jueves, 21 de marzo de 2013

“Intemperie”, de Jesús Carrasco


 

Incluso antes de su publicación, esta novela, la primera de su autor (Badajoz, 1972), ya se había convertido en un éxito internacional. En la pasada Feria de Francfort, el libro fue vendido a un buen número de países. Gracias a una hábil campaña de marketing, Intemperie es ya una novela muy leída y comentada, con numerosas presentaciones en ciudades españoles y con un número inusual de entrevistas con el autor en muchos medios de comunicación. Aunque esto no significa vender muchos libros, está claro que en este caso el marketing ha ayudado bastante.

La novela está ambientada en un espacio sin nombre, aunque muchos de los rasgos pertenecen a la España rural del sur. Tampoco se especifica en qué tiempo transcurre la acción, aunque algunos detalles pueden situar la novela en la posguerra. La acción es mínima: un niño decide escaparse de su familia y pueblo; oculto, ve cómo le buscan por todos los lados. Consigue fugarse y en su huida, peligrosa, se encuentra con un pastor de cabras que le acoge sin preguntar nada. Pero la búsqueda continua y en un momento dado, mientras el niño está escondido, aparece el alguacil con sus ayudantes, la persona que parece mostrar más interés en dar con el paradero del niño. No lo encuentran, pero propinan una paliza al cabrero que está a punto de acabar con su vida. A partir de ese momento, el destino del cabrero y del niño parece más unido que nunca y lo que viene a continuación es la defensa de la ética y de la dignidad por parte de los que parecen más débiles y desheredados.

No oculta el autor sus influencias, que parecen situarse entre la ambientación rural e infantil de algunas novelas de Delibes (como Las ratas), la sobriedad narrativa del mexicano Juan Rulfo, la desnuda y cruda poesía y violencia de las novelas de Cormac McCarthy y el imaginario procedente del mundo de las películas de Hollywood. El autor, en una entrevista, asimilando estas influencias, califica su novela como un posible western hispánico.

Lo más importante es el estilo. Carrasco huye de proporcionar toda la información de lo que está pasando y se limita principalmente a evocar y sugerir. En la primera parte de la novela no sabemos por qué huye el niño, ni entendemos su relación con el cabrero; a esta sensación contribuyen la ausencia de datos espaciales y temporales. Un niño, desvalido, huye en un territorio hostil, amenazado por la sequía, la falta de alimentos y la desolación más absoluta. El cabrero es un hombre de pocas palabras que vive al día con sus cabras y su perro; no le interesa conocer ni quién es el niño ni las razones de su estado ni de su huida. Parece como si los dos hubiesen aceptado sus destinos, lo que se refuerza con algunos episodios que provocan su unión y dependencia.

El estilo es sobrio, desnudo, esencial, poético. Es cierto que en algunos momentos el autor cae en una posible afectación, al rebuscar en el empleo de algunos términos y al barroquizar algunas sensaciones y descripciones. Pero, en general, el estilo, muy tenue, resulta tremendamente eficaz para transmitir de una manera descarnada y en ocasiones distante un mundo que ha sido reducido a unos valores esenciales y muy humanos, a pesar de la crudeza y violencia de algunos pasajes y del primitivismo de la ambientación rural.

 
Intemperie
Jesús Carrasco
Seix Barral. Barcelona (2013)
224 págs. 16,50 €.

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