Ya desde sus inicios como escritor y periodista, la vida de Josep Pla (1897-1981) ha estado marcada por la polémica, en parte por la amplia resonancia que siempre han tenido sus artículos y libros y, también, por sus actividades periodísticas y políticas. Este interés se ha traducido en infinidad de estudios, artículos e investigaciones sobre su literatura y su persona. Por ejemplo, se han publicado las biografías de Cristina Badosa, Valentí Puig, Arcadi Espada, Josep Valls, Ignacio Buqueras, Josep Martinell, Lluís Bonada y Xavier Febrés. A estas hay que añadir ahora Un corazón furtivo. Vida de Josep Pla (1), de Xavier Pla, que acaba de publicar la editorial Destino y que tiene como novedad que aporta muchísima documentación que “se da a conocer por primera vez” procedente de los archivos de la Fundación Josep Pla de Palafrugell, donde están depositados los papeles personales y muchísimas cartas que el autor catalán escribió y recibió desde las primeras décadas del siglo XX, material inédito que ofrece algunas claves para conocer mejor a Josep Pla.
Un escritor muy actual
Xavier Pla (Gerona, 1966), su autor, es profesor de Literatura Catalana Contemporánea de la Universidad de Gerona y uno de los estudiosos más reconocidos de la vida y la obra de Josep Pla, sobre el que ha publicado numerosos trabajos. Sus últimas aportaciones han sido una edición en Cátedra de Viaje en autobús (2021) y la antología de artículos La inflación alemana, Crónicas 1923-1924, que ha aparecido en la editorial Destino en 2023. Dirige, además, la Cátedra Josep Pla de Literatura y Periodismo.
El autor de Un corazón furtivo destaca la vigencia de la obra de Josep Pla, “que más de cuarenta años después de la muerte del autor continúa teniendo una masa fiel de lectores de todas las generaciones, procedencias, clases sociales e ideologías”. Lo cual no significa que, aunque su prestigio literario no para de crecer, hayan desaparecido algunas de las polémicas que le rodearon en vida, como su posicionamiento político durante la Guerra Civil española, su participación en los servicios secretos antirrepublicanos y el uso del castellano como lengua literaria en una parte de su trayectoria. No parece que hoy día, en una sociedad tan politizada y polarizada como la que vivimos, se le pueda juzgar exclusivamente por su calidad literaria, como así debería ser. Los elementos extraliterarios le siguen pasando factura negativamente muchas décadas después.
Una detallada y minuciosa documentación
La biografía está escrita desde una perspectiva original. En vez de seguir fielmente los hechos cronológicos, ha preferido centrarse en algunos de los aspectos biográficos más sobresalientes, que le sirven para trazar a la vez, a propósito de estos temas, un exhaustivo recorrido de su vida, acudiendo en todo momento a cartas, postales, telegramas, anotaciones personales, diarios y testimonios.
El trabajo documental es completísimo. Llama la atención que desde sus inicios literarios Pla ya estuviese obsesionado con archivar todo lo que tuviese que ver con su persona en la casa familiar, el Mas Pla de Llofriu, muy cerca de Palafrugell, que tanta importancia tiene para su vida y su literatura. Incluso encargó a sus padres y a sus tres hermanos que recortaran y guardaran cualquier referencia sobre él que apareciese en la prensa. Él mismo se encargaba de archivar absolutamente todo, desde facturas a simples anotaciones intrascendentes. El Mas contiene también la biblioteca personal del autor ampurdanés, repleta sobre todo de escritores franceses (a la cabeza Montaigne, también Pascal y los autores moralistas), los que más le influyeron, aunque la lista de sus lecturas es inabarcable, lo que demuestra ya uno de sus rasgos más sobresalientes: su curiosidad enciclopédica.
Obsesionado con su imagen pública
Esta prolija documentación conviene manejarla con sumo cuidado, pues desde muy joven el escritor catalán estuvo muy preocupado por transmitir una imagen concreta y teledirigida sobre su persona que quiere imponer de manera interesada a los demás. Lo cuenta Xavier Pla en este libro cuando habla de unas primeras biografías frustradas porque los autores que recibieron el encargo de escribirlas no se adaptaron a lo que Pla quería de ellos. Aunque pretende siempre dar una imagen sencilla, desganada, escéptica y desinteresada de su propia persona (y de su obra), en la práctica es todo lo contrario, como se puede apreciar en la famosa entrevista que a principios de 1977 le hizo en TVE el periodista Joaquín Soler Serrano en el programa “A fondo”, donde Pla quiso mostrarse como un humilde payés sin pretensiones de nada, ni siquiera de escritor y mucho menos de intelectual. Como dice Xavier Pla, redondeó una gran actuación.
