domingo, 19 de abril de 2020

En primera persona. Memorias del Gulag

          Recojo en esta entrada de mi blog una selección de diez libros de memorias que tienen que ver con la represión en los países comunistas y el gulag (dejo para otra ocasión otro tipo de libros sobre el mismo tema, como, por ejemplo, los de Vasili Grossman y Alexander Solzhenitsyn). Los que he elegido son testimonios en primera persona, impactantes, que muestran hasta dónde puede llegar el odio totalitario por los distintos, los diferentes, los que no piensan como los demás. Desde los inicios de la Revolución soviética, ya en 1918, comienza a extenderse una red de campos de concentración que se acabarán convirtiendo en una poderosa industria estatal que pone al servicio del régimen una ingente mano de obra totalmente esclavizada, dedicada a las obras faraónicas del régimen y a trabajar en las minas de Siberia, en la construcción de estructuras y ferrocarriles y en el campo en unas condiciones inhumanas. Además de testimonios soviéticos, incluyo de otros países del Telón de Acero y de otros países comunistas como China y Camboya. 




Shalámov sufrió condena en Siberia desde 1937 a 1953, en la época estalinista. Los Relatos de Kolimá describen, desde su dura y demoledora experiencia, la vida en los campos de trabajo soviéticos desde todos los puntos de vista y con cientos de pequeñas historias que hacen todavía más dramática la experiencia de los Gulag. Shalámov describe con una excelente calidad literaria los mecanismos de la represión comunistas de los campos de trabajos forzados. Y lo hace  como testigo, poniendo nombres, anécdotas, rostros, historias personales que encarnan la arbitrariedad de la justicia. El terror tiene víctimas concretas que el autor rescata del olvido. Se trata, sobre todo, de un testimonio literario y humano de primera magnitud. De los seis volúmenes, recomendamos especialmente el primero de ellos, que se titula también Relatos de Kolimá.

Relatos de Kolimá
Varlam Shalámov
Minúscula. 370 págs. 



Ginzburg (1904-1977), militante activa del Partido Comunista, sufrió en sus propias carnes la deriva totalitaria del régimen de Stalin. Profesora de historia y de literatura en la Universidad de Kazán, fue esposa de Pavel Aksiónov, miembro destacado del Comité Central de la URSS, y madre del también escritor Vasili Aksiónov. De nada le sirvió su proximidad al régimen. Fue condenada a diez años en Siberia y ocho de deportación perpetua. También condenaron a su marido; y a su hijo, como era habitual en estos casos, lo enviaron a un orfanato. 
En su relato, difundido primero en la URSS en samizdat y luego publicado en Italia en 1967 en ruso e italiano, habla, perpleja, de lo que tuvo que padecer. Si duras fueron las torturas y persecuciones que vivió en Magadán, lo que peor llevó fueron las traiciones de sus compañeros de Partido. Sus memorias son muy interesantes, pues están escritas por una autoridad del propio Partido que, además, no reniega de él, ni siquiera después de haber estado detenida y condenada, aunque, lógicamente, tras esta experiencia, se cuestionó muchas cosas. 

El vértigo
Evgenia Ginzburg
Galaxia Gutenberg. 864 págs. 



“Esta es la historia de mi lucha contra las ciegas fuerzas de la naturaleza que intentaron arrasarme a mí y a los pobres trozos de papel que conservaba”, escribe la viuda de Ósip Mandelstam, poeta que murió en un campo de trabajo. Este libro es el intento por rescatar de la memoria la vida de un poeta fundamental, que se enfrentó a la maquinaria del terror que impuso Stalin. Junto con el relato de los últimos años de la vida del poeta y la reivindicación de su persona y su obra poética, son especialmente brillantes sus consideraciones sobre la vida cotidiana en un régimen de terror. 

Contra toda esperanza
Nadiezhda Mandelstam
Acantilado. 642 págs. 




