sábado, 20 de julio de 2024

"Aguas que degüellan", de Eduardo Gris Romero

     Resulta difícil encasillar esta obra dentro del género policiaco o de misterio, como así la clasifica incluso la propia editorial Apeiron, donde Eduardo Gris Romero publica su tercera novela. Aparentemente, el autor emplea los ingredientes y la trama de una novela de intriga que va avanzando a buen ritmo, cambiando de escenarios a toda velocidad a la vez que aumenta el misterio que rodea el asesinato del coronel retirado del Ejército de Tierra Fulgencio López de Castro. Pero esto es la cáscara formal de la novela. No creo que al autor le importen mucho los mecanismos de la novela policiaca, su lógica interna y hasta la importancia del desenlace.

            Tengo la impresión de que Eduardo Gris se lo ha pasado en grande escribiendo esta novela, en la que se trasluce su visión lúdica de la vida y de la literatura. También las ganas de reírse de absolutamente todo. Por eso hay que acudir a esta novela no buscando una intriga tipo Agatha Christie, ni un estilo propio de las novelas policiacas -funcional, mecánico y previsible-, ni unos personajes clónicos y cinematográficos, como abundan en las novelas actuales. Aunque pueden leerse de manera independiente, utiliza el autor en Aguas que degüellan a los mismos protagonistas, más o menos, de su novela policiaca (¿) anterior, Amar mal mata, que recibió el premio “A sangre fría” de novela negra. En primer lugar, a Pierre Simón, periodista e investigador fracasado. También vuelve a aparecer Alberto Puentegrueso, vecino de Pierre, que en esta novela desempeña, supuestamente, un lugar secundario. En Aguas que degüellan, al ritmo rápido de la trama, se incorporan otros personajes que acompañan a Pierre en la investigación que se pone en marcha para descubrir al asesino del coronel: Blas Gutiérrez, el Nani, Antonio Dubois, Rosa y Tito. Juntos recorren diferentes escenarios para solucionar el caso: una ciudad costera española, la localidad de Pedrosa del Monte, la ciudad de Brujas, el desierto de Irak, las calles de El Cairo, Londres… La intuición de Pierre es que el asesinato tiene oscuras y eruditas motivaciones que tienen que ver con antiguas culturas sumerias, por eso recorren tiendas de anticuarios y excavaciones arqueológicas, donde van apareciendo pruebas peregrinas que obligan a los protagonistas a replantearse la dirección de la investigación. 

            No parece que al autor le preocupe mucho la verosimilitud de sus predicciones, ni menos todavía la coherencia de las interpretaciones que hacen los personajes, sobre todo Pierre. El autor emplea los típicos ingredientes de la novela policiaca para reírse de ellos. Pero no es una burla cualquiera, sino muy inteligente y basada en un gran dominio de los mecanismos literarios.

            El tono paródico se extiende a toda la novela, a la intriga, a las sospechas, a los posibles asesinos, a los métodos para resolver el caso. Pero, sobre todo, este tono irónico está presente en la manera en la que está escrita la novela, donde, aunque hay un narrador (ínclito) dominante, intervienen otros narradores y hasta pasajes que proceden del diario que sobre los mismos hechos escribe el propio Pierre, donde aparecen sus sensaciones más personales sobre lo que está pasando. Incluso hay momentos que se cuelan narradores improvisados, como cuando escribe “el pobre y legítimo narrador de esta historia lamenta anunciar que hay un nuevo narrador. Otro”; y más adelante “Acaba de narrar Rosa. Aquí todo el mundo narra”. Por momentos, por su tono disparatado, esta novela y la anterior recuerdan a las novelas policíacasde Eduardo Mendoza, como El misterio de la cripta embrujada y, entre otras, La aventura del tocador de señoras. Solo le achaco una cosa al autor: un poco más de contención. La novela ganaría más si hubiese sido más clásica y menos experimental (sin tanto juego de narradores), sin referencias metaliterarias, sin algunos personajes demasiado disparatados y si el argumento fuese menos enmarañado para que la intención irónica fuese más evidente.

