Lidia Chukóvskaia (1907-1996)
convirtió en novela y ficción su propia tragedia personal, una más de las
muchas que sufrieron miles y miles de personas tras la Gran Purga que desató
Stalin en la URSS de 1934 a 1937. Chukóvskaia fue la esposa de Matréi
Bronstein, un eminente físico técnico que fue arrestado en 1937 y ejecutado en
1938, aunque como era práctica normal en el sistema represivo de la URSS a su
mujer le dijeron que había sido condenado a diez años de trabajos forzados en
uno de los numerosos campos que formaban parte del temido Gulag. Años después,
consiguió que su marido fuera rehabilitado y durante la década de los sesenta y
setenta denunció públicamente las persecuciones que sufrieron destacados
escritores e intelectuales como Joseph Brodsky, Andréi Siniavski, Yuri Daniel,
Solzhenitsyn y Sájarov. Como represalia, fue expulsada de la todopoderosa Unión
de Escritores y perdió el derecho a publicar en la URSS.
Chukóvskaia
fue también amiga de la poetisa Anna Ajmátova, otra de las escritoras
represaliadas y autora de su impactante poema Réquiem. Próximamente esta
misma editorial publicará un libro con las conversaciones y vivencias de años
de Chukóvskaia con esta importante escritora, un símbolo de la persecución que
sufrieron durante la dictadura soviética cientos de escritores que prefirieron
ir por libre antes de plegarse a los intereses literarios e ideológicos del realismo
socialista.
Sofia
Petrovna, una ciudadana ejemplar fue escrita muy poco tiempo después de la
detención y ejecución de su marido, en los últimos meses de 1939 e inicios de
1940. “Mi obra –escribió la autora- se escribió con la huella de los acontecimientos
aún fresca en mi mente. Aquí radica la diferencia entre mi relato y cualquiera
otros que estén consagrados a los años 1937-1938”. Escribió esta novela en un
cuaderno escolar que escondió celosamente durante años, sabedora de que si era
descubierta por los servicios secretos sería detenida. Cuando tras la
publicación en 1962 de Un día en la vida de Iván Denisovich, de
Solzhenitsyn, parecía que se respiraba un cierto aperturismo, Chukóvskaia envió
su novela a varias editoriales; en principio, se comprometieron a publicarla,
pero poco después, por presiones de las autoridades, la editorial renunció a
ello con el argumento de que “no hay que abrir viejas heridas y echarles sal”.
Al final, esta novela se publicó en la URSS cincuenta años después.
En
la novela se cuenta el proceso que conduce a la locura de su protagonista,
Sofia Petrovna, “una ciudadana ejemplar”. Tras la muerte de su marido, un
eminente médico, entra a trabajar como mecanógrafa en una importante editorial
de Leningrado. Junto con su hijo, estudiante de Ingeniería, lleva una
existencia cómoda y plácida, totalmente insertada ideológicamente en el
régimen. Participa de las reuniones políticas y sindicales que se celebran en
su empresa y comparte la preocupación por los sabotajes de los enemigos del
pueblo que todos los días aparecen en los medios de comunicación.
Pero
tanto sosiego finaliza cuando de manera inesperada detienen a su modélico hijo
y le acusan de formar parte de una organización terrorista. Sofia recorre las
cárceles en busca de noticias sobre el paradero de su hijo que no encuentra por
ningún lado; pero sobre ella se levantan ya todo tipo de sospechas ideológicas
y comienzan también los problemas en el trabajo y en la comunidad en la que
vive. A su alrededor se teje una malla de desgracias, situación degradante que
va paralela al proceso degenerativo de un régimen represivo que ve enemigos el
pueblo por todos los lados.
“Quería
escribir un libro sobre una sociedad que ha perdido el juicio”. El resultado
consigue sus objetivos, pues la novela refleja muy bien esta peligrosa
transformación. Sofia no es una heroína lírica; ella había creído con todas sus
fuerzas en las bondades del régimen y le cuesta aceptar que todo lo que le pasa
a su hijo y en su trabajo no sea un error (como pensaron también tantos miles
de personas); sin embargo, las evidencias son las que son y el terror, cuando
aparece, lo hace sin contemplaciones.
Marta
Rebón, responsable de una impecable traducción, y Ferran Mateo escriben en el
epílogo que, con esta obra, Lidia Chukóvskaia “combatió el miedo con palabras,
el silencio con el testimonio, la colectivización con la historia individual,
la patraña estatal con la verdad de una ficción literaria”. La novela y el
testimonio personal de Chukóvskaia se suma al de otros muchos que se han
publicado en los últimos años, multiplicando así la literatura sobre la
represión comunista y los Gulag, un reciente y apasionante filón literario.
Sofia Petrovna, una ciudadana
ejemplar
Lidia Chukóvskaia
Errata Naturae. Madrid (2014)
192 págs. 17,50 €.
Traducción: Marta Rebón.
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