La autora de estas memorias fue la esposa de Nikolái Bujarin, uno de los grandes líderes de la Revolución de Octubre, amigo personal de Lenin y uno de los candidatos a sucederle tras su muerte. Las publicó en 1989 y en ellas, Anna Lárina (1914-1996),  una joven intelectual educada en la órbita del Partido Comunista, cuenta su vida privilegiada como miembro de la aristocracia del Partido. Pero más que las memorias personales de la autora, que también lo son (especialmente en lo que se refiere a su relación con su marido), este libro se centra en rehabilitar la figura del filósofo y economista, Bujarin, político que desempeñó importantes puestos en el Régimen hasta 1929. 
Desde ese año, ya con Stalin con todas las riendas del poder, fue acusado de opositor y cesado como miembro del Politburó, aunque siguió ocupando destacados cargos. En uno de los famosos juicios de Moscú en 1937, fue condenado y luego ejecutado. Anna, con la que había contraído matrimonio en 1934, fue detenida, deportada a Astraján y luego condenada a Siberia, donde permaneció hasta 1959, año en que pudo regresar a Moscú. Aunque algo se habla de su vida en el Gulag, el objetivo principal de estas memorias es rescatar todo lo que tiene que ver con Bujarin. 

Lo que no puedo olvidar
Anna Lárina
Galaxia Gutenberg. 528 págs.




Este relato autobiográfico revive los años que pasó el autor en el Gulag soviético. Esta edición incluye el prólogo que Jorge Semprún escribió en 1985 para la edición francesa. En Francia tuvo problemas para publicarlo, porque su denuncia de las atrocidades de la Unión Soviética no cayó bien en algunos intelectuales influyentes. 
Herling cuenta con gran lucidez lo que vivió, junto con otros presos políticos y comunes -hombres y mujeres-, rusos la mayoría, pero entre los que había también polacos, alemanes, ucranianos, finlandeses..., de las más variadas procedencias: intelectuales, militares, obreros, etc. El resultado es un testimonio estremecedor del desprecio a la persona, de la degradación humana, de la tortura física y psicológica, de la ruina moral, de la que muy pocos prisioneros se salvaron.

Un mundo aparte
Gustaw Herling
Libros del Asteroide. 360 págs. 



Las memorias de la autora (Praga, 1919-2010) fueron escritas en 1973 y comprenden desde 1941 hasta 1968, años en los que en la ciudad de Praga sufre primero el terror nazi y luego el estalinista. De origen judío y de familia culta y acomodada, Heda fue llevada con su familia al gueto de Lodz, en Polonia, en la gran deportación judía de Praga de 1941. Junto con otras amigas checas, logra huir y regresar a Praga. Al final de la guerra, con la llegada del Partido Comunista al poder, Heda se casa con Rudolf Margolius, un idealista que cree en el comunismo y que acabará cayendo en desgracia en una de las primeras purgas. Heda y su hijo pequeño sufrieron desde entonces innumerables vejaciones por parte del régimen comunista. 

Bajo una estrella cruel
Heda Margolius Kovály
Libros el Asteroide. 272 págs. 



Las memorias del poeta, periodista, traductor, György Faludy (1910-2006), uno de los máximos representantes de la literatura húngara del siglo XX, se publicaron en Londres en 1962, en inglés. Contienen un excepcional testimonio sobre los campos de trabajos forzados en su Hungría natal durante los años de gobierno del Partido Comunista. En 1965 se publicó su traducción francesa y hasta 1989 no se pudo publicar en húngaro. 
            En la década de los treinta, Faludy era un escritor incómodo para el régimen de Horthy y para el partido filonazi de la Cruz Flechada, lo que le llevó al exilio en París. En la capital francesa, sobrevive como puede al asedio y avance de las tropas nazis. Al final, huye a Casablanca y en 1941 se traslada a Estados Unidos. Al acabar la Segunda Guerra Mundial, decide regresar a Hungría, donde encuentra un clima político muy enrarecido: el Partido Comunista había implantado una dictadura similar a la de la URSS. En 1949 fue detenido, acusado de ser agente de los servicios secretos americanos, trotskista, implicado en la organización de un movimiento armado para acabar con la república popular, autor de numerosos sabotajes y tachado de espía del imperialismo por tener amigos clericales y reaccionarios. Fue ingresado en el campo de Recsk, del que pudo salir en 1953 tras la muerte de Stalin.

Días felices en el infierno
Györgi Faludi
Pepitas & Pimentel. 624 págs.