            Lo que está claro es que el autor, con maestría, solo busca divertirse con la forma, con la estructura, con el argumento, con los personajes. Para mí, y esto es lo más importante de esta novela, el autor realiza esta parodia con un excelente dominio estilístico de los diferentes registros que maneja, pues en todo momento, a pesar del aparente caos argumental, hay una sobresaliente coherencia narrativa que es posible gracias al dominio del lenguaje del autor, capaz de descripciones soberbias sobre lugares, reflexiones eruditas y amenas sobre arqueología y culturas antiguas (de las que el autor es todo un experto) y diálogos vivos y dinámicos. Especialmente notables son los retratos que, con pocas pinceladas, hace de algunos personajes: “Una mujer de melena tumultuosa y proa neumática que tenía como rebosaduras en los labios, las cejas paralelas al horizonte, la nariz mirando a la luna…”. 

            Autor de varios ensayos, obras de crítica literaria, narrativa de viajes y novelas juveniles que han tenido mucho tirón, Eduardo Gris Romero, doctor en Literatura Comparada, demuestra con creces su solvencia como escritor original, atrevido, que utiliza un humor inteligente (y nada habitual) para burlarse de géneros que están muy de moda. Y todo ello con una meritoria, trabajada y destacada calidad literaria, lo más difícil de encontrar en muchas novelas actuales. 



Aguas que degüellan 

Eduardo Gris Romero

Apeiron Ediciones. Madrid (2024).

172 págs. 16 € (papel) / 6 € (digital). 

viernes, 19 de julio de 2024

"Fractal", de Andrés Trapiello


    Desde hace ya bastantes años, soy un compulsivo lector de los diarios de Andrés Trapiello, que suelo recomendar encarecidamente. Ante mi insistencia y por la brasa que les doy, mis amigos suelen preguntarme por dónde empezar a leerlos, pues se asustan cuando les digo que ya lleva veinticuatro diarios publicados. Mi respuesta es siempre la misma: da lo mismo por dónde empezar. En todos los volúmenes publicados hasta la fecha, está siempre todo Trapiello y todos sus diarios. Por poner algunos ejemplos, se puede empezar por Los caballeros del punto fijo (1997), El fanal hialino (2003), El jardín de la pólvora (2005), La manía (2008), Troppo vero (2020), todos publicados en la editorial Pre-Textos, o por los dos últimos, Quasi una fantasía (2021) y Éramos otros (2023), que han aparecido en una editorial distinta, creada por el propio autor, Ediciones del Arrabal. En todos los volúmenes están los mismos ingredientes, la misma exigencia estilística y la misma calidad literaria.

            Sin embargo, a partir de ahora cuando me pidan que les sugiera uno de los títulos para empezar a leer estos diarios, les recomendaré este volumen, Fractal, que no es una entrega de sus diarios sino una antología que abarca los primeros veinte años de diarista del autor, desde 1990 a 2010. 

Las responsables de la selección conocen muy bien los volúmenes de Salón de pasos perdidos (título genérico que Trapiello ha dado a todos sus diarios). La selección es completa y muy representativa de los registros y temas que aborda. Hay que felicitar, por tanto, a Nieves García, Nola Romero y Ana Pérez Cid (a las que hay que sumar a Pilar Álvarez, editora de Alianza, y a Miriam Moreno, la mujer del autor, que también han aportado lo suyo), porque la antología refleja con mucho acierto la variedad de facetas que maneja el autor, sus obsesiones artísticas, sus pasiones literarias, sus excursiones al Rastro, sus estancias en Las Viñas, sus reflexiones familiares, sus días de descanso, los viajes, las intervenciones en saraos literarios, sus contundentes opiniones, sus manías, sus demoledoras críticas, sus pedaleos… y sus muchos momentos poéticos.

