Fallecido
en 2016, Fazil Iskander es con Bragat Shinkuza (1917-2004) uno de los máximos
representantes de la literatura contemporánea de la República de Abjasia,
aunque Iskander se definió asimismo como “un escritor ruso y un cantante
abjasio”. De hecho, aunque vivió en Abjasia casi toda su vida, se trasladó a
Moscú a partir de la desintegración de la URSS y de la independencia de la
República de Abjasia en 1992. Iskander defiende la vinculación de Abjasia con
la tradición y la cultura rusa y se ha opuesto a la situación creada en su país
a partir de la independencia, que ha llevado a separatismos y enfrentamientos
con Georgia y también con Rusia. Ahora mismo, Abjasia es un país que sólo ha
sido reconocido solo por un reducidísimo grupo de países, entre los que se
encuentran Rusia y Venezuela; y mantiene un contencioso político y militar con
Georgia, que sigue considerando a Abjasia parte de su territorio. Conflictos
parecidos están viviendo otras repúblicas del Cáucaso, como Osetia del Sur.
Iskander denunció que todos estos problemas han fomentado que haya ahora
“xenofobia y hostilidad hacia el caucásico y hacia otras etnias”. En sus obras,
resalta la convivencia pacífica que existía entre los abjasios, georgianos,
armenios y rusos.
Iskander nació en la capital de
Abjasia, en Sujum, en 1929. Su padre, iraní, fue deportado en una purga en 1928
cuando su hijo tenía apenas nueve años. No lo volvió a ver. Se educó con la
familia de su madre en Abjasia, en el lugar que de manera ficticia el autor
denomina en este libro Cheguem, y que en los años de su infancia, donde
transcurren muchas páginas, “era aún en gran medida el de la vida patriarcal y
campesina de Abjasia”. Es consciente de que en sus narraciones hay mucho de
nostalgia, pues aquella vida está en proceso de desaparición, y también mucho de
idealización de unas tierras de las que el autor se quedó prendado para
siempre: “la gente –escribe- tiende a exaltar lo que ama”.
Criado en Abjasia, Iskander realizó
estudios superiores en Moscú. Se diplomó en el Instituto de Literatura Gorki y
luego ejerció como periodista en las localidades de Kursk y Brianik. Después,
decidió regresar a Abjasia, donde se dedicó a la literatura. En 1954 publicó el
primero de sus poemarios (luego escribió bastantes más) que lleva por título Sendero montañoso. Su primera novela es
de 1966, Constelación de capritur,
ambientada en un contexto campesino, y en la que aparecen las señas distintivas
de su literatura: humor, ironía, veladas críticas a las políticas comunistas
que vienen de los centros de poder de la URSS y unos personajes e historias muy
ceñidas a la realidad popular y campesina de Abjasia.
En 1973 empezó a publicar los
primeros episodios de su obra más famosa, Sandró
de Cheguem, que fue censurada por las autoridades soviéticas y cuya versión
íntegra y sin censurar se publicó primero en Estados Unidos en la década de los
80 y en la URSS en 1988. Aunque tuvo estos problemas con la censura, y algunos
más (en 1979 fue uno de los autores del polémico almanaque Metropol, prohibido por las autoridades), no fue Iskander un
escritor disidente. Recibió los premios más importantes en los momentos de
cambio y transformación de la URSS: en 1989, obtuvo el Premio Estatal de la
Unión Soviética; en 1993, el Premio Pushkin; en 1994, el Premio Estatal de la
Federación de Rusia. En su momento, fue nominado en sucesivas veces al Premio
Nobel de Literatura. En España, en 1991, se publicó su novela distópica Conejos y serpientes, de 1982, escrita
al modo de Rebelión en la granja, de
Orwell.
En la “Nota del Autor” que encabeza
esta espléndida edición de la editorial Automática, la primera vez que se
traduce al castellano, Iskander explica algunas claves de esta obra. En primer
lugar, su principal intención es realizar “una parodia ligera de la novela
picaresca”, tomando como principal personaje el tío Sandró, figura
representativa de la aldea de Cheguem. Pero estamos ante una picaresca en la
que su principal ingrediente es “la poesía de la vida popular”, abordada con
mucho humor y naturalidad. Por eso, como comentábamos, hay una idealización de
la vida campesina que contrasta totalmente con “el carnaval de la burocracia
teatralizada del estalinismo: los calientasillas habían conquistado el poder”.
Su deseo es rescatar, reconstruir y fijar un mundo en vías de desaparición,
dando valor a las leyendas, a los personajes populares y hasta a algunos
elementos fantásticos, hasta tal punto que se ha dicho de él que llegó al
realismo mágico sin saber lo que era.
El hilo conductor de este conjunto
de relatos es, en la mayoría de ellos, el tío Sandró y su familia, de la que
forma parte el narrador, que es testigo de algunas de las historias y que
relata los recuerdos de estos personajes. Este narrador no es el protagonista;
él se limita a convertir en literatura aquel mundo poblado por infinidad de
familiares y por historias en las que se defiende abiertamente el mundo
campesino, contrario en muchos casos a los planes de los dirigentes políticos,
que viven agobiados por el cumplimiento de los planes quinquenales (objetivos
que poco tienen que ver con la realidad). Así define este contraste uno de los
personajes, el judío Samuíl: “porque los bolcheviques han abierto almacenes y
quieren que la gente compre en esos almacenes cosas que la gente no quiere
comprar. Y lo que la gente quiere comprar no lo tienen en esos almacenes”.
Comienza el libro con varios relatos
que describen bien la personalidad de Sandró de Cheguem y el mundo popular en
el que se mueve, como los titulados “Sandró de Cheguem”, “El príncipe de
Oldemburgo” y “la batalla de Kodor”. El titulado “Los festines de Baltasar”,
convertido en película en 1989, incluye como personajes a Stalin y a otros
destacados líderes comunistas que asisten a una cena en la que actúa la
Compañía de Coros y Danzas de Abjasia, de la que forma parte Sandró. A
continuación, el espléndido relato “La historia del mulo del viejo Jabug”, que
tiene como narrador al propio mulo y que es un dechado de literatura popular.
Otros relatos reviven historias y
tradiciones populares o recrean aventuras de personajes insólitos y originales,
como la bella Tali, el mujeriego Marat o
la fatalidad de Zaynab. También Iskander incluye relatos sobre una de sus más
originales invenciones, los llamados “enduarianos”, que aparecen citados en
otros muchos momentos del libro, un pueblo imaginario que, según el autor,
“representan nuestros prejuicios (son unos extraños), y constituyen asimismo
una imagen de los males de la civilización, que nos convierte en unos extraños
a nuestros propios ojos”. También es muy imaginativa la creación del animal
“capritur”, que se aborda en un relato y que fue el tema de su primera novela.
En el último relato, “El árbol de la
infancia”, es más acusado su espíritu nostálgico, que encarnan estas palabras
que aparecen casi al final del relato y del libro: “Cuando todo aquello que
hemos amado se esfuma, todo lo que ha brillado ante nosotros con la luz de la
esperanza, el coraje, la ternura, la nobleza, cuando todo eso se esfuma, estoy
dispuesto a estrechar contra mi pecho hasta la estupidez, por que la estupidez
también forma parte del hombre. Más aún, estoy dispuesto a arrodillarme ante
ella con filial tristeza”.
Sandró
de Cheguem
Fazil Iskander
Automática. Madrid (2017)
832 págs. 29 €.
Traducción: Fernando Otero Macías.
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