martes, 18 de agosto de 2020

Decálogo del perfecto dominguero

He recorrido este verano algunos de los escenarios emblemáticos de los domingueros (Boca del Asno, Los Asientos y, sobre todo, Cazalegas) y he llegado a la conclusión de que hay que dejar las cosas claras para que esto no se nos vaya de las manos. Desde mi humilde punto de vista, estos son los rasgos más característicos del perfecto dominguero. Lo demás son falsificaciones, copias baratas y un quiero y no puedo.  

1.- Rechazo de la improvisación: Todo debe estar absolutamente medido y calculado. Nada de ocurrencias de última hora.
2.- Huida de la originalidad: Un dominguero no arriesga, no innova. Sólo los domingueros aficionados, o los aventureros frustrados, son los que intentan buscar nuevas rutas, o los que incorporan al utillaje del dominguero elementos excesivamente modernos. ¿Alguien ha visto un dominguero con cascos? Los pueden llevar los hijos -eso sí se permite- pero no que los lleve el verdadero protagonista. El auténtico dominguero no siente envidia por los planes insólitos y exóticos. 


3.- Aprecio por la masificación: El dominguero es un ser solidario, comprometido, que se siente a gusto con los demás. No se vuelven locos por buscar un lugar apartado, donde no haya nadie. El dominguero de verdad no busca parajes solitarios, ni una casita perdida y romántica donde nunca hay nadie.
4.-Perseverancia y constancia: No se es dominguero un solo domingo. Se es dominguero todos los domingos, uno tras otro, haga buen tiempo, llueva o se haya puesto mala la abuela.
5.- Sin miedo al ridículo: El dominguero no deja de hacer lo de todos los domingos porque le entre una sensación de ridículo existencial: si hay que lavar el coche en un arroyo miserable, se lava el coche porque así está previsto. Además, a un dominguero no se le cae la baba ni siente envidia por cosas más modernas. Por ejemplo, hay gorras americanas baratas que también quitan el sol, pero sería un atentado contra la tradición tirar a la basura la tradicional gorra de Titanlux para sustituirla por un elemento extraño, y más aún si es americano. El dominguero es un producto nacional, intrahistórico, terruñero, carpetovetónico. 


6.- Obediente a las reglas: Se necesita tener un espíritu dócil y obediente, amigo de las empresas que tienen el éxito asegurado en la constancia y en lo establecido. La esencia de ser dominguero no puede alterarse en unas votaciones. Y es difícil que también cambien la mayoría de los elementos que lo definen, por mucho que evolucionen las marcas y el progreso, y los japoneses intenten hacerse con el control. Los domingueros saben hablar de la tradición, de los mayores. Todos tienen en sus casas fotos de parientes antiguos en bañador que han sido domingueros hasta el fin de sus días, sin dejarse vencer por las tentaciones de pasar una tarde de domingo delante del televisor o viendo una corrida de toros. El dominguero respeta a los mayores y sus instituciones. 
7.- Familiar: Un dominguero sin familia, sin niños revoloteando a su alrededor y sin abuela que ronca al echarse la siesta no es un dominguero oficial sino un simple y miserable aficionado. En algunas ciudades, se ha puesto en práctica un cómodo y práctico sistema de alquiler de niños y abuelas, pero no es lo mismo. Por desgracia hay cosas que no son fáciles de enseñar: por ejemplo, los niños alquilados obedecen siempre y las abuelas alquiladas comen de todo. 


8.-Gustos decimonónicos: El buen dominguero no vive pegado a la actualidad. Sus gustos musicales son los de hace dos o tres décadas, y no se pueden alterar. Tampoco el dominguero se deja llevar por las modas a la hora de introducir cambios en los bañadores. La abuela nunca lleva bañador y lo máximo que hace es meter los tobillos en el agua para refrescarse. A varias familias se les ha tenido que retirar el carnet de dominguero porque la abuela, la muy egoísta, les ha salido nadadora. 
9.-Una difícil armonía familiar: No es frecuente que brille la comprensión y la amabilidad entre los miembros de un equipo de domingueros, por muy familiares que sean. Es bueno que, al principio del día, todos muestren ganas de no tener problemas, pero a la mínima de cambio deben empezar las discusiones. Hay varios momentos claves, que deben cumplirse obligatoriamente, como manda el reglamento: antes de salir a primera hora de la mañana, cuando están preparando todo y la mujer no encuentra el salero, ni el vinagre, ni la tapa de una de las tarteras; cuando, ya en el coche, uno de los niños, a ser posible el gordo, quiera devolver y el padre no tenga ganas de parar. 