Una filosofía escéptica y antirromántica
Esta biografía permite también acercarse al mundo interior de Pla, terreno resbaladizo donde los haya, pues aunque toda su literatura pertenece al género memorialístico, no resulta nada fácil adentrarse en su intimidad. Como se dice en Un corazón furtivo, “no es exactamente de su vida de lo que habla, sino de la proyección literaria de su identidad”. Y reproduce acertadamente una cita de Nietzsche, otro de sus autores más leídos: “Hablar mucho de uno mismo es también una forma de ocultarse”. Y Xavier Pla añade: “De modo que cuanto más se muestra, más se esconde. Esta es una de las grandes paradojas de su vida”. En este sentido, llama la atención, y mucho, que salvo muy pocas excepciones, no habla para nada en sus libros, ni siquiera en los diarios más personales, de las relaciones que tuvo con Aly Herscovitz, Adi Enberg, Aurora Perea, Consuelo Robles y, la más platónica de todas, con la jovencísima argentina Luz de Santa Coloma Salvo con Luz, las relaciones que mantuvo con estas mujeres fueron intensas y duraderas, como demuestra esta biografía con la reproducción de numerosos pasajes de las cartas que se escribieron.
También esta biografía intenta condesar los rasgos de su carácter que traslada a su literatura. Por ejemplo, Josep Pla manifiesta en todo momento y circunstancias una radical insatisfacción, que se extiende a su persona, al sentido de la vida y a su propia escritura. En muchas ocasiones deja entrever una fuerte angustia existencial. Además, tiene una imagen muy negativa del hombre, que todavía se agrava más con los episodios que vivió durante la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Este desdén por la condición humana se manifiesta en su acusado concepto de la banalidad: pocas cosas merecen la pena. Y también aparece en la ironía, la socarronería y el humor con los que suele abordar las complejidades de esa realidad.
Aunque se educó en una familia de profundos valores cristianos, se definía como nihilista, pesimista y materialista. Sólo la escritura, vivida de manera compulsiva y febril, aportaba algo de sentido a lo que hacía. Desde los 16 años tuvo claro que quería ser escritor de “una forma global y total”. En sus artículos se manifiesta en muchas ocasiones como un antiintelectual (por eso le gustaba el contacto con las personas humildes de su tierra, como Hermós, y con pescadores anónimos), como un estoico, como un antidogmático y como un ser dominado por la melancolía. Tampoco cree en el amor, sólo en el erotismo y el sexo (hay muchos testimonios de esto en sus cartas).
Innata curiosidad
Estos rasgos se manifiestan en una literatura profundamente realista (Pla no se cansa de repetir que no tiene imaginación), basada en la observación de la vida y en su innata curiosidad, que le llevaba a interesarse por absolutamente todo, como se aprecia en la calidad de sus reportajes, escritos siempre con la mirada de quien se sorprende por la variedad de actividades y de personas con las que se encuentra. Toda su vida puso en práctica una retórica desnuda, sencilla, coloquial, con la que subrayaba su aprecio por la naturalidad narrativa, sin barroquismos ni excesos, como había ocurrido en su tiempo con el novecentismo, del que se separa de manera deliberada. Como escritor luchó por conseguir un estilo sintético y directo en el que lo más importante era la posibilidad de matizar la realidad; de ahí la importancia de los adjetivos exactos, que definen a las personas y al paisaje, una de sus obsesiones estilísticas.
La idea más presente en su literatura es la constatación de paso del tiempo y la clara conciencia de la muerte.
De Barcelona a París
Tras sus decepcionantes estudios universitarios en Barcelona, que son la sustancia narrativa de su libro más valorado, El cuaderno gris, que publicó en catalán en 1966, comenzó su andadura periodística en La Publicidad, periódico de un moderado catalanismo ligado al partido de la Lliga Regionalista de Francesc Cambó, con quien tuvo bastante relación hasta la Guerra Civil. En esos años, cuando ya había publicado también algunos escritos literarios en revistas y semanarios locales, conoce al escritor Alexandre Plana, quien será fundamental en su desarrollo como escritor. Plana, además de aconsejarle sobre su manera de vivir y enfocar la literatura (escriba “como si fuera una necesidad fisiológica”), le abre las puertas del Ateneo barcelonés, los círculos intelectuales y las tertulias literarias (como la de Joaquim Borralleras).
A partir de 1920, cuando se traslada como corresponsal de prensa a París, decide alejarse de la realidad catalana y española (son los años de la dictadura de Primo de Rivera) y durante muchos años recorrerá diferentes capitales europeas, convirtiéndose en un reportero de prestigio y de éxito, aunque pronto se vio sumergido en algunas polémicas, como su acercamiento a las posturas independentistas y revolucionarias del político Francesc Macià o cuando le acusaron, con razón, de plagio. De sus artículos, los lectores catalanes de La Publicitat (primero en castellano y luego en catalán) y La Veu de Catalunya, valoraron la originalidad de sus puntos de vista, la naturalidad de su prosa descriptiva y visual, su gran cultura -era capaz de hablar de política, literatura, alta filosofía y pintura- y las constantes referencias a la vida cotidiana de las ciudades donde vivió. Todo ello bañado por un controlado escepticismo irónico.
Desgarro y derrumbamiento
La Segunda República la pasó casi entera en Madrid, siguiendo el ritmo de los acontecimientos: sobre esta estancia publicó su diario Madrid. El advenimiento de la República. A medida que la II República comenzó a radicalizarse por la izquierda, y con el progresivo aumento de enfrentamientos entre partidos de izquierdas y derechas, incrementó sus críticas al devenir del republicanismo y se acercó a posturas más conservadoras, lo que trajo consigo “toda clase de críticas por parte de la prensa republicana más catalanista y progresista”.
