sábado, 17 de marzo de 2018

“Setenta días en Rusia. Lo que yo vi”, de Ángel Pestaña


Ángel Pestaña (1886-1937), secretario general de la CNT en 1929 y también desde 1930 a 1932, fue uno de los fundadores en 1932 del Partido Sindicalista (1932). Además, fue diputado por Cádiz en las Cortes Generales y desempeñó otros muchos puestos ligados a su actividad anarquista, por la que estuvo en prisión y hasta sufrió un atentado en 1922 por parte de pistoleros del Sindicato Libre. En 1917, fue nombrado director del diario Solidaridad Obrera, órgano oficial de difusión de la CNT. Escribió muchas críticas periodísticas y textos autobiográficos.
En 1919, la CNT, en el Congreso de la Comedia, le eligió, junto con otros dos compañeros, para que viajasen a la URSS y presentar la adhesión de la CNT a la Internacional Comunista de Moscú. Su viaje coincide con otros muchos que en esas mismas décadas realizaron políticos, sindicalistas, empresarios, escritores, etc., españoles y extranjeros. En 2016 se publicó el ensayo El espejo blanco (Fórcola), en el que se cuentan estos viajes y quiénes los realizaron, que el escritor Giménez Caballero describió de manera irónica como “de romería a Rusia”. También hablo de estos viajes en el capítulo Paraíso e infierno de mi libro Cien años de literatura a la sombra del Gulag (Rialp, 2017).
 Inició Pestaña su viaje en 1920 y tres meses después llegó a la URSS. Fue el único de los tres miembros de la CNT al que se le permitió la entrada. Además de esta concreta intención política, Pestaña viajó para “tener el conocimiento más exacto de la verdadera situación de Rusia”, clave para los futuros movimientos políticos de la CNT en España.
Llegó a Petrogrado en 1920. Durante el viaje en tren hasta la capital en ese momento de Rusia le llamó mucho la atención la profusión de retratos de Marx, Lenin y Trotsky y el desmedido uso de la propaganda, pues había gramófonos por toda la ciudad en los que se retransmitían discursos, como el de Trotsky en el frente de batalla. Sobre los innumerables bustos de Marx que ve por todos los lados, dice  que el régimen ha sucumbido a la “copiosidad fetichista”.


El ambiente que vio en la ciudad era de cambio y a la vez de espera, ya que todavía no había finalizado la guerra civil. La guerra sirvió al régimen para decir al pueblo que debía apretarse el cinturón al máximo y no exigir nada, y menos todavía libertades. Ahora, decían por todos los lados, era el momento de “sufrir”. Pestaña, observador privilegiado, palpa en las calles muy poca alegría por los logros políticos de la Revolución. Al contrario, por todos los lados le sorprende la tristeza, el silencio impenetrable, la sensación de tedio.
En Petrogrado se encuentra con Victor Serge, con quien había coincidido en Barcelona. En las conversaciones privadas que mantienen, Serge se mostró crítico con el régimen (años después sería purgado y desterrado y consiguió salvar su vida gracias a la presión internacional). A los pocos días,pestaña viajó a Moscú para asistir al Tercer Congreso de la Internacional y a la Internacional Sindical Roja. En el viaje coincidió con Zinóviev, presidente de la Tercera Internacional y miembro del Comité Político del PCUS. En sus conversaciones hablan del papel del Estado, que para los comunistas es la piedra angular del régimen y que Pestaña juzga con cierto resquemor anarquista: “aquí hay un patrono, el Estado; y un proletariado; el pueblo”. En Moscú, además de los actos a los Congresos, tuvo tiempo para pasar unos días de excursión por el Volga, que Pestaña describe de manera crítica, pues mientras observa la angustia y la pobreza que palpa por todos los lados, en este viaje con otros políticos reciben múltiples y estupendos agasajos y banquetes que considera desproporcionados.
En su libro, con mucho método, Pestaña pone por escrito sus observaciones de las visitas oficiales que realizan a determinados organismos de la URSS. Estas páginas resultan muy interesantes, pues Pestaña no es de los políticos que se dejan convencer fácilmente por los argumentos propagandísticos comunistas y cuestiona muchas de las realidades que le presentan, como la utilización partidista del sindicalismo, lo que según él supone su agonía y desaparición: “el sindicato no es un organismo al cual el obrero aporte su iniciativa individual, sino que es el Comité Ejecutivo quien piensa y ordena en nombre del sindicato”. En esta misma línea de democracia totalitaria, cuestiona el papel del Partido Comunista en el ejercicio del poder, lo que convierte a los comunistas en los únicos representantes de los trabajadores permitidos. No entiende tampoco las tarifas establecidas para dividir los salarios de los trabajadores, medida que a su juicio sólo fomenta la desigualdad.
Asiste a una fiesta multitudinaria  en la Plaza Roja, a la que asistieron, de manera obligatoria, unas 300.000 personas. Pestaña describe la organización del acto y destaca cómo hay un oficial destinado a “indicar al grupo de líneas los gritos y ¡hurras! Reglamentarios que había de lanzar”. Y concluye: “vimos aquello y nos invadió una gran tristeza. La farsa que allí se representaba no podía ser más indigna, ni más infame”.
Su análisis del país incluye también los sectores de la vivienda, la instrucción pública (donde también destaca el excesivo centralismo), el transporte ferroviario, el Comisariado del Trabajo, los Trenes de Propaganda, una visita oficial a la Oficina Central de Cooperativas… Sobre el campesinado, Pestaña vuelve a mostrar su lado más crítico: “las disposiciones del partido gobernante, más que a mejorar o desarrollar las instituciones y el espíritu comunista del campesino ruso, vinieron a ser una traba, un estorbo, un obstáculo que impedía su pleno desarrollo y desenvolvimiento”. Y afirma que las requisiciones obligatorias que se hicieron a los campesinos, junto con la existencia de la Checa (ya muy activa en el año 1920) son “las dos páginas negras de la política bolchevique”.
 Poco antes de regresar a España, después de setenta días en Rusia, tiene la oportunidad de entrevistarse con Lenin: hablan sobre el Estado, el comunismo y el anarquismo. Pestaña le comenta algunas cuestiones que ha observado y con las que se encuentra incómodo, sobre todo en lo que se refiere a la dictadura del Estado.
Sobre este viaje, Pestaña escribió un informe a la dirección de la CNT que marcó la pauta de las posteriores relaciones críticas entre los comunistas y anarquistas. Después, convirtió este Informe en dos libros que publicó sobre Rusia en la editorial Cosmos en 1924: éste y Setenta días en Rusia. Lo yo pienso. Así concluye su libro un observador muy agudo desde todos los puntos de vista: “Sin apasionamientos, sin sarcasmos, sin injurias, hemos relatado lo que vimos durante nuestra estancia en Rusia”.


Setenta días en Rusia. Lo que yo vi
Ángel Pestaña
Almuzara. Córdoba (2018)
218 págs. 19,95 €.

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