viernes, 22 de noviembre de 2024

"Historia de Vallecas (II). Alcaldía de Vallecas", de José Luis García Heras

 

              Continúa José Luis García Heras desgranando la historia de Vallecas en libros muy históricos, divulgativos, con los que busca contagiar su pasión por Vallecas, el barrio donde nació y creció. Sus dos últimos libros centrados en Vallecas van a los hechos históricos, aportando numerosos datos y textos que proceden de la rigurosa documentación que ha manejado. Hay que reconocer su gran trabajo de investigación con el fin de proporcionar una historia lo más ajustada posible a la realidad, fuera de mitos y de leyendas, que también las hay cuando se escribe de un barrio con tanta historia y tradición.

            Si el volumen primero estaba dedicado a la historia “De Balecas (1202) a la Anexión a Madrid (1950)”, donde desgranó de manera amena y precisa los hechos más señalados de una historia rica en detalles, ahora dedica este volumen a los alcaldes de Vallecas más o menos contemporáneos que han tenido más renombre y que han enriquecido con sus hechos y actuaciones la historia de Vallecas hasta su anexión a la capital ya como un nuevo distrito en el mes de diciembre de 1950, anexión que tuvo lugar con Félix López Gómez de Ontiveros como último alcalde de Vallecas. Centrándose en los últimos años, desde finales del siglo XIX, rescata García Heras los nombres de los alcaldes que tuvo Vallecas, numerosos, pues lo normal era que, salvo excepciones, nadie desempeñase el cargo más de tres años. 



    De entre todos ellos se destacan en este libro a tres alcaldes: Melquíades Biencinto, que lo fue de 1899 a 1903; Adolfo Salazar, de 1925 a 1930; y Amós Acero, el más conocido de todos, que lo fue en dos periodos, de 1931 a 1934 y de 1936 a 1939. De los tres, traza el autor unas breves biografías en las que subraya la relación que mantuvieron con el barrio y sus posteriores actuaciones como alcaldes en tres momentos muy significativos. 

Melquíades Biencinto, que había nacido en un pueblo de Toledo, Carranque, se estableció a los 22 años en el Puente de Vallecas, donde puso en marcha una carnicería-salchichería. Era una persona muy generosa, como demuestra el hecho, insólito, de donar a los pobres el dinero que tenía asignado como alcalde. Suelo acordarme bastante de él pues es una calle por la que suelo pasar a menudo, paralela a la M-30. 


Adolfo Salazar procedía de Almadén y fue un industrial muy prestigioso que modernizó Vallecas, aunque en esos años tuvo que asumir un importante flujo migratorio que acabó por transformar casi de manera radical el barrio, pues hasta ese momento Vallecas, como se dice en algunos textos de la época, tenía el encanto de ofrecer a la vez cosas del campo y de la ciudad. 

A partir de esos años, Vallecas es cada vez más una localidad populosa, que se nutría de emigrantes de aluvión que llegaron a la capital. Aunque Vallecas ya había mejorado en suministros e instalaciones, con la llegada de tantas personas hacían falta muchas más inversiones en educación, vivienda y saneamientos, inversiones que no llegaron y que provocaron que en muchas ocasiones Vallecas mostrara una manifiesta desatención. Salazar abandonó el cargo en 1930 y le sucedieron, hasta las elecciones municipales de 1931, Rogelio Folgueras y Jesús del Pino.



En 1931 fue elegido alcalde Amós Acero, que había nacido en Villaseca de la Sagra (Toledo) en 1893. En 1926 aceptó un puesto de maestro en el Puente de Vallecas, donde decidió instalarse, aunque ya vivía en Madrid desde 1920. Al poco de llegar se afilió al PSOE y a la UGT. En 1931 también resultó elegido como diputado en las Cortes Constituyentes. Con motivo de la Revolución de Asturias (y en otras muchas localidades de España) de 1934, que Amós Acero apoyó, fue destituido de su cargo y nombrado alcalde Eustaquio Pardo Zorrilla. En 1936 volvió de nuevo a la alcaldía y lo fue durante la Guerra Civil. En todas sus biografías se destaca de Amós Acero la entrega a su barrio y el interés que puso por crear escuelas e intentar mejorar las instalaciones básicas de Vallecas. 

Estos son, de manera resumida, algunos de los contenidos de este libro, que, como decíamos, tiene como objetivo presentar de manera sencilla y asequible muchos pormenores de la historia de Vallecas, en esta ocasión con las vidas de tres alcaldes que brillaron por encima de los demás. 

Una vez más hay que agradecer a José Luis García Heras su apasionado empeño y su profesionalidad por dar a conocer estas historias, muchas de ellas desconocidas. Sin lugar a duda, sus libros sobre Vallecas, que no son pocos, están ayudando a muchos vallecanos a conocer mucho mejor sus raíces y a descubrir historias insólitas de su barrio.



Historia de Vallecas (II). Alcaldía de Vallecas

José Luis García Heras

Ediciones PV. Madrid (2024)

96 págs. 10 €. 


Mail de contacto: jlghpv15@gmail.com


lunes, 18 de noviembre de 2024

"Más de un siglo se alarga el día", de Chinguiz Aitmátov

 


En su trabajo editorial de dar a conocer literaturas minoritarias y recuperar a autores ya olvidados, Automática Editorial rescata una de las obras más importantes de Chinguiz Aitmátov (1928-2008), escritor nacido en la República de Kirguistán y que llevó a su literatura las vivencias de aquellas tierras y parajes vecinos, como los de Kazajistán, a la vez que recuerda en sus libros momentos de su niñez en una minúscula aldea kirguís. En la misma editorial se ha publicado Yamilia, una historia de amor que supera las barreras y las tradiciones ambientada en el mundo rural de Kirguistán al principio de los años de dominio soviético.

