lunes, 30 de junio de 2025

"Madrid. La ciudad que vivo y veo", de Rafael Gómez Pérez


            Como escribe el autor en el prólogo, su intención ha sido “mostrar el Madrid que yo he visto, por si puede servir a alguien. Hay otros muchos Madriles...”. Es cierto, para los enamorados de Madrid (se puede vivir en Madrid y pasar olímpicamente de la ciudad; y, al revés, no vivir en Madrid y estar profundamente enganchado a esta ciudad), existen múltiples maneras de mirar una ciudad inabarcable desde todos los puntos de vista. 
Este libro del autor, uno más en su ya larga lista de títulos publicados que alcanzan numerosas inquietudes intelectuales, contiene una síntesis de Madrid con muchas ramificaciones que proporcionan una información ajustada, útil, interesante, práctica para aquellos que quieran conocer mejor esta ciudad. 


        Con frecuentes observaciones personales que tienen que ver con la relación, intensa y pateada, del autor con Madrid, este libro es una amena y completa aproximación a lo más destacado de Madrid, desde sus museos a jardines, desde sus lugares emblemáticos a los barrios nobles y populares. Sus comentarios suelen ser breves y jugosos y se nota un montón su condición de profesor de antropología a la hora de explicar determinados aspectos y fenómenos de la ciudad. Gómez Pérez habla de lo castizo en Madrid, de los tópicos que habría que eliminar, de la vida de algunas calles emblemáticas (Mayor, Alcalá), de la Puerta del Sol como máximo referente para todo. También sale el Madrid flamenco, una cata del Rastro y un capítulo muy detallado dedicado a las plantas y árboles de Madrid. Como escribe el autor, “hay que mirar tanto hacia abajo como, haciendo una breve pausa, hacia arriba”. 


           
 Un libro que puede animar a muchos lectores a recorrer estos lugares, descubriendo anécdotas, historias, perspectivas, protagonistas. También hay capítulos dedicados a la presencia de Madrid en la literatura y reflexiones muy interesantes, por ejemplo, sobre el callejear por Madrid, que demuestran cómo el autor ha calado en el espíritu de esta gran ciudad. Para Gómez Pérez, “hay un Madrid físico, el de edificios, calles, plazas, parques, jardines… Y un Madrid psíquico que resulta de las impresiones que se reciben al convivir con la gente”.



Madrid. La ciudad que vivo y veo
Rafael Gómez Pérez
Editorial Y griega. Madrid (2025)
234 págs. 15 €.

viernes, 27 de junio de 2025

"Viaje a casa del vecino y a otros lugares exóticos", de Eduardo Gris Romero

 

    El pasado 26 de junio, en Licor Café, un local de Mejorada del Campo, acompañé a Eduardo Gris Romero en la presentación de su nueva novela Viaje a casa del vecino y a otros lugares exóticos. Reproduzco a continuación las palabras que dije en el acto.



    Quiero dar las gracias, en primer lugar, a Eduardo por su invitación para participar en este importante acto. Importante porque siempre que se presenta un libro hay que felicitar, y si se puede, acompañar al autor (y si se invita a unas cervezas, más todavía). Aunque uno puede acabar, después de muchos sacrificios, disfrutando del proceso de escribir un libro, y seguro que Eduardo ha disfrutado mucho con este libro, se trata de un trabajo duro, un camino largo, en el que uno tiene que invertir muchas horas quitándoselas, por lo general, a otras obligaciones. Los libros no se escriben con la gorra. Que tu familia y amigos estén aquí ahora en este Café es una buena señal de amistad y de reconocimiento.

            Gracias también a David Torrejón, el editor de La Discreta. Siempre lo he dicho: en el trabajo de estos editores y de estas editoriales es donde se aprecia el valor y la función de la literatura en estado puro. Buscan buenos libros para publicar, dan la oportunidad a muchos autores de ver sus libros publicados y, encima, intentan promocionarlos entre la maraña inabarcable de títulos que se publican en nuestro país. Felicidades por la editorial, por la pasión y el tesón.

