Periodista y escritora, Llucia
Ramis (Palma de Mallorca, 1977) consiguió en 2010 el Premio Josep Pla con Egosurfing.
Publicada originariamente en catalán, Todo lo que una tarde murió con las
bicicletas, título tomado de un verso de Pere Gimferrer, es sobre todo una
crónica familiar con la que la autora indaga en sus raíces para explicarse
también muchas cosas de su propia vida.
La
autora abre el libro con una contundente afirmación: “Esto no es una
autobiografía”. Es su manera de poner en aviso a los lectores para que no lean
este libro como si se tratase de sus memorias familiares; también es una manera
de sortear la rigidez de los géneros literarios y tomar la memoria personal y
familiar como el sustrato para alimentar la ficción. Estamos, pues, ante una
novela en la que el yo de la autora sirve de hilo conductor para escribir sobre
sus abuelos y la relación con sus padres y para analizar también el presente,
que poco tiene que ver, en sus formalismos y escalas de valores, con los de sus
abuelos y sus padres.
Cuando
la autora comienza a investigar sobre sus abuelos belgas y los negocios que les
trajeron a España, sabe que ha comenzado no un libro generacionales sino “una
huida para retrasar el momento en el que tendré que empezar de cero”. La
narradora, ya treintañera, educada para la independencia, debe regresar a la
casa paterna cuando se queda sin trabajo y no tiene claro cuál va a ser su
futuro. En ese momento de incertidumbre, la autora busca pausadamente sus
raíces con el fin de entenderse mejor.
La
novela describe el mundo de seguridades y certezas vitales y morales en el que
vivieron sus abuelos. Unos, cosmopolitas, diferenciándose significativamente
del tono gris de la sociedad española de su tiempo; otros, más pegados a las
tradiciones españolas, sabiendo que su mundo ha empezado a tambalearse por la presión
de las posteriores generaciones, más rebeldes y menos moldeables, aunque los
conatos de rebeldía en muchos casos fueran simplemente un cambio en las formas.
Los padres de
la narradora forman parte ya de otro mundo y de otros valores políticos y morales,
en la órbita de un progresismo que se identificó plenamente con el PSOE. Los
enfrentamientos entre sus abuelos y sus padres por cuestiones políticas
empiezan a ser más frecuentes, así como por cuestiones educativas y morales. Lo
que no esperaban estos padres, bastante menos rígidos y más liberales, es que
la relación con sus propios hijos no fuese tan placentera como ellos la habían
planificado. Es frecuente que la narradora, a pesar de coincidir en el fondo
con los planteamientos de sus padres, rechace sus estilos de vida, sus
convicciones, sus formalismos y hasta su lenguaje. La educación de la narradora
es en este sentido como la de tantos jóvenes educados en los valores de la
transición, con un homogéneo aperturismo moral, ideológico y rebelde que se
traslada a la vida cotidiana, a la sexualidad y al rechazo, quizá con mucho
tópico, de los valores religiosos.
La
novela funciona muy bien como entretenida crónica familiar y como verosímil
retrato adolescente y generacional. A este interés personal y sociológico hay
que sumar el gran trabajo estilístico que realiza la autora, que acierta a
retratar de manera deliberadamente deslavazada, a través de escenas y
recuerdos, momentos familiares, cordiales, íntimos tanto de su vida como la de
sus familiares, con una sobria y atrayente emotividad y sentido del humor,
esquivando la nostalgia y la melancolía.
Llucia Ramis
Libros del Asteroide. Barcelona (2013)
220 págs. 18,95 €.
T.o.: Tot allò que una tarda morí amb les bicicletes.
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