Hace ya muchos años, muchos, escribí este relato/parida sobre la fascinacion que siento por los "domingueros", que no puedo ocultar. Siempre que al pasar por la nacional de Badajoz, a la altura de Talavera, veo la señal de entrada al Pantano de Cazalegas se me saltan las lágrimas. Y lo mismo me pasa cuando paso cerca de la Boca del Asno, al lado del Puerto de Navacerrada, lugar que he elegido como escenario para este relato. Pienso que este texto, escrito como un reportaje, explica bien lo que siento por los "domingueros", mi respeto, admiración y cariño. Y con él, muchos entenderán esa nostalgia que me atrapa y me emociona al ver y pensar en Cazalegas y la Boca del Asno. Mi personal aportación al bucolismo.
Con
una gran asistencia de público, se celebró el último domingo del
mes de junio la final del V
Open del Dominguero,
prueba con la que concluye esta temporada el Circuito
World of Dominguer’s,
competición internacional que sirve de preparación inmediata
para los Campeonatos del Mundo que se celebrarán el año próximo en
el pantano de Cazalegas (Toledo). El Open
tuvo este año una sede muy especial, la emblemática Boca del Asno,
paraje próximo a La Granja (Segovia) y sede habitual de las finales
de los Campeonatos de España y de algunas de las pruebas
clasificatorias del Campeonato del Mundo.
Desde muchas horas antes del
comienzo de las pruebas, el ambiente en las explanadas de las pistas
de la Boca del Asno y en la vecina Los Asientos era sencillamente
espectacular. Hasta allí acudieron muchos autocares y multitud
de coches particulares de toda España, algunos para animar
a sus familias favoritas y otros para disfrutar del ambiente de
camaradería y profesionalidad que se vive de manera muy
especial en estas competiciones. Como todos los años, la Boca del
Asno ha sido el escaparate donde los aficionados a este deporte
comprueban los nuevos experimentos, las tácticas incorporadas
por escuderías extranjeras, los campeones consolidados, las
jugadas maestras, los récords difíciles de superar...
El
recorrido del Open
de la Boca del Asno, el más temido por todos los domingueros
participantes, es tremendamente complicado y sinuoso: hace falta ser
todo un campeón dominguero para superar todos los obstáculos, a
cual más complicado, y acabar el recorrido airoso, sin apenas
penalizaciones durante su trayecto. Todos los años, el porcentaje de
familias que se retiran es de más de un 50%, cifra alta si se
considera que los que acuden a este Open
ocupan los primeros puestos en los circuitos nacionales e
internacionales. Y es que no es tan fácil adaptarse al
terreno y a las condiciones ambientales, lo que provoca
abandonos de las abuelas, errores de cálculo en la disposición
de las viandas, ataques histéricos de conductores medio
dormidos, accidentes en los atascos preparados, inundaciones de
hormigas, roturas del material de campaña, etc.
Para los más entendidos, la parcela número siete es la que tiene el mayor índice de peligrosidad. La prueba consiste en una acelerada contrarreloj en la que hay que preparar una merienda campestre con objetos que proporciona la madre Naturaleza, entre los que son obligatorios los arándanos, las acederas y los níscalos o las setas (el comité técnico admite las dos variantes); después de preparar todo encima de un limpio y reluciente mantel de campaña (casi siempre a cuadros, aunque se comienzan a admitir otros diseños, con la opinión en contra e los puristas), una súbita tormenta de verano, con pedrisco incluido, obliga a los participantes a recoger todo en un tiempo récord. Cada hueso de aceituna se penaliza con cinco puntos y se descalifica al equipo que recurra a las servilletas y vasos de papel, más fáciles de deshacerse de ellos.
La
parcela uno también ha tenido este año una resonancia especial, no
sólo porque los favoritos, la familia Sánchez Gutiérrez, de
Fuenlabrada, fueran descalificados a la mínima de cambio por
hacer trampas de una manera miserable. Durante tres horas, en una
carretera en la que el sol cae de plano, en coches sin aire
acondicionado y donde sólo se puede escuchar música de Luis Cobos,
los domingueros tienen que soportar un improvisado atasco, sin
poder salir del coche, con la compañía de tres niños agotadores y
llorones (también pueden ser niñas, según las últimas normas
dictadas por la Federación Mundial) que, además, se están meando.
Sólo los muy expertos domingueros aceptan con heroísmo y paciencia
las dificultades que acarrea una prueba de estas características.
