sábado, 29 de septiembre de 2012

"El abuelo que saltó por la ventana y se largó", de Jonas Jonasson


Todavía no salgo de mi asombro cuando veo las cifras de ventas de esta novela. En Suecia, el éxito ha sido fulgurante, con casi dos millones de ejemplares vendidos, Libro del Año y Premio de los Libreros. También ha sido un éxito de ventas en otros países europeos, lo que ha provocado su rápida traducción a otros países (ya van más de 30). En España ha sido uno de los libros del año, ocupando desde hace meses los primeros lugares en las listas de libros más vendidos. ¿Es para tanto? Anticipo mi conclusión: no.

Una primera explicación a este éxito: tras la inundación de libros policiacos nórdicos, la crítica literaria ha encajado bien la publicación de un libro humorístico que, además, quiere ser una desenfadada radiografía del carácter y algunas peculiaridades de Suecia. Esa ha sido la intención de su autor, Jonas Jonasson (1962), periodista con una amplia trayectoria que hasta ahora no había publicado ninguna novela.

Y una segunda explicación: un argumento ciertamente disparatado, quizás la clave de su éxito, pues ya en las primeras páginas asistimos a una concatenación de divertidos sucesos que se salen de lo normal.

Allan Karsson vive en una residencia de ancianos y el mismo día que cumple cien años decide, de pronto, escaparse. En una estación de autobuses engaña a un joven y le roba una maleta que más tarde descubrirá contenía muchísimo dinero. A partir de ese momento, Allan y un grupo de personajes que se suman a su aventura se ven metidos en una rocambolesca historia de tintes policiacos y esperpénticos, pues en su huida, Allan y sus amigos, como sin querer, dejan unos cuantos muertos que provocan la alarma policial y que hacen pasar al centenario Allan como el cabecilla de una peligrosa organización criminal.
 

Como esta historia, en sí, tiene poca entidad y es evidente que la policía no los encontrará hasta que el autor se canse, introduce Jonasson en capítulos alternos la biografía del centenario Allan, más descabellada todavía que los sucesos que está viviendo en el presente. Aficionado desde joven a la dinamita, tras pasar una temporada en la cárcel en su país por algunas prácticas fraudulentas, abandona Suecia para viajar a España a mediados de los años treinta; allí entra a formar parte primero del ejército republicano y después del ejército franquista. Conoce personalmente a Franco, quien le ayuda a abandonar España para regresar a su país. Pero tardará en regresar pues Allan se irá convirtiendo sucesivamente en coprotagonista, junto con los grandes líderes mundiales (Stalin, Mao, Churchill...), de los principales sucesos del siglo XX.

Sin embargo, a pesar de tener un excelente arranque, con la huida de Allan y los sucesivos encuentros con los atípicos personajes con los que compartirá alegrías y penalidades surrealistas, poco le dura el fuelle a la novela. Personalmente, me han sorprendido los adjetivos encomiásticos que se han vertido sobre esta novela, pues a las pocas páginas el relato pierde gracia y quedan muy en evidencia las más bien pobres habilidades narrativas del autor, quien se empeña lastimosamente en reiterar pasaje tras pasaje los mismos golpes cómicos. La crítica que aplica el autor a muchos ámbitos de la cultura, la religión y la política suecas nunca, eso sí, es ácida; el retrato que hace de algunos vicios sociales y de carácter de los suecos resulta amable y divertido. Pero resulta muy difícil mantener la atención y el interés cuando una novela se construye con unos ingredientes tan elementales y predecibles y cuando el sentido del humor se basa siempre en los mismos recursos. A esto se suma que la novela es, para lo que cuenta, demasiado larga (más de 400 páginas). O sea, un vez más, conviene desconfiar de la calidad literaria de los libros más vendidos.

El abuelo que saltó por la ventana y se largó
Jonas Jonasson
Salamandra. Barcelona (2012). 413 págs. 19 €.
T.o.: Hundradringen som klev ut genom fönstret och försvann.
Traducción: Sofía Pascual Pape.


miércoles, 26 de septiembre de 2012

Literatura YOUFEST


 
Se celebra en Madrid el Festival YOUFEST, “el festival de la generación YouTube, la mayor celebración de la cultura popular digital”. Hay que reconocer que la filosofía de este evento resulta atrayente y original, pues lo que buscan, copio de la información oficial, es derribar “la última frontera entre el artista y sus seguidores”. Y sigo: “por primera vez en la historia, los fenómenos culturales de la red y los usuarios experimentarán la energía del contacto directo en un festival multidisciplinar, ecléctico e hiper-conectado”. Durante dos días, en cuatro escenarios, muchos artistas que se han hecho famosos en la red protagonizarán un encuentro “entre lo real y lo virtual, lo periférico y lo establecido, lo popular y la vanguardia”.

Hasta aquí, todo muy novedoso desde el punto de vista teórico. Se asume que el entorno digital es el canal donde el arte innovador está lanzando sus mejores propuestas, revolucionando la manera de hacer arte y también de recibirlo y valorarlo. La apuesta estética de YOUFEST es arriesgada, pues han traído a un puñado de artistas que cuentan con una notable visibilidad exclusivamente en YouTube, como si la masiva aceptación en ese canal fuese sinónimo ya de productos artísticos revolucionarios, ingeniosos, interesantes, distintos, modernos, “eclécticos”.

Esto puede servir para algunos de ellos, pero no se puede generalizar. Y más todavía cuando hemos tenido la suerte de conocer en la red a algunos de estos fenómenos que, además, son los que más gancho están teniendo en la promoción de esta edición de YOUFEST. YouTube es un escaparate de lo insólito, de lo desconocido, de lo ninguneado y, también, del frikismo y de lo hortera. En Internet se busca tanto la calidad como la mala calidad. Todo está al mismo nivel.

La presencia en este Festival de, para mí, esos tres grandes iconos de la música popular demuestra que hay que poner entre paréntesis parte de la propuesta teórica y estética de este Festival. Acuden a YOUFEST Wendy Sulca, Delfín hasta el Fin y la Tigresa de Oriente, tres fenómenos que, con carreras independientes, han protagonizado juntos una de las canciones más vistas de YouTube, “En tus tierras bailaré”, un surrealista homenaje a Israel realizado por estos tres grandes artistas sudamericanos. Millones y millones de visitas confirman que el público busca, más que calidad –que por supuesto sabe donde encontrarla en la red-, experiencias que excedan los límites de la razón y del buen gusto musical.

Para mí, conocer esta canción ha supuesto un momento sublime, indescriptible, sideral, pues he visto consolidados algunos de presupuestos estéticos que suelo aplicar a la literatura: los productos malos suelen dar pena, los productos inmensamente malos son sencillamente sublimes. Delfín hasta el Fin, Wendy Sulca y la Tigresa de Oriente subrayan esta máxima. Por eso no me extraña su arrollador éxito digital, que no puede explicarse de manera sencilla ni recurriendo a argumentos tradicionales, pues excede a los cánones a los que habitualmente estamos acostumbrados. La gente los ve no porque los considere un derroche de arte y de calidad, sino porque encarnan en sus ingredientes –letra, vestuario, puesta en escena, etc.- los elementos más manoseados de lo peor de la cultura kitsch y popular. No creo que ninguno de los que ya nos consideramos sus fans defendamos a estos artistas por su revolucionaria e innovadora apuesta musical. Los queremos, y mucho, por otras cosas bien distintas: no tienen pavor al ridículo, han consagrado su arte a los tópicos y reiteran subjetivamente los estereotipos.
 
A mí me gustan. Me divierten. Me lo paso muy bien con su canción sobre Israel y el resto de sus ya míticas canciones: “En torres gemelas”, “Papaíto”, La tetita”, “Cerveza, cerveza”. Pero no se me ocurre elevar su arte a las altas cimas de la música y la poesía contemporáneas (ni tampoco los considero, como hacen algunos con escarnio, escoria ni monstruitos). Eso sí, sería triste que ellos se lo creyesen. Forman parte, sin saberlo o de modo consciente, de los arrabales de una cultura, la del espectáculo globalizado, que a veces convierte en superestrellas a los campeones de la mediocridad.

Una conclusión saco de este fenómeno, aplicada a la literatura. La audiencia no puede ser nunca el máximo criterio de calidad (ojo con el best-seller y con los premios literarios más comerciales). Si un libro vende miles o millones de ejemplares no significa que, estéticamente, sea el mejor libro del mundo. A lo mejor vende, como estos cantantes, por su frikismo y por su apoteosis de lo trillado.
 
