miércoles, 10 de junio de 2020

"Dominio", del historiador Tom Holland: sobre las raíces del cristianismo en el mundo occidental


Tom Holland es un prestigio historiador y escritor británico que se ha especializado en Historia Antigua. Nació en Oxford, en 1968. Estudió en el Queen's College de Cambridge y en la Universidad de Oxford. Ha publicado novelas y varios libros de investigación y divulgación histórica, como RubicónDinastía y, entre otros, Fuego persa. Además, ha realizado documentales históricos para la BBC.
            Su último libro, Dominio, lleva como subtítulo ”Una nueva historia del cristianismo”. En su introducción, explica Holland que no estamos ante una historia más del cristianismo, ni ante un libro teológico. “He preferido –escribe- rastrear las corrientes de influencia cristianas que más se han difundido y mejor han perdurado hasta nuestros días”. Sus tesis tienen algo de provocación, pues, como dice, “por mucho que los bancos de las iglesias estén cada vez más vacíos, Occidente permanece amarrado con fuerza a su pasado cristiano”.

Una narración de actos humanos

            La técnica empleada resulta muy original y es la clave del libro, de su desarrollo y evolución. Como explicaba en una entrevista (Nueva Revista, 25 de marzo de 2020: enlace), “es un libro sobre el cristianismo como fenómeno histórico, hecho por seres humanos”. Holland selecciona un buen número de personajes y de historias con las que va siguiendo, cronológicamente, los principales acontecimientos desde la Antigüedad hasta el presente más inmediato. Con estas historias, bien hiladas, y con un estilo divulgativo, Holland intenta “explorar cómo, en Occidente, acabamos siendo como somos y pensando del modo que pensamos”. 
El libro responde a la pregunta que se había planteado el propio autor: “¿cómo es posible que un culto inspirado por la ejecución de un criminal desconocido en un imperio desaparecido hace mucho tiempo ejerza una influencia tan duradera y transformadora sobre el mundo?”. Pero advierte Holland, especialmente al final de su libro, que la auténtica revolución cristiana no está encarnada precisamente por los grandes personajes históricos o los pensadores de fama internacional. Como señalaba en la entrevista anteriormente mencionada, la auténtica revolución se dio dentro de las familias: “la cristiandad se manifiesta en el hogar”, en el regazo de las mujeres.


De Babilonia a los judíos

            Dominio está dividido en tres partes con siete capítulos cada una, estructura que tiene un valor simbólico en el número tres, la Santísima Trinidad, y el siete, los Sacramentos. La primera parte está dedicada a la Antigüedad. A través de historias protagonizadas por personajes de Babilonia, Persia, la Grecia clásica y hasta Alejandro Magno, intenta demostrar el autor la radical ruptura que supuso en el trato con la divinidad la religión de los judíos. 
Mientras que en los cultos anteriores imperaba una visión en la que los dioses, alineados con los poderosos, dictaban lo que debía hacerse, los judíos defendían que podían tener con su Dios una relación íntima y personal que, además, se sustentaba en una alianza que condicionaba su historia y su vida cotidiana como pueblo. Esta actitud convertía a los judíos en un pueblo especial, en claro contraste con el culto a los dioses y a los emperadores que, entre otros pueblos, también internacionalizaron los romanos.


Jesús y su revolución          

En ese contexto, aparece la figura de Jesucristo, que supone otra nueva revolución. Como escribe San Pablo, muy citado en el libro, a partir de entonces “ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre”. Dios, como figura en las cartas paulinas, es amor. La vida y muerte de Jesucristo y su evangelio tienen como objetivo, como subraya Pablo, a toda la civilización, no solamente al pueblo elegido, los judíos.
Comienza así la difusión del cristianismo por todo el mundo, lo que lleva a la religión cristiana a abrirse a otras culturas y a desarrollar más su teología y su pensamiento. En este sentido, como escribe Holland, el cristianismo combina la filosofía griega con la moral judía. En este desarrollo intelectual son figuras clave San Ireneo de Lyon (ciudad en la que hubo brutales persecuciones en el siglo II) y Orígenes, que creó una teología completa del cristianismo a partir de la filosofía de su tiempo.


