martes, 29 de octubre de 2013

“¡Boom!”, de Mo Yan


 
¡Boom! es la primera novela que se publica en castellano desde que se concediera en 2012 el Nobel de Literatura al escritor chino Mo Yan. La novela es de 2003 y se publica ahora en una traducción directa del chino. El año pasado, en Seix Barral, se publicó Cambios, un breve y sencillo texto memorialístico donde Mo Yan recordaba algunos sucesos de su vida y su iniciación como escritor.
¡Boom! contiene todos los rasgos que la Academia sueca resaltó de la literatura del autor de Sorgo rojo: “con una mezcla de fantasía y realidad, de perspectiva histórica y social, Mo Yan ha creado un mundo que en su complejidad recuerda a los de escritores como William Faulkner y Gabriel García Márquez, tomando al mismo tiempo como punto de partida la tradición literaria china y la cultura narrativa popular”.

Sus novelas, también ¡Booom!, están ambientadas en un mundo rural primitivo, con enormes dificultades de todo tipo para salir adelante. En este contexto incluye en sus narraciones elementos de la tradición china, repleta de alegorías y de relatos orales, y la mezcla de lirismo y tremendismo, que a veces aparece de manera desorbitada.

Para entender su literatura, resulta interesante el prólogo de este libro. En él, Mo Yan explica la función de la misericordia en sus obras, una misericordia anclada en la tradición china y alejada de los cánones occidentales y que se sustenta en una compleja visión de la condición humana donde también están presentes la crueldad y la fealdad. “En este mundo –escribe Mo Yan- no sólo hay pájaros y ovejas; en la novela no debe haber únicamente personas buenas”. También reivindica en el prólogo un tipo de novela que no esquiva la dificultad. “La novela no (...) debe reducir su tamaño –escribe- para satisfacer a un cierto grupo de lectores, ni perder la densidad ni reducir la dificultad. Necesita que sea larga, densa y difícil”.

También comenta más rasgos de su novelística el epílogo, titulado La narración lo es todo. Mo Yan señala El tambor de hojalata, de Günter Grass, como la principal influencia de su libro. Aunque para Mo Yan, el argumento no debe ser lo más relevante porque su objetivo es “la narración, el tema es la narración y la narración es la construcción de ideas”. El narrador de¡Boom! es Xiatong Luo, un joven de unos veinte años que en su “verborrea” hace posible que lo “irreal” se convierta en “real”.

Este joven ha decidido hacerse monje budista a las órdenes del Monje Lan, monje que habita en el Templo Wutong de una pequeña localidad campesina donde transcurren los hechos (y buena parte de la literatura de Mo Yan). Xiatong necesita contar al monje su vida hasta ese momento, sobre todo su infancia hasta los doce años, pues a partir de esa edad hay muy pocas referencias en su relato. En la narración se alternan el pasado, su vida con sus padres en el Pueblo de la Matanza, la parte más extensa de la novela, y el presente, con Xiatong recluido en el Templo, con el monje como único oyente de su historia, a la vez que aparecen en el templo diferentes personajes que interrumpen su relato.

La historia de su infancia hasta que abandona el Pueblo de la Matanza es el argumento principal y lo más interesante de este libro. Se trata de un pueblo que ha abandonado todas las actividades agrícolas para transformarse en un ilegal matadero que hace negocio con la venta de carne de los animales. Xiatong vive obsesionado con la carne: solo piensa en comer carne, la única meta en su vida. En el pueblo destaca el señor Lan, al alcalde, quien controla todas las actividades, tanto las legales como las ilegales. El padre de Xiatong, Tong Luo, siempre está enfrentado al señor Lan, con quien compite hasta por sus amantes. Con una de ellas, Tía Burrita, se escapa el padre de Xiatong y desaparece del pueblo.

Durante los años de ausencia, su madre trabaja duro para sacar la familia adelante y enriquecerse. En ese periodo, no prueba la carne, con la que sueña todos los días, y por eso añora a su padre, que regresa cinco años después con una hija pequeña, tras el fallecimiento de su amante. Su llegada coincide con la desaparición de las desdichas en la familia y, apoyados por el señor Lan, viven unos años de esplendor. El señor Lan los ha convertido en responsables del negocio de carne de todo el pueblo. Pero el enfrentamiento latente de Tong con el señor Lan se mantiene y acabará por estallar.

Xiatong es el obsesivo narrador de una historia desmesurada con la que el autor ejemplifica los cambios que se han dado en las últimas décadas en China, con la radical transformación de la escala de valores del mundo campesino y la irrupción a todos los niveles de un capitalismo enfermizo y contagioso. Si al principio Xiatong ve el mundo con la mirada cercana y egoísta de los niños, tras el regreso del padre gana en madurez y autonomía, y sus juicios y valoraciones llevan una mezcla de orgullo, prepotencia y de una “lógica perversa”. Y es que Xiatong es lo que sus vecinos laman un niño boom, niños que están constantemente mintiendo y alardeando de lo que saben y pueden hacer.

La narración está repleta de elementos que pueden chocar al lector occidental. En primer lugar, las escenas sanguinarias sobre las matanzas de todo tipo de animales: vacas, cerdos, avestruces, camellos, caballos y hasta perros y gatos, convertidos en apreciados platos gastronómicos. Además, el negocio ilegal del Pueblo de la Matanza se basa precisamente en inyectar agua en la carne para que pese más y para que mantenga una imagen que no se corresponde con la realidad. Hay, también, sus dosis de erotismo cuando Xiatong vive en el Templo Wutong, con constantes referencias sexuales y fantásticas.

