Nuevo libro de relatos del escritor y periodista Alberto de Frutos (Madrid, 1979), el quinto, en el que vuelve a demostrar su maestría a la hora de dominar un género sinuoso, multiforme, especial. Al igual que los relatos agrupados en los volúmenes anteriores (Utopías, La soledad dejó de ser perfecta, Familias estructuradas, Tiempo y costumbres), muchos de los cuentos de este volumen han conseguido destacados premios literarios, lo que demuestra a las claras que Alberto de Frutos es una de las voces contemporáneas más sólidas de un género que, por desgracia, en muchos frentes (sobre todo en el comercial, pero también en el académico y en la crítica literaria) se sigue tratando como de segunda división. Solo los autores de novelas de renombre adquieren cierta notoriedad cuando publican un libro de relatos, aunque estos, como suele ser habitual, no estén a la altura. Desde aquí, reivindico la actualidad del cuento literario: gracias a su brevedad y variedad permite conocer aspectos inéditos de una realidad instantánea, parcial, subjetiva y fragmentada que resulta imposible de abarcar.
En su nuevo libro, Verdes hojas ovaladas, el autor muestra su soltura en el género. Todos transcurren con naturalidad y desde las primeras líneas desarrollan ideas interesantes y situaciones cotidianas. No hay, en su caso, ningún interés vanguardista en los planteamientos ni en los personajes y deja para otros el estruendo de los fuegos artificiales estilísticos. Sus relatos se asientan en un realismo convincente, nada sofisticado, real, no impostado. Lo mismo sucede con los personajes, tomados de la compleja y fluctuante vida misma.
En este volumen, abundan los cuentos basados en las relaciones familiares. Parejas que no encuentran su sitio, padres e hijos que no se entienden, desenlaces insólitos de conflictos íntimos, las grietas y fracturas del paso del tiempo… Y amores fracasados, como el primero de los relatos, “MacGyver”, en el que el autor ha acertado a condensar los primeros y hasta ridículos amores juveniles. Hay también lugar para la amena sátira, como “El verdugo de escritores”; para el costumbrismo emotivo, como el relato que disecciona la relación de su padre con el coche de toda la vida, “Semáforos rojos”; y relatos muy intimistas y poéticos, como “Repoblación”, en el que el narrador visita el pueblo de su padre: “¿Qué hará el pueblo de mi padre para sobrevivirse ahora que él ha muerto?”. El volumen contiene dieciséis relatos.
De este libro destacaría la atrayente, compasiva y lúcida mirada del autor sobre los personajes y la presencia de una realidad nada prepotente ni vanidosa sino sencilla y a la altura de sus protagonistas; y el estilo, siempre manso, transparente y esencial.
Verdes hojas ovaladas
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