La editorial Almuzara
rescata La hora de las hogueras y Los visitantes de la
madrugada, dos novelas con las que inicia la recuperación de
Marcial Lafuente Estefanía (1903-1984), uno de los máximos
representantes de la literatura popular que se practicó en España
durante el franquismo.
Las novelas de Marcial Lafuente, junto con las de
José Mallorquí, Luis García Lecha, Pascual Enguíanos, Francisco
González Ledesma, Juan Gallardo Muñoz y tantos otros, dieron forma
a una genuina literatura popular que tuvo dos géneros de aceptación
indiscutibles: la Novela del Oeste, con Marcial Lafuente a la cabeza,
y la Novela Rosa, con Corín Tellado como máximo estandarte. Los dos
géneros fueron los favoritos de miles y miles de lectores/as que
buscaron en ellos literatura de evasión y entretenimiento al por
mayor, sin más zarandajas.
Los autores de las Novelas del Oeste utilizaron seudónimos muy evocadores y variados, como Silver Kane, Lou Carrigan, Keith Luger, Alf Manz, Meadown Castle, Clark Carrados, George H. White. Marcial Lafuente Estefanía no es propiamente un sinónimo sino una franquicia. Se calcula que con su nombre se han publicado más de 3.000 novelas del Oeste. Marcial Lafuente fue el que dio con la tecla del éxito. El fue el autor de las novelas que se publicaron desde 1943 hasta 1960. A partir de esa fecha y hasta su muerte en 1984, también sus hijos Federico y Francisco escribieron novelas que firmaron con ese nombre; y la franquicia continúa hasta el día de hoy, pues algunos familiares siguen escribiendo novelas firmadas por Marcial Lafuente Estefanía.
El autor, natural de
Toledo, las comenzó a escribir después de la Guerra Civil, en 1943,
en Vigo, a donde se trasladó para rehacer su vida tras su estancia
en la cárcel al acabar la contienda. Marcial Lafuente había nacido
en Toledo en 1903 y fue ingeniero de caminos, canales y puertos.
Durante la Guerra fue oficial de artillería del Ejército
Republicano y, también, Comisario Político de la CNT. Acabó la
Guerra siendo General. Sin embargo, a pesar de que sabía que su vida
estaba en peligro –de hecho, como cuenta el autor, estuvo a punto
de ser fusilado- prefirió no exiliarse. En la cárcel se despertó
su afición a la literatura que su padre le había inculcado
inútilmente durante años, de manera especial su amor por el teatro
clásico y El Quijote. En alguna entrevista llegó a confesar
don Marcial que los diálogos de sus novelas estaban inspirados en
parte en el teatro del Siglo de Oro español, lo que me parece una
soberana exageración (aunque aquí hay tema y esto puede acabar
siendo una tesis doctoral de un hispanista de Arkansas; como
curiosidad, también he llegado a leer en una entrevista que Georgie
Dann se inspira para sus refrescantes y veraniegas canciones en la
música de Bach: otra sugerencia para una posible tesis).
Don Marcial publicó sus
primeras novelas a inicios de la década de los 40, en la editorial
Cíes, una de las editoriales más importantes de la literatura
popular española (otras fueron Bruguera, Rollán, Toray...). La
primera que publicó fue una novela policíaca, El crimen
perfecto, con el seudónimo de Don Lewis. Luego se lanzó a la
novela del oeste con La mascota de la pradera, de 1943. Le
pilló el gustillo y empezó a escribir novelas a una velocidad
pasmosa, convirtiéndose en uno de los escritores más prolíficos y
leídos durante el franquismo. Sus novelas alcanzaban excelentes
tiradas, desde los 30.000 hasta los 200.000, pero sus lectores eran
más numerosos, pues estas novelas se leían y se devolvían a los
quioscos, como se hacía hasta relativamente hace poco tiempo.
De la editorial Cíes
pasó a Bruguera. Tras la quiebra de esta editorial en 1981,
Ediciones B continúa reeditando muchos de sus títulos, que siguen
teniendo una excelente acogida, curiosamente, en el mercado
hispanoamericano y en el norteamericano. Los herederos de don Marcial
resucitaron en Alicante la editorial Cíes, donde publicaron títulos
antiguos y las nuevas creaciones de esa franquicia familiar. Pero la
experiencia no resultó muy positiva: en España, ya se había pasado
el tiempo de la literatura popular (sobre todo, por el predominio de
la radio y las series de televisión en la década de los setenta y
ochenta) y en el extranjero, sobre todo en Estados Unidos, se
encontraron con editoriales que se han hecho de oro con ediciones
piratas de las novelas de Marcial Lafuente. Ahora mismo, los grandes
consumidores del western hispánico son los latinos de Estados
Unidos. Una de estas editoriales, Brainsco, con pleitos con los
herederos de Marcial Lafuente, ha sacado ediciones de hasta 200.000
ejemplares.
Durante el franquismo esta literatura popular tuvo su espacio y
una importante presencia, especialmente en los quioscos, lugar donde
se compraban y se cambiaban estas novelas. Representaban esa
literatura de evasión, tan necesaria, antes y ahora. Antes tenía la
consideración, con justicia, de un tipo de literatura menor,
claramente diferenciada en la forma, en el estilo y en la
presentación (eran inconfundibles su tamaño y sus portadas) de la
literatura más seria y literaria. Hoy, por desgracia, todo se ha
unificado y comercializado, y muchos productos literarios que se
parecen en sus intenciones y en su calidad a la subliteratura popular
franquista reciben hasta importantes premios literarios. Prefiero no
poner nombres, pero hay autores y autoras que manejan un estilo en
sus obras actuales (novelitas históricas o costumbristas o de
aventuras o psicologistas) que está por debajo del que empleaban
Marcial Lafuente y Corín Tellado, a pesar del autobombo de las
editoriales, que los promocionan como si fuesen escritores/as
inmortales (el negocio es el negocio).
Marcal Lafuente escribía para divertir y
entretener, sin más. Sabía del interés de los lectores, hombres en
su inmensa mayoría, por todo lo relacionado con el western. Escribía
novelas sencillas donde se iba al grano, donde no había
descripciones, donde el estilo se basaba en los efectos trillados y
los tópicos se manejaban sin disimular.... Ninguno de los autores de
este subgénero hispánico intentaron ser originales, ni hacer
grandes e imperecederas obras. Lo importante era dar a los lectores
lo que buscaban: apariencia de drama, velocidad narrativa, diálogos
secos, personajes estereotipados, filosofía barata y unos argumentos
donde debía quedar bien claro que el bueno era bueno y el malo,
malo. Este maniqueísmo era fundamental e impedía, en el desarrollo
de los argumentos, veleidades literarias o filosóficas. En las
novelas de Marcial Lafuente se repiten las ambientaciones, los
lugares, los personajes tipo. De hecho como confesó uno de los hijos
en una entrevista, a veces lo más difícil era encontrar un buen
título, que tenía que ser sugerente, lo mismo que los títulos de
las colecciones: Arizona, Río Pecos, Río Grande, Frontera del
Oeste...
En total, la franquicia lleva vendidos más de 50
millones de ejemplares Y como curiosidad, hay que destacar que las
obras de Marcial Lafuente Estefanía están prohibidas en Cuba y
Venezuela por la apología que hacen del mundo yanqui. Es para
partirse de risa. Marcial Lafuente a la altura de Salman Rushdie o
Baudelaire. En fin, que la literatura sigue deparando mayúsculas
sorpresas.
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