Dejando
a un lado sus novelas sobre el capitán Alatriste, en sus últimos
libros parece como si Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) quisiera
quitarse el sambenito de mero escritor de novelas de aventuras. Tanto
El pintor de batallas como El asedio son novelas en las
que hay un proceso de indagación sobre la condición humana desde
una perspectiva desencantada y crítica, actitud que el popular
escritor reitera también en sus artículos periodísticos. Para
conseguir este efecto, suele basarse en personajes que poseen muchos
de los rasgos del propio autor: actitud crítica pero desapasionada
ante la vida, visión negativa de la condición humana y total
ausencia de certezas más o menos existenciales y trascendentes. Así,
sus habituales protagonistas –el fotógrafo y pintor Andrés
Faulques, el inspector Rogelio Tizón, el marino Pepe Lobo y también
la armadora Lolita Palma, a los que hay que sumar los de esta novela:
Max Costa y Mecha Inzunza- son seres descreídos, autosuficientes,
desengañados, cansados de la vida, cínicos, desafiantes con lo que
les rodea y pesimistas ante el destino que les ha tocado vivir. Esta
fidelidad a un estereotipo, marca de la casa en Pérez-Reverte, añade
a sus novelas dramatismo, pesimismo y desengaño, pero también las
hace, en sus planteamientos existenciales, planas, reiterativas,
previsibles y vacías.
A
estas alturas, nadie discute la capacidad de Pérez-Reverte para
construir argumentos y para sacar el máximo partido a la
ambientación. Como demuestra en esta novela, Pérez-Reverte es un
escritor obsesionado con los detalles y la verosimilitud ambiental.
Suele documentarse al máximo, y en esta novela más que en ninguna
otra. El tango de la Guardia Vieja transcurre en diferentes
momentos históricos, en 1928 en un crucero que finaliza en Buenos
Aires; en 1937 en la ciudad francesa de Niza; y en 1966, en la ciudad
italiana de Sorrento. Con un meritorio puntillismo, Pérez-Reverte
carga la mano en las diferentes ambientaciones en las que se mueven
los protagonistas, intentando captar en su novela –y lo consigue
con creces- la atmósfera de cada uno de estos tiempos y lugares.
Hay, pues, un elaborado y perfeccionista trabajo de reconstruir una
época con referencias a la moda, la música, el cine, los lugares,
las costumbres, los objetos y las maneras. Desde este punto de vista,
hay que reconocer que Pérez-Reverte ha realizado un excelente
trabajo.
Sin
embargo, este realismo y esta verosimilitud, impecables y necesarios,
no bastan para construir una buena historia. Más aún, en esta
ocasión, esta obsesión por pintar aquellos tiempos acaba
arrinconando y hasta agobiando a los personajes y a la evolución de
la propia trama.
Los
principales protagonistas de esta novela son Max Costa y Mecha
Inzunza, quienes se conocen en un viaje en barco a Buenos Aires. Max
trabaja en el crucero como bailarín profesional y Mecha, una joven
adinerada, es la esposa del compositor español Armando de Troeye.
Entre Max y Mecha surge una atracción que arranca de la habilidad de
Max para bailar tangos. Ya en Buenos Aires, se ofrece de guía al
matrimonio para enseñarles algunos lugares que frecuentó durante su
infancia y adolescencia, antes de su traslado a España. En esos
lugares, Max les enseña el nacimiento del tango auténtico,
arrabalero, nada turístico ni cosmopolita, el tango de la Guardia
Vieja, que se cantaba y bailaba en locales de mala muerte. Luego
la acción se traslada nueve años después a Niza, donde Max vuelve
a coincidir con Mecha, ahora en otras condiciones, pues Max ha dejado
de ser bailarín para convertirse en un gigoló que vive de robar y
dar sablazos a damas adineradas de la alta sociedad. Max se ve
envuelto en Niza en un peligroso asunto de espías, con maniobras
ocultas del gobierno fascista de Mussolini. Y tras casi treinta años
sin verse, se reencuentran en 1966 en Sorrento, donde Max, con más
de sesenta años, ha asentado la cabeza como chófer de un
prestigioso médico. Sin embargo, Max se presenta ante Mecha como un
galán elegante y adinerado, que ha triunfado en la vida.
La
novela cuenta de manera alterna los sucesos de 1928 y 1937 y los de
1966. En los dos casos, para introducir alguna intriga en la trama,
además de la intensa relación que mantienen los protagonistas, Max
se ve envuelto en peligrosos asuntos. Si en el primero era el mundo
de los espías con el telón de fondo de la Guerra Civil española,
en el segundo se encuentra con el largo brazo de la KGB, que protege
al campeón del mundo de ajedrez, el soviético Sokolov, quien se
enfrenta en Sorrento a un campeonato contra la promesa chilena Jorge
Keller, hijo de Mecha Inzunza.
Pero
lo más importante de esta historia no son estas aventuras sino la
intermitente y alambicada relación que mantienen Mecha y Max. La
ausencia de una realización que vaya más allá de la satisfacción
sexual –algo que se da en otras novelas del autor- se traslada en
ésta al confuso trato afectivo que mantienen sus protagonistas,
donde el autor quiere añadir, ahí sí, el toque de originalidad y
extrañeza, pues lo que más les une es la actitud que los dos
mantienen ante el sexo. Mecha, con el consentimiento de su marido,
mantiene relaciones sexuales con otros amantes y, por supuesto, con
Max. Y a lo largo de los años, en sus sucesivos reencuentros y
situaciones personales, la relación mantendrá su complejidad y sus
deliberadas ramificaciones oscuras y turbias con las que
Pérez-Reverte, ante la ausencia de otras inquietudes, quiere
convertir su trama en una desasosegante variante de la insatisfacción
existencial.
El tango de la Guardia Vieja
Arturo Pérez-ReverteAlfaguara. Madrid (2012)
498 págs. 21 €.
Algún detalle más sobre lo bueno, que lo hay, y lo malo de "El tango de la Guardia Vieja" en http://lanovelaantihistorica.wordpress.com de 20 de diciembre de 2012.
ResponderEliminarSobre "El asedio" que tiene más de malo que de bueno, misma dirección 20 de julio de 2010.