sábado, 30 de noviembre de 2019

Calendario Zaragozano


Enterramos al abuelo en su pueblo, Peñaranda de Bracamonte, aunque llevaba ya unos diez años ingresado en una residencia de Salamanca. Murió con 97 años. Después del entierro, fuimos a su casa, a la que habíamos ido muy pocas veces después de ingresarle en la residencia. Mi madre se solía dar una vuelta cada tres meses para airear la casa y comprobar que todo estaba bien. Yo había pasado muchos veranos con mis abuelos, pero ahora no me apetecía nada ir por allí. Me llenaba de nostalgia y de recuerdos y siempre acababa muy triste al recordar tantas y tantas cosas de la abuela.
            Al acabar el entierro, fuimos a la casa del abuelo. Entré con mi madre en su habitación y en uno de los armarios, amontonados, nos encontramos con un almacén de la revista que el abuelo siempre leyó hasta el día de su muerte: el Calendario Zaragozano. En la Residencia yo me encargaba de comprársela todos los años. A mi abuelo nunca se le olvidaba y la leía con auténtica pasión, aunque los últimos años ya no la hacía mucho caso, en parte porque cada vez se despistaba más y en parte porque veía que algo no encajaba en su ya limitada estructura mental. 


            Mi abuelo trabajó toda la vida en el campo. Su relación con el campo era íntima, diaria, intensa, concreta. Para él, el paso de los meses y de las estaciones le obligaba a tomar decisiones sobre la marcha, lo mismo que las lluvias inesperadas o sequías imprevistas. Siempre le recuerdo en su casa, sentado en el sofá, con la televisión siempre encendida pero con un volumen muy bajo, leyendo y releyendo el Calendario Zaragozano para aclararse con la influencia de la luna, del paso del tiempo, las fechas, los movimientos de las aves, las fiestas, las cosechas, la poda, la vendimia, la recolección. Mi abuelo y el Calendario Zaragozano
Y los refranes. En el Calendario Zaragozano aparecían muchos, siempre ligados al clima y el tiempo. Mi abuelo los tenía incorporados en su sistema operativo y los solía encajar con mucho acierto en la conversación. Los refranes resumían una sabiduría popular que mi abuelo encarnaba muy bien. “Año de nieves, año de bienes”, “En abril, aguas mil”, “Nueve meses de invierno y tres de infierno”, “Hasta el 40 de mayo no te quites el sayo”, “En marzo, la veleta, ni dos horas se está quieta”... Son solo algunas perlas con las que mi abuelo confirmaba que todo va bien, que la vida va por el camino que le corresponde, que el paso de las estaciones –como explicaba el Calendario Zaragozano- seguía el ritmo previsto. 