Otro relato sobre la vida en un campo de concentración ruso, con todos los ingredientes de desprecio por la dignidad humana bajo la máscara de la reeducación comunista. Escrito por el polaco Bardach (1919-2002), describe su periplo vital marcado por la invasión nazi de Polonia. Judío educado en las ideas socialistas, se identifica totalmente con la Unión Soviética. Sin embargo, y así comienza el libro, ya soldado en el Ejército Rojo, le condenan a muerte por tener un accidente con el tanque que conducía. Al final le conmutan la pena por diez años de trabajos forzados, que pasó en los temibles campos de Kolimá. 

El hombre, un lobo para el hombre
Janusz Bardach
Libros del Asteroide. 478 págs.




En 1960, el autor, un estudiante de Pekín, fue detenido acusado de derechista. Wu pensó que pasaría tres años como prisionero. Sin embargo, al final pasó casi veinte años hasta que fue liberado en 1979. A mediados de los ochenta se exilió de China. En 1992 fundó en Estados Unidos The Laogai Research Foundation, una ONG dedicada a denunciar la falta de derechos humanos en China. El libro describe la vida en los secretos campos de concentración chinos, con el desprecio y la violencia habituales, y es también una denuncia de los crímenes cometidos por el Partido Comunista chino.

Vientos amargos
Harrry Wu
Libros del Asteroide. 376 págs. 




“Con este libro –escribe la autora-, quiero hacerme testigo de cargo del monstruoso régimen de los jemeres rojos y rendir homenaje a quienes me liberaron, los soldados del ejército regular vietnamita que estaba en guerra contra la ideología más sanguinaria de la época, el comunismo maoísta que inspiró a Pol Pot”. Este libro es el testimonio personal de la barbarie vivida en directo. La autora vivía en Phnom Penh, la capital de Camboya, cuando el 17 de abril de 1975 los jemeres rojos se apoderaron de la capital y la vaciaron de sus tres millones de habitantes, que fueron trasladados a campos de trabajo por todo el país. En 1979, tras cuatro años de trabajos forzados, fue liberada. 

El infierno de los jemeres rojos
Denise Affonço
Libros del Asteroide. 256 págs.



Y, para todos aquellos que estén interesados en leer más libros sobre este tema, os recomiendo un libro que publiqué en 2017, en el primer centenario de la Revolución comunista. En el figuran muchos títulos de libros publicados en castellano. Pero no se trata de una selección de libros de historia, que analizan de manera fría aquellos dramáticos hechos. Lo que intenté fue ofrecer un amplio muestrario de novelas, diarios, libros de memorias, relatos, poemas, libros de viajes, artículos periodísticos que presentan de manera individual y en carne viva la represión y el modo de vida en muchos países comunistas, una represión que llegó a ser en algunos casos brutal.
Mucho se ha escrito, y se sigue escribiendo sobre los campos de exterminio nazis. Y también sobre la represión y los Gulag en la URSS y en otros países comunistas. Sin embargo, por diferentes causas, la magnitud del terror soviético no ha conseguido penetrar en el imaginario colectivo. ¿Por qué se recuerdan constante y justamente los crímenes nazis, lo que me parece muy bien, y se olvidan los que cometieron los comunistas en tantos países, como demuestran estos libros?
Mi libro aborda esta cuestión y desgrana los principales títulos que han visto la luz en España sobre esta materia. Más de cien libros sobre el Gulag y los asesinatos en la URSS, en los países del Telón de Acero (Rumanía, Polonia, Checoslovaquia, Albania..),  y en otras geografías de la barbarie: China, Camboya, Corea del Norte.
Los libros aquí seleccionados y comentados forman una biblioteca de la memoria con la que el autor reivindica que las numerosas víctimas no caigan en el agujero negro del interesado olvido".