Esta parcela estuvo prohibida durante unos años por su dureza y por
los trágicos sucesos de la final del año 1987, en la que se
ahorcaron cuatro conductores después de apuñalar a los niños, a
las abuelas y a todos sus acompañantes. Hoy, que la gente
siente más atracción por el vértigo y por las experiencias límite,
se ha vuelto a recuperar con una gran aceptación de crítica y
público, a pesar de que las muertes continúan repitiéndose. La
familia Sánchez Gutiérrez son los conocidos autores del best-seller
Decálogo
del perfecto dominguero,
libro más vendido en la última Feria del Libro de Madrid, del que
entresacamos las siguientes y acertadas reflexiones:
“Hay
cosas que no se improvisan; se nacen con ellas. Ser dominguero es
algo tan esencial, y vocacional, como ser blanco o negro, o ser del
Real Madrid o del Atlético. Los mejores domingueros, los que
disfrutan en un atasco y los que regresan al hogar con suculentas
picaduras de mosquitos y tábanos, lo son por tradición familiar,
por apego a unas constantes vitales familiares que los hombres han
sabido conservar, sabiendo lo mucho que se juegan cada domingo. (...)
Es cierto que existe mucha diferencia entre el dominguero
profesional y el simple aficionado oportunista. Hoy día hay mucho
intrusismo, mucho oportunista que va por la vida de dominguero cuando
en realidad es un chapuzas. (...) Ser dominguero se transmite con
orgullo de padres a hijos en muchos lugares de España. Sin embargo,
en las grandes capitales, se están buscando fórmulas que permitan
el acceso a ser dominguero a personas que no tienen ninguna tradición
familiar (las piscinas municipales son, hasta ahora, un buen
semillero para el lanzamiento de este deporte). (...).
Algunos de los rasgos más característicos de perfecto dominguero son:
1.- Rechazo de la improvisación: Todo debe estar absolutamente medido y calculado.
2.- Huida de la originalidad: Un dominguero no arriesga, no innova. Sólo los domingueros aficionados, o los aventureros frustrados, son los que intentan buscar nuevas rutas o planes siderales, o los que incorporan al utillaje del dominguero elementos excesivamente modernos. ¿Alguien ha visto un dominguero con cascos? Los pueden llevar los hijos -eso sí se permite- pero no que los lleve el verdadero protagonista.
3.- Aprecio por la masificación: El dominguero es un ser solidario, comprometido, que se siente a gusto con los demás. No se vuelven locos por buscar un lugar apartado, donde no haya nadie.
4.-Perseverancia y constancia: No se es dominguero un solo domingo. Se es dominguero todos los domingos, uno tras otro, haga buen tiempo, llueva o se haya puesto mala la abuela.
5.- Sin miedo al ridículo: El dominguero no deja de hacer lo de todos los domingos porque le entre una sensación de ridículo existencial: si hay que lavar el coche en un arroyo miserable, se lava el coche porque así está previsto. Además, a un dominguero no se le cae la baba ni siente envidia por cosas más modernas. Por ejemplo, hay gorras americanas baratas que también quitan el sol, pero sería un atentado contra la tradición tirar a la basura la gorra de Titanlux para sustituirla por un elemento extraño, y más aún si es americano. El dominguero es un producto nacional, intrahistórico, terruñero, carpetovetónico.
6.- Obediente a las reglas: Se necesita tener un espíritu dócil y obediente, amigo de las empresas que tienen el éxito asegurado en la constancia y en lo establecido. La esencia de ser dominguero no puede alterarse en unas votaciones. Y es difícil que también cambien la mayoría de los elementos que lo definen, por mucho que evolucionen las marcas y el progreso, y los japoneses intenten hacerse con el control. Los domingueros saben hablar de la tradición, de los mayores. Todos tienen en sus casas fotos de parientes antiguos en bañador que han sido domingueros hasta el fin de sus días, sin dejarse vencer por las tentaciones de pasar una tarde de domingo delante del televisor o viendo una corrida de toros. El dominguero respeta a los mayores y sus instituciones.
7.- Familiar: Un dominguero sin familia, sin niños revoloteando a su alrededor y sin abuela que ronca al echarse la siesta no es un dominguero oficial sino un simple y miserable aficionado. En algunas ciudades, se ha puesto en práctica un cómodo y práctico sistema de alquiler de niños y abuelas, pero no es lo mismo. Por desgracia hay cosas que no son fáciles de enseñar: por ejemplo, los niños alquilados obedecen siempre y las abuelas alquiladas comen de todo.