Sin embargo, desde que estaba en la Residencia, a la vez que estaba más despegado de su Calendario Zaragozano, vi que repetía menos los refranes, como si ya no se fiase de ellos, pues no cuadraban con lo que estaba viendo. A su alrededor, todo comenzó a ser confusión: en abril, apenas llovía; mayo no era florido ni hermoso; marzo había dejado de ser ventoso; ese año, el 40 de mayo tuvieron que sacar los abrigos para pasear por el parque… Era como si su mundo, que él consideraba perfecto, pleno y completo, se estuviese resquebrajando: “Por san Blas, verás las cigüeñas volar”, pero el 3 de febrero no apareció ni una cigüeña en el firmamento, ni antes ni después. “Por Santa Cecilia”, la nieve en cualquier cima”, pero el 22 de noviembre pasado, cuando nos preguntó el abuelo qué día era, se quedó extrañado cuando le dijimos que todavía no había caído ni una nevada en todo Salamanca. Lo mismo le pasó cuando el 12 de febrero, el día del santo de la abuela, nos dijo que si seguía sin llover; cuando le dijimos que sí y que los del tiempo de la televisión habían dicho que estaríamos así hasta fin de mes, se limitó a exclamar de manera dubitativa: “Por Santa Eulalia, siempre el tiempo cambia”.
Y chascos parecidos se llevó el día 4 de octubre, la fiesta de San Francisco de Asís (“Otoñada segura, san Francisco la procura”); y el 15 de mayo, el día de San Isidro Labrador (“Por San Isidro se va el frío y viene el sol”); Mi abuelo había intuido que las cosas no iban bien y que esos cambios, para él trascendentales, eran reflejo de algo dramático y apocalíptico que estaba por venir. Y así afrontó sus últimos meses, hundido, hablando poco, a su manera expectante, viviendo en un mundo escurridizo y resbaladizo. 
Murió el 1 de diciembre, como si quisiese que ese día sí se cumpliese el refranero: “Por san Eloy, coge el rebaño y di me voy”. Y se fue. Pero me quedé intrigado cuando al abrir la mesilla de noche de su habitación me encontré con el último número del Calendario Zaragozano muy sobado y utilizado, lleno de frases subrayadas y signos de interrogación y, al lado, uno de esos libritos religiosos que repartían en la Residencia con el evangelio de cada día abierto por el día 28 de noviembre y con parte del evangelio subrayado muy fuerte por el abuelo en rojo: “”Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas” (Lucas 21, 20-28). 

sábado, 23 de noviembre de 2019

"El koala asesino", de Kenneth Cook


Kenneth Cook es un conocido escritor y periodista australiano, autor de diferentes obras, aunque debe su fama principalmente a los tres libros de relatos humorísticos sobre la Australia profunda: El koala asesinoEl lagarto astronauta y El canguro alcohólico.


Los tres libros, con parecidos ambientes y protagonistas, contienen las disparatadas peripecias que el autor, a menudo aventurero a pesar suyo, padece en el Outback, la Australia más desconocida y profunda, plagada de personajes y animales extravagantes que ponen al autor en serios aprietos.
El tono de El koala asesino, que vuelve a reeditarse, es directo y muy divertido. El autor introduce de manera muy personal las anécdotas que va a contar, en las que no se sabe qué es peor: si la inesperada actitud de los animales o el extraño comportamiento de algunos de sus acompañantes o los aborígenes con los que se encuentra, siempre dispuestos a sacar dinero a los turistas y a los inexpertos viajeros perdidos por aquellos parajes. El subtítulo, “Relatos humorísticos de la Australia profunda”, define sus intenciones y el marco espacial. 
       El hilo conductor de los relatos son las inverosímiles y divertidas aventuras que corre el protagonista de la mano de personajes extravagantes que ponen al autor en serios aprietos por su relación con algunos animales de la fauna australiana, en especial, cocodrilos, serpientes, elefantes, camellos, perros, cerdos salvajes y hasta tiburones. 

El koala asesino
Kenneth Cook
Sajalín. Barcelona (2019)
186 págs. 18 €. 
Traducción: Federico Corriente.