            Y gracias por tener la oportunidad de conocer a don Miguel Manzanares, el vecino de Eduardo, del que ya me habían contado algunas cosas, ya famoso, y que sin lugar a dudas tiene el mérito, muy difícil de llegar a él, como escribe Eduardo, de ser “una de las pocas personas que saben flexionar correctamente el sintagma ‘hijo de puta’”. Mi más sincera enhorabuena y claramente estamos ante alguien que ha llegado a la perfección absoluta y que por algún sitio tenía que notarse que posee, y comparte con Eduardo, la colección completa de la editorial Gredos en su casa. Esto son palabras mayores.

            Viaje a casa del vecino y a otros lugares exóticos es, hay que decirlo ya, un desternillante libro sobre los peligros no del turismo, que también los tiene, y muchos, sino de la literatura que rodea todo lo relacionado con el turismo y los libros de viajes.

            Está claro que visitar ruinas históricas, ver paisajes increíbles, conocer de cerca monumentos insospechados, tener la oportunidad de relacionarse con gentes de otras culturas y costumbres es una experiencia altamente positiva y gratificante, aunque en mi caso tengo que reconocer que no me atraen los viajes exóticos y me identifico mucho más con la figura del dominguero existencial o, con la terminología de Eduardo, viajar a casa del vecino. Lo malo de los viajes es lo que viene después, porque siempre hay un inevitable después: la necesidad de contarlo (a cuantos más, mejor) y cómo contarlo. 

Creo que todos hemos padecido al plasta de turno que, tras un viaje a Guatemala, ha quedado con nosotros para contarnos su sublime experiencia y, a la vez, enseñarnos los miles de fotos que ha hecho de cada uno de los sitios que ha pisado (en ese momento, uno se encuentra secuestrado, sin posibilidad de opinar, lo mismo que le ocurrió a Eduardo en Marrakech cuando le enseñaron los interminables vídeos de una boda, atentado que, como se puede apreciar, es universal). Reconozco que aguantar a esos pesados, por muy buena voluntad que tengan -que no la tienen- es una experiencia que me supera, lo mismo que las conversaciones melifluas y almibaradas en torno a los viajes que hacen muchos sin inmutarse. Un ejemplo. Estaba un día tomando algo en un bar de Moratalaz y había un matrimonio ya mayor que le estaba contando a una víctima propiciatoria su interminable y programado viaje a Camboya. Cuando, después de nombrar cientos de sitios y lugares totalmente desconocidos, dijeron cayéndoseles la baba: “¡qué simpáticos son los camboyanos! ¡No te puedes ni imaginar!”. Me levanté y me fui. 

            Se ha metido de tal manera el turismo en nuestras vidas que ya no podemos escapar de sus numerosos y peligrosos tópicos. Y tenemos a nuestro alrededor a miles y miles de turistas profesionales que saben que el turismo, ese viaje en un crucero por las islas griegas o los fiordos noruegos, no se acaba en realidad hasta que no se ha contado y fardado.

            Ya sabíamos por su blog que Eduardo ha viajado un montón. Muchos de estos viajes han tenido alguna conexión con su tesis doctoral, que luego ha publicado en la editorial Pre-Textos con excelentes resultados, Los poemas de amor más antiguos del mundo, excelente libro que se convierte en una sabia reflexión sobre las constantes humanas a lo largo del tiempo. Ahora ha reunido en este volumen unos cuantos de sus viajes a Jordania, Marruecos, Túnez, Tailandia, Tanzania, Siria, Egipto, Turquía… En ellos se describen, de manera rápida, sin avasallar, los lugares más emblemáticos, con oportunas pinceladas históricas y literarias. 

Lo que más me ha llamado la atención de este libro es la seguridad estilística de Eduardo. Me encantan las originales descripciones que hace de muchos de sus personajes. Por ejemplo, de Gonzalo, al que ya hemos mencionado, que “tiene los ojos azules y la piel como la gelatina de los chicharrones”. De la joven con la que coincide en una discoteca en Marrakech: “tenía el talle de palmera, las cejas como pinceles, las mejillas como playas vírgenes, los labios como bakavas, la nariz de Nefertiti, los dientes de carne de coco y los ojos negros como tumbas”. También las descripciones sobre los lugares muestran esta seguridad y dominio de lo que está contando. Esto no es nada fácil. Si hay que ponerse serio, Eduardo se pone serio, y le sale un estilo muy detallista, ajustado, de gran calidad. Y si hay que ponerse zumbón, le sale a la perfección, riéndose de sí mismo, del gran Yubero, del resto de turistas, de lo que ve y, sobre todo, del cómo hay que contar las cosas que se han visto.



