Tanto Mi planta de naranja
lima como Vamos a calentar el sol están inspirados en la propia
biografía del brasileño José Mauro de Vasconcelos (1920-1984), autor que
conecta su literatura con la narrativa popular, en la que tienen una especial
presencia los más desfavorecidos.
Vamos
a calentar el sol (1974) tiene como personaje principal también a
Zezé, el inolvidable niño que protagonizó las tiernas e inolvidables aventuras
de Mi planta de naranja lima (1968), obra muy leída que se ha convertido
por méritos propios en un clásico contemporáneo por su sugestiva capacidad de
reflejar la alegría y el dolor de la infancia. Aunque el protagonista es un
niño, es un libro para todas las edades, como esta novela, que comienza cuando
Zezé tiene once años y ha sido adoptado por una familia de buena posición que
viven en la ciudad brasileña de Natal. Su nueva familia le proporciona los
medios necesarios para que estudie, se prepare bien y así pueda ayudar después
a su pobre familia.
Pero
Zezé no es feliz. La madre le obliga a estar horas y horas ejercitándose en el
piano, lo que Zezé odia con todas sus fuerzas. El padre, por su parte, mantiene
con Zezé una actitud distante y fría, lo mismo que su hermana mayor. Al igual
que en Mi planta de naranja lima, Zezé sigue siendo un niño triste y
solitario que utiliza la imaginación para suplir el cariño que no recibe por
parte de los que le rodean. En este caso, se inventa unos confidentes muy
originales a los que abre su alma y su corazón, el sapo cururú Adán y el actor
Maurice Chevalier. También es un niño con una exquisita sensibilidad,
estudioso, amante del cine, la lectura y la natación. Y esto es compatible con
planear cada dos por tres travesuras de las que son víctimas sus compañeros del
colegio de los hermanos maristas donde estudia.
Desde
la perspectiva ingenua e infantil de un niño como Zezé, el narrador, el libro
cuenta su vida en casa y en el internado, las clases, los castigos, los
compañeros, las devociones, las trastadas... Uno de los religiosos, el hermano
Feliciano, es de los pocos que le entienden y le tratan con cariño. Esta
amistad, duradera, es uno de los ingredientes más emotivos del libro.
Lo
más destacado del libro es la evolución que vive Zezé desde la infancia hasta
la adolescencia. Aunque sigue siendo un niño con muchas carencias afectivas, la
vida, los libros, la amistad con el hermano Feliciano y las afectuosas
conversaciones que tiene con sus confidentes le han enseñado a madurar y
a ser más fuerte, a pesar de seguir haciendo de vez en cuando de las suyas.
Esta progresiva transformación del carácter se traslada al estilo, cada vez
menos inocente, y en los interrogantes que se le abren cuando entra de lleno en
los 15 años, edad en la que descubre por fin el amor, sabe que tendrá que
abandonar la casa familiar y decidir por fin qué va a estudiar en el futuro. El
último capítulo, escrito muchos años después, explica la nostalgia de aquella
infancia que siente el protagonista, al que le asaltan tantos y tantos
recuerdos.
Aunque
no tiene la fuerza emotiva ni literaria que Mi planta de naranja lima,
más centrada en unos cuantos episodios de la vida del niño Zezé, Vamos a
calentar el sol es una novela que también reivindica la fantasía y la
imaginación de la infancia. Como se recoge en una cita de Jean-Jacques Rousseau
que figura en los créditos finales de esta edición, “la infancia tiene sus
propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender
restituirlas por las nuestras”. Describir este particular mundo desde dentro es
el gran acierto de estas dos novelas.
Vamos a calentar el sol
José Mauro de Vasconcelos
Libros del Asteroide. Barcelona (2014)
328 págs. 16,95 €.
T.o.: Vamos Aquecer o Sol.Traducción: Carlos Manzano.
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