"Historias que no olvidarás", de Eduardo Camino


Eduardo Camino, gran lector, es un excelente divulgador literario, como ha demostrado ya en otros volúmenes dedicados al cine y también a la literatura. Sabe aprovechar sus numerosas lecturas para entresacar anécdotas, historias y citas que a menudo han pasado inadvertidas, pasajes curiosos, en ocasiones insólitos, con los que los lectores, gracias a la selección y a los comentarios del autor, podrán reflexionar directamente sobre muchos misterios humanos, como dice acertadamente el subtítulo del libro. Todos los comentarios del autor proceden de sus experiencias personales e íntimas vividas durante la lectura de estos textos y que desea compartir. 
La procedencia de los textos seleccionados es muy variada, desde Platón a Paul Auster, pasando por Hawthorne, Steinbeck, Chéjov, Víctor Hugo, Thomas Mann, Dashiell Hammett y Saint-Exupéry. Y proceden de textos conocidos o de otros de menor entidad. Lo que sí queda claro es que el autor sabe pescar “historias que no olvidarás”.
Por ejemplo, de Dashiell Hammett rescata una historia que, de pasada, una mujer, Brigid, cuenta al detective Sam Spade en El halcón maltés y que suscita la curiosidad de Spade hasta desentrañar el misterio de la desaparición del marido de Brigid que, aparentemente, no tiene ninguna explicación. Al igual que el protagonista de Wakefield, espléndido relato de Nathaniel Hawthorne. que saca a relucir inexplicables comportamientos del ser humano, fallas en nuestro sistema familiar, vital y social a las que Eduardo Camino saca mucho partido con sus agudos comentarios. 
Sorprendente es el final del mago Merlín que relata John Steinbeck en Los hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros, en el que asistimos a las consecuencias de un inesperado, imprevisto, irracional amor de Merlín por Nyneve, que de alguna manera Merlín intuye que es la antesala de su muerte, como se lo hace ver al propio rey Arturo. 
Otros personajes que aparecen son Sócrates, de quien se describe el juicio de su muerte y la sabia reacción de Sócrates, que muestra con orgullo la fidelidad a los principios. La evolución del personaje Jean Valjean, el protagonista de Los miserables, novela de la que se rescata el pasaje en el que Valjean, al salir de la cárcel, se encuentra con un hospitalario obispo. También una de las breves historias que se relatan en Los Buddenbrook, de Thomas Mann, sobre la ética de los negocios; y un célebre pasaje de la novela y película Cadena perpetua, que para Eduardo Camino es el paradigma de la libertad interior. 
Además, selecciona una conmovedora, humanitaria y radical historia que aparece en la novela Cuerpos y almas, de Van Der Meersch, y que protagonizan el medico Michel Doutreval y su esposa Evelyne, enferma. Con una cita de Saint-Exupéry, al que dedica el capítulo sobre la amistad, tomada de El principito, Camino resume los objetivos de algunos de estos pasajes: “El hombre se descubre cuando se mide con el obstáculo”.
            Escribe en la introducción el autor que sus comentarios “persiguen fomentar la lectura, abrir la mente, provocar el debate, formar… al estilo griego”. Llama la atención lo interesantes e impactantes que son muchos de estos pasajes y relatos seleccionados, que han podido pasar desapercibidos en la lectura de estas obras; y, también, son sugestivos y perspicaces los comentarios del autor, que sabe estrujar lo que cuentan estos grandes autores para conectar con las inquietudes de los lectores contemporáneos y con verdades universales.


Historias que no olvidarás
Eduardo Camino
EUNSA. Pamplona (2019)
138 págs. 14,90 €.

