sábado, 19 de noviembre de 2016

“En mares helados”, de Wilkie Collins


En 1856, los escritores Chales Dickens y Wilkie Collins escribieron una obra de teatro inspirada en hechos reales en la que, con el telón de fondo de las expediciones marítimas al Ártico, a veces repletas de incidentes y desgracias, contaban una tragedia amorosa. La obra se representó en 1857 con notable éxito, al que contribuyeron muy directamente los dos amigos escritores, que representaron los papeles de los protagonistas del drama. En 1874, Collins hizo una versión novelada que amplió por el interés que despertó entre sus lectores.
La novela contiene los ingredientes habituales de la novela realista y amorosa de aquellos años. Estamos ante un triángulo amoroso marcado por las posibles consecuencias, el miedo y la inseguridad. La joven Clara Burnham se comprometió tímidamente con el marino Richard Wardour antes de que este emprendiese un largo viaje por mar; sin embargo, se ha enamorado de Frank Aldersley, un joven marino, y cuando Richard regresa no reconoce su compromiso ni su relación. Richard, que había depositado mucha esperanza y amor en esa promesa, jura vengarse. Pero para olvidar lo sucedido, se alista en una peligrosa expedición a los mares helados del Ártico en la que, sin saberlo, también se encuentra el joven Aldersley. Clara tiene el presagio de que durante el accidentado viaje se desatará una grave tragedia.
Con pericia, Wilkie Collins (1824-1889), autor de La piedra lunar y La dama de blanco, combina la narración de una expedición aventurera con un peliagudo conflicto amoroso. La ambientación es decimonónica, lo mismo que la exposición de los sentimientos y las rígidas convenciones del amor y del compromiso. Entre medias de los dos amantes, Clara se convierte en anticipada y enfermiza víctima de una desdicha que ella parece intuir y adivinar. Novela de mimbres clásicos, escrita imitando su origen teatral, que se lee con agrado por el dinamismo de la prosa, los ágiles diálogos y la transparencia y radicalidad de los sentimientos amorosos.


En mares helados
Wilkie Collins
Navona. Barcelona (2016)
224 págs. 8,50 €.
T.o.: The Frozen Deep.
Traducción: Rebeca Bouvier.

sábado, 12 de noviembre de 2016

“Ego seguido de En el filo”, de Alexandr Solzhenitsyn


Alexandr Solxhenitsyn (1918-2008) fue expulsado de la URSS en 1974, cuatro años después de obtener el Premio Nobel de Literatura y uno después de publicar la primera parte de su obra más conocida, Archipiélago Gulag, obra que provocó una tormenta literaria y política al desvelar con un gran trabajo literario y de investigación el monumental alcance del sistema represivo soviético. Solzhenitsyn vivió en Estados Unidos hasta su regreso en 1994 a Rusia, tras la caída de los regímenes comunistas.
            Estos dos relatos fueron los primeros textos publicados por el autor tras su regreso a Rusia. Los dos, como buena parte de la literatura de Solzhenitsyn, están sólidamente apoyados en la historia reciente de Rusia.
            Aunque son relatos independientes, los dos tienen históricos puntos en común, pues aparece en ellos la rebelión agrícola que tuvo lugar en la localidad de Tambov en 1920 contra las tropas bolcheviques. En el primero de ellos, Ego, se cuenta la implicación del campesino Pável Vasílevich Éktov en aquellos sucesos, a los que se ve arrastrado a participar por el desprecio que las tropas bolcheviques tuvieron con el pueblo (y de manera especial con el campesinado), al que no hicieron otra cosa que explotar y masacrar. La rebelión fue sangrienta y obligó al Ejército Rojo a emplearse con más saña y dureza de lo normal. Los sucesos que padece Ego, como llamaron a Éktov, muestran la saña con la que se emplearon para acabar con una revuelta que adquirió para las autoridades soviéticas tintes muy preocupantes. En ella, el autor describe el funcionamiento tenaz de la propaganda y de la violencia por parte de los comunistas, y su manifiesto desprecio hacia las vidas de los campesinos, una constante de las primeras décadas del régimen.
            El segundo relato cuenta la vida de quien llegó a ser mariscal de la Unión Soviética, una de las figuras más destacadas de la Segunda Guerra Mundial y Ministro de Defensa en los años de Jruschov, Gueorgui Zhúkov (1986-1974), figura clave de la defensa de Stalingrado y de las posteriores actuaciones del Ejército Rojo hasta la caída de Berlín. 


