miércoles, 9 de noviembre de 2016

“Patria”, de Fernando Aramburu


Autor de una sólida obra literaria que comenzó en 1996 con la novela Fuegos con limón, Aramburu (San Sebastián, 1959), residente en Alemania desde 1985, ha abordado en diferentes ocasiones, en clave literaria, la convulsa realidad social y política del País Vasco. Lo hizo, por ejemplo, en los espléndidos relatos de Los peces de la amargura (2012).  Ahora, de manera muy ambiciosa, domina absolutamente Patria, novela que abarca cuarenta años de la historia del País Vasco con unos temas que, salvo puntuales excepciones, han aparecido muy poco en la literatura y en otras manifestaciones culturales, señal de que también aquí, como en tantos otros campos, se ha extendido un ominoso silencio por temor a las represalias .
La novela comienza cuando Bittori, viuda de Txato, un empresario asesinado por ETA, decide regresar a su pueblo en 2011, después de que la banda terrorista anunciase el cese de la lucha armada. Su intermitente regreso –mientras sigue viviendo en San Sebastián, a donde la familia tuvo que trasladarse tras el atentado- provoca malestar en el pueblo, que ven su vuelta como una osada y deliberada provocación. Bittori vuelve también con la idea de desentrañar los pormenores del asesinato de su marido, en el que estuvo implicado Joxe Mari, hijo de unos vecinos, precisamente la familia con la que mantenían más amistad y ahora en prisión.
La novela se centra en las vidas de los miembros de las dos familias, las formadas por Miren y Joxian, los padres de Joxe Mari, Arantxa y Gorka, y la formada por Bittori, su marido asesinado y sus hijos Nerea y Xabier. Aunque la novela tiene un implícito recorrido cronológico, avanza a golpe de capítulos cortos protagonizados por estos miembros, de los que se relata algún aspecto de sus vidas, en el pasado y en el presente, a la vez que se describe el opresivo clima moral que se vive especialmente en las localidades pequeñas del País Vasco, donde los objetivos de la banda ETA son asimilados y obedecidos, directa o indirectamente, por casi toda la sociedad.
El autor, criado en este ambiente, describe con mucho acierto la vida cotidiana, con sus momentos de doméstica normalidad y sus perversiones emotivas, marcadas por la lucha armada, que todo lo justifica, no solo el asesinato sino también el desprecio, la marginación y el silencio. Es lo que viven Txato, natural de Euskadi y apolítico, y su familia después de que ETA les señalase por no pagar el impuesto revolucionario. A nadie parece importar que la familia viva permanentemente amenazada, con insultos diarios, con pintadas amenazadoras y con avisos de una futura ejecución. Miraron para otro lado.
Las vidas de estos personajes están marcadas por su vinculación con la causa abertzale, que unos muestran de manera entusiasta –Joxe Mari, asiduo de la kale borroka, acaba militando en ETA hasta que es detenido- y otros hacen lo justo para no ser señalados y buscan la mínima oportunidad para abandonar el pueblo, como hacen Arantxa y Gorka y también Xabier.  En la novela tienen un especial protagonismo las mujeres, Bittori, la viuda que pierde la fe en todo, también en Dios, y que se vuelve sarcástica con su vida y la de los demás; y Miren, totalmente absorbida por la causa etarra, actitud con la que está así más unida a su hijo Joxe Mari, al que acude a ver a una prisión andaluza una vez al mes.
Técnicamente, la novela está construida sobre la base del realismo y el costumbrismo. El autor esquiva el desarrollo lineal mediante un gran trabajo en la composición de la trama, que transcurre en diferentes tiempos. También se huye del maniqueísmo, aunque el punto de vista narrativo muestra de manera agobiante los métodos de un nacionalismo exacerbado. Como ha contado el autor en una entrevista, “allí donde se sacraliza la nación, se impone un filtro y solo los puros atraviesan sus orificios. Al resto hay que eliminarlo, no solo físicamente, sino que hay que silenciarlos, haciendo que se vayan, marginarlos”.
Con minuciosidad, aparece como telón de fondo de fondo las luces y las sombras de la sociedad vasca, retratada desde la perspectiva y sentimientos del autor, oculto pero presente para subrayar explícitamente algunas moralinas. Por ejemplo, se critica con dureza al sacerdote del pueblo donde transcurre la acción (y, por extensión, a la Iglesia), Don Serapio, personaje del que cada vez que aparece en escena se subraya su mal aliento y su viscosa manía de tocar a los demás, detalles que refuerzan que estamos ante un personaje desagradable.
Los hijos de las familias protagonistas trasladan a sus vidas personales los problemas sociales y humanos que padecen; así, las relaciones son casi siempre conflictivas, tirantes, rotas, desestructuradas. Xabier, por ejemplo, un médico prestigioso, es incapaz de encontrar a nadie con quien compartir su vida; Nerea, superficial y frívola, egoísta, vive una alambicada relación con Quique salpicada de constantes y mutuas infidelidades. Arantxa, que ha sobrevivido a un grave ictus, se ha separado de su marido. Entre todos, solo parece haber encontrado la verdadera felicidad Gorka, escritor y locutor de radio, homosexual, persona muy independiente, culta y sensible.
La novela es, pues, ambiciosa en sus objetivos literarios, abordados con profesionalidad por el autor, que ha desplegado múltiples registros literarios gracias a un exigente trabajo, nada complaciente con el lector. Y, a la vez, pone el dedo en la llaga, sin que la novela se convierta en un panfleto, en problemas que continúan muy candentes en la sociedad vasca, como la justificación del uso premeditado de la violencia y el lugar de las víctimas del terrorismo. 
Patria
Fernando Aramburu
Tusquets. Barcelona (2016)
648 págs. 22.90 €.

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