jueves, 21 de noviembre de 2019

"Toda una vida", de Jan Zabrana


Gracias a un mensaje en twitter de un lector que se había leído mi libro Cien años de literatura a la sombra del Gulag, he conocido este libro, una sugerencia muy interesante que desde aquí quiero agradecerle, pues a mi juicio se trata de un testimonio de primera magnitud de la vida de un escritor en un país comunista, sometido a una censura irracional y férrea y obligado en su caso a escribir diarios, un género que se escribe para uno mismo. 
            “La mentira se va imponiendo como orden mundial”. Esta cita de Kafka, recogida en los diarios de Jan Zabrana, reflejan muchas de las ideas que contienen estas páginas, escritas por un intelectual represaliado que tuvo que sobrevivir en la Checoslovaquia comunista, rodeado de miseria moral y mediocridad, y teniendo que soportar el constante adoctrinamiento de un régimen totalitario y un Estado cada vez más policial. Las referencias a esta asfixiante contexto vital son constantes en estos diarios que, por supuesto, no consiguió publicar en vida en su país y cuya edición completa, que ocupa 1.100 páginas, apareció en 1992, ya con la caída del bloque comunista. Esta edición, que contiene una selección de las entradas de sus diarios, ha sido realizada por el escritor Patrik Ourednik (Praga, 1957), víctima también de la persecución política.
            Zabrana nació en 19831 y murió en 1984. Fue, como ha sucedido en todos los países comunistas, una víctima del compromiso político de sus padres, maestros y socialdemócratas militantes (su madre fue diputada del Parlamento regional y su padre fue alcalde su la ciudad natal de Jan, Humpelec). Con la llegada del comunismo en 1948, fueron detenidos y condenados a prisión. Su madre fue condenada a 18 años, y su padre a 10. Por este motivo, se le prohibió su acceso a la Universidad por ser “no apto políticamente”. Trabajó como ajustador mecánico en una fábrica de vagones ferroviarios y en un taller de esmaltado hasta que se convirtió en traductor del inglés y del ruso y publicó algunas novelas juveniles y poemarios. Pero su nombre estaba tachado en todas las instancias y, como se cuenta en el libro, fue delatado de nuevo por algunos vecinos que pedían para él el mismo destino que el de sus padres: la cárcel.
            “Yo no morí, más vivo no quedé”, escribió Dante en una frase que resume el mundo interior de Zabrana, para quien “el riesgo de la falta de libertad es para el hombre insoportable”. Por eso, hay mucha desesperación en estas páginas, en las que crítica abiertamente la falta de libertad y de esperanza que vive. Su refugio es la literatura, especialmente estos diarios, que comenzó a escribir en 1948, cuando sus padres todavía no habían sido detenidos. En sus diarios disecciona el comportamiento mezquino de sus compatriotas y la falta de escrúpulos de muchos escritores, que con tal de medrar aceptaron la imposición de una manera de hacer literatura ridícula que imitaba a la de la URSS. Como escribe Zabrana, “la llamada literatura soviética no es más que una inmensa mierda”. Habla también de las purgas, del clima de delaciones, de la imposibilidad de publicar, del constante control policial: “Basta que un régimen policial se mantenga en el poder durante veinte años para que convierta a todos en cómplices”.
            Son muy impactantes las páginas dedicadas a su madre. En primer lugar, las que escribió cuando, en 1960, salió de la cárcel. Luego, su posterior enfermedad y muerte. También las que dedicó a su padre. El peso de la influencia de los dos se refleja en esta frase: “¿Qué es mi poesía, toda la que he escrito? Un suicidio sobre la tumba de mis padres”.
            Zabrana rechazó también las ansias de libertad de muchos de sus compatriotas antes de la invasión de los tanques del Pacto de Varsovia en 1968. Para Zabrana, ese conato de libertad estuvo protagonizado por los mismos que veinte años atrás habían condenado a muchos ciudadanos a la cárcel y al ostracismo por no comulgar en su momento con la ideología comunista. Por eso, desconfiaba de todos.
            Y censura las diferencias que hubo entre algunos escritores occidentales a la hora de denunciar los regímenes totalitarios. Zabrana denuncia la actitud del escritor Pound de defender el régimen de Mussolini, pero se pregunta, a la vez, “¿cómo es posible que no se recuerde la misma estupidez política en el caso de Romain Rolland, que se identificaba con el asesino en serie José Stalin con la misma ceguera con la que Pound se identificaba con el asesino en serie Mussolini” ¿Por qué se debe medir con distinta mira dos demostraciones de idiotez política?”.
            Los diarios de Zabrana se suman a una larga lista de escritores que fueron víctimas de un totalitarismo deshumanizante, que merece ser denunciado y que no puede ser olvidado. 


