Tras Anatomía de un instante, ingenioso
ensayo sobre la transición española, regresa Javier Cercas
(Cáceres, 1962) a la ficción con una novela que guarda bastante
parentesco con el anterior, pues también está ambientada en esos
años, finales de los setenta, aunque el mundo que retrata y la forma
de hacerlo sean radicalmente distintos.
El autor de Soldados de Salamina ha querido
novelar en Las leyes de la frontera el mundo de los quinquis y
de la delincuencia marginal del posfranquismo, que acabó creando una
serie de mitos, como Juan José Moreno Cuenca, El Vaquilla,
idealizado con tanto éxito en películas, canciones, libros y en los
medios de comunicación. Recientemente incluso ha habido una
exposición sobre este tema, Quinquis de los 80, quizás el
acicate para que Cercas se decidiese a escribir un libro ambientado
en ese mundo subterráneo que pocos años después despertó un
inusitado interés mediático, convirtiendo a estos delincuentes en
personajes mitificados que encarnaban de alguna manera el atractivo
por el riesgo, el peligro, la violencia, además de ser también el
rostro de la frustración y de los perdedores de la España de
finales de los setenta. Resulta curioso que sobre este tema y algunos
de sus emblemáticos personajes, como el ya citado El Vaquilla,
se rodaran tantas películas y apareciesen tantos libros. Hasta los
propios protagonistas sucumbieron a este interés mediático y
explotaron su imagen y su fama todo lo que pudieron.
Tiene, pues, Las leyes de la frontera un
destacado interés social. Cercas se ha documentado muy bien y ha
sabido reconstruir con minuciosidad esa España lumpen en la que las
bandas juveniles campaban a sus anchas en las zonas pobres “más
allá de la frontera”, dedicadas a una delincuencia en principio
menor que, sin embargo, sobre todo por la súbita irrupción de las
drogas, se dedicó después a actividades más peligrosas, como le
sucede a la banda de El Zarco, el delincuente protagonista de esta
novela. Pero Cercas es consciente de que su novela no podía quedarse
solamente en el terreno documental y debía que incluir otros
ingredientes que hiciesen que la novela tuviese más variedad y
levantase el vuelo, desde un punto de vista humano y también
literario. Para ello, incluye a un personaje, Ignacio Cañas, El
Gafitas, prestigioso abogado penalista en el momento en que
transcurre la parte final del libro, quien con dieciséis años
perteneció a la banda de El Zarco y casi treinta años después ha
decidido contar su pasajera relación con la banda y la influencia
que ha tenido después en su vida personal y profesional.
La novela está concebida como una serie de
entrevistas que hace la persona que ha sido elegida para escribir la
vida de El Zarco y El Gafitas. En ellas, los entrevistados
recuerdan su relación con El Zarco, cada uno desde su perspectiva.
Aunque son tres los entrevistados, el director de la cárcel y el
inspector de policía que detuvo a El Zarco después de uno del
asalto a un banco en Gerona, el principal protagonismo, con mucha
diferencia, lo tiene el propio Gafitas, pues, incapaz de
escribir él directamente un libro sobre esos años, ha recurrido a
la persona que le está entrevistando para que sea él quien escriba
sus recuerdos.
La primera parte, transcurre en el verano de 1978, en una Gerona
“húmeda, oscura, solitaria y cochambrosa”. Ignacio Cañas
estudia segundo de BUP y en el Instituto ha sufrido muchas vejaciones
por parte de un grupo de compañeros que la han tomado con él. Para
esconderse de ellos tras acabar el curso, se refugia en unos
billares, donde pasa horas jugando a las máquinas. Un día de ese
verano entra en los billares El Zarco, ya conocido delincuente,
acompañado de Tere, una joven de la que El Gafitas se queda
prendado. El Zarco invita a Cañas a visitarle en un bar situado en
el barrio del chino. Aunque sabe que El Zarco y Tere pertenecen a un
mundo que no guarda ninguna relación con él –Cañas es un
charnego de clase media; Tere y El Zarco representan el sórdido
mundo que está más allá de la frontera-, acude a la cita más que
nada por volver a ver otra vez a Tere. Para estar cerca de ella, y
por orgullo personal, comienza a acompañar al Zarco y su banda a
cometer algunas fechorías, al principio de poca entidad pero poco a
poco más peligrosas. Un día, después de cometer un robo en un
banco, se dan cuenta de que a la salida (¿un chivatazo?) les estaba
esperando la policía, hay una persecución y acaban deteniendo a El
Zarco y a los otros miembros de la banda. Solo El Gafitas consigue
escapar y lo sucedido le lleva a recapacitar, a olvidarse de su vida
de quinqui y volver a sus anteriores rutinas.
La segunda parte comienza veinte años después. El
Gafitas es ahora un prestigioso abogado y El Zarco ha sido un
destacado mito de la delincuencia juvenil, un personaje que ha
ocupado las primeras páginas en la prensa por sus fechorías y sus
evasiones, convertidas en películas y programas televisivos. Pero El
Zarco se encuentra ahora en el declinar de su prestigio y liderazgo y
apenas nadie la hace ya caso. Por eso decide pedir el traslado a
Gerona y, a través de Tere y de la prometida de El Zarco, solicitar
que sea El Gafitas su nuevo abogado. Aunque Cañas ha
mantenido oculto su pasado, no se ha olvidado de El Zarco ni de Tere,
con quien vuelve a mantener una intensa e intermitente relación
amorosa, uno de los ejes centrales de la novela. Desde la llegada de
El Zarco a Gerona, su vida cambia radicalmente, como si el pasado le
exigiese ahora estar a la altura de las circunstancias.
En el desarrollo de la novela, poco a poco la vida
de El Zarco pierde protagonismo y el interés pasa a las ambiguas
relaciones amorosas entre Cañas y Tere, siempre con el telón de
fondo de lo que pasó entre ellos y con El Zarco hace tantos años y
de sus vicisitudes en prisión.
Javier Cercas ha buscado una estructura original,
con el relato a modo de confesiones de los entrevistados, técnica
arriesgada con la que lo que se gana en cercanía e intensidad se
pierde en ocasiones en verosimilitud, aunque Cercas maneja la novela
con soltura y mucha calidad. El ambiente en el que se mueve la novela
es el mundo arrabalesco, sórdido y marginal de Gerona, con sus
implicaciones amorales y con puntuales escenas sexuales, atmósfera
turbia que está presente a lo largo de toda la novela. La parte
sociológica y documental está muy conseguida, con una perfecta
recreación de la época también a ras de suelo, aunque hay que
reconocer que se trata de un mundo muy conocido al haber sido
explotado en exceso en películas y libros. La parte amorosa, la que
pretende incluir profundidad y una intriga distinta al destino de El
Zarco, es arriesgada y a menudo deliberadamente hinchada y
sofisticada.
Las leyes de la frontera
Javier Cercas
Mondadori. Barcelona (2012)384 págs. 21,90 €.
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