Tras dejar constancia en sus artículos y crónicas parlamentarias en La Veu de Catalunya, del que era corresponsal, del clima irrespirable de la II República, apoyó el levantamiento militar de julio de 1936. Pronto se refugió en el Mas Pla de Llofriu, pero por las amenazas que recibió -la revuelta revolucionaria en Palafrugell provocó numerosos muertos-, decidió abandonar España. Pasó largas estancias en Marsella, donde colaboró como informador con los servicios antirrepublicanos del SIFNE (Servicio de Información de la Frontera Noreste). Se trasladó como corresponsal a París y Roma. También viajó a la zona nacional y en Burgos y San Sebastián reemprendió la amistad y las colaboraciones con medios franquistas. Cuando cayó Barcelona, entró con las tropas de Franco como testigo. Fue nombrado subdirector de La Vanguardia, cargo que desempeñó por poco tiempo, hasta el nombramiento como director de Luis Martínez de Galinsoga, personaje que vetó su presencia en La Vanguardia durante veinte años.
Se refugia en el Mas de Llofriu
En la inmediata posguerra, desencantado del periodismo y la política, toma una decisión radical: irse a vivir al Mas Pla, apartarse de las veleidades políticas e ideológicas, abandonar el periodismo activo para dedicarse exclusivamente a escribir. Es cuando decide esconderse en su masía y convertirla literariamente en el centro del mundo. A partir de ese momento, su prioridad será exclusivamente la escritura, que desarrolla especialmente en sus artículos en la revista Destino, donde escribirá durante 36 años. Ya con mucha menos intensidad, durante la posguerra siguió implicado en algunas actividades políticas (que nunca airea en sus escritos), como se puede ver, por ejemplo, en los pasajes de sus encuentros con Josep Tarradellas, presidente de la Generalitat en el exilio.
Los artículos y los libros de multiplican, algunos con un éxito considerable, como Viaje en autobús, que publicó en 1942 en castellano y que representa muy bien la literatura que cultivará en esos años, y de manera muy especial con El cuaderno gris (1966), sus diarios de juventud, reelaborados a lo largo de los años y que fueron traducidos al castellano diez años después. Con esta obra, “Pla coloca en el centro del canon de la literatura catalana un dietario, un título de prosa de no ficción”. La primera obra que publicó en catalán durante la posguerra, cuando la censura lo permitió, fue Cadaqués (1947). También realiza algunos viajes en los que ejerce de reportero para la revista Destino. No para de publicar libros. Sus obras completas han llegado a los cincuenta volúmenes.
Continúan las polémicas
Tiene algunos problemas de salud (un tifus que le deja muy tocado) y ya en la década de los setenta una angina de pecho y, posteriormente, varios infartos, además de las consecuencias de su afición al alcohol. En 1974, Josep Vergés vende la revista Destino a Jordi Pujol, por aquel entonces presidente de Banca Catalana. Las relaciones con Pujol y la nueva dirección de la revista no son muy buenas, sobre todo a partir de la polémica por su posicionamiento con la Revolución portuguesa de los Claveles, sobre la que escribe varios artículos críticos que no son bien recibidos en Destino. En diciembre de 1975, finaliza su colaboración con esta revista.
En los últimos años, su visión de mundo ha ido haciéndose, según Xavier Pla, “inmovilista, más agria, y quizá también amarga”. Poco ayudaron en este sentido nuevas y viejas polémicas, como la negativa del jurado a concederle, convocatoria tras convocatoria, el Premio de Honor de las Letras Catalanas, que concedía Ómnium Cultural, a pesar del papel que desempeñó en la posguerra en defensa de la literatura contemporánea en catalán, de la que fue su máximo valedor.
Un prestigio consolidado
De esta biografía sorprenden muchas cosas que ya estaban más o menos apuntadas en otros libros, aunque las numerosas citas personales que se utilizan, procedentes de las cartas que escribió y recibió, permiten matizar mucho algunas opiniones y desvelar aspectos concretos de su vida. Lo que más llama la atención es su obsesión por la escritura, presente en todas las etapas de su vida, aunque más fructífera en su larga estancia en el Mas Pla después de la Guerra Civil. Para Pla, su vocación literaria estaba por encima de todo.
Además, hay que destacar su gran capacidad de trabajo, el arraigo a su tierra y a los paisajes del Ampurdán, su curiosidad inabarcable y el protagonismo que adquirió su figura en la cultura en lengua catalana del franquismo. Eso sí, como demuestra esta biografía, aunque sea uno de los máximos representantes de la literatura memorialística, camufló bastante bien su propia intimidad.
(1) Un corazón furtivo. Vida de Josep Pla. Xavier Pla. Destino. Barcelona (2024). 1.568 págs. 34,90 € (papel) 12,99 € (digital). T.o.: Un cor furtiu. Vida de Josep Pla. Traducción: Ana Ciurans Ferrándiz, Olga García Arrabal y Francesc Ribes.
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