Toda una vida
Jan Zabrana
Melusina. Santa Cruz de Tenerife (2010)
158 págs.
T.o.: Cely zivot.
Traducción: Fernando de Valenzuela Villaverde.

sábado, 16 de noviembre de 2019

"Teoría de la gravedad", de Leila Guerriero


Conocida periodista argentina, Leila Guerriero (1967) es autora de libros periodísticos y literarios, además de editora de la revista Gatopardo. Colabora en diferentes medios de comunicación internacionales. 
            Este libro, con un prólogo del escritor Pedro Mairal, contiene los artículos publicados en el diario El País desde 2014 hasta 2019. Son una excelente muestra del periodismo narrativo que escribe la autora, que convierte estas piezas en artículos eminentemente literarios en los que, de manera muy sintética (todos los artículos son de página y media), escribe sobre la realidad cotidiana desde una perspectiva periodística y literaria.
            Para Pedro Mairal, “a Leila Guerriero no se le escapa nada, ve incluso lo que no se ve”. La autora tiene una gran capacidad de observación para descubrir detalles sociológicos que explican muchas claves del modo de vida contemporáneo, siempre desde un punto de vista personal. Los personajes que aparecen y desaparecen de manera muy instantánea brotan de una realidad cambiante, actual, moderna. Como dice Mairal, Guerreiro aplica una “observación forense” sobre las distintas capas de la realidad. De alguna manera, por su estética y su desarrollo narrativo, funcionan como poemas prosificados y también como micronovelas a toda velocidad, pues se cuentan muchísimas historias con argumentos que aunque solo se esbozan contienen mucha sustancia.  
            La estructura de muchos de estos artículos es similar: un detalle significativo de la realidad sobre el que la autora se fija y, de pronto, la profundización estética en sus consecuencias, para terminar con la cita de unos versos de poetas sobre todo latinoamericanos (aunque hay de todo) que resumen el hondo mensaje evanescente que desea transmitir. 
            Muchos artículos tienen que ver con la vida en pareja o matrimonial, siempre mostrando aspectos inéditos que reafirman la unión o anticipan la desidia o la ruptura, la mayoría desde una perspectiva femenina. También aparecen muchas referencias a su propia vida, mostrando de manera parcial y desconexa muchos momentos de su biografía, de su infancia, juventud y carrera profesional, con muchos recuerdos de la relación con su padre.
            Mairal se pregunta si estos artículos son literatura o periodismo. Estos textos reflejan bien su estilo, que bebe de fuentes literarias pero se plasma en eficaces y vivas imágenes periodísticas que desbordan realidad. Su estilo es fuerte, afilado, feroz; Guerriero sorprende con fogonazos estilísticos muy directos, llenos de realidad, con los que pone el foco en rincones oscuros de la vida cotidiana. 


Teoría de la gravedad
Leila Guerriero
Libros del Asteroide. Barcelona (2019)
204 págs. 17,95 €.

martes, 12 de noviembre de 2019

"Mal que bien", de Enrique García-Máiquez


Nuevo poemario, el quinto, del poeta, traductor, articulista y autor de libros de aforismos y de diarios Enrique García-Máiquez (1969). Este poemario está empapado de un desbordante yo que da a sus poemas un aire familiar y coloquial. No es García-Máiquez un poeta grave en la forma, ya que abundan los poemas repletos de sencillez, frescura y humor; sin embargo, esta poética “confesional” aparece plagada de felices reflexiones sobre el tiempo, la vida, la muerte, el amor, el sentido de la trascendencia y la poesía.
            “El lector de poesía es un experto / en leer entre líneas”, escribe en el poema que abre el libro y que sirve de presentación; pero la verdad es que a lo largo del poemario el autor no esconde ni sus sentimientos ni sus pensamientos, que expone con una mezcla de ironía y contundente sinceridad. Hay una sintonía entre estos poemas y el resto de su producción literaria, con la asidua presencia de su mujer y sus hijos, sus poetas amigos y preferidos, la vida cotidiana… y los temas de fondo que, felizmente asumidos, traspasan la mayoría de los poemas con un transparente sentido común. 
             Así, una reflexión sobre la muerte de un ser querido se convierte en un poderosa manifestación de amor: “Que tú no morirás mientras yo te / recuerde, /que tu latido es ahora mi latido”. Y detrás de un optimismo vital, contagioso, aparece también la realidad más real del costoso vivir: “Sin miedo ni esperanza se suceden mis meses”. Domina, pues, en estos versos una atrayente reflexión sobre las circunstancias que rodean la vida cotidiana del poeta y lo esencial de la existencia. 