Estos tres cantantes populares, con Delfín hasta el Fin a la cabeza, récord de audiencia en YouTube, son un buen aviso para que muchos escritores/as no se lo tengan creído y acepten la mísera realidad. Nada de arte eterno, ni poética de calidad. Al final, su literatura es también otra manifestación del espíritu YOUFEST: un espectáculo grotesco, ecléctico, multitudinario y multimillonario. Con sus dosis del inevitable frikismo.

lunes, 24 de septiembre de 2012

La maldición de los sucedáneos


A nadie le extraña que entre las grandes fortunas mundiales, por encima de futbolistas, políticos y alcaldes de ciudades costeras, figuren escritores de éxito, autores que han pegado un superpelotazo editorial. En los últimos años, los casos más emblemáticos han sido, en España, María Dueñas, Ruiz Zafón, Ildefonso Falcones y Matilde Asensi, y en el extranjero, por encima de todos, el norteamericano Dan Brown, a los que podemos sumar fenómenos inmediatos, como el protagonizado por Suzanne Collins y Los juegos del hambre y E. L. James y su trilogía 50 sombras de Grey y otros casos más duraderos, como las novelas de Harry Potter y hasta los libritos esotéricos del brasileño Paulo Coelho.

Sin embargo, este éxito, para qué engañarnos, no es lo normal. La tirada media de un libro en España (se publican más de 70.000 títulos cada año) apenas pasa de los 3.000 ejemplares, y vamos bajando. Todavía hay escritores con capacidad para llegar a un público más amplio (Pérez-Reverte es una excepción), pero cada vez son menos. La mayoría de los autores se dan con un canto en los dientes si venden más de cinco mil ejemplares (y algunos todavía con muchos menos). Las editoriales no suelen proporcionar muchos datos relacionados con las ventas –salvo si se trata de los grandes éxitos, por aquello del efecto llamada-. Si se pudiera tener acceso a estos datos, nos daría hasta pena comprobar lo que venden algunos muy bien tratados por los medios de comunicación. Qué pena no tenerlos, aunque en algunos casos me los imagino.

Pero aquí los que han vendido de verdad, por ahora, son Ken Follett, Stephenie Meyer, Dan Brown y Joanne K. Rowling. Los tres, muy distintos, emplean un tipo de literatura muy especial que ha provocado, así es la vida, que aparezcan miríadas de escritores que han imitado servilmente sus ingredientes buscando el éxito cómodo y facilón. La plaga de imitadores y sucedáneos es, para mí, con mucha diferencia, lo peor de estos fenómenos editoriales interplanetarios.


Peor que Ken Follett, que ya es decir, son los imitadores de su Edad Media de cartón piedra, con esquemas reiterativos, tópicos e ingredientes de serie B que no hay por dónde cogerlos. O de sus mastodónticas novelas sobre el siglo XX (acaba de aparecer la segunda novela de su trilogía “The Century”: El invierno del mundo), repletas de didactismo y de moraleja.

Peor que la saga Crepúsculo han sido los sucedáneos que han llenado sus páginas de vampiros vegetarianos y adolescentes anoréxicas que se pasan el día llorando después de leer una poesía de Bécquer.

Tras el multimillonario éxito de las novelas juveniles de Harry Potter han salido por todos los lados imitadores de literatura fantástica que le dan a la manivela sin ningún tipo de reparo. Piensan que para conseguir el éxito de lo que se trata es de repetir los aspectos más vistosos de las novelas de Rowling y por eso existen ya circulando por el mercado, por España y por todo el mundo, a gran velocidad, manadas de novelas que hablan de la magia buena y mala, de colegios o internados donde los niños aprenden las sinuosas artes de la hechicerías, animalitos fantásticos que se codean con los humanos y malos muy malos y perversos que son una amenaza constante para el futuro de la humanidad. Las variantes son mínimas (algo de imaginación tienen los autores), pero los sucedáneos intentan no alejarse mucho del modelo a imitar, pues conviene no correr muchos riesgos.

Mucho peor fue la moda Dan Brown, todavía en estado de efervescencia por culpa de un ejército de autores que viven inmersos en las realidades esotéricas. Uno se acerca ingenuamente a una librería buscando algo que leer y le asaltan sin miramientos miles de títulos que desvelan los secretos ocultos y mejor guardados del Vaticano: ¿tantos hay?; novelas que trafican a su antojo con la historia, presentando una Edad Media violenta y corrupta. Ahora, vayas donde vayas, por todos los lados, camuflados y a la espera de endilgarte el último ensayito que han leído, te encuentras con expertos en evangelios apócrifos discutiendo sobre lo que dice el Evangelio de Judas; o sobre las fuentes de los libros gnósticos, o el papel de los merovingios en la historia europea y en la de Parla. Proliferan como setas los expertos en desvelar las claves ocultas del puñetero Priorato de Sión, o los símbolos esotéricos que encierra tal cuadro (¿también el Ecce homo?), candelabro, monumento, capilla, canción.

Como decía, lo peor, y con mucho, de los grandes éxitos son la larga lista de imitadores y aprovechados que andan pululando por el mundo editorial. Eso sí, todo vale con tal de vender, que es de lo que se trata. Y es que el marketing, que es quien manda en el mundo editorial, explota desesperadamente la gallina de los huevos de oro de cada momento y sus obligatorios sucedáneos. Advertencia: los sucedáneos de E. L. James ya están aquí.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Testimonios literarios sobre la Primera Guerra Mundial


Coinciden en las librerías varios libros con testimonios literarios de la Primera Guerra Mundial, la primera contienda moderna, guerra que supuso una radical transformación armamentística, técnica y estratégica.
 
En Guerra del 15, el escritor italiano Stuparich revive minuciosamente dos meses de estancia en el frente italiano, con constantes combates contra los austriacos. William March, en Compañía K, con una original estructura literaria, da voz a los anónimos soldados de la compañía a la que perteneció el autor durante las batallas en las que el ejército norteamericano participó en Francia. Por su parte, el soldado alemán Edlef Köppen reconstruye minuciosamente en Parte de guerra los duros años que pasó en el ejército como artillero en una obra que se ha convertido en uno de los alegatos antibelicistas más valorados. Para finalizar, Poemas de guerra de Wilfred Owen pone una profunda nota lírica a una experiencia difícil de explicar.

ATMÓSFERA DE MUERTE

Giani Stuparich (1891-1961) se enroló junto con su hermano Carlo como voluntario en la Gran Guerra. En 1915, durante los dos primeros meses, tomó nota de todos los pormenores de su participación en las batallas del Isonzo, cerca de su Trieste natal. Quince años después, en 1931, publicó estos apuntes sin apenas retocar nada. Y fue un acierto, pues el libro conserva la espontaneidad y la naturalidad de una durísima experiencia vital vivida en directo con auténtica pasión.
Junto con su hermano Carlo –posteriormente fallecido en la Guerra-, Giani vive momentos durísimos, pues los enfrentamientos con los austríacos ponen continuamente en peligro sus vidas. Stuparich rechaza la retórica belicista, muy de moda durante la guerra y después, por influencia del fascismo, y cuenta los hechos con una gran carga de humanidad, sin forzar lo melodramático. Sus observaciones son certeras, muy pegadas a la realidad, a las inquietudes y menudencias de dos jóvenes que añoran su intensa actividad intelectual, que sienten nostalgia de sus amigos y de sus familias (sobre todo de su madre), y que intentan estar a la altura de los acontecimientos.

 
Guerra del 15
GianiStuparich
Minúscula.Barcelona (2012)
196 págs. 17,50 €.

LA MUERTE, SIN RETÓRICA

Publicada en 1933, se trata de una de las primeras novelas bélicas que aborda de manera directa y realista el testimonio de unos militares normales y corrientes que “luchan en combates modernos, mecanizados y masivos”. Antes de esta novela, la guerra era, en la literatura, un lugar para la épica y los grandes idealismos, como explica Philip D. Beidler en la magnífica introducción. William March (1893-1954), sin embargo, da la vuelta a la tortilla. Tras cursar estudios de Derecho, se alistó en el Cuerpo de Marines y vivió en directo importantes batallas de la Primera Guerra Mundial en territorio francés. Su libro, publicado años después, quiere ser un homenaje a los soldados que formaron parte de su compañía.
Compañía K aborda la guerra sin contemplaciones, como harían también otros compatriotas como John Dos Passos, Thomas Boyd y Ernest Hemingway. La protagonista es la muerte, que aparece mostrando siempre su rostro más tormentoso, obsceno y repugnante. Los muertos que pueblan estas páginas no lo son como consecuencia de nobles sacrificios; sus muertes forman parte de un brutal escenario, marcado por la crueldad y la degradación. En este sentido, estamos ante un libro duro en el que no se ocultan ni se camuflan ni se disfrazan los horrores de la guerra.

Y esta novela, pionera e innovadora en muchos sentidos, es muy original también en su desarrollo literario. La novela está formada por 113 estampas, cada una de ellas protagonizada por un soldado de la Compañía K, vivo o muerto, que, en primera persona, revive algún pequeño episodio de la guerra. Todo lo que aparece está encarnado en una víctima. Cada estampa ocupa poco más de una página y se pasa de un escenario a otro, de una batalla a otra, de un paisaje a otro. No existe un argumento único aunque sí hay un hecho central que funciona un poco como hilo conductor: la ejecución a sangre fría de 22 prisioneros alemanes. Los soldados que intervinieron en esa matanza no consiguen liberarse de aquellos macabros recuerdos.