Cien años de literatura a la sombra del Gulag
Adolfo Torrecilla
Editorial Rialp. 490 págs. 

lunes, 13 de abril de 2020

"Poesías completas 2019", de Miguel D’Ors



En este volumen, publicado en 2019, ha reunido el poeta Miguel D’Ors (Santiago de Compostela, 1946) los catorce libros de poesía que ha publicado hasta la fecha. El libro se abre con el último de ellos, Manzanas robadas (2017) y viaja hasta sus dos primeras obras poéticas, Ciego en Granada (1975) y Del amor, del olvido (1972).  Se trata, pues, como dice el autor, de un viaje a las raíces en el que se aprecia la constancia a unos mismos temas y, a la vez, una meritoria y constante exploración y renovación. Para los amantes de la poesía de Miguel D’Ors, este volumen es una auténtica fiesta poética, llena de todo tipo de manjares y sabores que conviene saborear lentamente. Para los que no conozcan a D’Ors, estoy convencido de que su lectura va a resultar una auténtica sorpresa, pues estamos ante uno de los poetas más originales de la poesía contemporánea española que, además, con su estilo y su carácter, ha conseguido atrapar el espíritu de nuestro tiempo a través de unas poesías cercanas, reales, profundas, cotidianas.
            “En estas hojas queda / para siempre / escrito lo que soy y lo que he sido”: con estos versos de 1970 concluye su primer poemario. Y ya se advierte así la solidez de un mundo poético que, a base de instantáneas condensadas, recorre los grandes temas literarios de siempre: el amor, el paso del tiempo, el escurridizo presente, la relación con los demás, el contacto con la naturaleza, la poesía y el diálogo con el Creador.
            Hay muchos poemas que se sirven de la nostalgia para viajar a la infancia, que se recuerda con momentos y personas precisas, muchos de ellos familiares. El paso del tiempo es inevitable, y en los poemas se habla de sus años de estudiante universitario y luego de marido y profesor. Las cuitas domésticas y familiares también aparecen en muchos poemas, siempre con un deje de ironía. También ocupan un lugar destacado los lugares donde ha vivido: Pamplona, Granada y, sobre todo, Galicia, lugar de su infancia, de sus vacaciones y también de su jubilación. Su pasión por la montaña asoma en poemas donde la naturaleza es abordada con placer y cordialidad, lo mismo que la vida y los personajes de los pueblos gallegos, que se mencionan con exquisito respeto.  
            Hay muchos homenajes a los clásicos, rehaciendo temas universales, y muchos requiebros y guiños culturales y poéticos. También críticas a la sociedad actual y al pensamiento dominante en forma de poesías satíricas que muestran el desdén del autor por muchos posicionamientos políticos y sociales, interesadamente convencionales. 
            La poesía y el poeta ocupan otro lugar destacado en sus poesías: de manera desenfadada y con sus dosis de autocrítica, reflexiona sobre los tópicos poéticos y el yo cambiante y poliédrico del autor, que busca su lugar en el mundo y entender lo que ocurre a su alrededor, a pesar de su insatisfacción.
            Con ambición, busca en todo momento Miguel D’Ors la exactitud poética, y aunque en muchos poemas predomina un aparente tono ligero y narrativo, hay detrás un elaborado y constante trabajo técnico y poético para dar con las palabras y las sensaciones exactas con el fin de conseguir la claridad que anhela, vestida en muchos momentos de un agradable y novedoso sentido del humor, que traslada al sentido de la existencia.
            Sin lugar a dudas se trata de un poeta clave para entender la poesía española actual. Muchos poetas jóvenes han bebido de sus poemas, de los que han aprendido la necesidad de hacerse entender, desmitificando el lenguaje, las referencias, las sensaciones, y acercando la poesía, como hace D’Ors, al instante preciso, tierno y cotidiano, que eso es la vida, en el pasado y en el presente.


Poesías completas 2019
Miguel D’Ors
Renacimiento. Sevilla (2019)
692 págs. 39,90 €.

