sábado, 25 de agosto de 2012

Marcial Lafuente Estefanía, mito de la literatura popular





La editorial Almuzara rescata La hora de las hogueras y Los visitantes de la madrugada, dos novelas con las que inicia la recuperación de Marcial Lafuente Estefanía (1903-1984), uno de los máximos representantes de la literatura popular que se practicó en España durante el franquismo.




Las novelas de Marcial Lafuente, junto con las de José Mallorquí, Luis García Lecha, Pascual Enguíanos, Francisco González Ledesma, Juan Gallardo Muñoz y tantos otros, dieron forma a una genuina literatura popular que tuvo dos géneros de aceptación indiscutibles: la Novela del Oeste, con Marcial Lafuente a la cabeza, y la Novela Rosa, con Corín Tellado como máximo estandarte. Los dos géneros fueron los favoritos de miles y miles de lectores/as que buscaron en ellos literatura de evasión y entretenimiento al por mayor, sin más zarandajas.




Los autores de las Novelas del Oeste utilizaron seudónimos muy evocadores y variados, como Silver Kane, Lou Carrigan, Keith Luger, Alf Manz, Meadown Castle, Clark Carrados, George H. White. Marcial Lafuente Estefanía no es propiamente un sinónimo sino una franquicia. Se calcula que con su nombre se han publicado más de 3.000 novelas del Oeste. Marcial Lafuente fue el que dio con la tecla del éxito. El fue el autor de las novelas que se publicaron desde 1943 hasta 1960. A partir de esa fecha y hasta su muerte en 1984, también sus hijos Federico y Francisco escribieron novelas que firmaron con ese nombre; y la franquicia continúa hasta el día de hoy, pues algunos familiares siguen escribiendo novelas firmadas por Marcial Lafuente Estefanía.

El autor, natural de Toledo, las comenzó a escribir después de la Guerra Civil, en 1943, en Vigo, a donde se trasladó para rehacer su vida tras su estancia en la cárcel al acabar la contienda. Marcial Lafuente había nacido en Toledo en 1903 y fue ingeniero de caminos, canales y puertos. Durante la Guerra fue oficial de artillería del Ejército Republicano y, también, Comisario Político de la CNT. Acabó la Guerra siendo General. Sin embargo, a pesar de que sabía que su vida estaba en peligro –de hecho, como cuenta el autor, estuvo a punto de ser fusilado- prefirió no exiliarse. En la cárcel se despertó su afición a la literatura que su padre le había inculcado inútilmente durante años, de manera especial su amor por el teatro clásico y El Quijote. En alguna entrevista llegó a confesar don Marcial que los diálogos de sus novelas estaban inspirados en parte en el teatro del Siglo de Oro español, lo que me parece una soberana exageración (aunque aquí hay tema y esto puede acabar siendo una tesis doctoral de un hispanista de Arkansas; como curiosidad, también he llegado a leer en una entrevista que Georgie Dann se inspira para sus refrescantes y veraniegas canciones en la música de Bach: otra sugerencia para una posible tesis).

Don Marcial publicó sus primeras novelas a inicios de la década de los 40, en la editorial Cíes, una de las editoriales más importantes de la literatura popular española (otras fueron Bruguera, Rollán, Toray...). La primera que publicó fue una novela policíaca, El crimen perfecto, con el seudónimo de Don Lewis. Luego se lanzó a la novela del oeste con La mascota de la pradera, de 1943. Le pilló el gustillo y empezó a escribir novelas a una velocidad pasmosa, convirtiéndose en uno de los escritores más prolíficos y leídos durante el franquismo. Sus novelas alcanzaban excelentes tiradas, desde los 30.000 hasta los 200.000, pero sus lectores eran más numerosos, pues estas novelas se leían y se devolvían a los quioscos, como se hacía hasta relativamente hace poco tiempo.

De la editorial Cíes pasó a Bruguera. Tras la quiebra de esta editorial en 1981, Ediciones B continúa reeditando muchos de sus títulos, que siguen teniendo una excelente acogida, curiosamente, en el mercado hispanoamericano y en el norteamericano. Los herederos de don Marcial resucitaron en Alicante la editorial Cíes, donde publicaron títulos antiguos y las nuevas creaciones de esa franquicia familiar. Pero la experiencia no resultó muy positiva: en España, ya se había pasado el tiempo de la literatura popular (sobre todo, por el predominio de la radio y las series de televisión en la década de los setenta y ochenta) y en el extranjero, sobre todo en Estados Unidos, se encontraron con editoriales que se han hecho de oro con ediciones piratas de las novelas de Marcial Lafuente. Ahora mismo, los grandes consumidores del western hispánico son los latinos de Estados Unidos. Una de estas editoriales, Brainsco, con pleitos con los herederos de Marcial Lafuente, ha sacado ediciones de hasta 200.000 ejemplares.

Durante el franquismo esta literatura popular tuvo su espacio y una importante presencia, especialmente en los quioscos, lugar donde se compraban y se cambiaban estas novelas. Representaban esa literatura de evasión, tan necesaria, antes y ahora. Antes tenía la consideración, con justicia, de un tipo de literatura menor, claramente diferenciada en la forma, en el estilo y en la presentación (eran inconfundibles su tamaño y sus portadas) de la literatura más seria y literaria. Hoy, por desgracia, todo se ha unificado y comercializado, y muchos productos literarios que se parecen en sus intenciones y en su calidad a la subliteratura popular franquista reciben hasta importantes premios literarios. Prefiero no poner nombres, pero hay autores y autoras que manejan un estilo en sus obras actuales (novelitas históricas o costumbristas o de aventuras o psicologistas) que está por debajo del que empleaban Marcial Lafuente y Corín Tellado, a pesar del autobombo de las editoriales, que los promocionan como si fuesen escritores/as inmortales (el negocio es el negocio).

Marcal Lafuente escribía para divertir y entretener, sin más. Sabía del interés de los lectores, hombres en su inmensa mayoría, por todo lo relacionado con el western. Escribía novelas sencillas donde se iba al grano, donde no había descripciones, donde el estilo se basaba en los efectos trillados y los tópicos se manejaban sin disimular.... Ninguno de los autores de este subgénero hispánico intentaron ser originales, ni hacer grandes e imperecederas obras. Lo importante era dar a los lectores lo que buscaban: apariencia de drama, velocidad narrativa, diálogos secos, personajes estereotipados, filosofía barata y unos argumentos donde debía quedar bien claro que el bueno era bueno y el malo, malo. Este maniqueísmo era fundamental e impedía, en el desarrollo de los argumentos, veleidades literarias o filosóficas. En las novelas de Marcial Lafuente se repiten las ambientaciones, los lugares, los personajes tipo. De hecho como confesó uno de los hijos en una entrevista, a veces lo más difícil era encontrar un buen título, que tenía que ser sugerente, lo mismo que los títulos de las colecciones: Arizona, Río Pecos, Río Grande, Frontera del Oeste...

En total, la franquicia lleva vendidos más de 50 millones de ejemplares Y como curiosidad, hay que destacar que las obras de Marcial Lafuente Estefanía están prohibidas en Cuba y Venezuela por la apología que hacen del mundo yanqui. Es para partirse de risa. Marcial Lafuente a la altura de Salman Rushdie o Baudelaire. En fin, que la literatura sigue deparando mayúsculas sorpresas.  

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