Mal que bien
Enrique García-Máiquez
Rialp. Madrid (2019)
102 págs. 12 €.

sábado, 9 de noviembre de 2019

"Conjugación de vida", de Rafael Gómez Pérez


Doctor en Derecho y Filosofía, Rafael Gómez Pérez es autor de numerosos ensayos en los que ha abordado cuestiones culturales de actualidad y líneas de pensamiento contemporáneas. Llama la atención el amplio campo de sus intereses, que van desde la filosofía a la literatura actual pasando por el mundo de la política, la metafísica, el rock y la recuperación de los clásicos. Con un estilo directo y concreto, abiertamente positivo, Gómez Pérez busca transmitir al lector actual, de manera divulgativa, verdades que mejoran al ser humano desde perspectivas muy variadas, siempre con el objetivo de analizar detalladamente la realidad, lo que él llama “los pliegues de las cosas”. Infatigable lector, sus innumerables lecturas, especialmente de los clásicos, aparecen destiladas en sus libros, siempre repletos de citas felices que ejemplifican la perennidad de sus pensamientos.
            Además de ensayos, Gómez Pérez ha escrito libros de texto, manuales universitarios, novelas, libros de relatos y también novelas juveniles. Conjugación de vida es, sin embargo, su primer poemario en el que ha reunido dos libros de poesías escritos a comienzos de los ochenta, Ficciones, y a finales de los noventa, Invención de un viaje, además de incluir un impecable poema final escrito en la actualidad, “Resucitado”. Conjugación de vida contiene unas magníficas ilustraciones del pintor Juan Romero, compañero de estudios del autor en su etapa universitaria en Sevilla.
            Como confiesa en el prólogo, la poesía le ha acompañado toda la vida como lector y como escritor. Desde siempre ha escrito muchos poemas, aunque muchos de ellos decidió no publicarlos e incluso, en un momento dado, los rompió. Conociendo sus ensayos, se palpa el permanente contacto de Gómez Pérez con la poesía, fuente de muchas observaciones y comentarios sobre el ser humano. También en el prólogo incluye una interesante definición de poesía que encaja con su mundo artístico e intelectual: “dar con algo insólito de la realidad de las cosas, del cuerpo y del alma”. Y, a ser posible, “decirlo con palabras ajustadas y bellas”.
            El primer poemario lleva por título “Ficciones” y está compuesto por un conjunto de poemas que tienen una base culturalista que procede de la lectura de los clásicos. Muchos llevan por título autor (Dante, Bécquer, Horacio...) o personajes de algunas obras clásicas (Dido y Eneas, Ana Karenina…). Inspirándose en la propia literatura, Gómez Pérez descubre aspectos nuevos con los que subraya sentimientos íntimos que son a la vez universales. Hay también momentos para el chispazo biográfico, como cuando escribe “Yo nunca me he enterado, / yo nunca he hecho cálculos, / yo nunca he aprendido / a triangular”. O en estos versos en los que sintetiza su constante asombro intelectual: “Llegar al fondo / para mirar por dentro lo que queda”. Y en esa introspección biográfica, ocupa un lugar especial el territorio de la infancia, al que vuelve una y otra vez: “soy solo lo que queda / del niño que pregunta”.
            “Invención de viaje”, el segundo libro, tienen connotaciones más personales. Hay más presencia del mundo interior del autor, de sus profundos sentimientos, de sus lealtades intelectuales. También aquí continua la admiración por las cosas, por lo concreto, por los seres individuales. Resulta significativo el último poema de este libro, titulado “Final”, donde condensa su trayectoria final y algunas de sus constantes vitales, entre las que destaca que siempre ha “conservado el asombro”. Y una modesta definición de su aspiración existencial: “uno más que camina / confundido en la calle”.
            Concluye el libro con el poema “Resucitado”, dedicado a Jesucristo, en el que encuentra el fundamento de su poética y también de su vida.


