La anterior novela de este
periodista sueco reciclado en escritor de best-seller, El abuelo que saltó por la ventana y se largó, se convirtió en 2012 en uno de los fenómenos
editoriales internacionales, con millones de ejemplares vendidos en todo el
mundo. La novela contaba las disparatadas aventuras de un personaje que
protagoniza una insólita huida de una residencia de ancianos, repleta después
de numerosas y estrambóticas aventuras. Personalmente me sorprendió el
fulminante éxito de esta novela, llena a mi juicio de debilidades,
reiteraciones y de gags cómicos mayoritariamente burdos.
Pero
se vendió bien, muy bien, y el autor ha sacado la moraleja de que este tipo de
novelas tienen su público y, por lo tanto, lo que hay que hacer es darle
historias cuanto más absurdas mejor.
La
que protagoniza la joven sudafricana Nombeko no tiene nada que envidiar a la
del centenario Allan. Las primeras páginas describen su vida en el barrio de
Soweto, en Johannesburgo. La joven Nombeko trabaja vaciando letrinas. Pero el
deprimente espectáculo de miseria y pobreza que ve a su alrededor despierta sus
ansias de saber. Nombeko es una chica con la cabeza muy bien amueblada que,
además, tiene una increíble habilidad para los números y la lectura. Pronto
sobresale entre sus compañeros y consigue ser la encargada, pero de nada le
sirve pues sus jefes lo que no quieren es precisamente gente espabilada.
Nombeko acaba abandonando su trabajo y decide iniciar una nueva vida, aunque su
primer día de libertad es atropellada por un conductor alcohólico blanco.
Estamos en los años 60, cuando Sudáfrica era un país racista. Aunque la culpa
es del conductor, un ingeniero holandés, Nombeko es condenada a trabajar siete
años para él como criada.
El
ingeniero se dedica en secreto a trabajar para el gobierno sudafricano en la
fabricación de bombas atómicas. Pero se trata de un mentiroso y un manipulador
que además desconoce los rudimentos científicos. Nombeko, que había aprendido a
leer en una chabola de su anterior barrio, se convierte gracias a sus
constantes lecturas en una experta en energía atómica y saca a su jefe de
numerosos atolladeros. La primera parte de la novela finaliza con la muerte de
su jefe y la intervención de los servicios secretos de Mossad israelí para
sacar del país una bomba atómica. Nombeko, que colabora en esta operación, pide
a sus socios que la dejen abandonar el país y se traslada a Suecia.
A
la vez que se cuenta esta desmesurada historia, el autor, en capítulos
alternos, describe también la alocada vida de un matrimonio sueco cuyo marido,
Ingmar Qvist, tiene un único objeto en la vida: saludar personalmente al rey de
Suecia. Sin embargo, cuando llega la ocasión, el desprecio del rey hacia su
persona lo convierte en un furibundo republicano. Cuando tiene mellizos, a los
que pone el mismo nombre, Holger, los prepara para que le ayuden a ejecutar su
venganza.
En
la segunda parte, los destinos de estos hijos y los de Nombeko se cruzan, con
la bomba atómica en Suecia (por un error, ha ido a parar a este país en vez de
a Israel). Las aventuras se suceden de manera disparatada, con los mismos
recursos y efectos que El abuelo que saltó por la ventana y se largó.
Por
la novela desfilan también líderes mundiales, los servicios secretos de unos
cuantos países, la monarquía sueca –con su peso en el desarrollo de la parte
final-, la vida en la Sudáfrica racista y en la Suecia socialdemócrata, la vida
cotidiana del país nórdico, etc. Todo está plagado de continuos golpes cómicos,
que rompen el desarrollo lógico dela trama. Los personajes principales y
secundarios tienen que estar dominados por alguna manía, para facilitar así la
irrupción de la locura humorística. Nada sucede de manera coherente ni lógica,
aunque los únicos que poseen algo de cordura y sentido común son la habilidosa
Nombeko y uno de los hermanos Helger.
Como esto del
sentido del humor es algo muy personal, seguro que hay lectores que a lo mejor
disfrutan con la novela y otros que, como ya les sucedió con la novela
anterior, a partir de la página 50 se arrepentirán de haberla empezado a leer.
Vuelvo a repetir que a mí me parecen unas novelas absurdas, reiterativas,
falsas, que explotan un sentido del humor fácil, grueso y obvio. Y otra vez la
novela es larga, muy larga.
La analfabeta que era un genio de los números
Jonas Jonasson
Salamandra. Barcelona (2014)
416 págs. 19 €.
T.o.: Analfabetem
som kunde rükna.
Traducción: Sofia Pascual Pape.
Conozco las do novelas, he leído algunas reseñas acerca de estas. Ninguna me llama la atención. Además, este tipo de humor fácil, no me gusta. Que el autor haya decidido volver a probar con la fórmula que le funcionó en el primer libro, y no hacer algo nuevo, dice mucho.
ResponderEliminar