Ha muerto en Nueva Delhi, a la edad de 99 años, el
escritor Khushwant Singh, uno de los escritores indios de mayor
reconocimiento internacional y que en su novela Tres a Pakistán,
de 1956, publicada en 2011 por Libros del Asteroide, escribió sobre
la traumática creación del estado de Pakistán.
La novela transcurre en
1947, cuando la India, tras su independencia, se dividió en dos
países. En Pakistán, al norte del país, se instalaron los
musulmanes. Pero no fue una transición pacífica. Aquellos sucesos
desataron el odio religioso en todo el país y fallecieron miles de
personas en un estallido incontrolable de violencia que puso fin a
siglos de pacífica convivencia entre las diferentes comunidades
religiosas. El conflicto, de hecho, llega hasta hoy, con frecuentes
enfrentamientos entre los musulmanes, los sijs y los hindúes.
Singh sitúa la acción de su novela en un pequeño
pueblo fronterizo, Mano Majra, donde hasta ese momento las diferentes
religiones habían convivido en una sana y fraternal armonía. Todo,
sin embargo, cambia de golpe, cuando hasta este pueblo perdido,
comunicado con la civilización a través de su vía de tren, llegan
los aires de fanatismo y terror que se han extendido por todo el
país.
La novela comienza con el asesinato del prestamista local de Mano Majra. Uno de los habituales delincuentes del pueblo, Juggut, es detenido y considerado el principal sospechoso, decisión que permite tranquilizar a los habitantes, aunque las autoridades saben que Juggut no ha sido el culpable. También detienen a un activista político, Iqbal, un intelectual que ha viajado hasta aquella zona para hacer prácticas subversivas. El juez encargado de llevar el caso, Hukum Chand, asiste desolado a la cadena de crímenes que se han desatado por la zona y de la que es testigo la aldea de Mano Majra, pues ya han llegado hasta allí varios trenes cargados con miles de cadáveres procedentes de Pakistán y con destino a Pakistán.
En medio de una situación altamente trágica, el
autor selecciona estos personajes como metáforas de las diferentes
maneras de afrontar los dramáticos sucesos de aquellos momentos,
unos hechos que escapan a cualquier tipo de análisis.
El juez Hukum Chand
soporta con resignación su estancia en Mano Majra, alejado de su
familia, y para entretenerse recurre a jóvenes prostitutas con las
que pretende acallar su conciencia. “La vida –se dice- era
demasiado corta para andar teniendo conciencia”. Iqbal, orgulloso,
mira por encima a la población de aquellas aldeas y es quien lanza
los juicios más duros y críticos con lo que está pasando, aunque
por lo que parece él forma parte también del problema más que ser
una solución. El delincuente Juggut, a pesar de su primitivismo, es
sin embargo quien afronta los hechos con más humanidad.
Lo que se cuenta en la novela, muy bien por cierto,
es terrible: la venganza en caliente de musulmanes, hindúes y sijs,
unidos a la hora de elegir la violencia como el mejor medio para
acabar con el enemigo.
Tren a Pakistán
Khushwant Singh
Libros del Asteroide. Barcelona (2011)
248 págs. T.o.: Train to Pakistan.
Traducción: Marta Alcaraz.
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