            Así cuenta parte de su viaje a Bangkok: “Cojonudo: acabamos de llegar a Bangkok y ya hemos hecho todo lo que la guía dice que no hay que hacer: meternos en ciertas zonas, comer en puestos callejeros, usas cubiertos usados y atiborrarnos de picante”. 

            Pero también deja caer en este mismo viaje reflexiones muy agudas y experimentadas: “Por muchos budas y estupas que uno contemple, por muchas catedrales que visite, la belleza, siempre que uno no tenga la sensibilidad completamente estragada por las nuevas tecnologías, termina golpeándole”.

            Capítulo aparte merecen los comentarios irónicos sobre estereotipos que tienen que ver ya con el lenguaje turístico, o cómo se utiliza el turismo solidario para enriquecer el currículum humanitario de tantos famosos o no tan famosos: “Es muy importante hacerse fotos con niños porque así uno no parece un turista, sino un activista, que viste mucho”. También la importancia de hacer fotos a desconocidos “porque son polivalentes e inagotables”. O la obsesión por lo auténtico de los viajeros intrépidos (“porque donde esté lo auténtico que se quiten el fasto, el confort y hasta la salubridad”), lo que le lleva a esta excelente reflexión: “Los viajeros jovenzuelos, romanticones y un poco gilipollas creen que solo ellos son viajeros, y los demás turistas”. Una distinción que refuerza en otros momentos de su libro.

            Hay que mencionar también a su fiel compañero de viajes, el gran Yubero, al que vemos en el capítulo final enamorarse de Silvia como un manso corderito. Antes, eso sí, junto con Eduardo, le vemos romper el saque completamente a todos los guías con los que se encuentran. Escribe Eduardo: “El hombre (el guía) ya había tomado nota de que a los viajeros descabellados, copetudos y presuntuosos (se refiere a él y a Yubero) lo que más les gusta es comer pipas peregrinas, mariscos de taxonomía incierta o cosas que harían vomitar a una cabra”.

            Y, por último, un breve comentario a esos paréntesis que introduce el autor de vez en cuando contando los viajes a casa de don Miguel, a casa de una de sus tías, Carmencita, a recoger un táper de torrijas o al campo de Mejorada del Campo. El autor concluye que los viajes, a dónde sean, a lugares exóticos o a la casa del vecino, son una oportunidad para reflexionar sobre uno mismo y para poner en práctica el arte de la escritura, aunque se corra el peligro, al hablar inevitablemente de uno mismo, de la egolatría y el endiosamiento. Pero siempre que se viaja, se escribe y se lee sobre estas experiencias tiene uno la oportunidad, como sucede leyendo a Eduardo, de recoger algún tesoro y de descubrir muchos matices de lo que es la vida, analizada y vista con la mirada divertida y auténtica de Eduardo. 

Citando de nuevo a Eduardo, “queda de nuevo demostrado que los viajes constituyen un eficacísimo remedio contra la presunción, la suficiencia y la veleidad”. 



Viaje a casa del vecino y a otros lugares exóticos

Eduardo Gris Romero

La Discreta. Madrid (2025)

264 págs. 18 €

martes, 24 de junio de 2025

Literatura para las vacaciones 2025


    Ya próximas las vacaciones, para unos antes que otros, es el momento de escoger qué lecturas vamos a leer este verano. Para facilitarte la elección, en Aceprensa hemos hecho una selección de algunas novelas publicadas en los primeros meses de 2025. La oferta es variada, pues aparecen diferentes géneros literarios, tendencias, editoriales, autores actuales y, también, obras ya consagradas aprovechando nuevas ediciones (los artículos de Julio Camba en la editorial Cátedra), centenarios (el de Ignacio Aldecoa y Carmen Martín Gaite) y fallecimientos recientes, como es el caso de Frederick Forsyth.  

