Sergio del Molino (Madrid, 1979),
escritor y periodista, ha publicado hasta ahora varias novelas, de las que
destacamos La hora violeta (2013) y
el ensayo autobiográfico La España vacía
(2016), que consiguió convertirse en uno de los libros más vendidos de 2016 y
2017. Ahora, tomando otra vez como punto de partida su propia vida, escribe una
novela sobre uno de los profesores que tuvo en sus años de estudiante de BUP en
un instituto público de Zaragoza durante la década de los noventa.
El profesor es un personaje
polémico, Antonio Aramayona, que se suicidó en 2016. Era escritor, profesor de
filosofía y activista político en defensa de la enseñanza pública, del laicismo
y de la muerte digna y durante la crisis se aproximó al partido político de
Podemos. Le habían amputado una pierna, se movía en silla de ruedas y tenía una
discapacidad del 65%. Pero nada de esto influyó en su suicidio: planificado,
publicitado y hasta casi televisado. Incluso Jon Sistiaga le convirtió en
protagonista de uno de sus capítulos, el último (“Y al final: la muerte”) de su
serie documental Tabú. En ese
documental que se rodó antes de su muerte, aparecen algunos de sus antiguos
alumnos en el instituto, entre ellos el autor, Sergio del Molino.
La novela utiliza como hilo
conductor la relación de discípulo, más o menos, y maestro entre el profesor y
el alumno. Ya en esos años, Sergio del Molino era un alumno con inquietudes
literarias y culturales y conectó con los métodos pedagógicos originales,
revolucionarios y “terroristas” (como los define el autor). Al acabar sus
estudios, siguió manteniendo relación con él, durante años de manera distante
pero después compartieron muchos momentos juntos, siempre bajo el paraguas del
discípulo y su maestro.
Pero la novela recorre a la vez
numerosos caminos, pues Sergio del Molino aprovecha esta relación y la decisión
final de Aramayona, que no consigue entender pero que califica como un síntoma
de coherencia, para recrear la atmósfera vital en la que transcurrió su vida a
mediados de los noventa en el barrio de San José en Zaragoza.
Aunque él había crecido en “una casa
comunista, de un comunismo ambiental y sin carnet que glorificaba la educación
y las buenas notas”, la mayoría de sus compañeros de estudios solo pensaban en
la bebida, en la música y en el sexo. Sus gustos eran radicales: eran los años
de barricada y grupos heavy, años de fumar canutos y borracheras. Del Molino
habla de sus novias, de sus estudios, de la relación con sus padres (estaban
separados), de la política de esos años de efervescencia social. “Cuando hablo
de izquierda en este cuaderno –escribe- y refiriéndome a ese barrio y esos
años, hablo de esa izquierda extraparlamentaria, minoritaria, caótica,
fragmentada, discutida, biliosa, impenitente, gutural y totalizadora que
parecía hecha de mil siglas cambiantes pero que siempre estaba formada por los
mismos tipos mal vestidos”. Años de rebeldías familiares y sociales, sin apenas
horizontes, aunque algunos de ellos encontraron en los estudios su futuro.
Este componente sociológico y costumbrista es uno de los
mejores ingredientes de esta novela fragmentada, que avanza a tirones, que se
queda a mitad de camino entre el memorialismo y la novela de aprendizaje. Hay,
como hemos comentado, aciertos a la hora de hacer un retrato generacional
concreto y específico, a veces cutre; sin embargo, la anécdota central del
libro, el suicidio de su profesor de filosofía, no acaba de encontrar ni su
sitio ni su protagonismo, pues en todo momento el autor, con acierto, huye de
convertir la novela en una melosa hagiografía de “un perroflauta motorizado”,
como se definía a sí mismo Aramayona al final de sus días.
La mirada de los peces
Sergio del Molino
Literatura Random House. Barcelona (2017)
214 págs. 17,90 €.
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