Richard Ford (1944) es
uno de los escritores de más prestigio de la literatura
norteamericana. Autor de seis novelas y varios libros de relatos,
Ford es conocido sobre todo por las tres novelas protagonizadas por
Frank Bascombe: El periodista deportivo, El Día de la
Independencia y Acción de Gracias, tres magistrales
narraciones sobre la vida contemporánea en Estados Unidos, una veraz
radiografía sociológica e íntima de parte de la sociedad
americana, de sus sueños, de sus frustraciones vitales y familiares
y, sobre todo, del mundo psicológico de su desencantado
protagonista. Si últimamente se ha hablado mucho de la novela
Libertad, de Jonathan Franzen, como la redonda novela
americana, recomendaría a los que no han leído a Richard Ford que
lo lean y comparen. Al lado de Ford, Franzen es un hábil manipulador
empeñado en imponer con brochazos sus explicitas moralejas.
Este
volumen, Flores en las grietas (1), subtitulado “Autobiografía
y literatura”, reúne un conjunto de textos memorialísticos y
ensayísticos en los que Ford reflexiona sobre su vida, la literatura
y la escritura.
Ford es uno de los más
destacados representantes de lo que se ha venido en llamar en Estados
Unidos “realismo sucio”, corriente literaria más extendida de lo
que parece que muestra los aspectos más desolados de la experiencia
humana, con una tendencia a la falta de entusiasmo, al estoicismo
vital y a la desilusión. No es de extrañar que estos escritores
tengan como maestro indiscutible al ruso Chéjov, como confesó en
repetidas ocasiones otro de los más importantes integrantes de este
tipo de literatura, el también norteamericano Richard Carver, autor
de magistrales libros de relatos que, como los cuadros de Edward
Hopper, reflejan el estado de ánimo de unos personajes y una
sociedad sumergida en la cotidiana abulia y grisura de sus vidas.
En
Flores en las grietas, se recogen dos ensayos de Ford
dedicados precisamente a Carver y Chéjov. El de Chéjov explica el
creciente interés que despierta en la actualidad su literatura, pues
resume mejor que ningún otro escritor incluso contemporáneo una
actitud ante la vida exenta de grandes expectativas. Para Ford,
“Chéjov no es famoso por el estilo aforístico, parece
preferir con mucho la insistencia en la manera en que la vida lucha
sin heroísmos por la normalidad a ofrecer momentos de
excepcionalidad”. El texto procede de una introducción que
escribió para una antología personal de los relatos de Chejov.
El
dedicado a su amigo Raymond Carver tiene un tono muy personal;
recuerda cómo se conocieron, las numerosas veces que coincidieron,
sus conversaciones, cómo Carver asimiló el súbito éxito de sus
relatos, su influencia en la narrativa de Ford, la noticia de su
muerte... Resultan muy agudas sus observaciones sobre lo que
aportaban los relatos de Carver, que tanto influyeron en la propia
literatura de Ford. “Y a mi juicio –escribe el autor de Flores
en las grietas- la cualidad más llamativa de los cuentos de Ray
no era que se inspiraran en la vida, ni que fueran más o menos
desesperados o sobrios (muchas veces no eran en absoluto sobrios),
sino más bien que constituyeran una confirmación personal de su
autor, la inquebrantable elección que éste hacía del arte –el
cuento- como consuelo de la vida, como agente de belleza”.
También se incluyen
otros dos ensayos a comentar la literatura de otros dos grandes
escritores norteamericanos con los que Ford se siente identificado.
Uno de ellos está dedicado a James Salter y el otro a analizar
detenidamente la mejor obra de Richard Yates, Vía Revolucionaria,
obra muy emparentada con las intenciones estéticas del realismo
sucio.
Además de novelista,
Ford también ha escrito muchos cuentos y ha reflexionado sobre el
relato corto en la literatura actual. A este tema dedica también un
ensayo, en el que demuestra su conocimiento de la técnica del relato
y su valoración de algunos cuentistas norteamericanos actuales. Y
también su respeto por un género que, quizás mejor que ningún
otro, “fortalece nuestra fe en el arte y el misterio de la vida”.
Por último, este libro
incluye también algunos recuerdos familiares –como las estancias
veraniegas con su abuelo, que regentaba un hotel en Little Rock, y
algunos ensayos dedicados directamente a analizar aspectos muy
relacionados con su trabajo como escritor. En uno de ellos aborda la
misión que, en un contexto actual de descrédito de la literatura
como manifestación globalizada del ser humano, Ford señala que su
obligación como escritor “no es halagar al lector ni crear modelos
positivos”, sino, por encima de todo, conmocionar y “crear
incomodidad”.
Todos
estos textos, con sus matizaciones, explican las influencias y
algunas claves, suficientes, para entender mejor la literatura de
Richard Ford, uno de los grandes de la literatura norteamericana
actual. Adolfo Torrecilla
(1) Richard Ford, Flores
en las grietas. Anagrama. Barcelona (2012). 224 págs. 17,90 €.
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