El relato combina la narración en tercera persona de su vida militar (que comienza precisamente en la revuelta de Tambov) y las reflexiones en primera persona de un Zhúkov ya en decadencia que recuerda los éxitos y claroscuros de su vida, su relación con Stalin y los problemas que tuvo con destacados políticos y militares soviéticos, siempre al borde de la caída en desgracia (como sucedió con tantos otros militares, que fueron purgados por Stalin y Jruschov).
            Las dos narraciones, escritas con una sólida base documental, con mucha precisión, siguiendo fielmente el relato de los hechos históricos y de las localidades y ciudades donde transcurren, denuncian la negación del individuo en el régimen totalitario y represivo en el que se convirtió el soviético, donde solo importaban la ciega obediencia y la propaganda y donde la mentira en todas sus formas jugó un papel muy importante para poder sobrevivir.


Ego seguido de En el filo
Alexandr Solzhenitsyn
Página Indómita. Barcelona (2016)
50 págs. 16,90 €.
T.o.: Ego y Na krajah.
Traducción: Mercedes Fernández Cuesta y Mario Grande.

jueves, 10 de noviembre de 2016

“Sólo hechos”, de Andrés Trapiello


Publica Andrés Trapiello (1953) el volumen número veinte de sus diarios, a los que ha dado el título genérico de Salón de pasos perdidos, cuya primera entrega, El gato encerrado, es de 1990. La literatura memorialística, y de manera especial los diarios, son una de las tendencias más sobresalientes y novedosas de la literatura española última. La nómina de escitores que cultivan de manera asidua los diarios, con gran calidad, no para de crecer. Junto con Trapiello podemos destacar a José Luis García Martín, Iñaki Uriarte, Valentí Puig, José Carlos Llop, José Jiménez Lozano, Miguel D’Ors, Karmelo C. Iribarren, Enrique García-Máiquez, Gabriel Insausti… Para todos ellos, el diario no es un género secundario o menor, sino un género autónomo, independiente que se convierte –por ejemplo, en Trapiello o José Luis García Martín- en lo que más y mejor define su literatura. 
            Es un género que se adapta muy bien a los tiempos que estamos viviendo, en los que se aprecia una cierta saturación de la literatura de ficción. Además, los diarios reinterpretan en clave individualista y concreta lo que está pasando y sucediendo en la realidad. También los diarios provocan una especie de adicción, pues la mayoría de los autores publican asiduamente sus volúmenes en las mismas colecciones y editoriales, con temas  e ideas más o menos parecidos, que son leídos por unos lectores que, por diferentes motivos, han conectado con esos autores, y a los que agradecen su constancia porque su lectura provoca un provechoso y fructífero diálogo.
            En esta nueva entrega, referente al año 2006 (el anterior volumen fue Seré duda), volvemos a entrar en el ya conocido territorio Trapiello. Vuelve a escribir sobre su vida doméstica, con episodios que hablan de la relación con su mujer, M., con sus hijos y, en este volumen, de manera especial con su madre y con su hermano mayor enfermo; sus estancias en su casa de Las Viñas, Cáceres; su crítica visión del mundo literario; sus opiniones –casi siempre negativas- sobre algunos escritores con los que mantiene algunas controversias públicas; interesantes valoraciones de los libros que está leyendo y de algunos sucesos culturales y sociales; sus paseos por el barrio donde vive y algunos percances con sus vecinos; aparecen muchos encuentros con sus amigos (con algunos de ellos hace una visita a la casa del pintor Ramón Gaya, fallecido un año antes, para estar con su viuda); comentarios sobre algunos sucesos de actualidad; sus frecuentes visitas al Rastro madrileño, donde se mueve como pez en el agua en un escenario repleto de escenas y personajes muy literarios… A esto se añade el relato de algunos viajes y conferencias para presentar sus libros, emotivos encuentros con algunos escritores (como el que tuvo en Barcelona con Ramón Carnicer, ya muy mayor y enfermo). De vez en cuando la narración se interrumpe con alguos aforismos: “Nada tan triste como cuando uno siente vergüenza ajena de sí mismo”.