Conjugación de vida
Rafael Gómez Pérez
Trébedes. Toledo (2019)
64 págs. 10 €.
Página web Editorial Trébedes.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

"Los nuestros", de Serguéi Dovlátov


Tras la publicación de RetiroOficio y La maleta, la editorial Fulgencio Pimentel publica una nueva novela del escritor ruso Serguéi Dovlátov (1941-1990), autor que tuvo que exiliarse de la URSS a Estados Unidos, pues en su país no se le autorizó a publicar ningún libro (que se distribuyeron secretamente con mucho éxito en samizdat), y cuya obra está siendo en los últimos años merecidamente revalorizada en Rusia y en otros muchos países. 
Nuevamente se inspira Dovlátov en su propia vida, engarzando historias que tienen que ver con sus familiares de distintas generaciones, con escenas de su propia vida y de su frustrada carrera como escritor y hasta de su perro Glasha, técnica que suele emplear en sus libros, todos ellos muy biográficos. “Tienen ante ustedes la historia de mi familia. Una historia, espero, bastante ordinaria”. Y sí, ordinaria es, aunque lo más interesante vuelve a ser el punto de vista del narrador, desenfadado, divertido, irónico con el que transforma a cada uno de estos familiares en ejemplares únicos. Además, Dovlátov tiene la habilidad de mostrar la realidad a pie de calle, donde descubre siempre matices grotescos. 
Sus retratos familiares son muy divertidos, ofreciendo siempre una imagen extravagante de algunos de sus antepasados, siempre cercanos y cotidianos, a pesar de que se destaquen algunas de sus manías. Por ejemplo, de uno de sus primos dice: “La vida había hecho de mi primo un delincuente. Creo que tuvo suerte. Si no, se hubiera convertido, sin duda, en un alto funcionario del Partido”. A su abuelo Moséi, que años después fue asesinado en un campo de concentración acusado de espía belga, lo describe de la siguiente manera: “Mi abuelo media cerca de siete pies de estatura. Podía meterse una manzana entera en la boca. Los bigotes le llegaban hasta los galones”. Además, Dovlátov muestra entre líneas las estrecheces, la pobreza, las limitaciones y la falta de libertad de un régimen que la pluma de Dovlátov transforma en absurdo, difícil de entender por sus constantes paranoias.
              Como destaca Ricardo San Vicente, traductor y autor del epílogo, Dovlátov emplea un estilo “breve, concentrado, con un humor teñido de lacónico sarcasmo” que ya es marca de la casa, pues es de los aspectos más notables de su prosa. También Dovlátov tiene “el deseo entre etnográfico y visceral de contar lo que ve, de trasladar al papel una experiencia poco común, entre absurda e inquietante”. A diferencia de otros escritores soviéticos, que tuvieron que hacer malabarismos para escribir sobre la realidad (en tiempos de un falso y manipulado realismo), Dovlátov presenta de manera diáfana una realidad que se escapa en ocasiones por todos los lados. Como también opina Ricardo San Vicente, en el fondo se plantea el reto de poner coherencia en el absurdo y “narrar un mundo indescifrable, que raya en la locura”, con el que tiene que entenderse y vivir en él. Y es que, para Dovlátov, “la locura iba adquiriendo unas formas cotidianas, habituales y rutinarias”.


Los nuestros
Serguéi Dovlátov
Fulgencio Pimentel. Logroño (2019)
192 págs. 21 €. 
Traducción: Ricardo San Vicente.