La atención a los pobres y desfavorecidos

            Otros personajes destacados aparecen también en esta primera parte, que abarca hasta el siglo VIII, con la irrupción de los sarracenos, que con el Corán imponen una nueva manera de relacionarse con Dios. Por ejemplo, la labor de tres personajes tan excepcionales, como Basilio Magno, Gregorio Nacianceno y Macrina, tres hermanos que en el siglo IV dieron un importante impulso teórico y práctico a la atención que la Iglesia prestaba a los pobres, desvalidos, viudas, inválidos y a los bebés abandonados, práctica habitual en el imperio romano. Surgen los primeros hospitales y casas para pobres. Resulta admirable la figura de Macrina, entregada a estas causas. 
También destacan en esta parte las figuras de Martín de Tours, que llevó al extremo la entrega a los demás, despojándose absolutamente de todo; Agustín de Hipona, que combatió algunas herejías ya muy extendidas y multiplicó su afán de explicar la doctrina cristiana a todos los niveles; la labor itinerante del misionero Columbano; la labor intelectual de Beda en la antigua Inglaterra y la intervención de Carlos Martel en Poitiers para frenar las ansias expansionistas de los árabes.


Una visión luminosa de la Edad Media

            La segunda parte, “Cristiandad”, abarca hasta la segunda mitad del siglo XVII. Estamos metidos de lleno en la Edad Media, época posteriormente desprestigiada, especialmente por los filósofos del Siglo de las Luces, pero que, como demuestra Holland, fue un tiempo de grandes avances en todos los órdenes y donde se  abordaron debates que fueron claves en su tiempo y para la posteridad. Se habla de la labor de importantes monasterios, como el de Cluny; se avanza en la formación de los sacerdotes y de los feligreses (“sin conocimiento, no se puede hacer el bien”). 
Todo esto en un contexto de luchas contra los otomanos, los pueblos bárbaros y los musulmanes, especialmente en el sur de Europa. Surgen las cruzadas y también los conflictos entre el poder terrenal (los reyes) y la Iglesia. Aparecen las primeras universidades (la de Bolonia se fundó en 1088) y hay numerosos avances en el derecho eclesiástico y civil. Holland dedica uno de sus capítulos a la figura intelectual de Pedro Abelardo y otros a personajes que intensificaron la actitud de la Iglesia con los pobres, como Isabel de Hungría y San Francisco de Asís. 

Ortodoxia y herejías

            A la vez, algunas herejías se desarrollan en lugares concretos, como la que asimilaron los albigenses; se culmina el cisma entre Oriente y Occidente. El historiador inglés destaca la labor de la Escuela de Traductores de Toledo en la difusión de textos clásicos y de la filosofía de Aristóteles –que será fundamental para el cristianismo- y el papel que desempeñó para la consolidación de la filosofía y la teologías cristianas Santo Tomás de Aquino. 
            En esta parte, Holland aborda la caída de Constantinopla en manos de los turcos, la conquista de América (de la que no ofrece una imagen muy positiva, destacando los aspectos más negativos de la colonización) y el cisma que provocaron las tesis de Lutero. También la separación que llevó a cabo Enrique VIII; la llegada del barco Mayflower a Nueva Inglaterra con los primeros colonos anglosajones que se establecieron en la costa de Massachusetts, fundando la colonia de Plymouth; la estancia del misionero italiano Mateo Ricci en China y el desarrollo de las ciencias en este imperio; y el conflicto de la Iglesia con Galileo a propósito de sus conclusiones científicas. Holland concluye esta segunda parte destacando que, a pesar de los problemas y dificultades, el importante desarrollo que dieron las ciencias en estos siglos tenía su origen en el cristianismo.