Son frecuentes también las referencias a los dos libros que publicó ese año: Imprenta moderna, una historia de la tipografía española, que provocó algunas críticas negativas que Trapiello recoge y a las que responde; y El arca de las palabras, donde reunió las colaboraciones que desde el 23 de abril de 2004 al 23 de abril de 2005 publicó en La Vanguardia día tras día, en las que, acompañado por el Diccionario ilustrado de la lengua castellana, de Saturnino Calleja, en una edición de 1919, fue seleccionado las palabras de ese diccionario que más le llamaban la atención para escribir, a partir de ellas, un breve comentario personal, muy en la línea de lo que suele escribir en sus diarios.
Todo cabe en las páginas de Sólo hechos, lo que hace que su lectura sea amena: encuentros inesperados, conversaciones fugaces, perspicaces pensamientos poéticos, eruditas digresiones literarias (muy aguda su valoración del escritor Henry James y de la novela Madame Bovary, de Flaubert), descripciones muy logradas (como la del restaurante Pereira), evocaciones nostálgicas (como la que hace de un antiguo zapatero), magníficos retratos, opiniones nada complacientes con el mundo cultural actual (sobre el arte vanguardista o el feminismo radical como vara de medir la calidad literaria), divagaciones sobre la escritura de estos diarios, etc.
Por ejemplo, esta descripción de unos edificios que ve desde la habitación de un hospital: “De la lluvia, hay filtraciones de agua, con sus churretes, por todas partes. Abajo, en el patio, árboles sin hojas, y otros con hojas raquíticas, y un césped parduzo. Pese a los colores mondrianescos de los toboganes, columpios y demás artilugios, todo en el patio es de una gran tristeza, como si fuese ese el patio de unos apartamentos de dirigentes soviéticos”.
También hay momentos con los que los lectores pueden disentir con el autor, bien por sus contundentes y maliciosas opiniones sobre algunas personas (sobre todo, escritores), bien por sus irónicas críticas a determinadas instituciones.
            Una vez más, interesa más cómo cuenta las cosas que el qué cuenta. Trapiello, el auténtico personaje-protagonista de estos diarios, es capaz de escribir de cualquier asunto -desde una mínima preocupación familiar a un incidente con los mendigos de su barrio- con una exigente, versátil y cervantina calidad literaria donde no falta su sarcástica visión de la realidad. 