March escribe sobre todo esto sin retórica y con mucha ironía, un lúcido efecto que multiplica el efecto demoledor de la novela.
 

Compañía K
William March
Libros del Silencio. Barcelona (2012)
312 págs. 18 €.

UN CAMPO DE MUERTE

Sajalín Editores publica por vez primera en castellano Parte de guerra, novela aparecida en 1930, prohibida posteriormente por los nazis, que describe desde dentro las vicisitudes de un soldado alemán en la Primera Guerra Mundial.

Adolf Reisiger, su protagonista, es un joven estudiante que se alista como voluntario en un Regimiento de artillería, experiencia que también vivió su autor, el escritor y editor Edlef Köppen, que falleció en 1939 como consecuencia de las secuelas de la guerra. Por su planteamiento, y también en su mensaje, Parte de guerra tiene muchos elementos en común con Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque (1898-1970), publicada en 1929 en Alemania y que también tiene como protagonista a un joven soldado alemán. Al igual que Parte de guerra, esta novela fue considerada antialemana por las autoridades nazis.

El autor se sirve de su experiencia personal para contar de manera directa, en vivo, unos sucesos trágicos y dramáticos, pues la Gran Guerra supuso un cambio drástico en las técnicas militares y en la utilización de armamento más sofisticado. Reisiger fue testigo de auténticas escabechinas, tanto en el bando alemán como el de los aliados. Y todo se cuenta con una fría naturalidad, sin introducir valoraciones o soflamas que podían forzar los sentimientos de los lectores o inclinar la balanza de la toma de partido. La actitud que adopta Köppen es el relato pormenorizado de la vida diaria, cotidiana, dentro del ejército: las relaciones entre los soldados y los oficiales, la obsesión por la comida y el descanso, los momentos de ocio, la impaciencia ante las noticias familiares, las órdenes recibidas, las guardias, las acciones que hay que emprender... Y especialmente interesantes por su dinamismo y plasticidad son las escenas de guerra, donde no hay sitio para la retórica y la literatura y sí para la omnipresencia trágica de la muerte.

A la impasibilidad narrativa contribuye también la técnica empleada. Köppen utiliza la narración en tercera persona, pero de vez en cuando el relato se interrumpe con la inclusión de partes de artículos periodísticos, anuncios, decretos oficiales, fragmentos del diario personal de Reisiger y de la correspondencia que tiene con sus padres, declaraciones de las autoridades militares, bandos, referencias a la vida cotidiana en la retaguardia...
 
 
Parte de guerra
Edlef Köppen
Sajalín. Barcelona (2012)
499 págs. 25 €.

LA PENA DE LA GUERRA
 
Gabriel Insausti es el responsable de la edición y traducción de los poemas que el poeta inglés Wilfred Owen (1893-1918) escribió sobre su experiencia en la Primera Guerra Mundial. Todo procede de lo que él vio antes de fallecer, en 1918, mientras intentaba llevar a sus hombres a través del cana de Sambre. Su prefacio explica las claves de unos poemas que eliminan la retórica grandilocuente, patriótica y gastada que solía emplearse para describir las acciones bélicas. Owen escribe que “este libro no trata de héroes (...). Tampoco trata de hazañas, territorios ni nada que tenga que ver con la gloria, el honor, el poder, la majestad, el dominio o la fuerza; sino con la guerra”. “Mi tema es la guerra y la pena de la guerra”, y por sus poemas aparecen soldados que, sumergidos en las trincheras, ven cómo su vida no vale absolutamente nada. Owen se limita a describir poéticamente lo que ve: una lacerante experiencia contenida en unas nada épicas coordenadas: alambradas, trincheras, cráteres, gas, camilleros...

Al igual que los autores antes mencionados, sin caer en solflamas ni en propagandas, aporta Owen otra manera de ver la guerra, siempre con una profunda carga de humanidad.


Poemas de guerra
Wilfred Owen
Acantilado. Barcelona (2011)
104 págs. 16 €.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

"Cuadernos de escritura", de Carlos Pujol


He releído estos días Cuadernos de escritura, magnífico libro del escritor Carlos Pujol (1936), fallecido de manera inesperada a principios de 2012. Recientemente, había publicado el poemario El corazón de Dios y en la editorial Menoscuarto su novela Los fugitivos. En la misma editorial también habían aparecido sus novelas Antes del invierno y Fortunas y adversidades de Sherlock Holmes.
Cuadernos de escritura reúne tres libros de Carlos Pujol dedicados a “por qué se escribe, qué se escribe y cómo se escribe”, escritos con la sabiduría y el habitual sentido común de un escritor que ha tocado todos los palos literarios: profesor, crítico, ensayista, traductor, poeta y novelista. Los tres libros son Cuadernos de escritura, que da título al volumen, de 1988; Tarea de escribir, de 1998; y el inédito Memorándum. Palabras para escribir, de 2008. El primero y el tercero lo forman aforismos; el segundo, aforismos y un conjunto de artículos relacionados con los temas del libros. Los tres libros comparten la misma intención y son, más que consejos y recetas, avisos, “sólo cosas pensadas en voz alta, tal vez impertinentes”.

La gran mayoría de estos pensamientos son muy acertados y explican muy bien la alta consideración que Pujol tiene de la literatura, una actitud que está radicalmente en contra de la banalidad comercial que se lleva hoy día. Sus reflexiones van al fondo del asunto y sirven, y mucho, para explicar las virtudes y los principales defectos de la literatura actual y de sus principales protagonistas, los escritores: “En un escritor nada más peligroso que la facilidad para escribir”, “Los peores enemigos de la literatura son la sociología y la moraleja”, “Nuestro siglo no ha inventado el aburrimiento literario, pero lo ha canonizado”. Y no faltan observaciones llenas de ingenio y sentido del humor: “Si los escritores se preocuparan más de ser entretenidos que de parecer sublimes, todo eso saldríamos ganando” y “La mejor cura de la vanidad es releerse”.
Hay magníficas intuiciones, como ésta: “El poeta está para ver lo que no se ve, para lo que se ve ya está el resto de la gente”. O ésta otra que explica muchas cosas sobre su sentido de la literatura: “Escribir no para olvidarse de la vida, sino para vivir más”.
Conviene leer estos avisos para despegarse de la rabiosa actualidad literaria, de los valores que imponen las modas y del culto mediático a los best seller. Para Pujol, y sabe de lo que está hablando, poca calidad hay en estas mezquinas muestras de una literatura volcada hacia el espectáculo. Por eso, sus pensamientos son, pues, un eficaz antídoto contra la mediocridad y la superficialidad.

Cuadernos de Escritura
Carlos Pujol
Pre-Textos. Valencia (2009)
150 págs. 15 €.


martes, 18 de septiembre de 2012

"August Carp", de Henry Howarth Bashford

 
Publicada en 1924, de autor anónimo, August Carp, “la autobiografía de un hombre realmente bueno”, fue escrita por Sir Henry Howarth Bashford (1880-1961), médico del rey de Inglaterra Jorge VI, aunque su autoría no se reveló hasta años después de su muerte. La novela es irónica y mordaz y traza un despiadado retrato de la hipocresía.

Con mucho humor, el autor inventa un magnífico personaje, August Carp, autor de estas memorias que escribe a la edad de 47 años, poco después de ser padre y cuando comprueba que el ciclo de la vida vuelve a repetirse en él. Y es que August está adoptando los mismos hábitos y vicios que su déspota padre, aunque ni su padre ni él reconocen ninguno de sus defectos. Al contrario, y aquí está una de las claves de la novela, los dos se tienen por impolutos modelos de virtud y de religiosidad cristiana, defensores públicos de la fe y la moral y enemigos acérrimos del mal y del pecado. Los dos, padre e hijo, desempeñan puestos en las parroquias que frecuentan y promueven diferentes asociaciones contra lo que ellos consideran perniciosos vicios sociales. Por ejemplo, August pertenece, entre otras, a la Liga Anti-Dramática y Saltatoria, la Liga de No Fumadores y la Sociedad para la Prohibición del Tráfico de Licores de Alta Graduación, lo que exige de él un compromiso muy fuerte con estas causas y su participación en campañas nocturnas en cafés y teatros. Los dos cambian mucho de parroquias por sus diferencias y enfrentamientos con los párrocos y otros feligreses, hartos todos ellos de su prepotencia y enfermizo orgullo, aunque August y su padre siempre echen la culpa a los demás. Para conservar su intachable prestigio, son asiduos promotores de costosos juicios en defensa de su fama que acabarán con la herencia paterna.

El libro es muy arriesgado porque no es nada fácil mantener tanto el tono como la mesura en la crítica sin exagerar ni caer en cómodas y previsibles descalificaciones. Por eso, lo mejor del libro es, con diferencia, el tono y el estilo que consigue el autor: la ironía y las exageraciones están siempre controladas; los argumentos que emplea August sobre la vida son moderadamente prepotentes y están adecuados a su perturbada inteligencia; los discursos morales son desternillantes y lúcidos; y los diálogos, los justos, están repletos de agudas observaciones sociales y lingüísticas. Es con el tono y el estilo con lo que se realiza la ironía y la despiadada crítica a un personaje glotón, egoísta, mentiroso, embaucador y chivato que utiliza la amistad y la religión a su antojo y que transforma los postulados cristianos en una cruel y divertida caricatura. Al autor le sobra ingenio, y a veces punzante ironía, para censurar también algunos comportamientos formales de los feligreses de las parroquias que frecuentan August y su tiránico padre.

