona: huis, kirguís, kazajos…
Los uigures son un pueblo de raíces túrcicas, con su propia lengua, que practican un islam moderado y que poseen costumbres y estilos de vida diferentes a los de los hanes, la étnica mayoritaria en China. Hay más de once millones de uigures, pero desde 2009, cuando estallaron violentas revueltas por todo el país, muchos han partido al exilio a la vez que en la provincia ha aumentado exponencialmente el número de chinos hanes, que son los que se han hecho con el poder y ocupan los principales puestos en la Administración, el Partido Comunista y en las empresas que explotan el petróleo de esta provincia. A partir de esta fecha, la persecución contra los uigures se ha incrementado a todos los niveles. Los campos de reeducación que se han multiplicado no buscan, como se lee en este libro biográfico escrito con la colaboración de la periodista francesa Rozenn Morgat, “castigar a la minoría extremista uigur, sino impulsar la desaparición de todo el grupo étnico”.
Gulbahar fue detenida a su llegada a Karamay, una de las ciudades más grandes de Xinjiang. ¿El motivo? La policía china le enseñó una fotografía de una hija suya asistiendo en París a una manifestación en protesta de la represión que está sufriendo el pueblo uigur. Después de la celebración de un juicio farsa, Gulbahar describe lo que vivió en estos centros, dramática experiencia que recuerda a otras muchas que ya han sido contadas por víctimas de la antigua Unión Soviética y de sus países satélites. Y también a las que
aparecen en otros libros de autores chinos que hablan de temas parecidos, como los de Liao Yiwu, autor exiliado que ha publicado, entre otros, Por una canción, tres canciones y Dios es rojo.
Y es que los campos de trabajo para los uigures no son una novedad en China. Con datos de la Laogai Research Foundation, se calcula que siguen recluidos en estos campos, los laogai, entre 3 y 5 millones de chinos que suelen ser utilizados además como mano de obra para negocios con importantes multinacionales, como denuncia también el libro de Harry Wu, Vientos amargos.
En las reglas que figuraban en las prisiones donde estuvo detenida Gulbahar se remarcaba explícitamente que estaba terminantemente prohibido rezar y hablar en uigur. En estas “escuelas” aprenden chino y la cultura y costumbres chinas. Tienen once horas de clase. Al comenzar el día, todos los presos recitan una suerte de profesión de fe: “Gracias a nuestro gran país. Gracias a nuestro Partido. Gracias a nuestro presidente Xi Jinping”. Y al acabar el día recitan otros himnos parecidos. Y hay que sumar los cantos patrióticos que deben memorizar, como el que dice: “Sin el Partido Comunista no
existiría una China nueva. / El Partido Comunista trabaja duro por la nación. / El Partido Comunista con todo su corazón salva a China”. Gracias a sus familiares y a la presión internacional, sobre todo francesa, Gulbahar pudo conseguir la libertad y regresar a Francia no sin antes experimentar todas las maquiavélicas estrategias de la policía para conseguir su silencio y que sea considerada por su pueblo como una traidora.
El gulag chino
Gulbahar Haitiwaji y Rozenn Morgat
Ariel. Barcelona (2022)
224 págs. 17,90 € (papel) / 10,99 € (digital).
T.o.: Rescapée du goulag chinais.
Traducción: Julia Azaretto.