sábado, 27 de julio de 2019

"Los felices días del verano", de Fulco di Verdura


“Los días de mi infancia se sucedían a un ritmo desigual: algunos transcurrían lentos y aburridos llenos de clases monótonas; otros, a todo correr, repletos de emoción”, así define su infancia el autor de estas memorias, el italiano Fulco di Verdura (1898-1978), miembro de la aristocracia y diseñador que trabajó posteriormente para Coco Chanel y que tuvo en Manhattan su propia joyería. Escribió estas memorias poco antes de morir en Londres en 1978. “Para mí es muy difícil, o mejor dicho, imposible ordenar cronológicamente los hechos y los personajes de aquellos días lejanos que van desde el comienzo del siglo hasta justo antes de la Primera Guerra Mundial”. Aunque el reto literario es ambicioso, el autor ha conseguido un entrañable y ordenado libro de memorias que contiene no solo la vida del autor y sus familiares más cercanos sino también el ambiente de una época que se encuentra en proceso de desintegración. De hecho, casi al final del libro, cuando Fulco deja ya de ser un niño, empieza a “comprender que el mundo, tal como yo lo había conocido, mi mundo, se iba a desintegrar, a evaporar o, más bien, esto era aún peor, a romperse en unos pedacitos que nunca más podían pegarse”.
            Miembro de una aristocracia siciliana de mucho abolengo, Fulco di Verdura recuerda en este libro el mundo selecto y reducido en el que se movía, donde apenas se admitía a muy pocas personas ajenas. Comienza hablando de los Palacios en los que vivía la familia, en Bagheria, Palermo y los alrededores, especialmente la Villa Niscemi, justo al lado del parque real de La Favorita, al que tenían el privilegio de poder acceder. Fulco recuerda las estancias de este Palacio, cada una asociada a un personaje, y sus jardines repletos de animales con los que tuvo en todo momento una relación muy especial, sobre todo con los perros, a los que recuerda con anécdotas entrañables. Habla también de sus familiares, centrando la atención en sus abuelos, en sus padres y en su hermana María Felice, además de en sus primos cercanos, con los que compartió trastadas y crueldades.
            Recapitula Fulco los juegos infantiles, los viajes a los otros palacios familiares, los recorridos por las calles de la ciudad de Palermo, fascinado con las tiendas de aguadores, heladerías y vendedores callejeros y los olores que marcaron su infancia  (“al escribir sobre estas cosas me doy cuenta de que los diferentes olores de mi niñez conformaron un fondo rico y fragante en mi vida ordinaria”), además de recordar las fiestas populares de Palermo, como el 2 de noviembre, el Día de Todos los Difuntos, que se vivía de manera intensa en la ciudad (“en Sicilia, la muerte en se encuentra como en casa. Los sicilianos están habituados a su presencia”), y el 13 de julio, Santa Rosalía, la fiesta local por excelencia. Aunque no era buen estudiante, tenía una gran sensibilidad artística, que se materializó cuando asistió siendo niño a una representación de la ópera Aida. Desde entonces, sintió la llamada de la música y del arte.
            Fulco también recuerda sus largos viajes por toda Europa, con estancias prolongadas en Viena (donde escuchó a Caruso en la ópera Rigoletto) y París.
            Hay en todo momento en estas memorias una comedida nostalgia de la infancia, que se traduce en innumerables anécdotas, personajes normales y extravagantes… Fulco ensarta historia tras historia, con un estilo muy ameno en el que apenas queda espacio para el lamento y la elegía. Al contrario, las memorias rebosan vitalidad, ganas de vivir y de condensar un tiempo que, poco después, comenzó a tambalearse y resquebrajarse.


Los felices días del verano
Fulco di Verdura
Errata naturae. Madrid (2019)
256 págs. 18,50 € 
T.o.: The Happy Summer Days
Traducción: Txaro Santoro.

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