sábado, 11 de abril de 2020

"El subrayado es mío", la autobiografía de Nina Berberova



A finales de 2017 publiqué Cien años de literatura a la sombra del Gulag, un libro sobre libros en el que recogía los testimonios publicados en castellano de personas, especialmente escritores, que habían sufrido la persecución en la URSS. Muchos acabaron detenidos, deportados, encerrados en campos de concentración o fusilados. Aunque en el libro aparecían muchas obras, cientos, era consciente de que me quedaban otras muchas obras en el tintero. Algunos lectores me han ido transmitiendo sugerencias sobre testimonios que no aparecían en el libro. Por ejemplo, Toda una vida, el diario del checo Jan Zabrana, un lúcido testimonio sobre la represión en carne viva que sufrió de las autoridades comunistas. Otro de los libros que me recomendaron son estas memorias de la escritora rusa Nina Berberova. He tardado en leérmelo, pero estas memorias constituyen un testimonio de primera magnitud sobre estos temas.
“Este no es un libro de recuerdos. Es la historia de mi vida, un intento de reconstruirla por escrito siguiendo un orden cronológico y de descifrar su sentido”, escribe la escritora al inicio de este libro autobiográfico que resume en su persona muchos de los acontecimientos históricos, literarios y personales que se dieron a lo largo del siglo XX. Perteneciente a una familia de la burguesía, recibió de manera un tanto entusiasta la Revolución, pues pensaba, como otras muchas personas, que el régimen zarista, al que critica duramente, estaba agotado y necesitado de cambios. La autora, sin embargo, no comparte la deriva totalitaria que tomó la Revolución y es de las que pensaba que tras la Revolución de febrero y la llegada al poder de Kérenski, las cosas se podían haber hecho de otra manera.
            La autora recuerda su infancia y adolescencia; sus inicios poéticos y su contacto con grupos poéticos de San Petersburgo, donde conoció a los poetas más importantes del momento, como los acmeístas Gumiliov y Anna Ajmátova. También entró en contacto con otros muchos poetas y escritores y comenzó a escribir poesías y algunos relatos. En 1922, decidió abandonar el país con el también poeta Jodasiévich, con el que vivió hasta 1932, que rompieron su relación.
            Los dos abandonaron Rusia cuando tuvieron lugar las primeras persecuciones contra la intelligentsia (vieron cómo detenían al poeta Gumiliov, más tarde fusilado con otras sesenta y dos personas) y se empezaba a imponer en Rusia un tipo de literatura teledirigida y siempre a favor del nuevo régimen. Se instalaron primero en Berlín, luego en Italia y más tarde en Francia. La autora residió en París hasta 1950, cuando se trasladó a Estados Unidos.


            Su estancia parisina coincidió con los "felices" años veinte, que ella, y tantos miles de refugiados rusos, vieron desde lejos, pues la mayoría estaban sumergidos en una pobreza brutal. Berberova se convierte en testigo de la emigración rusa y de la vida de muchos escritores que tuvieron que rehacer sus trayectorias en el extranjero. Muchos siguieron patéticamente aferrados a las formas y al estilo de la literatura rusa, lo que les llevó a recluirse en un mundo literario endogámico, donde había poco espacio para la renovación y la apertura. Otros muchos seguían instalados en la realidad rusa (aunque estuvieran en París), agarrados a sus costumbres y pendientes en todo momento de lo que estaba pasando en Rusia, denostando a los bolcheviques, aunque algunos, con desigual fortuna, decidieron regresar, incapaces de amoldarse a otro estilo de vida que no fuera el ruso.
La autora realiza excelentes retratos de personas con las que se relacionó en esos años, como Bunin, que sería premio Nobel de Literatura, Merezhovski, Zinaida Hippus, Rémizov, Marina Tsvetáieva, Andrei Bieli, Maxim Gorki, Nabókov y otros muchos artistas y escritores rusos. La autora, con constantes problemas económicos, vivió en barrios muy humildes, como el de Billancourt, donde residían muchos emigrantes rusos a los que convirtió en protagonistas de sus relatos. La autora no desea mirar todo el rato para atrás, estancándose en el tiempo, sino que tanto su literatura como su vida anhela la constante evolución que nace de la asimilación del presente, por muy crudo que fuese.
En esta parte, incluye una serie de comentarios, muy relevantes e interesantes, sobre la actitud de los intelectuales franceses en relación con las persecuciones que padecieron los escritores rusos en la URSS. Con rotundidad, Berberova escribe que “en el mundo occidental de aquella época, no había ningún escritor eminente capaz de intervenir en nuestro favor, dispuesto a levantar la voz contra los intelectuales en la URSS, contra la represión, la censura, las detenciones, los procesos y la clausura de periódicos”. A nadie les interesó. Al contrario, instalados en una izquierda estalinista, repitieron sumisos la propaganda soviética, que hablaba de que los escritores soviéticos no habían vivido nunca como lo estaban haciendo ahora. Puede ser verdad en el caso de los que vivieran, porque muchos de ellos, cientos, fueron arrestados y enviados a campos de concentración o fusilados por no someterse a los dictados del Partido Comunista. La literatura debía estar también al servicio de la Revolución, y el que no escribía al dictado del Partido Comunista se convertía en un desertor y un enemigo al que había que "reeducar". “En Francia, la prensa de izquierdas cerró filas en torno a la posición de Pravda”. Este silencio se extendió hasta la década de los sesenta y setenta. 


