El ucraniano Gueorgui Vladímov consiguió sacar de
la URSS esta novela, imposible de que apareciese en su país, y
publicarla en Alemania en 1974. En la URSS no se pudo publicar hasta
la perestroika. El fiel Ruslán se basa en el relato
Los perros, que el autor escribió en 1965 y que fue prohibido
por su mensaje antiestalinista. Vladímov lo rehizo y amplió hasta
convertirlo en esta novela, una original y excelente parábola sobre
las consecuencias del Gulag soviético.
Nacido en Járkov
(Ucrania) en 1931, de madre judía deportada a un campo siberiano,
Vladímov es el seudónimo que comenzó a utilizar cuando, tras
terminar la carrera de Derecho, se dedicó al periodismo y la
literatura. Su nombre era Gueorgui Nikoláyevich Volosévich. Fue
editor en la revista literaria “Novy Mir”. En la década de los
sesenta publicó El gran mineral (1961), su primera novela, y
Tres minutos de silencio (1969), sobre la vida de los
pescadores rusos. A finales de los setenta abandonó la Unión de
Escritores Soviéticos, con la que ya había tenido algunos
encontronazos, y se unió a Amnistía Internacional. En 1983
consiguió exiliarse a Alemania, donde murió en 2003.
El fiel Rusklán tiene como escenario un
campo de concentración siberiano a finales de la década de los 50.
Tras la muerte de Stalin, se inició un tímido periodo de apertura
que supuso el desmantelamiento de parte de la gran red de campos de
trabajo esparcidos por toda la Unión Soviética, de manera especial
en la dura Siberia.
La novela abarca unos pocos meses de los años 1956
y 1957. Ruslán es un perro caucásico, uno de los perros guardianes
que se empleaban para la vigilancia en los campos de trabajo. Ruslán
ha recibido desde su nacimiento un duro adiestramiento para cumplir
con sus trabajos de vigilancia. El adiestramiento incluye una
sumisión y devoción absoluta a su amo, de quien recibe todas las
órdenes y con el que mantiene una poderosa y hasta amorosa
fidelidad.
Pero el campo donde vive Ruslán está siendo
desmantelado. La novela comienza al día siguiente de que los
prisioneros recuperen la libertad y los guardianes abandonen sus
puestos de trabajo. Los perros, por lo tanto, sobran, y Ruslán y sus
compañeros deben iniciar una nueva vida abandonados fuera del campo.
Ruslán se siente desorientado y desubicado, pues ha sido adiestrado
para cumplir una misión muy concreta: controlar constantemente a los
prisioneros, evitar las huidas y descubrir a los sospechosos. De
pronto, su escala de valores se derrumba.
Abandonado por su amo, es acogido por Harapiento,
uno de los presos que ha recuperado su libertad. Carpintero de
oficio, fue soldado durante la Segunda Guerra Mundial y
posteriormente detenido y condenado al campo tras regresar de
Alemania. No sabe nada de su familia y piensa, como les sucedió a
otros muchos presos, que han renegado de él. Por eso, tiene muchas
dudas sobre qué hacer con su vida. Aunque Harapiento piensa que
Ruslán ha sido acogido, en realidad Ruslán sigue pensando que su
obligación es controlar a Harapiento, un preso que sin que él
entienda por qué vive ahora de otra manera. Ruslán tiene un
inculcado metódico servicio del deber y todos los días acude a la
estación de tren por si llegan nuevos presos y otra vez solicitan
sus servicios de vigilancia. Pero para él y para tantos otros
perros, adiestrados férreamente en unas ideas, no es nada fácil
incorporarse a los nuevos aires de libertad. Al contrario, Ruslán
está esperando que las cosas vuelvan a su cauce, que su amo regrese
y que los prisioneros vuelva a ocupar su sitio.
Escrita en tercera persona, la novela se centra en el punto de
vista de Ruslán sobre lo que está pasando. Es un gran acierto
estilístico, pues de esta manera la novela, en su forma y en su
mensaje, consigue una gran efectividad. Por un lado, al describir su
vida, su pasado y sus sueños, asistimos al retrato tangencial de la
inhumana vida en los Gulag, donde la muerte no tiene ningún valor.
Por otro, también consigue el autor reflejar la extrañeza de
Ruslán, su perplejidad, sus preocupaciones, su imposibilidad de
adaptarse a una nueva vida, su fidelidad absoluta a unos patrones
ideológicos que le procurarán no pocos problemas.
El autor utiliza esta inteligente
perspectiva para denunciar tanto la inhumana vida en los campos como
el destrozo existencial provocado en los prisioneros, quienes tras
esa dramática experiencia, aunque recuperasen la libertad, no
volverán nunca a ser los mismos, incapaces de explicar lo vivido y
de asimilar unas secuelas y cicatrices imposibles de superar.
El fiel Ruslán
Gueorgui VladímovLibros del Asteroide. Barcelona (2013)
232 págs. 17,99 €.
T.o.: Verni Ruslán. Traducción: Marta Rebón.
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