jueves, 20 de marzo de 2025

“El español que enamoró al mundo”, de Ignacio Peyró


 El español que enamoró al mundo es un original y personal retrato de Ignacio Peyró dedicado al cantante Julio Iglesias. No se trata propiamente de una biografía, ni tampoco de una aproximación subjetiva a su figura y trayectoria. Siguiendo el hilo de la vida de Julio Iglesias, bastante agitada, el autor destaca los momentos más significativos de su carrera profesional y muchos otros episodios biográficos significativos de los que han dejado constancia sus familiares, los propios testigos y las declaraciones que ha realizado el propio cantante. Peyró acude a las fuentes escritas, a los periódicos, a los libros de memorias y… a las revistas del corazón. 

Para su elaboración, Peyró menciona explícitamente en el prólogo, como modelo para su escritura, el libro de Evelyn Waugh, Edmund Campion. También puede encontrarse otra inspiración en las biografías que escribió Josep Pla, de quien el autor es un excelente lector, como, por ejemplo, la que Pla dedicó al pintor Manolo Hugué en Vida de Manolo

 

Despreciado por la crítica

 

Como escribe Peyró, “el español más conocido del siglo XX tras Dalí y Picasso”, con más de trescientos millones de discos vendidos (cuando “había que ir a comprarlos”), apenas ha merecido curiosamente el interés académico ni sociológico. Los artículos de algunos periodistas y profesionales de la canción no suelen ser precisamente laudatorios y, cuando hablan de él, lo hacen con una mirada condescendiente y por encima del hombro que rebaja el lugar que Julio Iglesias debería ocupar en el mundo de la canción a nivel nacional e internacional y también en la cultura popular. 

Pero esto pasa solo en España. En todo el mundo, incluso hoy día, cuando ya con más de ochenta años Iglesias ha decidido pasar a un segundo plano, el cantante sigue siendo un referente internacional.

 

Cantante por casualidad

 

Julio Iglesias de la Cueva nace en Madrid en 1943, de ascendencia gallega. Su padre, un prestigioso médico, le animó a estudiar Derecho, carrera que consiguió terminar después de una larga estancia en Londres donde hizo sus primeros pinitos en el mundo de la canción. Julio tuvo una breve carrera como futbolista -llegó a jugar de portero en los juveniles del Real Madrid- que tuvo que abandonar tras una grave enfermedad que le obligó a pasar una larga temporada convaleciente. 



Para recuperarse del todo, fue cuando viajó a Londres. Su carrera profesional como cantante se inició de manera curiosa, pues había conseguido que una canción suya, “La vida sigue igual”, fuese seleccionada para el Festival de Benidorm de 1968. La canción la iba a interpretar el cantante Manolo Pelayo, pero una hepatitis de última hora provocó que fuese el propio Julio Iglesias el que la tuviese que cantar, consiguiendo el primer premio.

Luego se sucedieron los discos, los viajes, las películas. En 1970, participó en el Festival de Eurovisión con una de las canciones, Gwendolyne, que compuso durante su estancia en Londres, inspirada en su primera novia. Aunque no ganó, la canción se convirtió en todo un éxito, con más de un millón de discos vendidos. Y en 1971, su boda con Isabel Preysler, de la que se divorció en 1978 después de tener tres hijos con ella.

 

Artista de mayorías

 

Peyró destaca en todo momento el afán de triunfar de Julio Iglesias y su ansia por ser un cantante de mayorías. Eso le llevó a trabajar de manera muy intensa. En 1980, le fichó la multinacional CBS, se trasladó a vivir a Miami y en esa década tiene lugar su apoteosis internacional, con una calculada y meritoria campaña para triunfar en Estados Unidos, muy bien recreada por Peyró.


“Triunfar en Estados Unidos significó para Julio completar la vuelta al mundo de su fama”. Desde entonces, se sucedieron las millonarias ventas de discos, los conciertos en todos los rincones del mundo, los numerosos premios, las constantes apariciones televisivas y publicitarias, siempre con el objetivo de ser el número uno.

Tras su separación matrimonial, como consecuencia de sus públicas y conocidas infidelidades, Julio Iglesias siguió teniendo muchos líos amorosos y aventuras, algunas conocidas y explotadas en los medios de comunicación, y otras silenciosas y ocultas. En 1990 se casó con su actual mujer, la holandesa Miranda Rijnsburger, con la que ha tenido cinco hijos. Peyró destaca cómo, a partir del 2000, después de llegar a la cima, Iglesias tiene la habilidad de “negarse a hacer el ridículo”. En estos años, el cantante es consciente de que “mantenerse cuesta más”.

Sale en el libro su faceta como inversor, algunas de sus excentricidades de millonario, sus afinidades políticas (apoyó personalmente a José María Aznar en las elecciones de 1996), algunos sucesos turbios (como el secuestro de su padre por parte de ETA), su faceta como seductor, la relación con los hijos de su primer matrimonio, la ruptura con algunos de sus más allegados colaboradores.

 

Con el telón de fondo de aquella España

 

Peyró va al grano. La narración resulta muy amena por la cantidad de cosas que pasan y por el tono que emplea, en ningún momento hagiográfico, pero tampoco mordaz. El libro describe su persona sin entrar en análisis técnicos ni sobre su estilo como artista, la calidad y letra de las canciones, ni sobre la industria de la canción. 