VER LISTA EN ACEPRENSA.



lunes, 23 de junio de 2025

A vueltas con los libros de mi mesilla




 

            Me preocupa cada vez más la imagen que voy a dejar a la posteridad, aunque aparente ser un sencillo y humilde ciudadano del Puente de Vallecas. Si llevo toda la vida leyendo, no me gustaría que por un descuido, por falta de previsión o por ligereza, toda la imagen que cuidadosamente he alimentado durante años y años se estropease a la hora de una súbita enfermedad o, peor aún, por mi repentino fallecimiento. Dios quiera que esto llegue cuanto más tarde mejor, pero conviene tener el alma preparada y la imagen engrasada para que nada falle en el último momento.

            Me explico, y me apoyo en una cita de un artículo de Andrés Trapiello en el diario El Mundo, en su suplemento La Lectura: “Dime qué libros tienes en tu mesilla y te diré quién eres. Son la foto de carné de nuestra intimidad”. Ya puede uno tener los mejores libros en tu biblioteca, bien pensados y ordenados, que al final te van a definir por los que tengas en la mesilla de tu dormitorio. Son, además, los que la gente va a recordar y quizás los únicos que se salven de tu voluminosa biblioteca, que tengo asimilado que va a esfumarse, como están desapareciendo todas las bibliotecas de mis amigos y conocidos. Hace años se intentaban vender, pero visto lo que daban, sucederá lo que ya está pasando: que se paga incluso para deshacerse de los libros. Como a los familiares más cercanos puede que les entre algún remordimiento de conciencia por tomar esa decisión, que la tomarán, repartirán entre los más íntimos los libros que estaban en tu mesilla, a los que se supone que la víctima tenía más cariño. Esto es así y hay que reconocerlo.

            Por eso, ya puedo morirme tranquilo pues tengo todo bien preparado. Los libros que hay ahora mismo en mi mesilla son un escrupuloso reflejo de lo que quiero aparentar, aunque no me haya leído casi ninguno. Pero más vale prevenir que curar. Por muchas ediciones del Quijote que tengas en tu biblioteca y clásicos del Siglo de Oro español, si en tu mesilla tienes una edición barata de una novela de Marcial Lafuente Estefanía, por ejemplo La hora de las hogueras, fascinante, muy interesante, repleta de recursos literarios y de hondura psicológica, la gente va a pensar que te pasabas la vida leyendo a Marcial Lafuente Estefanía y no a Cervantes, como tú te encargabas de propagar. Con este sencillo acto, toda tu fama de crítico literario se puede ir a tomar por saco, por falta de sentido de la posteridad. Otro ejemplo: me he pasado la vida rechazando las novelas de A.G. y los best-seller internacionales y los cutre-hispánicos como los de M.A. Si en mi mesilla se encuentran una novela romántica de alguno de ellos o de Danielle Steel, vete tú a defender después que era un defensor de la gran literatura y de los clásicos. Por eso, novela que me leo de Corín Tellado, y ya llevo varios cientos leídas, novela que me deshago con todo el dolor de mi corazón. Ayer, por ejemplo, gruesas lágrimas rodaban por mis mejillas cuando terminé de leer Siempre estuve así, un redondo melodrama en el que no faltan los celos, el desdén, las envidias y los frutos a veces turbios del amor sacrificado. Lloraba por el final de la novela, qué pena Angie, la protagonista, y qué inteligente es Lee, su amante frustrado; y lloraba porque luego la tuve que romper, pues lo que está en juego es mi prestigio literario. 

            Los elegidos para la parte de debajo de mi mesilla son, en primer lugar, el Poema de Gilgamesh, una narración acadia basada en poemas sumerios. No me la he leído, pero la tengo bien trabajada con anotaciones, subrayados, una cuartilla con un esquema de los poemas que forman parte de ella y otra cuartilla con las concomitancias que posee con la Biblia. Luego, una edición de Gredos, bilingüe, de La Ilíada, de Homero, muy manoseada (he dedicado mucho tiempo a conseguir este efecto). Después, no podía falta El arte de la guerra, del chino Sun-tzu, uno de esos libros que derrochan esnobismo y afectación. Después, la nueva traducción que ha hecho José María Micó de la inmortal obra de Dante Aligueri, que él ha titulado Comedia. Por supuesto, está repleta de papelitos con múltiples comentarios en italiano y latín. 