            Más de un siglo se alarga el día transcurre en la estepa kazaja, en una aldea muy apartada donde solo viven los que trabajan para el ferrocarril soviético desempeñando puestos de guardagujas, mantenimiento de los raíles y para despejar los caminos de las intensas nieves de la zona. No es un sitio agradable para vivir (ni para morir), pero algunos de los muchos trabajadores que van pasando por ese lugar acaban encontrando allí sentido a su existencia, identificándose con el paisaje y con el estilo de vida, a pesar de las penalidades que tienen que atravesar.

            Es el caso de Qazanghap, todo un baluarte en esa colonia, quien consiguió sacar adelante a su familia y ayudar en la medida de sus posibilidades a otras personas que no acababan de encontrar un sitio donde establecerse, tras estériles peregrinajes buscando trabajo y un lugar donde conseguir estabilidad para construir una familia. Es el caso de Ediguéi Buranny, casado con Ukubala, los dos originarios del mar Aral. Un casual e inesperado encuentro con Qazanghap en Kumbel, una ciudad próxima al que sería su destino definitivo, la aldea de Boranly-Buranny, cambiará definitivamente sus vidas.

            La novela cuenta el largo camino que tiene que recorrer Ediguéi y la comitiva que le acompaña para enterrar a Qazanghap en el desierto de Ana-Beit, el cementerio de la zona, ligado además a curiosas leyendas ancestrales que Ediguéi hace suyas para confirmar que el destino del cuerpo de Qazanghap es ese cementerio. Tras conocer la muerte de su mejor amigo, a quien tanto debe, Ediguéi se responsabiliza de llamar a sus hijos, ya despegados de aquellas tierras y sus costumbres, y de organizar el viaje, en el que le acompañarían a regañadientes unos familiares de Qazanghap y algunos vecinos, como Edilbai el Largo. 

            A lo largo del viaje Ediguéi repasa su vida, su relación con Qazanghap y algunas historias que tienen que ver con leyendas de la zona que tienen un profundo valor antropológico, además de servir para explicar algunas cuestiones del presente. A la vez, Ediguéi se nos presenta como un personaje profundo, con sus crisis afectivas y existenciales, anclado en aquel duro y estéril paisaje que se le presenta como una imagen de su melancólica alma. Personalmente, este personaje, austero, familiar, trabajador, abnegado, buen compañero, generoso, me ha parecido lo mejor del libro. 

La novela describe también cómo hasta ese lugar apartado llegan con cuentagotas los nuevos aires de la modernidad y también la presión del Partido Comunista soviético, obsesionado con uniformar a todos los habitantes de su vasto imperio. 

            En muchos momentos, el hilo conductor de la trama resulta muy tenue, pues los recuerdos o algunas historias protagonizadas por amigos y vecinos de Ediguéi se apoderan completamente de la narración, dedicando muchas páginas a relatar sus aventuras y leyendas. Es el caso de las desgracias que padecen sus vecinos Abutalip, su mujer Zaripa y sus dos hijos pequeños, a quienes el irracional poder soviético persigue de manera sistemática, incluso en un lugar tan apartado como Boranly-Buranny, por haber sido hecho prisionero por los alemanes Abutalip durante la Segunda Guerra Mundial y después, tras su liberación, haber colaborado con los partisanos yugoslavos, considerados después enemigos por Stalin. De manera colateral, se muestra el afán del poder soviético de imponer como sea su ideología, perseguir a los que considera sus enemigos y acabar con las tradiciones y costumbres de los muchos pueblos que formaron parte de la Unión Soviética. 

            En la novela, sobre todo al principio, aparecen algunos capítulos en los que el autor habla de las expediciones al espacio de los rusos y los americanos en las que incluso descubren el planeta Mambla Selvática, donde viven unos extraterrestres que se han puesto en contacto con los astronautas que se encuentran en el espacio, provocando el miedo y la estupefacción en los dirigentes de los países. Es precisamente en Kazajistán, en un lugar cercano a donde transcurre la acción de la novela, donde tienen lugar los viajes espaciales de los rusos. Parece como si el autor quisiese mostrar dos vidas muy distintas: la de Edigueí y sus vecinos, ancladas en la tradición, y la que prometen los avances de la ciencia, con una potente carga deshumanizadora.

            Tanto la inclusión de estos capítulos “espaciales” como el extenso relato de algunas de las leyendas de aquella zona inciden en el ritmo y el desarrollo de la novela, que pierde fuelle precisamente por estas largas digresiones. Cuando la acción se centra en Ediguéi, sus ideas, sus crisis, su mundo interior y la relación con sus vecinos y su entorno -con las estepas sarozekas y con su camello Qaranar-, la novela levanta el vuelo pues el autor toca la fibra de los valores y los sentimientos universales en medio de un paisaje indiferente y enorme, que parece empequeñecer el destino del ser humano.


Más de un siglo se alarga el día

Chinguiz Aitmátov

Automática. Madrid (2024). 

560 págs. 29 € (papel) / 12,99 € (digital). 

Traducción: Marta Sánchez-Nieves Fernández.