En su estilo hay frecuentes observaciones muy personales, que dan al libro un sabor muy auténtico y divertido, como cuando escribe, a propósito de una de las residencias del cantante en Miami, que “estamos ante una casa que encarna una visión arquitectónica a medias entre Luis XIV y Jesús Gil”. O cuando cuenta la participación del cantante en 1992 en una campaña de la Xunta de Galicia para revitalizar el Xacobeo 93, “que iba a devolver al Camino de Santiago a una popularidad de la que no gozaba desde que el románico era el último grito en interiores”. 

Escribe Peyró, hablando del momento presente, “ahora anda activo con su serie con Netflix, pasa muchas horas en internet, y ha asistido con estupor a todos esos memes —‘ya llega Julio’, ‘si tienes hambre, aquí hay fiambre’— con los que se ha hecho presente en las vidas de aquellos a los que ya no llegó con sus canciones. Para ellos también tiene un mensaje: ‘soy el cantante que te va a gustar mañana’”. El libro es también una excelente aproximación “ambiental” a la España de las últimas décadas del siglo XX. 

Ignacio Peyró (Madrid, 1980) es autor de Pompa y circunstancia, un monumental diccionario sobre la cultura británica; de Comimos y bebimos, donde escribe de manera muy atractiva sobre gastronomía; y del diario Ya sentarás cabeza, que tuvo una excelente acogida. En la actualidad es el director del Instituto Cervantes en Roma, escribe en El País y colabora en la cadena Ser. 



 El español que enamoró al mundo
Ignacio Peyró

Libros del Asteroide. Barcelona (2025). 

336 págs. 20,95 € (papel) / 10,99 € (digital).

sábado, 1 de marzo de 2025

"La bendición de las estrellas", de Ramón Loureiro

 


El escritor y periodista Ramón Loureiro (Fene, La Coruña, 1965) es autor de novelas, diarios y ensayos. Como novelista, merece destacarse su innovadora Las galernas de Normandía, donde da forma a una persona geografía literaria que traslada a sus otros escritos y que vuelve a aparecer incluso en La bendición de las estrellas, su último volumen de diarios. Este mundo real e imaginario que él llama “Tierra de Escandoi” y que sitúa al oeste de la “tercera Bretaña”, se encontraría al Norte de Galicia, entre Mondoñedo y Ferrol. A este lugar mítico, trasunto de su Sallobre natal, ha dedicado también el ensayo fotográfico A escura Terra de Escandoi. Loureiro escribe en La Voz de Galicia y ha obtenido el prestigioso premio Julio Camba de Periodismo. Su literatura transita por una Galicia real y fantástica con ecos admirativos de otros escritores gallegos, como Álvaro Cunqueiro y Gonzalo Torrente Ballester.

            Pero La bendición de las estrellas no es ni un diario mítico ni imaginativo, aunque en sus páginas haya referencias a estas tierras cuasifantásticas. Se trata del diario tranquilo, pausado, cotidiano de un escritor que nos habla de su intimidad de una manera transparente. Todo transcurre en un espacio concreto y con unos personajes de carne y hueso con los que comparte recuerdos y agradables momentos.

            El diario lo terminó de escribir en agosto de 2024 y sus entradas recogen sus vivencias de los últimos años, donde el coronavirus, que estaba dando los últimos coletazos, condicionó bastante sus hábitos y costumbres personales y sociales. Hay muchas referencias a situaciones externas, a paisajes, a sus recuerdos, a su presente (aunque apenas habla de su actividad periodística). 

En un momento dado escribe que “cada día soy un hombre diferente” y ese retrato voluble se manifiesta en diferentes estados de ánimo, a veces contradictorios. A menudo lo que se destaca es la amistad y la conexión con la fuerza de un paisaje concreto, el de su tierra y el de su infancia, pero también hay instantes en los que, de manera breve pero desgarrada, muestra jirones de una vida solitaria y desasosegada, como cuando escribe “no tengo lugar alguno al que volver” o “me pesa en exceso la soledad y el irremediable paso del tiempo” o el desahogo que contiene otra de sus entradas del diario: “Nadie puede imaginar hasta qué punto me invade a veces el deseo de desaparecer por completo, de desvanecerme sin dar ni un paso más, de ser siempre nada”.

            Junto con este desamparo interior -“vivo sin rumbo, a la deriva”- hay también referencias a sus creencias religiosas, contadas con naturalidad, como esta contundente afirmación: “hoy es más necesario que nunca creer en Dios ardientemente y procurar mantener la vista fija en el horizonte. Seguir buscando lo que aún está lejos”.

            Loureiro habla con cuentagotas de algunos de sus autores preferidos (Ricardo Piglia, Torrente Ballester, José María Merino), de libros que está leyendo (los diarios de César González-Ruano), de sus años de atleta, que recuerda con emoción. También del impacto que le provocan algunas fotos familiares o tímidos recuerdos. Y en todo momento, el recurso a la imaginación onírica propia del mundo gallego para referirse al paisaje y a las condiciones climatológicas.

            Ya en 2015 había publicado Diarios, su primera incursión en este género. En La bendición de las estrellas, Loureiro sobresale su atrayente madurez literaria con la que muestra, sin estridencias estilísticas, una vida en movimiento sin ninguna afectación.



La bendición de las estrellas

Ramón Loureiro

Sr. Scott. Madrid (2025)

128 págs. 16,90 €