            Otros libros son El Quijote, en la edición de Francisco Rico, donde en un alarde de erudición solo he subrayado y destacado con rotuladores de colores algunas notas a pie de página. Una edición de las Obras completas de Shakespeare en inglés. Una edición bilingüe de El paraíso perdido, de John Milton, para que se vea que también le doy a la poesía profunda. Y la impecable y voluminosa edición de Acantilado de Vida de Samuel Johnson, de James Boswell, una pieza codiciada por los amantes de los libros que me ha llevado muchas semanas de trabajo aparentar que me la he leído. No podían faltar los clásicos rusos. He elegido Guerra y paz, de Tolstói, en la última edición de Alba en dos volúmenes; y también la edición de Alba de Crimen y castigo, de Dostoievski, espectacular.

            Y más a mano, como si los estuviese leyendo en el presente, tres libros. El primero, El caballero en Moscú, del norteamericano Amor Towles, una espléndida novela contemporánea que no he parado de recomendar; Mi padre y su museo, de Marina Tsvietáieva, un coñazo absoluto pero que supone una visible confirmación de mi pasión por los libros rusos; y una edición de la Biblia, libro que siempre tengo y tendré a mano, con una señal de que estoy leyendo ahora el Libro de Job

            He llegado a esta maquillada selección después de muchos rechazos, de cambiar y poner títulos, de arrepentirme, de poner y quitar, de tener que dejar fuera en el último momento otras obras fundamentales. Con esto, el capítulo de libros para mi posteridad queda cubierto. Ahora me toca trabajar la música que habitualmente escucho (ya estoy borrando a Georgie Dann, Luis Aguilé, Fórmula V y Flos Mariae de Spotify), revisar con mirada crítica los cuadros que tengo en mi habitación y ser muy selecto con las medicinas que se quedarán en mi mesilla. Por ejemplo, tengo que quitar cuanto antes el tubo de Hemoal para las hemorroides.

viernes, 20 de junio de 2025

Manuel Chaves Nogales, "Diarios de la Segunda Guerra Mundial. Inéditos (1939-1944). 1. Desde París"


    “Apenas hemos leído una décima parte de su producción durante la Segunda Guerra Mundial”. Estas palabras de Yolanda Morató, responsable de esta edición, centran el tiro y el interés de una trilogía que va a reunir todos los artículos periodísticos, más de 500, que Chaves Nogales escribió desde 1939 hasta 1944. Este primer volumen recoge los artículos que escribió en los años 1939 y 1940, hasta el 13 de julio de 1940, justo un día antes de la entrada de los nazis en la capital francesa. Próximamente, aparecerán otros dos volúmenes, uno con sus artículos escritos en Londres y el tercer volumen con sus últimos trabajos. Morató es autora también de la biografía Manuel Chaves Nogales. Los años perdidos (Renacimiento, 2023), dedicada concretamente a estos años de exilio del periodista sevillano, hasta ahora los menos conocidos. 

Ver reseña completa en Aceprensa




sábado, 14 de junio de 2025

25 novelas del siglo XXI


             El año 2025 es una buena oportunidad para hacer un balance de lo mejor que se ha publicado en el primer cuarto del siglo XXI. Hemos preparado en Aceprensa una selección de 25 títulos, uno por año, con el ánimo de sugerir buenas lecturas que brillaron en su momento y que quizás merecen ser rescatadas. 
            Esta lista no pretende ser canónica, ni académica, ni tampoco un resumen de lo mejor de la literatura en este cuarto de siglo. Se compone de libros que a los críticos de Aceprensa nos han gustado de manera especial, aunque no sean novedosos, ni los más exquisitos, ni los más eruditos. Tampoco han sido best-sellers.

        Ver lista.

sábado, 7 de junio de 2025

José Luis Olaizola, un escritor en busca de Dios y de los demás

    


     Ha fallecido a los 98 años José Luis Olaizola (1927-2025), escritor prolífico y polifácetico que ha frecuentado diferentes géneros literarios y que ha convertido los sucesos de su vida y su relación con los demás y con Dios en instantes plenamente literarios. Su prosa es entretenida, sencilla, transparente, y en sus libros siempre ha mostrado el lado más humano de sus personajes, como se puede apreciar en algunas de sus novelas más logradas, como El señor del huerto y La guerra del general Escobar, con la que obtuvo en 1983 el premio Planeta. En Aceprensa ha salido un artículo dedicado a su figura y trayectoria. Ver artículo.