Estamos ante un libro escrito en prosa poética que incluye también algunos poemas. Está concebido, sin llegar a serlo, como un diario en el que la autora transita por los meses del año. Elige noviembre como el arranque de esta biografía poética: “Noviembre no es un mes (…). Es un estado”. Y sigue en su discurrir a Pessoa, citado en el encabezamiento del libro: “Cada otoño que viene está más cerca del último otoño que tendremos”.
La autora busca reflejar instantes universales. Lo particular es solo una anécdota con la que quiere subrayar que siempre, en poesía, hay que ir más allá para no quedarse detenidos en una fecha, un espacio, un lugar. Sí, los momentos pueden ser “siempre fugaces”, pero son “siempre ciertos”.
Se propone la autora desgranar su mundo interior, que destila en comentarios poéticos con los que bucea en una intimidad a veces dolorida pero siempre segura de sí misma y de sus pretensiones. Acepta las limitaciones, la enfermedad, el dolor y asume también el paso del tiempo y hasta la llegada de la muerte. Pero sabe que como compañera siempre tendrá la ternura y la necesidad de un abrigo sentimental. Hay momentos también para las evocaciones, para los recuerdos, para dejar que fluya la memoria y para manifestar su amor a las personas que tiene cerca y también a los animales, como a sus gatos Bruno y Alicia.
Su irrefrenable vocación poética lleva a la autora en ver en esta clave todo lo que pasa a su alrededor. “No quiero hablar de poesía. / Solo escribirla. / Y a veces tampoco”. Pero la poesía está en la base todo, pues es la que provoca el estallido real del sentimiento y la luz que ilumina las múltiples escenas cotidianas que aparecen en el libro y que transcurren en el trabajo, los viajes, los sueños y hasta las visitas al hospital. En medio de la rutina, la poesía da un sentido, un significado, un mensaje. De ahí su deseo de no hacer nada: “solo fotografiar el instante y convertirlo en memoria viva”.
Tulia anhela el silencio, muy presente en todas las páginas de Estudio en noviembre, que es para ella la antesala de una vida bien vivida y del fluir poético: “Mi lugar es el silencio (…). Escribiendo es como hablo más alto. Por eso escribo. No sé si por o para callar”.
El paso de los meses refuerza su anclaje con la realidad. Llama la atención la naturalidad de su voz, a menudo dolorida y a veces sensible, y el uso de una prosa poética atemporal con la que transcribe lo real de su mundo interior. Y noviembre es para ella un paisaje orgánico emparentado directamente con su estado del alma.
Me he leído Estudio sobre noviembre, publicado en 2018, por recomendación de un amigo. No había leído nada hasta ese momento de Tulia Guisado y tengo que reconocer que me ha impresionado su autenticidad, su personalísima voz poética y su clarividencia a la hora de reflejar situaciones interiores de sí misma.
Estudio sobre noviembre
Tulia Guisado
Huerga & Fierro. Madrid (2018)
278 págs. 15 €.
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