Gracias a un mensaje en twitter de un lector que se había leído mi libro Cien años de literatura a la sombra del Gulag, he conocido este libro, una sugerencia muy interesante que desde aquí quiero agradecerle, pues a mi juicio se trata de un testimonio de primera magnitud de la vida de un escritor en un país comunista, sometido a una censura irracional y férrea y obligado en su caso a escribir diarios, un género que se escribe para uno mismo.
“La mentira se va imponiendo como orden mundial”. Esta cita de Kafka, recogida en los diarios de Jan Zabrana, reflejan muchas de las ideas que contienen estas páginas, escritas por un intelectual represaliado que tuvo que sobrevivir en la Checoslovaquia comunista, rodeado de miseria moral y mediocridad, y teniendo que soportar el constante adoctrinamiento de un régimen totalitario y un Estado cada vez más policial. Las referencias a esta asfixiante contexto vital son constantes en estos diarios que, por supuesto, no consiguió publicar en vida en su país y cuya edición completa, que ocupa 1.100 páginas, apareció en 1992, ya con la caída del bloque comunista. Esta edición, que contiene una selección de las entradas de sus diarios, ha sido realizada por el escritor Patrik Ourednik (Praga, 1957), víctima también de la persecución política.
Zabrana nació en 19831 y murió en 1984. Fue, como ha sucedido en todos los países comunistas, una víctima del compromiso político de sus padres, maestros y socialdemócratas militantes (su madre fue diputada del Parlamento regional y su padre fue alcalde su la ciudad natal de Jan, Humpelec). Con la llegada del comunismo en 1948, fueron detenidos y condenados a prisión. Su madre fue condenada a 18 años, y su padre a 10. Por este motivo, se le prohibió su acceso a la Universidad por ser “no apto políticamente”. Trabajó como ajustador mecánico en una fábrica de vagones ferroviarios y en un taller de esmaltado hasta que se convirtió en traductor del inglés y del ruso y publicó algunas novelas juveniles y poemarios. Pero su nombre estaba tachado en todas las instancias y, como se cuenta en el libro, fue delatado de nuevo por algunos vecinos que pedían para él el mismo destino que el de sus padres: la cárcel.
“Yo no morí, más vivo no quedé”, escribió Dante en una frase que resume el mundo interior de Zabrana, para quien “el riesgo de la falta de libertad es para el hombre insoportable”. Por eso, hay mucha desesperación en estas páginas, en las que crítica abiertamente la falta de libertad y de esperanza que vive. Su refugio es la literatura, especialmente estos diarios, que comenzó a escribir en 1948, cuando sus padres todavía no habían sido detenidos. En sus diarios disecciona el comportamiento mezquino de sus compatriotas y la falta de escrúpulos de muchos escritores, que con tal de medrar aceptaron la imposición de una manera de hacer literatura ridícula que imitaba a la de la URSS. Como escribe Zabrana, “la llamada literatura soviética no es más que una inmensa mierda”. Habla también de las purgas, del clima de delaciones, de la imposibilidad de publicar, del constante control policial: “Basta que un régimen policial se mantenga en el poder durante veinte años para que convierta a todos en cómplices”.
Son muy impactantes las páginas dedicadas a su madre. En primer lugar, las que escribió cuando, en 1960, salió de la cárcel. Luego, su posterior enfermedad y muerte. También las que dedicó a su padre. El peso de la influencia de los dos se refleja en esta frase: “¿Qué es mi poesía, toda la que he escrito? Un suicidio sobre la tumba de mis padres”.
Zabrana rechazó también las ansias de libertad de muchos de sus compatriotas antes de la invasión de los tanques del Pacto de Varsovia en 1968. Para Zabrana, ese conato de libertad estuvo protagonizado por los mismos que veinte años atrás habían condenado a muchos ciudadanos a la cárcel y al ostracismo por no comulgar en su momento con la ideología comunista. Por eso, desconfiaba de todos.
Y censura las diferencias que hubo entre algunos escritores occidentales a la hora de denunciar los regímenes totalitarios. Zabrana denuncia la actitud del escritor Pound de defender el régimen de Mussolini, pero se pregunta, a la vez, “¿cómo es posible que no se recuerde la misma estupidez política en el caso de Romain Rolland, que se identificaba con el asesino en serie José Stalin con la misma ceguera con la que Pound se identificaba con el asesino en serie Mussolini” ¿Por qué se debe medir con distinta mira dos demostraciones de idiotez política?”.
Los diarios de Zabrana se suman a una larga lista de escritores que fueron víctimas de un totalitarismo deshumanizante, que merece ser denunciado y que no puede ser olvidado.
Toda una vida
Jan Zabrana
Melusina. Santa Cruz de Tenerife (2010)
158 págs.
T.o.: Cely zivot.
Traducción: Fernando de Valenzuela Villaverde.
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