Tercer libro que se publica en España del periodista polaco Jacek Hugo-Bader (1957), al que suele calificarse como heredero de Ryszard Kapuscinski, lo mismo que a la también periodista Margo Rejmer. Como los anteriores, Delirio blanco y Diarios de Kolimá, En el valle del paraíso describe las ruinas de la URSS tras su desintegración. Este volumen contiene reportajes de sus viajes desde 1990 hasta el año 2000.
La técnica que emplea es parecida a la de la premio Nobel Svetlana Alexiévich; él también construye sus crónicas sobre conversaciones con infinidad de gente anónima y corriente; no son entrevistas ortodoxas sino una selección de momentos especiales de las largas conversaciones que ha mantenido con ellos. Como Alexiévich, también el autor quiere definir con sus libros la pervivencia de la vida y el pensamiento del homo sovieticus.
El libro está dividido en apartados donde el autor ha agrupado bloques de estas conversaciones en torno a un tema común. Lo que les une es mostrar las persistentes huellas del comunismo y, de manera especial, las cicatrices que todavía son bien visibles en la manera de funcionar tanto en la vida política y social como en las relaciones humanas.
El libro se abre con una conversación especial, la que mantiene con el camarada Kaláshnikov, que realizó y publicó en 1993 y donde aparece una idea que se va a repetir en muchas ocasiones, sobre todo por parte de las personas más mayores: la desaparición de la URSS solo ha traído anarquía y caos. Por eso, como buenos patriotas, anhelan el sistema de valores y el orden de la antigua URSS. Cuando las preguntas de Hugo-Bader no son complacientes con los métodos totalitarios de la URSS, la respuesta de muchos de sus entrevistados suele ser casi siempre la misma: “el hombre soviético ha sido entrenado para guardar silencio”.
El autor pone después el foco en el destino del pueblo tártaro asentado en la provincia de Crimea. Sufrió persecuciones, asesinatos y deportaciones en diferentes momentos de la historia del siglo XX. A partir de 1964, se les permitió el retorno a Crimea, pero no pudieron recuperar ni sus casas ni sus tierras. Luego habla de un grupo de refugiadas chechenas que conoció en un polideportivo, donde están viviendo de manera miserable mientras buscan el paradero de sus hijos, alistados en el ejército durante la guerra y de los que no tienen noticia.
En otros capítulos describe la diáspora de miles de judíos que fueron víctimas del antisemitismo persistente en la URSS. A muchos de ellos los trasladaron al Lejano Este, a Jabárovsk del Amur, donde fracasó la idea de construir un estado solamente para judíos. Hugo-Bader entrevista a los científicos que se encargan del mausoleo de Lenin, a representantes del colectivo de soldados mutilados en la guerra de Afganistán, a generales que ya están jubilados, a la primera mujer rusa que viajó al espacio. Se desplaza hasta la ciudad cerrada de Yámburg, cerca del mar de Kara, sede de la todopoderosa empresa Gazprom. Comprueba el directo la extensión de la corrupción y el tráfico de drogas en la república ahora independiente de Kirguistán. En Kazajistán, es testigo de las consecuencias de las explosiones nucleares secretas (469 entre 1949 y 1989) que tuvieron lugar en la zona. Con las letras del grupo musical Liubé, analiza cómo funciona la mafia y el crimen organizado en la ciudad de Liúbertsi.
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