Sólo hechos
Andrés Trapiello
Pre-Textos. Valencia (2016)
456 págs. 29 €

miércoles, 9 de noviembre de 2016

“Patria”, de Fernando Aramburu


Autor de una sólida obra literaria que comenzó en 1996 con la novela Fuegos con limón, Aramburu (San Sebastián, 1959), residente en Alemania desde 1985, ha abordado en diferentes ocasiones, en clave literaria, la convulsa realidad social y política del País Vasco. Lo hizo, por ejemplo, en los espléndidos relatos de Los peces de la amargura (2012).  Ahora, de manera muy ambiciosa, domina absolutamente Patria, novela que abarca cuarenta años de la historia del País Vasco con unos temas que, salvo puntuales excepciones, han aparecido muy poco en la literatura y en otras manifestaciones culturales, señal de que también aquí, como en tantos otros campos, se ha extendido un ominoso silencio por temor a las represalias .
La novela comienza cuando Bittori, viuda de Txato, un empresario asesinado por ETA, decide regresar a su pueblo en 2011, después de que la banda terrorista anunciase el cese de la lucha armada. Su intermitente regreso –mientras sigue viviendo en San Sebastián, a donde la familia tuvo que trasladarse tras el atentado- provoca malestar en el pueblo, que ven su vuelta como una osada y deliberada provocación. Bittori vuelve también con la idea de desentrañar los pormenores del asesinato de su marido, en el que estuvo implicado Joxe Mari, hijo de unos vecinos, precisamente la familia con la que mantenían más amistad y ahora en prisión.
La novela se centra en las vidas de los miembros de las dos familias, las formadas por Miren y Joxian, los padres de Joxe Mari, Arantxa y Gorka, y la formada por Bittori, su marido asesinado y sus hijos Nerea y Xabier. Aunque la novela tiene un implícito recorrido cronológico, avanza a golpe de capítulos cortos protagonizados por estos miembros, de los que se relata algún aspecto de sus vidas, en el pasado y en el presente, a la vez que se describe el opresivo clima moral que se vive especialmente en las localidades pequeñas del País Vasco, donde los objetivos de la banda ETA son asimilados y obedecidos, directa o indirectamente, por casi toda la sociedad.
El autor, criado en este ambiente, describe con mucho acierto la vida cotidiana, con sus momentos de doméstica normalidad y sus perversiones emotivas, marcadas por la lucha armada, que todo lo justifica, no solo el asesinato sino también el desprecio, la marginación y el silencio. Es lo que viven Txato, natural de Euskadi y apolítico, y su familia después de que ETA les señalase por no pagar el impuesto revolucionario. A nadie parece importar que la familia viva permanentemente amenazada, con insultos diarios, con pintadas amenazadoras y con avisos de una futura ejecución. Miraron para otro lado.
Las vidas de estos personajes están marcadas por su vinculación con la causa abertzale, que unos muestran de manera entusiasta –Joxe Mari, asiduo de la kale borroka, acaba militando en ETA hasta que es detenido- y otros hacen lo justo para no ser señalados y buscan la mínima oportunidad para abandonar el pueblo, como hacen Arantxa y Gorka y también Xabier.  En la novela tienen un especial protagonismo las mujeres, Bittori, la viuda que pierde la fe en todo, también en Dios, y que se vuelve sarcástica con su vida y la de los demás; y Miren, totalmente absorbida por la causa etarra, actitud con la que está así más unida a su hijo Joxe Mari, al que acude a ver a una prisión andaluza una vez al mes.
Técnicamente, la novela está construida sobre la base del realismo y el costumbrismo. El autor esquiva el desarrollo lineal mediante un gran trabajo en la composición de la trama, que transcurre en diferentes tiempos. También se huye del maniqueísmo, aunque el punto de vista narrativo muestra de manera agobiante los métodos de un nacionalismo exacerbado. Como ha contado el autor en una entrevista, “allí donde se sacraliza la nación, se impone un filtro y solo los puros atraviesan sus orificios. Al resto hay que eliminarlo, no solo físicamente, sino que hay que silenciarlos, haciendo que se vayan, marginarlos”.
Con minuciosidad, aparece como telón de fondo de fondo las luces y las sombras de la sociedad vasca, retratada desde la perspectiva y sentimientos del autor, oculto pero presente para subrayar explícitamente algunas moralinas. Por ejemplo, se critica con dureza al sacerdote del pueblo donde transcurre la acción (y, por extensión, a la Iglesia), Don Serapio, personaje del que cada vez que aparece en escena se subraya su mal aliento y su viscosa manía de tocar a los demás, detalles que refuerzan que estamos ante un personaje desagradable.
Los hijos de las familias protagonistas trasladan a sus vidas personales los problemas sociales y humanos que padecen; así, las relaciones son casi siempre conflictivas, tirantes, rotas, desestructuradas. Xabier, por ejemplo, un médico prestigioso, es incapaz de encontrar a nadie con quien compartir su vida; Nerea, superficial y frívola, egoísta, vive una alambicada relación con Quique salpicada de constantes y mutuas infidelidades. Arantxa, que ha sobrevivido a un grave ictus, se ha separado de su marido. Entre todos, solo parece haber encontrado la verdadera felicidad Gorka, escritor y locutor de radio, homosexual, persona muy independiente, culta y sensible.
La novela es, pues, ambiciosa en sus objetivos literarios, abordados con profesionalidad por el autor, que ha desplegado múltiples registros literarios gracias a un exigente trabajo, nada complaciente con el lector. Y, a la vez, pone el dedo en la llaga, sin que la novela se convierta en un panfleto, en problemas que continúan muy candentes en la sociedad vasca, como la justificación del uso premeditado de la violencia y el lugar de las víctimas del terrorismo. 
Patria
Fernando Aramburu
Tusquets. Barcelona (2016)
648 págs. 22.90 €.