Resultan muy atractivos los personajes secundarios y las relaciones que mantiene el protagonista con Ezequiel Stool, compañero suyo en la Liga Anti-Dramática y Saltatoria y con sus feas y espantosas hermanas, con el reverendo Simeon Whey y con sus compañeros de trabajo en la librería y editorial de libros religiosos. Algunas escenas son muy divertidas, como las intenciones de August con una famosa actriz a la que quiere apartar del vicio. Inédita en castellano, contiene, en clave cómica, una entretenida y mordaz crítica a la hipocresía social y religiosa.


August Carp
Henry Howarth Bashford
Ático de los Libros. Barcelona (2012)
240 págs. 17,50 €.
T.o.: August Carp, Esq. By Himself.
Traducción: Claudia Casanova.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Cuando casi todo es marketing: el fenómeno best-seller


 
Que las editoriales están obsesionadas por los best seller nadie lo discute. No hay más que echar un vistazo a las novedades de este nuevo comienzo de temporada para comprobarlo, con avasallantes campañas de publicidad con las nuevas novelas de Ken Follett y María Dueñas, por poner dos ejemplos emblemáticos de este tipo de libros.
 
Las editoriales saben muy bien que si se consigue el pelotazo (y con estos autores lo han conseguido), se alcanzan tiradas multimillonarias y se convierten en un fenómeno interplanetario, con ramificaciones cinematográficas, digitales, etc. O sea, su supernegocio, La obsesión por encontrar o fabricar best-seller puede llegar a ser enfermiza y convertir el trabajo editorial en el minucioso precocinado de aliño de historias con ingredientes, temas y gustos comerciales y populares, tengan o no calidad literaria.
 
 
¿Qué hacemos con los best-seller? ¿Qué es lo que convierte a un libro en best- seller? ¿Surgen de manera espontánea o son productos prefabricados? Estas preguntas y otras muchas tienen respuesta en dos ensayos más o menos recientes sobre este omnipresente fenómeno literario.

Sergio Vila Sanjuán, director del suplemento Cultura/s del diario La Vanguardia, novelista y autor de varios libros relacionados con el mundo editorial, como el imprescindible Pasando página. Autores y editores en la España democrática (2003), ha publicado Código best seller (1). David Viñas Piquer, profesor titular de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Barcelona, es el autor de El enigma best-seller. Fenómenos extraños en el campo literario (2). Los dos autores intentan explicar las clave de un producto literario que define bastante bien la industria editorial actual.

El fenómeno de los best-sellers nace en la última década del siglo XIX en Estados Unidos gracias a la iniciativa del editor de la revista The Bookman, Harry Thurston Park, que comenzó a publicar en 1895 la lista de libros más vendidos en varias ciudades norteamericanas. La estrategia dio buen resultado y muy pronto el concepto de best-seller estaba muy extendido en Estados Unidos. A su difusión contribuyó la implantación de la cultura de masas que se había desarrollado tras la revolución industrial y el auge de las ciudades.

David Viñas se acerca a este fenómeno desde una perspectiva crítica y académica, analizando los ingredientes literarios que hacen posible un best-seller. Para David Viñas, el best seller es una respuesta a la evolución que había tomado la novela culta a finales del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX. El best seller reivindica “la novela de siempre” con “el regreso de las historias con planteamiento, nudo y desenlace, el regreso de los personajes interesantes, el regreso de las grandes peripecias”. Y es también “el regreso de un ingrediente que para muchos jamás tendría que haber desaparecido de la novela: la diversión”. Se trata de una literatura concebida para un gran público que no entiende de teorías literarias sino que busca en la lectura buenas historias para pasar el rato. Los personajes suelen protagonizar acciones desmedidas, hiperbólicas, extraordinarias que facilitan la inclusión de la intriga y, con la intriga, la estructuración de la novela en episodios variados que se pueden alargar hasta el infinito.

Vila-Sanjuán, por su parte, se aproxima al best-seller desde una perspectiva más positiva, viendo en ellos una oportunidad para ganar lectores y, además, un interesante producto sociológico y literario, pues son libros que saben revelar en cada momento las sensibilidades latentes de la sociedad. Para Vila-Sanjuán, su importancia hoy día es capital porque “son libros que de forma clara están construyendo imaginarios, orquestando espacios míticos, lanzando personajes más grandes que la vida... y ganando lectores para la causa de la lectura, un factor positivo que los responsables de las bibliotecas públicas de todo Occidente saben apreciar lo que vale”.

Vila-Sanjuán realiza una aproximación histórica al best-seller, comenzando en la Edad Media, aunque es a partir del siglo XIX, con la revolución industrial y el auge del periodismo, cuando se introducen importantes cambios en el mundo editorial, que continúan en el siglo XX, de manera especial en Estados Unidos y a partir de la década de los 50, cuando surgen un grupo de autores (Harold Robbins, James Michener, Irving Wallace, Irwin Shaw...) que, con una calidad literaria popular pero poco brillante, practican una narrativa de consumo internacional, con unos temas que se aprovechan de valores muy universales. Su éxito de ventas confirma a las editoriales que han tocado una tecla que hay que aprovechar. La globalización de los valores americanos en todo el mundo confirma la eficacia internacional del fenómeno best-seller.

La segunda parte de su libro, “El canon del best seller”, la dedica a comentar setenta best seller internacionales. Algunos han perdido todo interés para los lectores de hoy día, pero muchos se han convertido en long sellers: Canción de Navidad, Las aventuras de Sherlock Holmes, El prisionero de Zenda, Siddharta, Viento del este, viento del oeste, Diario de Ana Frank, Los cipreses creen en Dios, El padrino, Papillon, Chacal, etc. La lista es un buen termómetro de los temas populares que han interesado a millones de lectores.

Tras la lectura de estos ensayos queda claro que, sobre los best-seller, como afirma Viñas, “no resulta demasiado difícil descubrir sus ingredientes básicos y hasta su proceso de elaboración, pero es luego dificilísimo obtener el resultado soñado y más difícil todavía evitar que no se le quede a uno la cara de idiota al descubrir que, en definitiva, aquí el secreto es que no hay ningún secreto”. Para Vila Sanjuán, “es muy dudoso que el marketing en sí mismo pueda colocar a gran escala lecturas que no presenten cierto atractivo por sí mismas”. O sea, que estamos en las mismas.


(1) Sergio Vila-Sanjuán, Código best seller, Temas de Hoy, Madrid (2011). 384 págs.

(2) David Viñas, El enigma best seller. Fenómenos extraños en el campo literario, Ariel, Barcelona (2009). 604 págs.

viernes, 14 de septiembre de 2012

"Correr", de Jean Chenoz


Autor de una larga trayectoria como novelista que ha recibido numerosos premios, entre los que destacan el Gutenberg, Novembre, Médicis, Europeam Literary Price y el Goncourt, Jean Echenoz (Orange, 1947) continúa en esta novela el mismo género empleado en su anterior obra, Ravel, en la que utilizó la vida del popular músico como el argumento para una singular novela que no era ni biografía ni novela histórica. Lo mismo sucede con Correr, inspirada en la vida del conocido atleta checo Emil Zátopek, más conocido como La Locomotora. En 2012, Echenoz ha publicado Relámpagos, otra novela falsamente biográfica dedicada en esta ocasión a la vida del inventor croata Nikola Testa (1856-1943).
 
Correr comienza relatando los inicios atléticos de Zátopek, en plena Segunda Guerra Mundial, a pesar de odiar cualquier tipo de competición deportiva. “La primera carrera en la que participa Emil es un cross-country de nueve kilómetros montado por la Wehrmach en Brno”. Emil, sin ninguna experiencia en el atletismo, acaba segundo y despierta el interés de un entrenador local. Sigue trabajando en una fábrica en Zlin, ciudad a cien kilómetros de Ostrava, su ciudad natal. Curiosamente, las primeras carreras le despiertan el gusanillo y Zátopek comienza a entrenar en serio, a competir y a brillar. Primero bate los récords nacional es de grandes distancias y al poco se convierte también en una figura internacional, especialmente cuando brilla en los Juegos Interaliados celebrados en Berlín en 1946, donde consigue un triunfo histórico y también histriónico, pues Zátopek llega casi de milagro a la línea de salida para poder competir. A partir de ese momento los triunfos se suceden y Zátopek se convierte en un atleta de fama internacional, y eso que ni en el estilo ni en la estética resulta un atleta brillante: “lejos de los cánones académicos –escribe Echenoz- y de cualquier prurito de elegancia, Emil avanza de manera pesada, discontinua, torturada, a intermitencias”.

