sábado, 2 de abril de 2022

"La alegría del exceso", de Samuel Pepys

 


Samuel Pepys (Londres, 1633-1703) es el autor de uno de los diarios más importantes de la historia de la literatura. Lo empezó a escribir con 27 años y lo mantuvo durante diez, pero lo tuvo que abandonar por sus problemas con la vista. Aunque lo escribió en el siglo XVII, su diario no se difundió hasta el siglo XIX, cuando en 1825 se consiguió transcribir, pues Pepys lo había escrito en un complicado sistema encriptado de tipografía. 

Al saber que nadie de su círculo iba a leer sus diarios, Pepys escribió con bastante libertad y con mucho atrevimiento sobre muchas de las circunstancias de su vida. Eso sí, su diario, como era frecuente en su tiempo, tenía una exclusiva finalidad de dejar constancia y contabilidad de lo que había hecho cada día, sin más pretensiones literarias. Por eso, muchas entradas son muy parecidas y se limitan a contar de manera directa y breve sus inmediatas relaciones y problemas laborales y familiares. 

A pesar de su reiterativa rigidez, encontramos en sus diarios momentos de una radical sinceridad, de ahí su novedad si comparamos su diario con los de sus contemporáneos. Pepys anotó frecuentemente sus debilidades relacionadas con su trato con familias, amigos, algunas mujeres y su voracidad gastronómica, que acabó pasando factura a su salud. Aunque en todos los diarios hay un componente vanidoso, en el caso de Pepys hay más variedad de lo habitual.




            Este volumen, que lleva por subtítulo “Diarios gastronómicos”, contiene una selección de entradas que tienen que ver especialmente con su afición a la comida y a la bebida. Así comienza esta selección: “A casa desde la oficina y luego a la residencia de milord, donde mi esposa había preparado una comida excelente, a saber: un plato de huesos con tuétano, una pierna de cordero, un lomo de ternera, un plato de pollo, tres gallinas y dos docenas de alondras, todas en una fuente, una gran empanada, una lengua de vaca, un plato de anchoas, otro de gambas y queso…”. 

Pepys, un exquisito gourmet, menciona las comidas que tiene en su casa con su mujer, con sus amigos y familiares, comidas protocolarias y sociales en diferentes estancias y, las más de las veces, sus vistas con su mujer o con compañeros de trabajo a las tabernas de Londres: Taberna del Cielo, Renana, La Cabeza del Toro, del Sol, de las Plumas, de Will, Globo, Cabeza del Rey, La Corona… En sus comidas, a pesar de los deseos de controlarse y ser más comedido que insinúa en alguna ocasión, no hay lugar para la moderación y en todas lo que se busca es la apoteosis del exceso. 



La lista de platos que menciona es inabarcable, además de ser una buena muestra sociológica de lo que comían en Londres los burgueses y altos funcionarios de su tiempo: pecho de carnero, pierna de venado, caballa, costillas asadas, paletilla de cordero, barril de ostras (no pocas veces), espinazo de ternera, redondo de jabalí, carpas estofadas, cangrejo, cecina, gachas con ciruela, guiso de cordero y conejo, ganso salvaje, asadura de cerdo, entrañas de venado, anguilas, lamprea, fricandó de conejo y pollo y, para no agotar, unos pajarillos. Todo ello acompañado de los mejores vinos, que también en esto se nota el buen paladar de Pepys, preocupado por tener una buena bodega con los mejores caldos nacionales e internacionales y suficientes contactos para adquirir siempre los mejores productos.

Después de entregarse a tanto exceso, son frecuentes las molestias estomacales, las noches en blanco y los numerosos estados de embriaguez: “Toda la noche y toda la mañana con dolor de cabeza por los excesos de ayer”. Además, esas comidas abundantes le provocan algunos problemas de salud, que afectan sobre todo a sus deposiciones, una de sus principales inquietudes y a las que dedica algún comentario, como cuando escribe en una entrada de su diario las que deben ser las principales reglas para su salud, entre las que destaca “ya sea mediante un purgante, una lavativa, o ambos, ventosear y lograr una deposición fácil y abundante”. 



También son frecuentes los problemas de conciencia que le provoca su entrega desmedida a la comida y a la bebida. En alguna ocasión menciona que ha comenzado la Cuaresma, momento de penitencia y sobriedad, pero lo normal es que concluya este tiempo sin haber cambiado nada sus hábitos: “Hoy es el primer día de Cuaresma. A ver si soy capaz de respetarla”, para después escribir: “Es la única vez que hemos comido de vigilia en toda la Cuaresma”. También es consciente de que se pasa muchos pueblos bebiendo y que debe de tener cuidado. En ocasiones se muestra arrepentido: “Por la mañana el señor Mills pronunció el mejor sermón que he oído en mi vida sobre la embriaguez”, lo que no quita para que a los pocos días anote: “Estaba tan borracho que no me atreví a leer mis oraciones” o “Bebí tanto que no estaba en condiciones de trabajar” o “Me acosté muy achispado”. Algunas observaciones sobre la bebida son muy divertidas. Por ejemplo, cuando habla de la señora Shippman: “nunca en mi vida he visto a una mujer pimplar así”.



            A la vez que menciona todas estas cosas, habla además de su matrimonio, problemas domésticos, los criados, sucesos familiares (algunos trágicos, como la muerte de su hermano), viajes, cuestiones laborales y, más bien de pasada, alude también al pavoroso incendio que sufrió Londres en esos años y de los estragos que provocó la peste. Samuel Pepys llegó a ser un reputado escritor, fue miembro del Parlamento británico y presidente de la Royal Society.

Esta selección quizás defina de manera injusta al personaje, pues aparece exclusivamente obsesionado con los placeres de la comida y la bebida, aunque también se hable mínimamente de su afición a la poesía y a la música (sale cantando frecuentemente y tocando algún instrumento). El resultado de esta edición, a cargo de Robert Latham y William Matthews, es una entretenida radiografía de los gustos culinarios de la época y de la ambición y pequeños placeres de un personaje frívolo, orgulloso, superficial que sigue siendo tan actual y que siempre tiene hambre.




Samuel Pepys

La alegría del exceso

Nórdica. Madrid (2022)

118 págs. 

16,50 € (papel) / 7,99 € (digital).

T.o.: The Joys of Excess

Traducción: Íñigo Jáuregui. 

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