Nacido
en Barcelona en 1945, la trayectoria literaria de G. H. Guarch se ha centrado
en novelar algunos sucesos históricos de relieve del siglo XX. Dos de sus obras
más conocidas están dedicadas al genocidio armenio, El árbol armenio y El
testamento armenio, por las que el autor recibió en 2002 la Medalla de Oro
al Mérito Cultural de la República de Armenia y en 2013 la Medalla Movses
Khorenatsi, considerada la más alta distinción cultural armenia.
Corresponsal
en Rusia está dedicada a la Revolución rusa. Su protagonista es Paul
Alexander, un periodista norteamericano, redactor de New York Herald, hijo de emigrantes rusos que se traslada a Rusia
en 1910 para escribir una serie de reportajes sobre la actualidad rusa. Paul,
experto en arte, se traslada a Moscú y Petrogrado y, escribe, “lo que estoy
encontrando en Rusia está muy lejos de lo que creía. Las circunstancias
políticas son mucho más complejas de lo que imaginaba, y tendré que reconocer
que desconocía mucho de lo sucedido en los últimos años”. La estancia se alarga
durante bastante tiempo y aunque regresa a Nueva York en alguna ocasión, Paul
vive en Rusia hasta después de la revolución de Octubre y se convierte en
testigo privilegiado de la vida cultural y política rusa durante esos intensos
años.
Al autor le interesa mostrar el
caldo de cultivo de la Revolución. Para ello, a través del conocimiento de la
realidad rusa y de la relación con intelectuales, artistas y políticos
destacados, describe el proceso de desprestigio y decadencia de la clase
política imperial, encarnada por el zar Nicolás II, y la ilusión que despiertan
las teorías revolucionarias, a pesar del fracaso de la Revolución de 1905, que
asumen jóvenes e innovadores representantes de la vida cultural y política.
Gran parte de la novela está
dedicada a describir estos años con muchísimos detalles. Al llegar a Rusia,
Paul Alexander entabla amistad con Fiódor Yegorovich, un periodista
revolucionario que se convierte en su cicerone. Gracias a él, conoce a la
pintora Natalia Goncharova y a su marido, el también pintor Mijaíl Lariónov,
los dos excelentes representantes de la pujanza de las vanguardistas
artísticas, que se convierten en el mundo artístico en la punta de lanza de las
ideas revolucionarias. Y a Ajmátova, Blok y otros músicos, pintores y poetas
simbolistas y representantes del acemísmo. También consigue entrevistar a
Tolstói en su finca de Yasnáia Polaina. Y a destacados miembros de la vida
política. G. H. Guarch describe de manera acertada, aunque se puede disentir de
algunas observaciones, la agitada y convulsa atmósfera que se respira en Rusia,
y muestra las claves del descontento político y de la crisis que se da en el
país a todos los niveles y que la Primera Guerra Mundial acelera y complica.
Junto con la narración de los hechos
históricos, el autor incluye también la peripecia personal de Paul Alexander en
Rusia, marcada por la amistad con dos jóvenes que tendrán un destacado papel en
su vida: Irina Pávlova, activa militante del partido bolchevique, y Amelia
Teliéguina, una judía rusa que vive en Berlín. También es importante la amistad
que mantiene con Fiódor y con el fotógrafo alemán Karl Von Lissberg. Estos
personajes añaden un toque personal a la novela a la vez que facilitan que
conozca a otros sobresalientes personajes secundarios que aportan más precisión
a las luces y sombras de la sociedad rusa.
A medida que se caldea el ambiente
revolucionario, la vida política cobra más fuerza en la narración. Por ella
aparecen Lenin, Trotski, Rasputín y hasta el propio zar Nicolás II, con el que
Paul consigue entrevistarse. También Kerensky, con quien Paul tendrá una
relación más intensa incluso después de la Revolución de Octubre. Y ya durante
los sucesos revolucionarios, adquieren más protagonismo Stalin y otros líderes
bolcheviques. Paul es testigo directo de los principales hechos
revolucionarios, que cuenta de manera muy directa y verosímil.
Como los personajes principales
están muy implicados en las vicisitudes políticas, a veces sus diálogos y
conversaciones son una excusa para proporcionar más información de todo tipo
sobre los hechos que se cuentan, lo que arrincona los ingredientes literarios,
siempre al servicio, quizás demasiado, del argumento histórico. Aunque el autor
se centra casi de manera exclusiva en los preparativos de la Revolución, la
trama final –que transcurre en 1925 y 1937-, dedicadas a asuntos más personales
de Paul (y al destino de Irina Pávlova y Fiódor), resulta un tanto precipitada.
Existen testimonios de periodistas,
como el norteamericano John Reed y la española Sofía Casanova, que describieron
en directo aquellos acontecimientos revolucionarios. Sin embargo, los dos
testimonios, aunque muy interesantes, transmiten una visión parcial y demasiado
inmediata de los hechos. Este libro, que tiene como protagonista también a un
periodista, ofrece una interpretación más profunda y completa, pues tiene muy
en cuenta la evolución de los hechos desde 1910 hasta el inicio de la
Revolución. Gran trabajo, pues, el que ha desarrollado su autor, muy meritorio,
que merece ocupar un lugar destacado en la numerosa bibliografía que se está
publicando en los últimos meses sobre la Revolución rusa.
Corresponsal
en Rusia
G. H. Guarch
Esdrújula. Granada (2017)
728 págs. 25 €.
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