Cuando Zátopek se encuentra en el apogeo de su popularidad, el régimen comunista le convierte en un instrumento de propagada. Emil es “su mejor diplomático, el embajador más eficaz, se ha convertido en un atleta del Estado”. En el relato de estos años es cuando la prosa de Echenoz brilla con más fuerza, pues su obra sirve también de denuncia de los métodos empleados por el comunismo en los años de Guerra Fría. Zátopek está en manos de los intereses del Partido Comunista, quien controla las competiciones en las que participa y limita sus salidas al extranjero, manipulando hasta sus respuestas en las diferentes entrevistas que le realizan.

Cuando Dubcek inicia una política aperturista en su país, en contra de las tesis de la URSS, Zátopek, ya retirado pero quizá el personaje más popular de su país, le apoya. Y cuando las tropas soviéticas entran en Praga, se une a los manifestantes. Tras la intervención soviética, Zátopek es destituido de sus cargos en el ejército y se le prohíbe vivir en Praga. Durante unos años trabaja como responsable del mantenimiento en las minas de uranio de Jáchymov. Luego, se le permite el regreso a Praga, donde trabaja como basurero.

Todo está contado de manera muy sencilla y directa, yendo al grano. El resultado es un libro original, realista, que se lee con mucho interés gracias a que Echenoz se ha fijado en un personaje atrayente, sencillo y popular que le sirve para definir el cinismo de un régimen político basado en la mentira y el desprecio a la libertad y a la dignidad humanas.
 

Correr
Jean Echenoz
Anagrama. Barcelona (2010)
140 págs. 14,50 €.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

"Trabajos forzados", de Daria Galateria


Muchos jóvenes aspirantes a escritores, hay que decirlo bien alto, no han sentido la llamada de las musas o de la literatura sino la del dinero. Piensan que la publicación de una novela –ni los poetas ni los dramaturgos tienen estos sueños económicos- les abrirán las puertas de la fama y del negocio, como ha sucedido recientemente con algunos casos ciertamente escandalosos por sus resultados financieros como han sido los de Dan Brown, J. R. Rowling y en un territorio más cercano los de Carlos Ruiz Zafón, Ildefonso Falcones y María Dueñas. El reclamo, la llamada, la obsesión por el best-seller está haciendo mucho daño no sólo a lo que es la literatura –muchos, muchos, muchos dan, ay, gato por liebre- sino al mismo concepto de escritor.
La realidad, sin embargo, poco tiene que ver con estos sueños (o pesadillas). Salvo rarísimas excepciones, muy pocas más de las que acabamos de mencionar, los escritores deben compaginar su entrega a la literatura con ocupaciones diversas, que van desde trabajos editoriales, periodísticos y vinculados al mundo de la cultura y la enseñanza –una buena parte de ellos- a los que desempeñan profesiones variadas, alejadas del mundo literario, como en su tiempo le sucedió, por ejemplo, a Juan Benet.

Y esta realidad, nada romántica, la demuestra Trabajos forzados, un entretenido ensayo de la escritora y profesora italiana Dara Galatera en el que rastrea los oficios que han desempeñado muchos escritores importantes de la literatura europea y norteamericana del siglo XX antes de ser escritores consagrados o incluso después de triunfar en la literatura. Lástima que no se mencione a ningún escritor español.
 

Tras unos años oscuros en los que se dedicó al tráfico de obras arqueológicas, el escritor francés André Malraux llegó a ser Ministro. Antoine de Saint-Exupéry, el autor de El Principito, no renunció nunca a su gran vocación profesional, donde encontró la muerte: piloto de aviones; Jean Giono fue un sencillo y humilde empleado de banca; Céline, trabajó como médico en una prestigiosa empresa internacional; Dashiell Hammett fue, antes que escritor, investigador privado en la agencia de detectives Pinkerton, experiencia que le proporcionó mucho material para sus futuros libros; Bukovski, que apenas duraba unas semanas en los trabajos por culpa de sus monumentales borracheras y su desarreglado estilo de vida, aguantó durante años en el servicio de correos, todo un milagro. George Orwell fue policía en Birmania y al regresar a su país decidió alimentar su imaginación literaria yéndose a vivir con los desarraigados y pobres, experiencia que relató en un libro de 1933, Vagabundo en País y Londres. La escritora Colette utilizó la fama que le proporcionaron sus libros para lanzar al mercado una colección de productos estéticos.

En el libro de Galateria merecen una especial atención Máximo Gorki y Jack London, dos escritores que acabarían dedicándose íntegramente a la literatura y que tuvieron, sin embargo, unos orígenes familiares y sociales muy complicados. Por ejemplo, Gorki fue pinche, fogonero, panadero, pescador en el Mar Negro, vendimiador en Besarabia..., La vida de Jack London tampoco está nada mal: fue repartidor de periódicos, obrero en una fábrica de conservas, cazador de focas, buscador de oro en Klondike...
 

¿Han sido estas experiencias vitales para su posterior dedicación a la literatura o, al revés, han sido en sus casos un lastre que les ha impedido realizar una carrera literaria más sólida y cuajada? Pienso que en este tema no hay una respuesta tajante ni clara. Además, si le seguimos dando vueltas, podemos entrar en ese peligroso debate sobre las relaciones entre la vida y el arte que me parece a mí pueden ayudar poco. ¿Hace falta ser un ladrón y un asesino para describir con pelos y señales un robo y un asesinato? ¿Hace falta tener muchas experiencias vitales para escribir sobre las luces y las sombras de la condición humana? ¿Hace falta haber sido jugador de fútbol para ser un buen árbitro?

Una conclusión sorprende de este ameno ensayo. Casi todos sus protagonistas reconocen que el oficio más duro de sus vidas, el más sacrificado y costoso, ha sido el de escritor. Quizás sea verdad.

Trabajos forzados
Daria Galateria
Impedimenta. Madrid (2011)
202 págs. 18,95 €.
T.o.: Mestieri di scrittori. Traducción: Félix Romeo.

lunes, 10 de septiembre de 2012

"No tengo miedo", de Niccoló Ammaniti


"No tengo miedo" es, quizás, la mejor del italiano Niccolò Ammaniti (Roma, 1960), escritor que cuenta con una prestigiosa trayectoria literaria, con títulos muy destacados –muchos traducidos al castellano- y otros para olvidar. Ahora vuelve a publicarse en España años después de su aparición en otra editorial, hace ya años. Existe una aceptable versión cinematográfica de 2003 dirigida por el italiano Gabriele Salvatore.
Se trata de una obra muy bien trabajada, redonda, que utiliza como tema narrativo el mundo de la infancia. De pronto, en este mundo inocente e ingenuo irrumpe el egoísmo, la violencia y la dureza de los adultos.

La novela está ambientada a finales de la década de los setenta, en un pueblo inventado del sur de Italia y está narrada en primera persona muchos años después por su protagonista, Michelle Amitrano, que tiene nueve años cuando sucede lo que cuenta. Un calor soporífero sumerge todas las tardes veraniegas al pueblo de Acqua Traverse, una aldea “tan pequeña que no era nada”, en una modorra silenciosa: “Aquel maldito verano de 1978 se hizo famoso por ser uno de los más calurosos del siglo. El calor penetraba las piedras, resquebrajaba la tierra, marchitaba las plantas, mataba a los animales y abrasaba las casas”. Sólo los niños son capaces de vencer al calor con sus juegos, sus excusiones y sus aventuras. En una de ellas, Michele tiene que introducirse en una casa abandonada como castigo de sus amigos de aventuras. Durante su expedición se encuentra con una desagradable sorpresa, asunto que se convertirá en el tema central de la novela.

Ammaniti recrea las conversaciones entre los niños protagonistas, sus juegos, sus dardos, sus enfrentamientos, sus diferencias y también sus manías y defectos. Los diálogos son ágiles y muy buenos. También es muy acertada la reconstrucción de la vida familiar: el padre de Michele, ambicioso y descontento, es caminero y pasa largas temporadas fuera de casa; la madre, sensacional personaje, orgullosa y sensible, es la que se hace cargo más directamente de la educación de los niños y de las faenas del hogar; María, la hermana pequeña, vive en su mundo y es a su manera confidente de Michele. Otros personajes, como el macarra Felice y el viejo mafioso Sergio, representan muy bien la Italia de finales de los setenta.

Ese caluroso verano, Michele descubre muchas cosas. La más importante es que no conviene fiarse mucho de los adultos, ni siquiera de sus padres, aunque disfracen a menudo de suavidad sus auténticos sentimientos.