La herencia de la Revolución Francesa

            La tercera parte, “Modernitas”, abarca desde la ejecución de Carlos I de Inglaterra, acusado de alta traición, hasta el presente. Holland trata los reiterados conflictos que se dan con los judíos en diferentes países europeos; el auge de las tesis calvinistas; la colonización de diferentes zonas de África para llevar los ideales cristianos, aunque luego no se hizo tal cosa; el sangrante fenómeno de la esclavitud.
Dedica Holland especial importancia a un personaje como Voltaire, quien contemplaba “el cristianismo con un odio que rayaba en la obsesión”, actitud que encarnaron muchos de los líderes de la Revolución francesa, que intentó arrancar de cuajo la influencia cristiana en las costumbres y en las leyes de su tiempo. Pero, como opina Holland, “las raíces del cristianismo eran demasiado profundas, demasiado gruesas y estaban demasiado entrelazadas en los cimientos de todo cuanto constituía la esencia de Francia”. 
            El Marqués de Sade también criticó con dureza la influencia cristiana, con un mensaje que fue –y curiosamente- sigue siendo bien recibido, a pesar del desprecio hacia las mujeres y los débiles: “el sistema de amor al prójimo es una quimera que debemos al cristianismo y no a la naturaleza”, pero su actitud despiadada y gélida ante el sexo y las mujeres demostró, por el contrario, que los valores del cristianismo eran con diferencia lo mejor para la humanidad. Para demostrar esto, Holland pone ejemplos de lo que sucedía en la India a las viudas, que eran incineradas con sus maridos fallecidos, y la situación de la esclavitud en Estados Unidos, aunque se estaban dando cada vez más pasos a favor de la abolición. 


Expulsar a Dios de la ciencia y de la política

            La segunda mitad del siglo XIX se vio sacudida con las ideas de Charles Darwin sobre el origen de las especies y su teoría de la evolución y la irrupción del pensamiento materialista y anticapitalista de Marx, que daría origen al comunismo bolchevique que encarnó Lenin. La Primera Guerra Mundial supuso una experiencia dramática de dimensiones apocalípticas. Tras la Gran Guerra, progresivamente cobraron fuerza los movimientos totalitarios, como el comunismo, el fascismo y el nazismo. Hay un capítulo dedicado a J. R. R. Tolkien muy ingenioso, en el que muestra cómo su gran obra, El Señor de los Anillos, es una alegoría del enfrentamiento entre el Bien y el Mal que estaba teniendo lugar en esos años en el mundo.
            Siguiendo el hilo de los principales acontecimientos de la historia de la segunda mitad del siglo XX, Holland habla de la irrupción de Los Beatles, de Martin Luther King, Nelson Mandela y el fin del comunismo totalitario en los países del Telón de Acero. El inicio del siglo XXI coincide los atentados del 11-S, que provocan una nueva alarma mundial. El libro concluye su recorrido cronológico con el fenómeno del #Me Too y las manifestaciones feministas que se dieron en todo el mundo. 

Enraizados en el cristianismo

            La técnica empleada impide profundizar en algunos temas que hubiesen dado mucho más de sí, pero baría salido una enciclopedia. También son cuestionables algunos de los personajes elegidos y también algunas de las historias que se cuentan. Pero hay que tener en cuenta que Holland amplía su ensayo a todas las confesiones religiosas cristianas, que han aplicado recetas polémicas a determinadas cuestiones morales y teológicas. El libro está muy bien escrito y muchas de las historias que cuenta, desde la perspectiva de destacar la herencia cristiana, resultan novedosas.
Concluye Holland, centrándose sobre todo en Europa, que en el siglo XXI han surgido nuevas expectativas, nuevas identidades y nuevos ideales. “Pero estos no son neutrales, sino el fruto de la historia cristiana. Imaginar otra cosa, creer que los valores del secularismo pueden de verdad ser eternos es, irónicamente, la mejor prueba posible de cuán profundamente cristianos son”. 


Dominio
Tom Holland
Ático de los Libros. Barcelona (2020)
624 págs. 29,90 €.
T.o.: Dominion: The Making of the Wester Mind.
ISBN: 978-84-17743-51-2.

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