10.- Consolidación de los tópicos: Los domingueros fomentan subliminalmente algunos de los tópicos románticos de nuestra sociedad. Por ejemplo, el padre a veces para el coche para decir "mirar que puesta del sol más bonita" o "qué paisaje más bonito se ve desde aquí, qué verde". El feminismo será el cáncer del dominguero. El marido se echará la siesta siempre, tenga ganas o no, y la mujer jugará al cinquillo con la abuela y el matrimonio más cercano, tenga ganas o no. 

miércoles, 5 de agosto de 2020

"Elogio de la quietud", de Pedro Cuartango


Reúne en este volumen el veterano periodista Pedro Cuartango crónicas, artículos y diferentes textos, escritos a lo largo de su larga trayectoria periodística, con los que traza de alguna manera su propia biografía. Todos ellos juntos forman una especie de diario personal que aportan “un testimonio sincero de lo que soy y siento”. Esta vertiente memorialística añade a estos artículos toques muy personales que hacen muy agradable la lectura y que contribuyen a conocer la vida, los gustos, las aficiones y los sentimientos de un periodista que ha trabajado en muchos medios de comunicación, que ha estado vinculado durante un cuarto de siglo al diario El Mundo –del que llegó a ser director- y que ahora escribe sus columnas en el diario ABC. 
            En el Prólogo, explica el autor de manera muy nítida los hilos conductores de esta selección. De hecho la misma división en capítulos explica los temas que más salen. Comienza con un capítulo titulado “Nostalgia”, que lleva al autor a recordar diferentes momentos y etapas de su vida con una mirada en la que está muy presente el paso del tiempo. Para Cuartango, estos recuerdos son un sentimiento que traspasa e impregna todo lo que escribe: “no hay día –escribe- que no rememore mi infancia y mis primeros años en Miranda de Ebro, mi localidad natal”. Recuerdos de sus padres, del colegio, situaciones actuales que le retrotraen a aquellos años, su juventud en Madrid y su estancia en París para estudiar filosofía.
            Otro capítulo está dedicado enteramente a París: “el lector encontrará en estas páginas un sentimiento de añoranza por ese París mítico y literario”. Sus recuerdos se extienden a los lugares que vivió, sus lecturas filosóficas y los profesores que tuvo en la Universidad de Vincennes, la mayoría herederos del espíritu del mayo del 68, como Gilles Deleuze. Pero sobre todo sus estudios filosóficos le sirvieron para descubrir a dos filósofos que le han marcado existencialmente, Descartes y Pascal. Los dos salen a menudo en este libro.
            Luego están sus aficiones culturales: el mundo del cine, la música y de manera muy especial los libros, a los que dedica muchos artículos. Su pasión por la lectura comenzó muy joven y ya en la adolescencia era lector asiduo de los clásicos rusos, Dostoievski, Tolstói y Chéjov. “La lectura –afirma- me ha ayudado a vivir y a entender a mis semejantes. En sus artículos sigue reivindicando “los libros, los periódicos de papel y la lectura”. Sus comentarios sobre obras y escritores suelen ser atinados y amenos. 
             El mismo tono aparece en la mayoría de los artículos. Combina muy bien Cuartango el peso de lo concreto y del presente con muchas reflexiones sobre la vida, la cultura y el periodismo, a la vez que abre su intimidad para describir su sentido de la existencia. Cuartango es un periodista muy experimentado, con una fuerte formación humanística y filosófica, que añade a sus artículos calidad, cultura y profundidad.


Elogio de la quietud
Pedro Cuartango
Círculo de Tiza
Madrid (2020)
250 págs. 21 €.