No tengo miedo
Niccolò Ammaniti
Anagrama. Barcelona (2011)
232 págs. 17,90 €.

domingo, 9 de septiembre de 2012

"Las novelas tontas de ciertas damas novelistas", de George Eliot

Me he leído estos días un breve ensayo de George Eliot, Las novelas tontas de ciertas damas novelistas, publicado en 1856, en el que esta escritora inglesa critica con mucha ironía e inteligencia la extendida moda de las novelas románticas en su tiempo.
La moda continua y todavía hoy el género rosa sigue teniendo mucho peso en el mercado editorial, tanto en España como en el extranjero. No hay más que ver el éxito de 50 sombras de Grey, de E. L. James para comprobar cómo los ingredientes de la novela rosa siguen siendo muy eficaces.
En el caso de James, son novelas tópicas, muy estereotipadas, simplonas, malas, que tienen como novedad el ingrediente abiertamente erótico y sexual, escrito desde la perspectiva femenina. Salvo esta novedad, triste novedad, el resto repite los habituales esquemas de la literatura más frívola y cursi que uno se pueda imaginar.
Por eso me ha gustado el ensayo de Eliot: continúa siendo rabiosamente actual. Sigue habiendo novelas muy "tontas" escritas por mujeres (y por hombres) que, como escribe Eliot, "confunden la imprecisión con la profundidad, la grandilocuencia con la elocuencia y la afectación con la originalidad".
Las novelas tontas de ciertas damas novelistas
George Eliot
Impedimenta. Madrid (2012)
62 págs. 12,50 €.

sábado, 8 de septiembre de 2012

"La cabeza perdida de Damasceno Monteiro", de Antonio Tabucchi


Dentro de su colección “Otra vuelta de tuerca”, reedita Anagrama La cabeza perdida de Damasceno Monteiro y Sostiene Pereira, dos de las mejores novelas del escritor italiano Antonio Tabucchi, fallecido el pasado 25 de marzo. Sostiene Pereira, gracias también al éxito de su versión cinematográfica –dirigida por el italiano Roberto Faenza y con el actor Marcello Mastroniani como protagonista-, es su novela más popular, conocida y leída. Estos días me he releído la otra, La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, una inteligente y personal incursión de Tabucchi en la novela policiaca.

La novela tiene como cañamazo el encuentro de un cadáver decapitado en la afueras de Oporto. Firmino, que trabaja ocasionalmente como periodista en un periódico de sucesos, se traslada de Lisboa para escribir sobre el terreno una serie de crónicas sobre esta trágica muerte, de la que nada se conoce. Primero se entrevista con Manolo el gitano, la persona que ha encontrado el cadáver. Después, gracias a la influencia de la dueña de la pensión donde se aloja, descubre nuevas pistas que le llevan a un turbio asunto relacionado con el tráfico de drogas y la corrupción policial.

Al abogado que va a llevar el caso le llaman Loton por su parecido físico con el actor Charles Laughton. Cuando hace su aparición en la novela, Loton se apodera de todo su protagonismo. Y aunque a través de Firmino conocemos el desarrollo de los acontecimientos, lo más importante es, a partir de ese momento, las conversaciones que mantienen Firmino y Fernando Diogo Maria de Jesús de Mello Sequeira, apodado Loton, un abogado de procedencia aristócrata, de exquisita formación intelectual y de convicciones anarquistas. Loton ha decidido entregar sus inabarcables conocimientos jurídicos a causas en las que estén implicados los parias y pobres de la sociedad, aquellos que no tienen a nadie que les defienda y que suelen acabar siendo utilizados y pisoteados por los mecanismos del poder. Loton tiene una inconfundible manera de abordar los hechos, con digresiones de altos vueltos filosóficos y jurídicos, pero con una excelente, aguda y sabia percepción de la realidad que abruma a Firmino, aunque entre los dos se establece una simpática amistad, gracias especialmente al atractivo carácter de Loton, un excelente personaje.

Cada uno utiliza sus armas para enfrentarse a las altas esferas del poder y avanzar en la resolución del caso, lleno de sombras: Firmino desde la prensa sensacionalista, con unas entrevistas y reportajes que a veces se reproducen en la novela, y Loton con su irrenunciable sentido de la justicia y de la dignidad.

Hay otros asuntos colaterales que hacen más amena la lectura. Por ejemplo, la rivalidad entre las ciudades portuguesas de Lisboa y Oporto, aunque Firmino, lisboeta, acaba por descubrir el encanto de la ciudad norteña; la gastronomía portuguesa, de la que Loton es un apasionado portavoz; los recursos y trucos de la prensa sensacionalista; y los intereses culturales y literarios tanto de Loton como de Firmino...

Una interesante novela, pues, con sus dosis de intriga y filosofía, que demuestra la altura literaria de Tabucchi, escritor nacido en Vecchiano, Pisa, en 1943. Su vida y su obra están vinculadas desde siempre a la literatura y cultura portuguesa, hasta tal punto que alguna de sus obras más famosas, como Réquiem (1992), está escrita directamente en portugués. De Portugal admira su carácter, sus paisajes y de manera especial su literatura, centrándose de manera casi obsesiva en la figura de Fernando Pessoa, al que convirtió en personaje de algunas de sus creaciones.


Tabucchi cultivó el ensayo, el relato y la novela, todos los géneros con igual intensidad, quizás porque los tres le servían para poner en práctica su gusto por la posmodernidad, por la levedad narrativa y por lo fragmentario, notas distintivas de una literatura que contiene también unas inquietudes éticas que no llegan a convertirse en existenciales (como sucede en La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, publicada en 1997 y ambientada en la Portugal de la década de los noventa).

Otras obras destacadas de su trayectoria son Nocturno hindú (1984), Dama de Porto Pim (1983) y Réquiem (1992). En sus últimas obras radicalizó sus posturas estéticas, con planteamientos muy culturalistas y con un pesimismo que, en su caso, quizás por influencia portuguesa, se transformaba en una saudade nostálgica. El último libro publicado en España es Viajes y otros viajes (Anagrama, 2012), volumen que contiene sus escritos sobre literatura y viaje, con una especial atención a la ciudad de Lisboa, escenario muy frecuentado en sus libros.
 
 
La cabeza perdida de Damasceno Monteiro
Antonio Tabucchi
Anagrama. Barcelona (2012)
208 págs.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Las novelas policiacas de Qiu Xiaolong


El escritor chino Qiu Xiaolong es el autor de una serie de novelas policíacas de gran éxito internacional protagonizadas por Chen Cao, inspector jefe de homicidios de la Brigada de Asuntos Especiales de Shanghai, un detective que utiliza los modelos clásicos del género policiaco traspasados a la cultura y la realidad china actuales. Uno de los temas dominantes de sus novelas es la generalizada corrupción de los dirigentes del Partido Comunista chino.

Qiu Xiaolong nació en Shanghai en 1953. En su Universidad, se especializó en literatura anglo-americana y ha sido traductor al chino de Joyce, Faullkner, Conrad... Cuando sucedió la revuelta de la Plaza de Tiananmen, se encontraba en Estados Unidos. Considerado uno de los líderes del movimiento estudiantil, no pudo regresar a su país. En la actualidad es profesor en la Universidad de Washington.

El principal acierto de las novelas de Xiaolong es que permite conocer la realidad china a ras de suelo, en directo, sin abusar de curiosos exotismos y sin las imposiciones ideológicas del Partido Comunista, algo habitual en la literatura escrita en China, pero no en el exilio. A través de la irónica e intelectual mirada de Chen Cao, que posee bastantes rasgos del autor (también es experto en literatura occidental, poeta y traductor de novelas policíacas), Xiaolong traza una radiografía de la China contemporánea, sometida a todo tipo de contradicciones culturales, sociales y económicas. A la vez, salpica la novela de numerosos y atrayentes detalles literarios (no hay situación que no le recuerde a Chen Cao algunas citas de poemas o de pasajes de la literatura clásica china), culturales, gastronómicos y sociológicos que, con una mirada crítica -la que transmite el detective-, explican la ajetreada situación que atraviesa China tras las reformas económicas introducidas por Deng Xiaoping. Xialong se sirve de estos argumentos y personajes para hacer un mordaz retrato de una China que vive con auténtica pasión y obsesión su conversión a pie de calle al capitalismo.

La primera novela que se publicó en España, en la editorial Almuzara, fue Muerte de una heroína roja. En esta editorial aparecieron cuatro títulos; posteriormente, Tusquets se hizo con los derechos y en esta editorial se han publicado otros dos nuevos títulos y otros dos que ya había publicado Almuzara. En Muerte de una heroína roja se investiga el asesinato de una joven muy conocida por haber sido distinguida como trabajadora modelo de rango nacional. Chen Cao describe los privilegios d la clase política china y del Partido Comunista. En Visado para Shanghai (la última que ha publicado Tusquets), la desaparición de una conocida bailarina lleva a Chen Cao a darse de bruces con el poder de las Tríadas chinas.
 

Cuando el rojo es negro fue la tercera novela en publicarse. Comienza con el descubrimiento del asesinato de Yin, profesora de universidad y escritora, considerada disidente tras un pasado revolucionario. Su nombre figura al lado del desaparecido profesor Yang, una institución universitaria que fue acusado de traidor durante la Revolución Cultural. En la investigación –como hace Xiaolong en otras novelas- se mezclan el pasado y el presente, la mejor manera de hacer una radiografía de lo que está pasado en China, donde la retórica y la organización social comunista se mezcla arbitrariamente con la obsesión consumista.

