miércoles, 14 de septiembre de 2022

"El gulag chino", de Gulbahar Haitiwaji

 


Aunque existen interesantes reportajes en diferentes medios de comunicación y en Internet sobre la persecución que está padeciendo el pueblo uigur desde hace años, la propaganda china ha conseguido rebajar la presión internacional sobre este conflicto y lo que a todas luces parece ser un programado genocidio, se ha transformado en una iniciativa pedagógica de China para combatir el terrorismo islámico. 

            No es precisamente esto lo que cuenta Gulbahar Haitiwaji en El gulag chino, donde describe su experiencia en los campos de reeducación que se han extendido por toda la provincia de Xinjiang, al noroeste de China, en plena “Ruta de la Seda”. Gulbahar vivía desde 2006 con su marido y sus dos hijas en Francia; un viaje a Xinjiang en 2016 para solucionar un asunto burocrático fue el inicio de su detención y posterior condena a siete años en estos campos de trabajo secretos que se han extendido por esta provincia desde 2017. Varios investigadores han demostrado la existencia en todo Xinjiang de 1.200 “escuelas” (como las denominan las autoridades chinas) por las que ya han pasado más de un millón de uigures y de otras minorías éticas instaladas en esta zona: huis, kirguís, kazajos… 

            Los uigures son un pueblo de raíces túrcicas, con su propia lengua, que practican un islam moderado y que poseen costumbres y estilos de vida diferentes a los de los hanes, la étnica mayoritaria en China. Hay más de once millones de uigures, pero desde 2009, cuando estallaron violentas revueltas por todo el país, muchos han partido al exilio a la vez que en la provincia ha aumentado exponencialmente el número de chinos hanes, que son los que se han hecho con el poder y ocupan los principales puestos en la Administración, el Partido Comunista y en las empresas que explotan el petróleo de esta provincia. A partir de esta fecha, la persecución contra los uigures se ha incrementado a todos los niveles. Los campos de reeducación que se han multiplicado no buscan, como se lee en este libro biográfico escrito con la colaboración de la periodista francesa Rozenn Morgat, “castigar a la minoría extremista uigur, sino impulsar la desaparición de todo el grupo étnico”.

            Gulbahar fue detenida a su llegada a Karamay, una de las ciudades más grandes de Xinjiang. ¿El motivo? La policía china le enseñó una fotografía de una hija suya asistiendo en París a una manifestación en protesta de la represión que está sufriendo el pueblo uigur. Después de la celebración de un juicio farsa, Gulbahar describe lo que vivió en estos centros, dramática experiencia que recuerda a otras muchas que ya han sido contadas por víctimas de la antigua Unión Soviética y de sus países satélites. Y también a las que
aparecen en otros libros de autores chinos que hablan de temas parecidos, como los de Liao Yiwu, autor exiliado que ha publicado, entre otros, Por una canción, tres canciones y Dios es rojo.

            Y es que los campos de trabajo para los uigures no son una novedad en China. Con datos de la Laogai Research Foundation, se calcula que siguen recluidos en estos campos, los laogai, entre 3 y 5 millones de chinos que suelen ser utilizados además como mano de obra para negocios con importantes multinacionales, como denuncia también el libro de Harry Wu, Vientos amargos.

            En las reglas que figuraban en las prisiones donde estuvo detenida Gulbahar se remarcaba explícitamente que estaba terminantemente prohibido rezar y hablar en uigur. En estas “escuelas” aprenden chino y la cultura y costumbres chinas. Tienen once horas de clase. Al comenzar el día, todos los presos recitan una suerte de profesión de fe: “Gracias a nuestro gran país. Gracias a nuestro Partido. Gracias a nuestro presidente Xi Jinping”. Y al acabar el día recitan otros himnos parecidos. Y hay que sumar los cantos patrióticos que deben memorizar, como el que dice: “Sin el Partido Comunista no
existiría una China nueva. / El Partido Comunista trabaja duro por la nación. / El Partido Comunista con todo su corazón salva a China”. Gracias a sus familiares y a la presión internacional, sobre todo francesa, Gulbahar pudo conseguir la libertad y regresar a Francia no sin antes experimentar todas las maquiavélicas estrategias de la policía para conseguir su silencio y que sea considerada por su pueblo como una traidora. 



El gulag chino

Gulbahar Haitiwaji y Rozenn Morgat

Ariel. Barcelona (2022)

224 págs. 17,90 € (papel) / 10,99 € (digital).

T.o.: Rescapée du goulag chinais

Traducción: Julia Azaretto.

martes, 6 de septiembre de 2022

"No sufrirás", de Eduardo Gris

 


Tras una novela policiaca, Amar mal mata; otra juvenil, Los pilares del cielo, y la  publicación de su tesis doctoralLos poemas más antiguos del mundo, Eduardo Gris (Madrid, 1980), doctor en Literatura Comparada, se despacha ahora con un breve y demoledor ensayo dedicado a la cultura contemporánea. El libro se lee de un tirón y su autor entra de lleno en algunas polémicas culturales actuales que parecen intocables. No lo hace con las manos vacías: Eduardo observa el mundo desde su gran pasión por los libros (gran lector), desde su experiencia como investigador y crítico y, especialmente, gracias a su contacto con la realidad a través de sus lecturas, familia, medios de comunicación, numerosos amigos y el mundo de la enseñanza. 

            Como profesor, no es Eduardo un mensajero aséptico. Conoce bien a sus alumnos y sabe bien lo que piensan y cómo, desde diferentes vías, han penetrado en ellos, y en sus conocidos, una serie de mantras políticamente correctos que empapan todos los mensajes y conforman una ideología muy viva y contundente, que parece no admitir disensiones ni cuestionamientos.

            Pero a eso se dedica este ensayo, precisamente. Con buena pluma, con un estilo directo, entrando al trapo, aborda Eduardo Gris asuntos muy actuales que, sin embargo, para él van en contra del propio hombre y de la condición humana, o por lo menos no lo desarrollan convenientemente. En el proceso de creación de un nuevo paradigma ideológico, se arrincona el mensaje cristiano, al que se tergiversa y desconoce, y se ponen de moda soflamas y actitudes que el autor califica de adolescentes por su simplicidad emotiva. 

            Merece la pena leer este ensayo. No es de alguien que esté “enfadado” con el mundo moderno. No. Es el de alguien que, con inteligencia, agudeza y sentido del humor, señala las tonterías de turno, cuestiona idioteces, pone el dedo en la llaga de ideas que se nos han impuesto a través de diferentes canales. Claro y al grano. Con mucho sentido común, reivindica la identidad cristiana como la clave para devolver al hombre y a la mujer lo mejor de sí, y ayuda a los lectores a reflexionar con valentía sobre su propia vida, sus valores y qué peso tienen en su manera de entender el mundo. En este sentido, es uno de esos libroque, sin ser brusco en el estilo, te araña porque busca que pienses más y mejor sobre tu
existencia. 

            Nada complaciente, Eduardo Gris ataca sin piedad algunos de los tópicos que están plenamente instalados en la mente de muchas personas, especialmente de los jóvenes, a los que este ensayo puede ayudar a sembrar inquietudes e inseguridades con el fin de que revisen sus planteamientos, a menudo cómodos, y sus vidas, a menudo insustanciales y construidas en serie. 


No sufrirás

Eduardo Gris

Rialp. Madrid (2022)

94 págs. 12 €.