sábado, 5 de noviembre de 2016

“Crónicas de la Primera Guerra Mundial”, de Rudyard Kipling



Rudyard Kipling (1865-1936) fue el escritor más leído y popular de su tiempo, prestigio que excedía incluso el campo de la literatura. Kipling asumió e interpretó en sus obras los valores patrióticos mejor que nadie y se convirtió en el escritor del Imperio. No es de extrañar que, cuando comenzó la Gran Guerra, el Buró de Propaganda de Guerra inglés solicitase, de nuevo, su colaboración. Como escribe Ignacio Peyró en el prólogo, “Kipling intuyó pronto que la guerra se luchaba en muy diversos campos de batalla, y en el de la comunicación apenas iba a tener rival”.
            Kipling, que ya había tenido una experiencia anterior durante la Guerra de los Bóers, desplegó su retórica patriótica y bélica en sus escritos de aquellos años y de manera muy especial en las crónicas que publicó por entregas en el Daily Telegraph y en la prensa norteamericana. Fue corresponsal de guerra en el frente francés en 1915 y en las montañas alpinas del frente italiano en 1917. De esa experiencia proceden los  artículos aquí recogidos, publicados luego en sendos libros.
            Los artículos tienen unos objetivos bien claros: destacar la lucha de las tropas aliadas contra la barbarie que encarna el ejército alemán. “No son las victorias locales de las antiguas guerras lo que perseguimos ahora –le cuenta a Kipling un oficial inglés-, sino a los bárbaros. A todos los bárbaros”. Esta tesis se repite en muchas ocasiones. Luego, los artículos describen a veces hechos menudos de la guerra, domésticos, intrascendentes, junto con otros en los que se demuestra la huella del terror y de la muerte. Aunque hay una declarada intención propagandística, Kipling no carga la mano en escenas maniqueístas. Más aún: a menudo su visión de los hechos de los que él está siendo testigo como corresponsal aparecen descritos de manera más bien fría, sin los habituales tópicos de la prosa épica. Quizás esta actitud estilística reste algo de fuerza y de interés –eso sí, más melodramático- a unos artículos bien escritos pero algo asépticos.
Las tragedias de la Gran Guerra provocaron un profundo cambio en la literatura inglesa posterior, sobre todo en la poesía, como ha descrito con detalle y con múltiples ejemplos Gabriel Insausti en su ensayo Tierra de nadie (Pre-Textos) donde brilla de manera especial la literatura del malogrado poeta Wilfred Owen, entre otros, escritor que encarna ese cambio de estilo y de intenciones y de quien la editorial Funambulista editó en 2015 su poesía completa en edición bilingüe. También sobre este tema merece la pena destacar la reedición de otra obra fundamental, La Gran Guerra y la memoria moderna (Turner), de Paul Fussell (1924-2012), profesor de literatura en la Universidad de Pennsylvania.


Crónicas de la Primera Guerra Mundial
Rudyard Kipling
Fórcola. Madrid (2016)
128 págs. 16,50 €.
T.o.: France at War. The War in the Mountain.
Traducción: Amelia Pérez del Villar.