El caso de las dos ciudades es una novela que traslada a Chen Cao a Estados Unidos, a donde acude encabezando una delegación de escritores chinos que realizan un viaje oficial. Antes de partir, Chen se encontraba investigando un importante caso de corrupción dentro de las esferas del Partido Comunista, con peligrosas ramificaciones que apuntan a la alta cúpula, e intuye que tras la decisión de su inesperado viaje a Estados Unidos se esconde el deseo de quitarle de encima del caso.
 

Seda roja es la quinta de la serie y la primera publicada ya en Tusquets. En ella, Chen Cao, que se encuentra de vacaciones haciendo un curso de literatura, tiene que investigar sobre la muerte de una ayudante de su departamento de policía, que fallece en una trampa preparada para atrapar a un asesino. La investigación conduce a un criminal en serie. La trama, como suele ser habitual en este autor chino, mezcla los asuntos policiales con las inquietudes literarias del detective y sus aficiones poéticas y gastronómicas.
 

Por último, El caso Mao muestra indirectamente algunos rasgos enfermizos del carácter del que fuera líder de la revolución comunista china. Chen Cao recibe el encargo de un importante mando del Partido Comunista de investigar a la nieta de una actriz con la que hace años Mao tuvo una de sus numerosas aventuras y que acabó suicidándose durante la Revolución Cultural. Mao se introduce en el círculo de amistades de esta persona, donde conoce a un grupo de personajes que viven instalados en la nostalgia de la China anterior a Mao.

Estas novelas muestran el predominante papel que mantiene el Partido Comunista en la conformación de la vida social, política y económica china, con lo que eso lleva consigo de limitación de ciertas libertades individuales. Además, señala las grietas del férreo y ridículo sistema político y la extensión de la corrupción en muchos dirigentes del Partido; y, lo más importante, describe la vida cotidiana en China y Shanghai.


miércoles, 5 de septiembre de 2012

Edición de "Marianela", de Galdós



Acaba de publicarse en la editorial Bruño una nueva edición de Marianela, una de las obras más populares de Galdós. Yo me he encargado del estudio preliminar, las notas y los ejercicios que acompañan esta edición escolar que, para mí, ha supuesto un nuevo redescubrimiento de la literatura de Galdós.

Marianela se publicó en 1878. Hasta esa fecha Galdós ya había publicado sus primeras novelas –La Fontana de Oro (1870), La sombra (1870) y El audaz (1871), que aunque no tuvieron mucho eco fueron su carta de presentación en el panorama literario, tras años coqueteando con el periodismo. Después publicó, entre 1873 y 1879, diez narraciones de la primera serie de los Episodios nacionales y los primeros de la segunda serie (1875-1879). En 1876, en un contexto político y social caldeado, da un giro publicando dos novelas de tesis, Doña Perfecta (1876) y Gloria (1877), en las que aborda temas sociales y religiosos con un fuerte tinte anticlerical, lo que provocó polémicas por las que Galdós empieza a ser muy conocido.

Marianela viene inmediatamente después de Gloria y Galdós abandona las novelas de tesis a favor de un enfoque más realista y, a la vez, simbólico. Sin embargo, también hay tesis en Marianela¸ aunque no con la misma proporción e intensidad que en las novelas anteriores.

El personaje de Marianela es tierno, poético y trágico, lo mejor con diferencia de la novela. Su actitud ante la vida, su generosidad, entrega y su drama interior elevan la calidad de la novela y ponen en su sitio el tono didáctico, la intenciones sociales, la moraleja y la escasa profundidad de algunos personajes, como Pablo, el joven ciego, y Florentina, una mujer ingenua y pueril que no encaja en lo que se está contando. Sin embargo, Marianela, con su fuerza y su idealismo, se apodera de la novela por entero, dejando en un segundo plano otras cuestiones menos estéticas y más ideológicas.


Marianela
Benito Pérez Galdós
Edición de Adolfo Torrecilla
Bruño. Madrid (2012)
320 págs. 8,55 €.

martes, 4 de septiembre de 2012

"Apenas sensitivo", de Andrés Trapiello


Andrés Trapiello publicó hace ya unos meses el volumen diecisiete de sus diarios, a los que ha dado el título genérico de Salón de Pasos Perdidos, una especie de novela en marcha basada en su propia vida. Se trata de una aventura literaria insólita en el panorama literario español que confirma, a la vez, el cambio de tendencia en lo que a la literatura memorialística se refiere. Si hace décadas se publicaban en España relativamente pocos libros de memorias, diarios, etc., ahora es uno de los géneros más frecuentados por los escritores y goza, además, del favor de los lectores.
A ello está contribuyendo también Internet, que ha provocado, sobre todo en los blogs, una explosión de textos personales en los que hay de todo: diarios, dietarios, desahogos, intimidad, crónica diaria, crítica literaria, verborrea, articulismo... Hasta el propio Trapiello ha puesto en marcha un blog para dar salida a otro tipo de textos personales donde también tienen su peso las fotografías y hasta los cortometrajes. Sin lugar a dudas, todo este fenómeno resulta muy interesante, pues permite conocer en directo la literatura de muchos escritores, además de asistir a novedosos experimentos en los que se da una muy actual mezcla de artes y tendencias.
Pero hay más. Los diarios actuales no tiene la dimensión social ni testimonial que tenían los diarios que se publicaban hace años, más atentos a la vida social de los autores y a la posibilidad de que en ellos se desvelasen opiniones contundentes y polémicas, sucesos escabrosos, secretos inconfesables y hasta sonoros escándalos. Además, parecía que sólo podían escribir y publicar diarios aquellas personas que habían triunfado en la vida política, social y literaria o aquellos otros que se encontraban en el momento justo de una encrucijada histórica.
Nada tienen que ver los diarios que publican ahora mismo los autores españoles con todo esto. Casi ninguno de ellos tienen cotilleos muy importantes que desvelar o relaciones tumultuosas del mundillo literario (aunque suele ser uno de los temas preferidos, como ha sucedido casi siempre en la historia de la literatura). No. Los autores utilizan el género del diario con la misma intensidad que si estuviesen escribiendo una novela o un libro de poesía. Les interesa el género literario para hacer propiamente literatura, no como una actividad marginal de su trayectoria o un género que frecuentan para hacer manos y cambiar de vez en cuando de registro. Importa, pues, más el cómo que el qué. Más cómo se cuentan las cosas que el qué se cuenta.
Pero esto, además, desde mi punto de vista, tiene un interés no sólo literario. Los diarios actuales, ya lo hemos dicho, no son claves para explicar ni la historia contemporánea ni los entresijos de la historia de la literatura, pero sí sirven –e, insisto, ahí están los numerosos blogs- para captar el espíritu de una época, la vida cotidiana al natural, el pensamiento en vivo de los escritores actuales (hayan triunfado o no). Esto sí tiene su importancia para eso que Unamuno llamaba la “intrahistoria”, la historia de los hombres sin historia. Personalmente, uno no lee estos diarios para que le expliquen cómo sucedieron grandes hechos históricos o literarios; uno los lee para identificarse con lo que les pasa a esos mismos autores, para conocer de cerca el corazón y el alma de muchos escritores que intentan apresar un trozo de vida íntimo y personal y contemporáneo.
Andrés Trapiello es, en este sentido, el escritor que mejor encarna esta corriente literaria. Aunque ha escrito de todo –ensayos, novelas, poemarios, etc.-, con calidad y prestigio en la mayoría de sus facetas, es conocido sobre todo por sus diarios, que cuentan con un buen número de lectores enganchados a ellos. Todos los ha publicado en la editorial Pre-Textos, aunque algunos de sus títulos han aparecido en Destino y últmamente también en Austral, como ha sucedido este año con Siete moderno.
Desde la publicación del primer tomo en 1990, El gato encerrado, los ingredientes son siempre los mismos. Escribe sobre su vida doméstica (una interesante novela familiar), viajes, aforismos, reflexiones literarias, encuentros inesperados, entrevistas, comentarios sobre algunos sucesos de actualidad, sus visitas al Rastro madrileño, sus manías (ya reconocibles), sus polémicas obsesiones (el arte moderno, algunos escritores) y su a veces ácida y combativa visión del mundo literario, pasajes que le han granjeado no pocos enemigos y que quizás sean los más citados y conocidos por muchos lectores, aunque personalmente pienso que no son lo mejor de sus diarios y, además, restan interés y calidad al resto de las entradas.
Todo cabe, pues, en estas páginas: pensamientos poéticos, inteligentes digresiones literarias, descripciones muy logradas, magníficos retratos, etc. También hay momentos con los que uno disiente abiertamente del autor, bien por sus contundentes y a veces injustas opiniones sobre algunos escritores, bien por sus sarcásticas críticas a determinadas personas e instituciones. Sobre algunas cuestiones y personajes, sus comentarios no son precisamente convencionales.
Este volumen, dedicado al año 2003 (el alejamiento de la actualidad es una seña de identidad de estos diarios), comienza con la recepción de una carta que provoca en el autor una deliberada crisis, pues le hace reflexionar sobre el sentido y destino de unos diarios que no paran de crecer y que, además, según le dice su amigo en la misiva, no suponen ninguna novedad ya que, como decíamos, siempre aparecen los mismos ingredientes, con los que uno ya está identificado. Sin embargo, visto lo visto (la fidelidad al proyecto literario y su puntual continuidad en el tiempo), quizás en esa reiteración está el atractivo de unos diarios amenos y muy entretenidos. 2003 es el año que Trapiello obtiene el Premio Nadal con su novela Los amigos del crimen perfecto. Casi las primeras entradas están dedicadas a describir cómo fue la entrega del premio, las bambalinas, la recepción, las primeras críticas y, sobre todo, los bolos que hace por toda España para presentar su novela, viajes que provocan interesantes reflexiones sobre el papel del escritor en la cultura actual y, también, no pocas situaciones ciertamente hilarantes.
Vuelven a tener mucho peso en los diarios sus periódicas estancias en Las Viñas, en un pueblo de Cáceres. Emocionante resulta la narración de la muerte de su perra Mora. También la invasión de ratones en la casa. Los paseos. La relación con su mujer y sus hijos. Más que en otros volúmenes, como consecuencia de haber obtenido el Nadal, su vida social y literaria es más agitada. Pero también hay excelentes pasajes en los que habla de su intimidad, de la literatura, del arte (por ejemplo, cuando cuenta sus encuentros con Ramón Gaya, pintor con el que Trapiello tuvo una relación especial y familiar).
En 2010, cuando publicó Troppo vero, su anterior volumen diarístico, apareció también el volumen Vidario. A propósito del “Salón de Pasos Perdidos” de Andrés Trapiello (Pre-Textos), libro que aglutinaba reseñas y comentarios sobre estos diarios escritos por un puñado de escritores, la mayoría lectores asiduos de Trapiello y amigos suyos. Todos coinciden en que estos libros ocupan ya un lugar privilegiado en la historia de la literatura última española (opinión que comparto). Para José Jiménez Lozano, por ejemplo, “lo importante es que estos diarios son un fresco no sólo de nuestra realidad en la sociedad literaria, sino también, a través de relucientes reflejos, de la sociedad en general”. Por su parte, el también escritor Carlos Pujol, recientemente desaparecido, se refiere al contenido de estos diarios, muy parecido en todas las entregas, pero distinto siempre: “¿No pasa nada? –escribe-. Podría decirse que nunca pasa nada y que al mismo tiempo no dejan de suceder episodios en los que uno se ve obligado a jugar con fuego”.
Todos los que colaboraron en ese volumen destacan la calidad de su prosa, su visión poética de la realidad, la habilidad de crear un personaje tan conseguido –el propio autor: “tierno, arisco, insolente, belicoso, tímido, delicado”-, la agradable presencia de tantos amigos... También su predilección por los perdedores, los escritores marginados por la cultura oficial (Trapiello es uno de los que ha recuperado a Manuel Chaves Nogales y Manuel Machado), la vida en el campo... En definitiva, la vida misma, cotidiana, sin grandes sobresaltos, con la que resulta grato identificarse.
Y también tienen su importancia los pasajes más conflictivos, pues tienen también su efecto en la lectura. Al leerlos, provocan en los lectores un provechoso y fructífero diálogo entre el autor y el lector.
Si tengo que destacar algún rasgo de estos diarios, ese es, sobre todo, su calidad literaria: su llamativa capacidad para abordar, literariamente, todo tipo de situaciones, casi siempre con un puntilloso y ocurrente sentido del humor.


