Aficionado al fútbol desde que tuvo uso de razón, el escritor y guionista Nicolás Casariego (Madrid, 1970) intenta en este libro explicar la pasmosa influencia del fútbol actual en tantos millones de personas. En vez de recurrir al análisis teórico y ensayístico, se lanza a una aventura literaria que tiene unos objetivos muy concretos: asistir a todos los partidos de un equipo modesto de la Primera División de fútbol española, el Rayo Vallecano, y contar su experiencia personal atendiendo no sólo al desarrollo de los partidos de fútbol sino a todo el entramado sociológico, costumbrista, económico, sentimental y hasta político que rodea el mundo del fútbol, los jugadores, los aficionados, los equipos, los campos donde se juega y los barrios y ciudades donde están inmersos estos equipos.
A diferencia de los grandes clubes de fútbol españoles y extranjeros, el Rayo Vallecano, el equipo de mi barrio, no representa a una ciudad. El Rayo es un equipo singular, pues está incrustado en un popular barrio madrileño con sus propias señas de identidad. Esa es la primera dificultad que se encuentra Casariego para escribir este libro, pues siempre ha sido aficionado del Real Madrid, equipo al que ha visto jugar en muchas ocasiones. En la capital, el Rayo Vallecano es un equipo que suele caer bien, aunque se sea del Real Madrid o del Atlético.
Lo primero que hace Casariego para empezar este libro es abonarse al Rayo Vallecano en la temporada 2022-2023, una de las mejores del equipo de la Franja, como también se le conoce. Ya sólo desplazarse a Vallecas para sacarse el abono, le supuso un surrealista choque con la realidad: ese año, en el caluroso mes de agosto, la entrega de abonos fue especialmente caótica y desastrosa, con colas kilométricas que provocaron incluso altercados de orden público. Casariego descubre pronto que la gestión del equipo, el ambiente, los aficionados de Vallecas… son diferentes.
La estructura del libro sigue la crónica de la mayoría de los partidos que disputó el Rayo esa temporada, en casa y como visitante. Al hilo de esos comentarios, muy acertados y con un gran dominio del mundo y el argot futbolístico, Casariego habla de otras muchísimas cuestiones que tienen que ver con el fútbol de manera directa e indirecta. Lo hace muy bien. Aprovecha cualquier excusa o ingrediente futbolístico para llenar su narración de múltiples anécdotas y breves historias que ayudan, y mucho, a entender el alcance planetario de este deporte y lo que pasa en las gradas del estadio de Vallecas.
A la vez, cala muy bien la idiosincrasia del barrio de Vallecas, esquivando los manidos estereotipos y los consabidos tópicos, quizás lo más difícil para alguien que no es del barrio y que, como les ha pasado a tantos otros periodistas, políticos y escritores, suelen sucumbir a una retórica uniforme basada en unos presupuestos sociológicos muy parciales y sectarios. Hablando de los Bukaneros, los hinchas más ultras del Rayo Vallecano, que utilizan el fútbol para mostrar un activismo político próximo a la extrema izquierda, escribe Casariego: “En el fútbol siempre hay quien se consideran los puros, los de verdad. Es algo que siempre me ha repateado. Nadie es dueño de un club, ni tampoco del barrio donde juega, por mucho que este haya forjado y forje buena parte de su carácter. Nadie es dueño de nada (…). El público que acude al Estadio de Vallecas no es uniforme, por suerte”.
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