miércoles, 5 de febrero de 2014

“Rusia”, de Robert Byron




Educado en Eton y Oxford, viajero empedernido, Robert Byron (1905-1941) recorrió Italia, Grecia, Turquía, Rusia y Asia central para cumplir con el objetivo que señala en el prólogo de este libro: el viajero “sólo puede conocer el mundo (...) cuando lo ve, lo oye, lo huele”. Sus inclinaciones artísticas le llevan a detenerse especialmente en palacios, museos, catedrales, mezquitas... donde contempla la perennidad del arte antiguo, del que es todo un especialista. Cuando en febrero de 1941 emprendió viaje rumbo a Oriente, un submarino alemán torpedeó el carguero en el que viajaba.

Invitado por el embajador británico en Rusia, Byron viaja a finales de 1931, cuando ya había publicado uno de sus libros más conocidos, The Station (1928), un recorrido por la Grecia rural y monástica. La editorial Confluencias ha publicado también Europa en el parabrisas, un juvenil periplo desde Londres a Grecia. En 1933, el relato de su viaje a Rusia se publicó junto con la crónica que escribió de su visita a Tíbet en 1929; el volumen conjunto llevaba por título First Rusia, then Tibet. Confluencias publicará próximamente la expedición a Tíbet. Para Robert Byron se trataba de ofrecer en un solo volumen los polos opuestos de la Revolución Industrial: por un lado, el Tíbet, detenido en el tiempo; por otro, Rusia, embarcada en una grandilocuente aventura de transformación económica y social a través del comunismo.

A diferencia de sus otros libros de viajes, más narrativos, Byron dedica en este caso varios capítulos a analizar los fundamentos antropológicos y filosóficos del comunismo. Estamos a comienzos de la década de los años 30, cuando Stalin ya ha tomado las riendas del Partido Comunista, apenas quince años después de la Revolución de Octubre y cuando en todo el mundo lo que estaba pasando en Rusia se vivía con un entusiasmado interés. Sin embargo, Byron no se dejó persuadir por la propaganda. Como escribe José Jesús Fornieles, traductor y autor del prólogo: “lo extraordinario de Robert Byron, lo realmente extraordinario, es que en un tiempo en el que el comunismo llenaba de esperanza e ilusiones a medio mundo, pudo ver y decir que se trataba de un sistema imposible de realizar, y que lo que existía ya en Rusia no era más que un sistema de terror, en el que el hermano espiaba al hermano, y el hijo denunciaba al padre”.

A continuación comienza propiamente el relato su viaje. Byron viaja a Rusia no para ver los logros, o fracasos, del bolchevismo y el Plan Quinquenal sino para encontrarse con la Rusia antigua e inmortal. No le resulta fácil. “En Rusia –escribe- la tradición ha sucumbido por completo al virus de la máquina”. Los que sienten aprecio por la Rusia antigua, la arquitectura de los viejos tiempos, los restos de la civilización bizantina y las iglesias ortodoxas diseminadas por las ciudades que recorre son, como tantos otros intelectuales, sospechosos de enemigos del régimen comunista. A pesar de las dificultades, recorre Moscú, Leningrado, Veloki Nóvgorod, Yaroslavl, Sergievo y también Ucrania, donde concluyó su periplo en marzo de 1932.

Dedica una especial atención a comentar varias obras artísticas muy significativas. Una de ellas, al famoso icono del monje Andrei Rublev sobre la Trinidad, realizado alrededor de 1410 y que se convertiría en el estandarte de la ortodoxia artística a partir del Concilio de 1551. Otra de las obras que destaca es el icono de la Virgen de san Vladimir.

Byron acudió a este viaje muy influenciado por la lectura de La decadencia de Occidente, el ensayo de Oswald Spengler. La contemplación del comunismo en su momento de máximo esplendor teórico y retórico le lleva a compartir las tesis de Spengler sobre el cambio de ciclo que se avecina y cómo los valores de la cultura occidental, tan admirados por el autor, están en peligro de desaparición por el terremoto de las nuevas ideas sociales, económicas y políticas que también amenazan con imponer una revolución artística.



Rusia
Robert Byron
Confluencias. Almería (2013)
230 págs. 20 €.
T.o.: First Rusia, then Tibet.
Traducción: José Jesús Fornieles.

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