Apenas sensitivo
Andrés Trapiello
Pre-Textos. Valencia (2011)
380 págs. 32 €.


lunes, 3 de septiembre de 2012

"Un mundo aparte", de Gustaw Herling



Sucede que, cuando quiero describir objetivamente un campo de trabajo soviético –escribe el autor polaco Gustaw Herling (1919-2000)-, debo descender a los abismos más profundos del infierno”. La misma sensación he tenido cuando he leído estas memorias de los dos años que Herling estuvo condenado en el campo de trabajo de Kárgopol, en Yártsevo, en el Gran Norte de Rusia: un absoluto y radical viaje a los infiernos de la infamia y la degradación de la condición humana.

Herling, militante de las Juventudes Socialistas polacas, fue detenido en 1940 por la tropas soviéticas en la frontera con Lituania, cuando abandonaba su país para luchar contra los alemanes. El autor es una víctima más de los acuerdos soviético-alemanes, como miles de compatriotas polacos, cuyas consecuencias en años posteriores han contado de manera extraordinaria Jósef Czapski en En tierra inhumana (Acantilado), Janusz Bardach en El hombre, un lobo para el hombre (Libros del Asteroide), Jan Karski, Historia de un estado clandestino (Acantilado), Alexander Wat en las memorias Mi siglo (Acantilado), Miron Bialoszewski en Diario del levantamiento de Varsovia (Alba), Ester Hautzig en La estepa infinita (Salamandra) y, entre otros, Jerry Andrzejewski en Cenizas y diamantes (Alba).

Herling, que había estudiado Literatura en la Universidad de Varsovia, escribió Un mundo aparte años después de acabar la Segunda Guerra Mundial. Liberado del campo por los rusos en 1942 tras declarar Alemania la guerra a la URSS, Herling se incorporó al nómada ejército polaco y, al finalizar la contienda, se instaló en Italia.

En 1953, en Inglaterra, publicó por vez primera estas memorias, recibidas de manera gélida por los intelectuales europeos de izquierda, como ya habían hecho con otros testimonios parecidos de la represión soviética. Fue tras el tsunami que provocó Solzhenitsyn en la década de los setenta cuando, sobre todo en Francia, colonizado intelectualmente por la URSS, comenzó a cuestionarse la todopoderosa maquinaria de propaganda soviética, que se había instalado con comodidad en las conciencias de muchos intelectuales de izquierdas. Lo que contaron Aleksandr Solzhenitsin, Varlám Shalámov, Vladimir Voionóvich, Evegenia Ginzburg, Víctor Serge, Jiri Weil, Arthur Koestler, Lev E. Razgón, David Grosman, entre otros; y los vergonzosos sucesos que padecieron escritores como Pasternak, abrieron las puertas a la disidencia propagandística. Curiosamente, estas memorias de Herling no se publicaron en Francia hasta 1985, con prólogo del escritor español Jorge Semprún. En España, se publicaron en el 2000, pero ahora aparece por vez primera su traducción directamente del polaco, idioma en el que fueron escritas.

Se trata de un testimonio de la vida en los campos de trabajo soviéticos de primera magnitud. Herling cuenta sus dolorosas vicisitudes personales, situaciones casi imposibles de explicar por el desprecio absoluto al ser humano que imperaba en la vida de estos campos. Herling explica el funcionamiento manipulador de la justicia y las inhumanas maniobras de control que, como si tal cosa, se convertían en moneda diaria en la vida de los campos. Junto con la agónica descripción de su experiencia personal, lo más sobresaliente de Un mundo aparte es la mirada del autor ante lo que le rodea. Primero, lo bien que explica el metódico y maquiavélico funcionamiento de la vida del campo: las horas de trabajo, la comida, la división de los reclusos en barracones, el poder de los urkas (delincuentes comunes), la vida cotidiana, el hambre, las enfermedades, la Casa de Visitas... Y, lo más importante, la actitud compasiva con la que se relaciona con el resto de los reclusos y que le permite conocer muchas historias dramáticas que nos transmite con fidelidad. Como las del coronel Pavel Ivánovich, Mijaíl Alekséievich Kóstylev, la del kulak Pamfílov, la del expope Dimka, del profesor Borís Lazaróvich y la presa Natalia Lvovna, quien le presta uno de los libros prohibidos en el campo, Apuntes de la casa muerta, de Dostoievski, libro clave para entender mejor este libro, pues se inspira en él para su redacción.

Sólo en la cárcel se puede comprender que una vida de la que nada se espera no tiene ningún sentido y se llena de desesperación hasta los topes”. No son reflexiones en el aire. Cada una de ellas está encarnada en un trozo de vida, en una persona de carne y hueso, en un ser real. Aquí nada es producto de la imaginación, y lo que escribe Herling pone los pelos de punta por la degeneración absoluta de un régimen inhumano, carente de los más mínimos sentimientos. Herling, uno de los escritores polacos más importantes de la segunda mitad del siglo XX, cuenta además todo esto con una impecable y meritoria calidad literaria. Para Semprún se trata de “una obra literaria perfecta”. Y Bertrand Russell, que prologó la edición inglesa de 1953, opinaba que Un mundo aparte “posee una extraña fuerza descriptiva, sencilla y vívida, y es absolutamente imposible dudar de su sinceridad en todos los aspectos”.







Un mundo aparte
Gustaw Herling-Grudzinski
Libros del Asteroide. Barcelona (2012)
360 págs. 22,95 €.