Estamos, pues, ante una de las empresas literarias más exigentes e importantes de la literatura actual. Estos diarios, que empezaron a publicarse en 1990 (el primer volumen fue El gato encerrado), son uno de los mejores testimonios de la pujante literatura memorialística, una de las novedades más significativas, con la autoficción, de la literatura contemporánea. Son ya muchos los autores que frecuentan el género porque han descubierto que, mejor que ningún otro, la “literatura del yo” describe los vaivenes del hombre y de la mujer actual, sus grandezas y miserias, sus inquietudes, su manera de estar en el mundo, la influencia del contexto en su quehacer literario y la importancia de una mirada egotista y personal a la hora de acercarse a la realidad en todas sus vertientes. De los diarios de Trapiello no solo asombra su calidad literaria, mantenida en el tiempo, sino que hay que alabar también su perseverancia. Hasta la fecha ha publicado sus diarios de los años 1987 a 2010, veinticuatro volúmenes, o sea, que todavía faltan muchos diarios por publicarse, lo que da muestras de la empresa épica en la que está metido.

Con cada volumen hemos acompañado a Trapiello en su evolución literaria y en el retrato de su vida cultural, familiar, social, íntima… Hay una evolución, que es la que da el lógico e inevitable paso del tiempo. De ahí el título que Trapiello da también a esta obra: “una novela en marcha”. Una obra en la que el protagonista es el propio autor, convertido en personaje literario y en el centro de la acción. Todo lo que se escribe aparece traspasado por su carácter, su psicología, su temperamento. Y su humor.

Suelo comentar siempre que a mí, personalmente, lo que más me asombra de las miles de páginas que ya he leído es la variedad de tonos y registros que aparecen en estos diarios. Hay momentos donde la literatura se apodera de todo: reflexión poética, crítica literaria, metaliteratura, aforismo, poesías, autores preferidos, lecturas asiduas, libros que está escribiendo… Pero también hay sitio para describir una comida, una fiesta, un partido de tenis, recuerdos de sus padres, escenas familiares, viajes, compromisos, huertos, entrevistas, conversaciones, visitas, momentos lúdicos y de descanso… En cualquier cosa que escribe, está todo Trapiello, desbordándose en literatura y sacando a relucir una prosa dúctil, manejable, intimista, atinada, cosida a su propia individualidad. Trapiello respira literatura por todos los poros. 

Esto hace que el lector, por la sorprendente y dinámica variedad, nunca se aburra, que disfrute, que saboree lo que lee, que acompañe al autor por sus recorridos por el Rastro, que vea venir sus enfados o sus salidas de tono, que sea testigo de su cotidiano trabajo, de los encuentros con sus vecinos, de las visitas al médico, de los imprevistos… En definitiva, estos diarios son la vida en marcha, en movimiento, todas las cosas al mismo nivel. Para mí, la clave de estos diarios es ver cómo cada momento, por insustancial que sea, es único y literario. Por eso uno no busca cuando los lee ni grandes aventuras, ni poderosas declaraciones, ni secretos inconfesables. El minimalismo vital de Trapiello funciona como un espejo para sus lectores, que se identifican, eso me pasa a mí, con esa manera de ir por la vida sacando partido a todo, estrujando el tiempo, las relaciones y las sensaciones. Respirando. Así debería ser, en definitiva, la auténtica literatura.

 

        Fractal

        Andrés Trapiello

        Alianza. Madrid (2024)

        864 págs. 29,50 €.

lunes, 15 de julio de 2024

Una selección de libros de literatura para el verano

     


Hemos publicado en Aceprensa, como todos los veranos, una selección de novelas para leer en vacaciones. Hemos intentado que haya de todo un poco. Como siempre, hay que reconocer la vitalidad del mercado editorial español, que, entre los miles de títulos que publica, hay muchos de gran calidad.

    VER SELECCIÓN VERANO ACEPRENSA.