Anna Lárina
(1914-1996) fue la esposa de Nikolái Bujarin, uno de los grandes líderes de la
revolución soviética, amigo personal de Lenin y uno de los candidatos a
sucederle tras su muerte. En sus memorias, publicadas por capítulos en 1988 y
en libro en 1989, Lárina, una joven intelectual educada en la órbita del
Partido Comunista, cuenta su vida privilegiada como miembro de la
“aristocracia” del Partido. Era la hija adoptiva de un destacado comunista de
la Revolución, Yuri Larin, del que se cuentan muchas cosas en este libro;
creció en el hotel Metropole, residencia de muchos líderes soviéticos. Desde
pequeña conoció a Lenin y Stalin, y también a otros muchos protagonistas de la
Revolución, como Bujarin, 25 años mayor que ella y muy amigo de su padre. Ella
tenía 16 años cuando se comprometieron y 20 cuando se casaron.
Pero más que
las memorias personales de la autora, que también lo son (especialmente en lo
que se refiere a su relación con su marido), este libro se centra en
rehabilitar la figura del f ilósofo y economista, Bujarin,
político que ocupó importantes puestos en el Buró Político del Comité Central
del PCUS (el Politburó) hasta 1929. Con Stalin, contribuyó a derrotar a la
denominada Oposición Unificada, de la que formaron parte Lev Trotski, Grigori
Zinóviev y Lev Kaménev, que fue disuelta a finales de 1927, en el XV Congreso
del Partido Comunista. Sin embargo, junto con Aleksei Rykov y Mijail Tomski, se
opuso a la política económica que Stalin diseñó tras el periodo de la Nueva
Política Económica (NEP), de la que fue su principal ideólogo y que se oponía a
la colectivización agrícola forzosa que proponía Stalin. Desde entonces, fue
acusado de opositor y cesado como miembro del Politburó, aunque siguió ocupando
destacados cargos, como el de Secretario General del Comité Ejecutivo de la
Internacional Comunista desde 1926 a 1935; editor, de 1934 a 1937, del
periódico Izvestia, órgano de
expresión oficial del Gobierno soviético; además de ser uno de los redactores
de la nueva Constitución de 1936.
A partir de 1937, fue investigado por la NKVD y acusado de
haber creado un bloque trotskista de derechas que perseguía, entre otros
objetivos, la restauración del capitalismo. En uno de los famosos juicios de
Moscú, fue condenado a la ejecución (en el mismo proceso, entre otros, también
fueron condenados Rykov y Génrij Yagoda). Su condena arrastró también a su
familia. Anna Lárina, con la que había contraído matrimonio en 1934, fue detenida,
deportada a Astraján, luego en Tomsk (de camino, estuvo en las cárceles de
tránsito de Saratov y Sverlovisk); posteriormente fue trasladada a la cárcel de
Novosibirsks y Kemonovo y de allí fue trasladada a Moscú (permaneció tres años
en una celda subterránea de la Lubiajka) y posteriormente condenada a Siberia
hasta cumplir su condena de ocho años, aunque a partir de 1945 sufrió destierro
en Siberia. Su hijo Yuri, de apenas un año cuando Bujaron fue detenido, fue
enviado a un orfanato y no volvería a ver a su madre hasta casi veinte años
después; también fue ejecutada la primera mujer de Bujarin, Nadezhda Lukiná
(Burajin convivió después con la economista Esfir Gúrvich, con la que tuvo una
hija, Svetlana). Tras veinte años de cautiverio en Siberia, Anna consiguió
regresar a Moscú en 1959 y reunirse con su hijo Yuri en 1960.
Sin embargo, este libro apenas cuenta su vida
en el Gulag. No es esa la intención de Anna Lárina. A ella le interesa rescatar
de su vida todo lo que tiene que ver con Bujarin. Por eso si aparecen muchos
detalles de su vida en común los viajes que realizaron y, después, la agonía de
su marido cuando fue comprobando lo que el Partido estaba preparando contra él.
Antes de que fuera detenido, Bujarin le hizo aprenderse de memoria su “testamento”
político, que ella conservó durante muchos años, repitiendo en las cárceles que
frecuentó, y cuyo texto completo –un alegato sobre la inocencia de Bujarin y
los positivos valores de la revolución rusa- no se publicó hasta los años de
apertura de Mijaíl Gorbachov, en 1988, el mismo año que se publicaron estas
memorias, que la autora comenzó a escribir en secreto después de su salida de
la prisión (si el KGB hubiese descubierto este libro en una de sus pesquisas,
hubiese vuelto a Siberia) y que fue completando a medida que tuvo acceso a
documentos secretos sobre su marido, pues todos sus archivos y sus escritos
estaban en posesión del KGB.
A la vez que escribía este libro, Lárina hizo todo lo que
estuvo a su alcance para lograr la rehabilitación de su marido, con cartas a
Nikita Jruschov (uno de los que apoyó las represiones de Stalin a finales de la
década de los treinta) y a los sucesores líderes del Partido Comunista. El
nombre de Bujarin, perseguido desde todos los frentes y considerado como uno de
los peores enemigos de la Revolución, fue, sin embargo, recuperando su
prestigio gracias a los estudios que se pudieron publicar sobre su persona, de
manera muy especial la biografía que Stephen F. Cohen, profesor de la
Universidad de Princenton, publicó en 1973 después de haberse entrevistado en
secreto con Lárina durante la época de Breznev y que su hijo Yuri fue
traduciendo en secreto al ruso hasta su publicación en Estados Unidos. Cohen es
el autor de la introducción de Lo que no
puedo olvidar.
Al
final de su vida, Lárina consiguió la rehabilitación de su marido y también
recobró los documentos de su archivo personal y los escritos últimos que
redactó antes de morir, entre ellos unos poemas (que se reproducen en las memorias
de Lárina) y una novela autobiográfica, Cómo
empezó todo (Pre-Textos. Valencia. Valencia (2007). 440 págs. Traducción:
Rubén Darío Flórez Arcila), publicada en español en 2007. En ella, a través de un álter ego, Nikolai Kolia Petrov, cuenta
con un tono lírico su infancia y primeros años de adolescencia, con una
constante presencia la naturaleza. La novela es un excelente retrato de la
Rusia anterior a la Revolución. Novela de formación que habla de la vida en el
imperio zarista, de los funcionarios y del profesorado, de las desigualdades
que estallaron en la fallida Revolución de 1905.
Como escribe Stephen F. Cohen en la
introducción: “Esta obra sin precedentes en la literatura soviética es a la vez
un cuento familiar, una historia de amor y una búsqueda de justicia política”.
Tiene tanto un valor literario como histórico y se ha convertido en uno de los
mejores testimonios de todas aquellas personas que sufrieron, con el
consentimiento del aparato político comunista, una irracional represión. Como
escribe la autora en el prólogo, “he luchado durante años y con tenacidad para
que el nombre de Nikolái Ivánovich fuese rehabilitado, y ahora que eso ha
ocurrido, me siento feliz de haber contribuido a ello”.
Lo que no puedo olvidar
Anna
Lárina
Galaxia
Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona (2007)
528
págs.
Traducción:
María García Barris.
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