En este sentido, la autora vivió otro episodio surrealista: lo que se llamó el "caso Krávchenko", un hombre de negocios ruso que se exilió en Estados Unidos, donde escribió Yo escogí la libertad, libro que criticaba la vida en la URSS y la existencia de campos de concentración. En París, el autor fue denunciado por esas afirmaciones. La autora escribió una serie de reportajes para un periódico, luego publicados en un libro, siguiendo el juicio. En él, destacados escritores franceses negaban la posibilidad de que existiesen en la URSS los campos que se denunciaban. El juicio lo ganó Krávchenko, pero nadie en Francia creyó que se estaba dando esa represión en un país al que tenían idealizado y al que muchos visitaban en viajes turísticos de propaganda preparados hasta el último detalle por los servicios secretos rusos.
            Tras la ruptura con Jodasiévich, Nina Berberova inició una nueva relación que volvió a romperse al acabar la Segunda Guerra Mundial. Cuando escribe sobre estos años, la autora abandona el estilo sosegado y rememorativo para incluir lo que ella llama el Cuaderno negro, una especie de diario con notas más rápidas y breves, y menos elaborados estilísticamente, en el que describe los años de la guerra, que Nina y su pareja pasaron en la casa de Longehêne, una localidad cercana a París. Tras la guerra, en la que vivió muchos momentos de tensión, decide que su etapa parisina había llegado a su fin y prepara los trámites para viajar a Estados Unidos. “Abandonaba para siempre aquellos lugares en los que había aprendido a buscar más el fervor que la felicidad”. Ella era consciente de que no solo dejaba atrás París y Francia sino que también se alejaba casi definitivamente de Europa y de la propia Rusia. “Siento –escribe- una eterna gratitud por todo cuanto me ha aportado. Sin embargo, no podía frenar mi propia evolución interior que seguía considerando más importante que todas las filosofías contemporáneas, locales o universales”.


            En Estados Unidos no lo tuvo nada fácil y lo primeros años llevó una vida sumergida en la pobreza, con constantes cambios de trabajo. Hasta que consiguió entrar en la Universidad (en Yale, Columbia y Princeton), donde fue profesora de literatura rusa. Consiguió por fin una estabilidad económica y laboral que sirvió para dedicarse también más a su literatura, aunque ya tenía a sus espaldas una amplia trayectoria desarrollada por necesidad en París.
            Nina fue siempre una mujer muy independiente, que aceptó las dificultades de la vida: “las desdichas de mi siglo más bien me han servido: la revolución me liberó, el exilio me templó y la guerra me proyectó hacia otro mundo”. Son unas memorias valientes, en las que, junto con la referencia a sucesos exteriores graves e importantes, hay también una constante radiografía de su mundo interior, sobre el que escribe con sinceridad y sin nostalgias: “hablo de mí tal como fui y tal como soy, y hablo del pasado utilizando mi lenguaje actual”. Las memorias están muy trabajadas estilísticamente –“busco la palabra exacta”- y contienen también interesantes análisis sobre la vida en la URSS antes y durante la Revolución rusa, la dura existencia de los exiliados rusos en el extranjero, la descripción de su pasión poética y literaria, las luces y sombras de escritores y artistas en momentos complicados y, de manera muy especial, equilibrados y certeros análisis literarios sobre la literatura rusa y europea y sobre la suya en particular.
            Concluyó sus memorias en 1968. En ellas, como escribe al final, “toda una época, así como los hombres que cruzaron por ella, han nutrido este libro”.


El subrayado es mío
Nina Berberova
Circe. Barcelona (1990)
408 págs. 17 €.
Traducción: Ana María Foix.