jueves, 9 de mayo de 2013

“Contra toda esperanza”, de Nadiezhda Mandelstam



“Esta es la historia de mi lucha contra las ciegas fuerzas de la naturaleza que intentaron arrasarme a mí y a los pobres trozos de papel que conservaba”, escribe Nadiezhdha Mandelstam, viuda del poeta Ósip Mandelstam (1891-1938), uno de los mejores poetas rusos de las primeras décadas del siglo XX que murió en un campo de trabajo víctima de una represión que continuó incluso después de muerto, pues su viuda siguió siendo perseguida lo mismo que sus escritos.

Su libro es el intento por rescatar de la memoria la vida de un poeta fundamental, que se enfrentó a la maquinaria del terror que impuso Stalin especialmente a los escritores, a los que consideraba “ingenieros del alma” soviética. Mandelstam, junto con su gran amiga Ana Ajmátova, también represaliada, una de las voces más significativas del movimiento acmeísta (que reaccionó contra los valores del simbolismo poético), sufrió ya desde la década de los años 20 la ojeriza de los comunistas, que consideraban que su literatura no era una muestra de la nueva era que propugnaban y, por tanto, era ya sospechoso de rebelarse contra los valores oficiales. En 1934 fue detenido por recitar a unos amigos un poema contra Stalin (“aletea la risa bajo sus bigotes de cucaracha”, dice uno de sus versos), sin que llegara ni a publicarse ni a difundirse por otros canales. Esa primera detención, con sus correspondientes y famosos interrogatorios, acabó en una deportación, primero a Cherdyn y luego a Vorónezh, a la que se le permitió que le acompañara su esposa Nadiezhda.

Tanto Ósip como Nadiezhda conocían ya bastante bien el funcionamiento del régimen soviético y la generalizada política de castigos y deportaciones a las que habían sometido ya a miles de ciudadanos, muchos de ellos amigos personales. Sabían, de alguna manera, lo que les esperaba, pues ni Ósip ni su mujer estaban dispuestos a plegarse a los dictados ideológicos y literarios de los comunistas. De hecho, desde la creación en 1932 de la todopoderosa Unión de Escritores Soviéticos, Ósip ya había tenido problemas y roces con los representantes de la literatura oficial, quienes marcaban las órdenes de lo que debía escribirse y los que concedían las oportunas autorizaciones para poder publicar en las editoriales y revistas promovidas por el régimen, las únicas que existían.

La autora revive en sus memorias la dureza de la vida en Vorónezh, “una ciudad sombría y harapienta”, donde apenas contaba con los medios necesarios para sobrevivir. Estas circunstancias tan duras empeoraron la salud de Ósip, cada vez más enfermo de su psicosis traumática. Fueron años muy difíciles, sometidos a continuos controles policiales y sin que nadie pudiese acercarse a ellos con naturalidad, pues cualquier contacto podía acarrear una nueva denuncia.

Cuando finalizó esta deportación, buscaron un lugar para vivir a cien kilómetros de Moscú, pues no se les permitía vivir en las grandes ciudades. Cerca de Moscú retomaron en parte sus amistades y continuaron con sus gestiones, siempre fallidas, para poder escribir, publicar y sobrevivir. Sin embargo, Mandelstam fue nuevamente detenido y condenado ahora a cinco años de trabajos forzados en Siberia. Murió en un campo de tránsito cerca de Vladivostok en diciembre de 1938. Por las averiguaciones de su viuda, parece que Ósip, ya muy enfermo, murió de una epidemia de tifus. Hasta años después, como sucedió con tantas otras víctimas, no consiguió conocer las fechas ni la causa de su muerte.

Pero las desgracias no acaban con el fallecimiento de su marido. Nadiezhda fue también perseguida. Hasta 1956 no se la permitió regresar a Moscú. En 1970, en Estados Unidos, publicó este libro, Contra toda esperanza, que tiene una continuación que también apareció en el mismo país en 1974, Esperanza abandonada. Falleció en 1980.

Junto con el relato de los últimos años de la vida del poeta, estas memorias contienen interesantes comentarios sobre la vida y la poesía de Mandelstam, sus opiniones literarias, su evolución, sus relaciones con otros poetas –especialmente con Ana Ajmátova -, su radical concepto de la poesía, su fascinación por Italia y la cultura helenística y cristiana (ingredientes sobresalientes del acmeismo)...

Además son especialmente brillantes sus consideraciones sobre la vida cotidiana en un régimen de terror. “Dadnos al hombre, que la acusación ya la encontraremos”, repite Nadiezhda en diferentes momentos, frase que demuestra la victoria de la sinrazón y el triunfo de un estado policial: “además de reunir constante información, habían conseguido debilitar los vínculos entre la gente, fraccionar la sociedad”. Y es que tanto Nadiezhda como Ósip vivían “entre personas que desaparecían en el más allá, en el destierro, en el campo de trabajos forzados, en el infierno y entre aquellos que los enviaban al destierro, al campo, al más allá y al infierno”. La Unión Soviética era, en la práctica, un inmenso calabozo, una celda, una garita en la que no había sitio para la libertad y donde todo estaba planificado para que el comunismo no encontrase ninguna oposición. “La propaganda del determinismo histórico –escribe- nos privó de voluntad y de la posibilidad de tener criterio propio”.

Excelentes memorias, pues, llenas de optimismo, humanismo y vitalidad en unas circunstancias totalmente adversas que han conservado su fuerza narrativa y que siguen siendo un doloroso ejemplo del peor rostro de los totalitarismos.

 
Contra toda esperanza
Nadiezhda Mandelstam
Acantilado. Barcelona (2013)
642 págs. 29 €.
Traducción: Lidia Kúper.


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