Coincidiendo con el estreno de El editor de libros, película dirigida
por Michael Grandage basada en un guion de John Logan e inspirada en la vida de
Waxwell Evarts Perkins, se ha publicado la biografía que A. Scott Berg escribió
en 1978 sobre este editor norteamericano y con la que consiguió el National
Book Award.
Max
Perkins (1884-1947) está considerado uno de los grandes editores de la
literatura norteamericana, editor, entre otros muchos, de tres grandes
escritores de los años veinte y treinta: Scott Fitzgerald, Ernest Hemingay y Thomas
Wolfe. Como escribe Berg, “se había jugado su carrera con ellos, desafiando los
gustos establecidos por la generación anterior y revolucionando la literatura
americana”.
Estudió
en Harvard y trabajó como reportero en New
York Times antes de entrar a trabajar en 1910 en Hijos de Charles Scribner,
prestigiosa editorial donde publicaban grandes escritores ingleses y
norteamericanos de la primera década del siglo XX como John Galsworthy, Henry
James y Edith Wharton. “En 1919, Perkins ya se había consolidado como un
prometedor y joven editor”.
Tuvo
muy buen olfato para descubrir a escritores que estaban revolucionando con sus
primeros libros la literatura norteamericana. Esta biografía se centra de
manera especial en la larga, extensa y compleja relación que mantiene con los
tres autores antes citados, representantes de la llamada generación perdida, aunque de pasada se habla de otros muchos
escritores con los que Perkins colaboró: es el caso del periodista y autor de
relatos Ring Lardner, de la escritora de novelas históricas Taylor Caldwell y
de otros escritores que tuvieron en su momento mucho prestigio, como S. S. Van
Dine, Erskine Caldwell y Marcia Davenport, entre otros que se citan en este
libro, algunos de ellos ya olvidados.
Perkins
descubrió la innata capacidad de Scott Fizgerald para retratar las sombras de
la sociedad decadente y rica de los años veinte, a la que Fitzgerald quiso pertenecer
de manera obsesiva, fiebre que le provocó numerosas crisis en su escritura y en
su matrimonio de las que hace partícipe a su editor. Fitzgerald consiguió notable
éxito con A este lado del paraíso
(1920), su primera obra; luego siguió manteniendo la calidad en sus otras
novelas, sobre todo en El Gran Gatsby (1925)
y Suave es la noche (1934), pero sus
frecuentes caídas en el alcoholismo, su propensión a la extravagancia y su fascinación
por el dinero hicieron mella en su trayectoria literaria, reducida a pocos
títulos que consiguieron prestigio en vida pero sobre todo años después de su
repentina muerte en 1940. Perkins también descubrió el enorme talento de Ernest
Hemingway, al que publicó sus grandes obras y con quien compartió muchos
momentos de amistad, a pesar del fuerte carácter del escritor, poseedor de un
inmenso ego y de un desmesurado afán de publicidad.
Su
relación con Wolfe, muy compleja, fue mucho más allá de su trabajo como editor.
Perkins descubrió en Wolfe una voz brillante y nueva para describir la realidad
norteamericana; pero Wolfe tenía un peligroso problema: una cruda y egotista
exuberancia que le impedía escribir libros “normales” y un carácter repleto de
suspicacias, como se demostró en el proceso de edición de su primera novela, El ángel que nos mira (1929). La tirante
relación personal y profesional que mantuvieron autor y editor es la que se
cuenta en la película El editor de libros,
centrada de manera exclusiva en estos dos personajes. Tras las críticas que Wolfe
recibió por su novela Del tiempo y el río
(1935), rompieron su amistad y decidió cambiar de editor pocos años antes de su
muerte en 1938 por una tuberculosis cerebral. Perkins acusó esta pérdida y
siempre recordó a Wolfe como uno de los grandes escritores con los que trabajó.
Thomas Wolfe escribió en diferentes textos sobre su amistad y relación con
Perkins y también sobre el mundo editorial de aquellos años. Un ejemplo es la
reciente edición de El viejo Rivers
(Periférica. 2016), una breve narración en la que Wolfe ridiculiza el mundo de
los viejos editores y su gastada concepción de la literatura, mundo que Perkins
rompe con una actitud mucho más abierta a los nuevos valores.
El
libro reproduce muchos pasajes de la extensa correspondencia que Perkins,
casado y padre de cinco hijas, tuvo con estos escritores y otros muchos, y con
Elizabeth Lemmon, una mujer que vivía alejada de Nueva York y que fue su
confidente y amor imposible. Estas fuentes permiten conocer muy bien las
opiniones de Perkins sobre numerosos aspectos de su vida personal y de su
trabajo como editor. En ellas vemos a un editor que siempre recomienda a sus
autores la lectura de Guerra y paz,
de Tolstói; que tiene una alta estima del oficio de editor y de lo que supone
escribir libros; y que se implicó, quizá demasiado, en los problemas personales
de sus escritores y en sus dificultades económicas y familiares. De manera muy
prolija, el libro pone el acento en la descripción de estas tensas relaciones en
las que muchas veces las connotaciones literarias quedan en un segundo plano.
Esta biografía muestra
las bambalinas del trabajo de editor y contiene muchos y suculentos ejemplos de
los consejos que Perkins dio a sus escritores y su complicidad en el desarrollo
de sus escritos, sin imponer nunca nada, pero mostrando su opinión y sus
alternativas para ayudar en todo momento al escritor a salir de cualquier
atolladero.
Max Perkins, el editor de libros
Scott
Berg
Rialp.
Madrid (2016)
584
págs. 22 €
T.o.:
Max Perkins: Editor of Genius.
Traducción: David Cerdá.
Traducción: David Cerdá.
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