8.-Gustos decimonónicos: El buen dominguero no vive pegado a la actualidad. Sus gustos musicales son los de hace dos o tres décadas, y no se pueden alterar. Tampoco el dominguero se deja llevar por las modas a la hora de introducir cambios en los bañadores. La abuela nunca lleva bañador y lo máximo que hace es meter los tobillos en el agua para refrescarse. A varias familias se les ha tenido que retirar el carnet de dominguero porque la abuela, la muy egoísta, les ha salido nadadora.
9.-Una difícil armonía: No es frecuente que brille la comprensión y la amabilidad entre los miembros de un equipo de domingueros, por muy familiares que sean. Es bueno que, al principio del día, todos muestren ganas de no tener problemas, pero a la mínima de cambio deben empezar las discusiones. Hay varios momentos claves, que deben cumplirse obligatoriamente, como manda el reglamento: antes de salir a primera hora de la mañana, cuando están preparando todo y la mujer no encuentra el salero, ni el vinagre, ni la tapa de una de las tarteras; cuando, ya en el coche, uno de los niños, a ser posible el gordo, quiera devolver y el padre no tenga ganas de parar.
10.- Consolidación de los tópicos: Los domingueros fomentan subliminalmente algunos de los tópicos románticos de nuestra sociedad. Por ejemplo, el padre a veces para el coche para decir "mirar que puesta del sol más bonita" o "qué paisaje más bonito se ve desde aquí, qué verde". El feminismo será el cáncer del dominguero. El marido se echará la siesta siempre, tenga ganas o no, y la mujer jugará al cinquillo con la abuela y el matrimonio más cercano, tenga ganas o no (...)".
Hasta aquí unos pocos pasajes del conocido libro de la familia Sánchez Gutiérrez, una especie de catecismo y vademécum para todas las sagas de domingueros que son y han sido. Pero volvamos al campeonato.
Otra de las pruebas más duras está en la parcela 8: alrededor de una piscina de aguas tibias (al público se le permite mear hasta diez minutos antes de que dé comienzo la competición) y repleta de extras voluntarios hasta los topes, unas tumbonas acogen desganadamente la abulia y la vagancia de los domingueros. Durante toda una mañana de sol abrasador deben aceptar resignadamente: a) una cinta de gritos de niños bañándose y jugando y chillando en la piscina; b) los avisos cada diez minutos por los altavoces de niños que se han perdido; c) los susurros de una bandada hambrienta de moscardones y tábanos, y las molestias de unas moscas especialmente preparadas para posarse intermitentemente en la cara y cuerpo de los concursantes; d) los golpes de las fichas de dominó contra la mesa de mármol de una partida que se retransmite en una pantalla de vídeo gigante. A la duras condiciones que de por sí tiene esta prueba hay que añadir que al dominguero-padre, que debe permanecer impertérrito en la tumbona, no se le permite usar la gorra de Titanlux ni untarse nivea por la espalda y por las piernas; también deben estar muy próximas su señora, una vecina-dominguera y la abuela charlando sin parar de ropa, de famosos y de lo mal que comen los niños, mientras escuchan un consultorio sentimental que dirige la periodista Inma Soriano y que intercala las conversaciones con canciones folklóricas.
Por último, hay que destacar la
parcela número dos, en la que está en juego la habilidad de toda la
familia: en un tiempo máximo de media hora hay que preparar la
siguiente comida: 1.- una ensalada de lechuga, tomate, pepino,
aceitunas verdes con hueso y bonito; 2.- dos latas medioabiertas de
sardinas con tomate; 3.- Una tartera de dos pisos: arriba los
pimientos y abajo la tortilla de ayer; 4.- tres zarajos; 5.- tres
lonchas de panceta; 6.- cuatro chorizos de Segovia; 7.- dos latas
caducadas de anchoas de Santoña.
Antes
de la hora de la salida los gestos de los domingueros mostraban
responsabilidad y seriedad. Muchas familias eran conscientes
de lo que se jugaban en este Open.
