miércoles, 22 de mayo de 2013

“El fiel Ruslán”, de Gueorgui Vladímov



El ucraniano Gueorgui Vladímov consiguió sacar de la URSS esta novela, imposible de que apareciese en su país, y publicarla en Alemania en 1974. En la URSS no se pudo publicar hasta la perestroika. El fiel Ruslán se basa en el relato Los perros, que el autor escribió en 1965 y que fue prohibido por su mensaje antiestalinista. Vladímov lo rehizo y amplió hasta convertirlo en esta novela, una original y excelente parábola sobre las consecuencias del Gulag soviético.

Nacido en Járkov (Ucrania) en 1931, de madre judía deportada a un campo siberiano, Vladímov es el seudónimo que comenzó a utilizar cuando, tras terminar la carrera de Derecho, se dedicó al periodismo y la literatura. Su nombre era Gueorgui Nikoláyevich Volosévich. Fue editor en la revista literaria “Novy Mir”. En la década de los sesenta publicó El gran mineral (1961), su primera novela, y Tres minutos de silencio (1969), sobre la vida de los pescadores rusos. A finales de los setenta abandonó la Unión de Escritores Soviéticos, con la que ya había tenido algunos encontronazos, y se unió a Amnistía Internacional. En 1983 consiguió exiliarse a Alemania, donde murió en 2003.

El fiel Rusklán tiene como escenario un campo de concentración siberiano a finales de la década de los 50. Tras la muerte de Stalin, se inició un tímido periodo de apertura que supuso el desmantelamiento de parte de la gran red de campos de trabajo esparcidos por toda la Unión Soviética, de manera especial en la dura Siberia.

La novela abarca unos pocos meses de los años 1956 y 1957. Ruslán es un perro caucásico, uno de los perros guardianes que se empleaban para la vigilancia en los campos de trabajo. Ruslán ha recibido desde su nacimiento un duro adiestramiento para cumplir con sus trabajos de vigilancia. El adiestramiento incluye una sumisión y devoción absoluta a su amo, de quien recibe todas las órdenes y con el que mantiene una poderosa y hasta amorosa fidelidad.

Pero el campo donde vive Ruslán está siendo desmantelado. La novela comienza al día siguiente de que los prisioneros recuperen la libertad y los guardianes abandonen sus puestos de trabajo. Los perros, por lo tanto, sobran, y Ruslán y sus compañeros deben iniciar una nueva vida abandonados fuera del campo. Ruslán se siente desorientado y desubicado, pues ha sido adiestrado para cumplir una misión muy concreta: controlar constantemente a los prisioneros, evitar las huidas y descubrir a los sospechosos. De pronto, su escala de valores se derrumba.

Abandonado por su amo, es acogido por Harapiento, uno de los presos que ha recuperado su libertad. Carpintero de oficio, fue soldado durante la Segunda Guerra Mundial y posteriormente detenido y condenado al campo tras regresar de Alemania. No sabe nada de su familia y piensa, como les sucedió a otros muchos presos, que han renegado de él. Por eso, tiene muchas dudas sobre qué hacer con su vida. Aunque Harapiento piensa que Ruslán ha sido acogido, en realidad Ruslán sigue pensando que su obligación es controlar a Harapiento, un preso que sin que él entienda por qué vive ahora de otra manera. Ruslán tiene un inculcado metódico servicio del deber y todos los días acude a la estación de tren por si llegan nuevos presos y otra vez solicitan sus servicios de vigilancia. Pero para él y para tantos otros perros, adiestrados férreamente en unas ideas, no es nada fácil incorporarse a los nuevos aires de libertad. Al contrario, Ruslán está esperando que las cosas vuelvan a su cauce, que su amo regrese y que los prisioneros vuelva a ocupar su sitio.

Escrita en tercera persona, la novela se centra en el punto de vista de Ruslán sobre lo que está pasando. Es un gran acierto estilístico, pues de esta manera la novela, en su forma y en su mensaje, consigue una gran efectividad. Por un lado, al describir su vida, su pasado y sus sueños, asistimos al retrato tangencial de la inhumana vida en los Gulag, donde la muerte no tiene ningún valor. Por otro, también consigue el autor reflejar la extrañeza de Ruslán, su perplejidad, sus preocupaciones, su imposibilidad de adaptarse a una nueva vida, su fidelidad absoluta a unos patrones ideológicos que le procurarán no pocos problemas.
El autor utiliza esta inteligente perspectiva para denunciar tanto la inhumana vida en los campos como el destrozo existencial provocado en los prisioneros, quienes tras esa dramática experiencia, aunque recuperasen la libertad, no volverán nunca a ser los mismos, incapaces de explicar lo vivido y de asimilar unas secuelas y cicatrices imposibles de superar.
 

El fiel Ruslán
Gueorgui Vladímov
Libros del Asteroide. Barcelona (2013)
232 págs. 17,99 €.
T.o.: Verni Ruslán. Traducción: Marta Rebón.

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