lunes, 6 de octubre de 2014

“Sidra con Rosie”, de Laurie Lee


Publicada en 1959, Sidra con Rosie  es una de las novelas más leídas de la literatura inglesa. Su autor, el poeta y escritor Laurie Lee (1914-1997) acertó a describir en ella, con una mirada autobiográfica, la vida y las costumbres del mundo rural inglés antes de los cambios de vida que se dieron a partir de 1920, ya finalizada la Primera Guerra Mundial, con el auge de los medios de transporte, la mejora de las carreteras y el progresivo abandono de sus habitantes hacia las modernas y cómodas ciudades. Lee no hace abstracciones sino que basa su novela en sus concretos recuerdos personales, cuando a partir de los tres años, con el resto de su numerosa familia, se trasladaron a vivir a Cotswold, en el valle de Slad, cerca de las localidades de Stroud y Gloucester, en el suroeste de Inglaterra.
            El libro finaliza cuando muchos de sus personajes abandonan Costwold en busca de una vida mejor. El autor se trasladó a Londres y poco después, en 1920, viajó a España y a otros países del Mediterráneo en busca de mejor fortuna. Cuatro años después regresó a Inglaterra y volvió a viajar a España durante la Guerra Civil como voluntario en las Brigadas Internacionales. Laurie Lee fue periodista, poeta y escritor. Sus libros más famosos son precisamente sus testimonios autobiográficos. En Sidra con Rosie recuerda su infancia; su experiencia como viajero la contó en Una mañana de verano de 1934 y el relato de su participación en la Guerra Civil aparece en Un instante en la guerra. Sidra con Rosie fue publicado con anterioridad en 1986, en la editorial Edhasa, y existe una edición de Península de 2002, titulada Díptico español, donde figuran sus otros dos libros biográficos.
            Pero, sin lugar a dudas, y con todo merecimiento, Sidra con Rosie es el libro que le ha dado más popularidad. “Los últimos días de mi infancia –escribe al inicio del último capítulo- fueron también los últimos días de la aldea (...). Yo, mi familia, mi generación, nacimos en un mundo de silencio; en un mundo de trabajo duro y necesaria paciencia, un mundo de espaldas dobladas hacia la tierra, cuidado manual de los cultivos, dependencia de la meteorología y de las cosechas; un mundo en que las aldeas eran naves en paisajes vacíos y las distancias entre ellas largas”. Este es el objetivo del libro: describir desde la mirada de un niño que crece la vida en ese pequeño pueblo inglés.
Lee comienza la narración con su llegada a Costwold, las sorpresas que le provocan el contacto con la naturaleza y los animales, los detalles domésticos, la estrecha relación con sus hermanos y hermanas. Laurie vive con su madre y seis hermanos (aunque dos de ellos ya no están con la familia: el mayor vive con su abuela y una de sus hermanas pequeñas falleció con pocos años). Su padre vive en Londres, donde trabaja como funcionario; y aunque la madre se pasa la vida anhelando y esperando el regreso de su marido, lo cierto es que los ha abandonado.
Uno de los mejores capítulos del libro está dedicado precisamente a su madre, quien tiene mucho protagonismo en estos recuerdos. El autor resalta las virtudes de su madre y algunas curiosas excentricidades, aunque sobresalen su cariño y su admiración, pus en medio de tantas dificultades, supo transmitirles una visión optimista de sus circunstancias: “abandonada, asediada por las deudas, aturdida, desconcertada, condenada a ambiciones que siempre se frustraban, nuestra madre poseía, a pesar de todo, una alegría inquebrantable que brotaba como un manantial de aguas termales. Su risa, lo mismo que su llanto, era espontánea e infantil, y aparecía y desaparecía sin aviso”.
            Por el libro desfilan las impresiones del autor sobre sus hermanos y hermanas, con los que mantiene muchas vivencias muy personales. También sus tíos: “todos ellos eran bardos y oráculos: como un círculo de sólidos megalitos de algún cerro local, curtidos por el tiempo con cicatrices de glorias antiguas”. Y los vecinos, las abuelas Trill y Wallon.
            Con una prosa perspicaz, detallista, el autor evoca los sonidos y olores de aquellas tierras. Habla del paso de las estaciones, de la apretada vida en la cocina, de las festividades y de algunas excursiones que realizan con otros vecinos. Y recuerda Lee sus numerosas enfermedades, casi siempre al borde de la muerte en sus primeros años. También aparecen algunos hechos trágicos que rompen la monotonía de Costwold. Muy entretenidos son los recuerdos que tiene de la escuela del pueblo y de sus maestras.
            El paso del tiempo cambia las diversiones y las percepciones. La llegada de la adolescencia transforma el punto de vista. Es el momento del despertar sexual, de la ya compleja relación con chicas y compañeras de escuela. Laurie percibe que todo a su alrededor está cambiando y que quizás ha llegado el momento de decir adiós a todo ese mundo abarcable y cercano que empieza a parecerle cerrado y estrecho.
Con una gran calidad literaria, Laurie Lee acierta de lleno en el tono realista y poético de las evocaciones nostálgicas, sin idealizar en exceso la vida rural y las relaciones familiares, teniendo en cuenta las numerosas dificultades que su original familia tiene que pasar. El resultado es una emocionada y entretenida elegía a un mundo que, tal y como lo conoce y vive el joven protagonista, está a punto de resquebrajarse y desaparecer.


Sidra con Rosie
Laurie Lee
Nórdica. Madrid (2014)
256 págs. 19,50 €.
T.o.: Cider with Rosie.
Traducción: José Manuel Álvarez y Ángela Pérez.


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