Una mala puntuación por penalizaciones leves -un retraso en la
apertura de las tarteras, la falta de aceitunas con hueso en la
ensalada, el olvido infantil de los pimientos verdes, una súbita
e inesperada tos de la abuela durante el simulacro de siesta-
supondría la pérdida de jugosos acuerdos publicitarios y, quizás,
la rescisión del contrato con su equipo. En boxers,
todos los detalles eran una y otra vez repasados: la leña para el
fuego especialmente traída del pueblo, los hielos y la nevera con un
melón, la toquilla de la abuela, las gafas de bucear del niño mayor
(luego nunca se las pone porque le roza la correa de plástico en las
orejas), el porrón, las servilletas a cuadros, las latas de
conservas (mejillones, pulpo, caballa), los calcetines marrones del
padre, el bañador de la abuela, las toallas con diseños juveniles
para los niños; también en boxers
se echaba el aceite a las tumbonas, se reponían las pilas de la
radio de la abuela, se tenían a mano los botes de nivea, se secaban
al sol las esponjas y trapos para limpiar luego el 1.500, se
repasaban las casetes obligatorias del coche -Luis Cobos, Georgie
Dann, Luis Aguilé, Mary Trini, Paloma San Basilio, Elsa Baeza, Jaime
Morey, Las Grecas, Bertín Osborne, sevillanas-, se ensayaban
canciones tomadas del "Cancionero del Dominguero": "Ahora
que vamos despacio/ vamos a contar mentiras", "Un rayo de
sol, uahhooooohhhhho", Eva María se fue, buscando el sol en la
playa, con su maleta de piel y su bikini de rayas", "Un
flecha en un campamento", "Un elefante se balanceaba sobre
la tela de una araña", "Triste y sola, sola se queda
Fonseca", “Otro vacho de chervecha que se sube a la cabecha”,
etc.
Había nerviosismo, competencia,
pero, conviene destacarlo, brillaban el compañerismo y la
profesionalidad. Entre los domingueros no hay sitio para la
improvisación ni para el caos; todo está sutilmente medido,
pensado, preparado, ensayado. El dominguero auténtico no puede
-aunque tenga ganas y se lo pida el cuerpo- dejarse llevar por un
falso espíritu aventurero; no puede buscar nuevas vías, ni
descubrir nuevos mundos, ni explorar parajes insólitos. El
dominguero basa su efectividad en lo trillado, en el efecto
repetitivo, en el acto supeditado a un plan superior, en la jerarquía
de los impulsos controlados.
Los
campeones de este V
Open del Dominguero
fueron la familia Pérez, de Arganda, campeones de Madrid en tres
ocasiones y el año pasado subcampeones de España en la
modalidad de "domingueros de camping"; lástima que una
lesión de la abuela -una mala caída desde una de las tumbonas
oficiales- les tuvo alejados de los primeros puestos en
competiciones anteriores; ya con la abuela en forma, han demostrado
que son una familia que puede dar mucho de sí en el próximo
Campeonato del Mundo. Los segundos clasificados fueron la
familia Martínez, de Móstoles: fueron en primera posición
durante todo el recorrido, donde sobresalieron por su encomiable
preparación física, pero recibieron una dura penalización cuando
fueron descubiertos mientras oían una canción de Dyango,
cantante que todavía no figura en la lista oficial de música
recomendable por el Comité Técnico.
Terceros clasificados fueron la
familia Fernández, de Alcobendas, récord de España en la modalidad
de aperitivos y manteles. Hicieron el recorrido con pericia,
habilidad y abnegación, pero un mísero fallo -los cuatro
componentes infantiles de la familia apenas protestaron cuando el
padre, muy serio, les exigió hacer dos horas y media de digestión
antes de volverse a bañar- les restó una bonificación especial.
Esta familia cuenta, además, con una olímpica abuela, la señora
Ambrosia, seleccionada para el equipo ideal de domingueros
en los pasados campeonatos mundiales.
Esto es verdaderamente antológico. Te lo tenías demasiado guardado. No he parado de reírme. Pon más cosas de estas
ResponderEliminarPues sí, a mí también me ha entrado la nostalgia y he recordado aquellas tardes en que en vano tratábamos de emular a los grandes del domingo parando el coche junto a cualquier carretera, abriendo las puertas y bajando las ventanillas, poniendo música del Fari y sentándonos en unas desgastadas tumbonas.
ResponderEliminarEduardo: no podemos tirar la toalla. Hay que mantener estas tradiciones carpetovetónicas. Está en juego el futuro de la civilización occidental. Fomentar ser un dominguero es el mejor antídoto contra la colonización cultural.
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