Publicada en 1959, Sidra con
Rosie es una de las novelas más
leídas de la literatura inglesa. Su autor, el poeta y escritor Laurie Lee
(1914-1997) acertó a describir en ella, con una mirada autobiográfica, la vida
y las costumbres del mundo rural inglés antes de los cambios de vida que se
dieron a partir de 1920, ya finalizada la Primera Guerra Mundial, con el auge
de los medios de transporte, la mejora de las carreteras y el progresivo
abandono de sus habitantes hacia las modernas y cómodas ciudades. Lee no hace
abstracciones sino que basa su novela en sus concretos recuerdos personales,
cuando a partir de los tres años, con el resto de su numerosa familia, se
trasladaron a vivir a Cotswold, en el valle de Slad, cerca de las localidades
de Stroud y Gloucester, en el suroeste de Inglaterra.
El
libro finaliza cuando muchos de sus personajes abandonan Costwold en busca de
una vida mejor. El autor se trasladó a Londres y poco después, en 1920, viajó a
España y a otros países del Mediterráneo en busca de mejor fortuna. Cuatro años
después regresó a Inglaterra y volvió a viajar a España durante la Guerra Civil
como voluntario en las Brigadas Internacionales. Laurie Lee fue periodista,
poeta y escritor. Sus libros más famosos son precisamente sus testimonios
autobiográficos. En Sidra con Rosie recuerda su infancia; su experiencia
como viajero la contó en Una mañana de verano de 1934 y el relato de su
participación en la Guerra Civil aparece en Un instante en la guerra. Sidra
con Rosie fue publicado con anterioridad en 1986, en la editorial Edhasa, y
existe una edición de Península de 2002, titulada Díptico español, donde
figuran sus otros dos libros biográficos.
Pero,
sin lugar a dudas, y con todo merecimiento, Sidra con Rosie es el libro
que le ha dado más popularidad. “Los últimos días de mi infancia –escribe al
inicio del último capítulo- fueron también los últimos días de la aldea (...).
Yo, mi familia, mi generación, nacimos en un mundo de silencio; en un mundo de
trabajo duro y necesaria paciencia, un mundo de espaldas dobladas hacia la
tierra, cuidado manual de los cultivos, dependencia de la meteorología y de las
cosechas; un mundo en que las aldeas eran naves en paisajes vacíos y las
distancias entre ellas largas”. Este es el objetivo del libro: describir desde
la mirada de un niño que crece la vida en ese pequeño pueblo inglés.
Lee comienza
la narración con su llegada a Costwold, las sorpresas que le provocan el
contacto con la naturaleza y los animales, los detalles domésticos, la estrecha
relación con sus hermanos y hermanas. Laurie vive con su madre y seis hermanos
(aunque dos de ellos ya no están con la familia: el mayor vive con su abuela y
una de sus hermanas pequeñas falleció con pocos años). Su padre vive en
Londres, donde trabaja como funcionario; y aunque la madre se pasa la vida
anhelando y esperando el regreso de su marido, lo cierto es que los ha
abandonado.
Uno de los
mejores capítulos del libro está dedicado precisamente a su madre, quien tiene
mucho protagonismo en estos recuerdos. El autor resalta las virtudes de su
madre y algunas curiosas excentricidades, aunque sobresalen su cariño y su
admiración, pus en medio de tantas dificultades, supo transmitirles una visión
optimista de sus circunstancias: “abandonada, asediada por las deudas,
aturdida, desconcertada, condenada a ambiciones que siempre se frustraban,
nuestra madre poseía, a pesar de todo, una alegría inquebrantable que brotaba
como un manantial de aguas termales. Su risa, lo mismo que su llanto, era
espontánea e infantil, y aparecía y desaparecía sin aviso”.
Por
el libro desfilan las impresiones del autor sobre sus hermanos y hermanas, con
los que mantiene muchas vivencias muy personales. También sus tíos: “todos
ellos eran bardos y oráculos: como un círculo de sólidos megalitos de algún
cerro local, curtidos por el tiempo con cicatrices de glorias antiguas”. Y los
vecinos, las abuelas Trill y Wallon.
Con
una prosa perspicaz, detallista, el autor evoca los sonidos y olores de
aquellas tierras. Habla del paso de las estaciones, de la apretada vida en la
cocina, de las festividades y de algunas excursiones que realizan con otros
vecinos. Y recuerda Lee sus numerosas enfermedades, casi siempre al borde de la
muerte en sus primeros años. También aparecen algunos hechos trágicos que
rompen la monotonía de Costwold. Muy entretenidos son los recuerdos que tiene
de la escuela del pueblo y de sus maestras.
El
paso del tiempo cambia las diversiones y las percepciones. La llegada de la
adolescencia transforma el punto de vista. Es el momento del despertar sexual,
de la ya compleja relación con chicas y compañeras de escuela. Laurie percibe
que todo a su alrededor está cambiando y que quizás ha llegado el momento de
decir adiós a todo ese mundo abarcable y cercano que empieza a parecerle
cerrado y estrecho.
Con una gran
calidad literaria, Laurie Lee acierta de lleno en el tono realista y poético de
las evocaciones nostálgicas, sin idealizar en exceso la vida rural y las
relaciones familiares, teniendo en cuenta las numerosas dificultades que su original
familia tiene que pasar. El resultado es una emocionada y entretenida elegía a
un mundo que, tal y como lo conoce y vive el joven protagonista, está a punto
de resquebrajarse y desaparecer.
Sidra con Rosie
Laurie Lee
Nórdica. Madrid (2014)
256 págs. 19,50 €.
T.o.: Cider with
Rosie.
Traducción: José Manuel Álvarez y Ángela Pérez.
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