Desde el punto de vista narrativo, merece destacarse el mundo alegórico y onírico que aparece en muchos pasajes, la mayoría de ellos en la narración del presente, donde hay una constante mezcla de lo irreal y lo real. Estos pasajes, intermitentes, acaban por trasladarse también al relato de la infancia de Xiatong.

Novela, pues, “larga, densa y difícil”, nada complaciente con los lectores, que es una buena muestra del exigente trabajo narrativo de Mo Yan. Hay muchos pasajes realistas y populares, personajes entrañables y extravagantes, historias legendarias y exóticas, y un realismo “alucinatorio”. La China de Mo Yan procede de su realidad, de su infancia, de sus recuerdos, que son transformados por la fuerza de la imaginación.


¡Boom!
Mo Yan
Kailas. Madrid (2013)
509 págs. 22,90 €.
Traducción: Yifan Li.

miércoles, 23 de octubre de 2013

“Diario de una dama de provincias”, de E. M. Delafield


 
“La vida de una esposa y madre es a veces agotadora”, escribe irónicamente la protagonista de esta novela, una dama de provincias, madre de dos hijos, que vive en una casa de campo con un esposo que apenas hace caso a sus graves preocupaciones, una cocinera díscola y una refinada institutriz francesa. El libro está concebido como el diario de una sufrida ama de casa de la clase alta a inicios de la década de los treinta en Inglaterra. La autora es la prolífica escritora E. M. Delafield (1890-1943), quien consiguió un importante éxito con esta novela, muy leída en Inglaterra y publicada con anterioridad por entregas en un diario londinense.

En su diario, la protagonista anota las vicisitudes del día, intentando así meter algo de distancia con esos hechos y juzgarlos de una manera más fría y desapasionada. El tono del diario es leve y ligero, sin grandes disquisiciones y escrito con un estilo directo y deliberadamente superficial.

La autora refleja bastante bien las contradictorias reacciones de la protagonista, pues si por un lado quiere aparentar que su vida es más apasionante e interesante de lo que parece, a continuación tiene que rendirse a la evidencia de que todo lo que le pasa es bastante sencillo y normal. Por ejemplo, tras un largo periodo de convalecencia de una enfermedad, el primer día que sale de la habitación se encuentra con una inesperada factura del ayuntamiento, suceso que en el diario cuenta de esta manera: “qué poco se parece esto a la pintoresca convalecencia de las novelas, cuando la visión de unas flores de primavera del sol y de qué sé yo qué más viene a alegrar a la heroína. Nunca se mencionan impuestos municipales ni nada por el estilo”.

El diario está repleto de anécdotas cotidianas: su tensa relación con el servicio, las conversaciones con sus vecinas, sus artículos y cartas al director en la revista local, la educación de sus hijos, las fiestas, las cenas, las visitas de sus amigas, viajes a Londres para reponer el vestuario, sus escasísimas conversaciones con su marido, su siempre reducida cuenta corriente en el banco... En sus diarios, sin acritud, salen a relucir sus enemistades con sus vecinas, quizá lo que más le hace sufrir junto con los descubiertos en el banco, que la obligan a pasar algunos momentos desagradables.

Con un estilo desenfadado, la autora muestra el simple y a la vez alambicado mundo interior de la protagonista, a veces obsesionada con las apariencias y siempre muy pendiente de su encanto personal. “Siento –escribe- que la vida es absolutamente insoportable, y tomo la alocada decisión de hacerme con un sombrero nuevo”, sensación y reacción que explican muy bien el voluble carácter de esta dama de provincias.

 
Diario de una dama de provincias
E. M. Delafield
Libros del Asteroide. Barcelona (2013)
216 págs. 18,95 €.
T.o.: Diary of a Provincial Lady. Traducción: Patricia Antón de Vez.

lunes, 21 de octubre de 2013

“Canadá”, de Richard Ford



Considerado uno de los pesos pesados de la narrativa norteamericana, Richard Ford (1944) es sobradamente conocido por su trilogía protagonizada por Frank Bascombe, de la que forman parte El periodista deportivo, El Día de la Independencia y Acción de Gracias. En las tres, con gran maestría, Ford se sirve de su desencantado protagonista para hacer un ambicioso aunque parcial retrato de la vida en Estados Unidos. En 2012, Anagrama publicó también Flores en las grietas, conjunto de textos memorialísticos y ensayísticos en los que Ford reflexionaba sobre la vida y la literatura y donde dejaba constancia de su admiración por su amigo y compatriota Raymond Carver y por la narrativa del ruso Chéjov.

Etiquetado como perteneciente a la corriente del realismo sucio, de la que Carver puede que sea su escritor más representativo, Ford suele describir en sus novelas y relatos las vidas de personajes desilusionados con unos sentimientos que les llevan a afrontar sus días sin apenas expectativas, a lo que caiga, deambulando en muchos casos de aquí para allá, sin echar raíces y con unos mínimos planteamientos existenciales.

Algo de todo esto hay en su nueva novela, Canadá, ya alejada del mundo de Frank Bascombe. En este caso, el narrador, Dell Parsons, profesor de instituto recientemente jubilado en Canadá, decide relatar una parte de su vida, en 1960, cuando tenía 15 años, centrándose en dos importantes sucesos de aquellos meses que le sirvieron para perder la inocencia, forjar su carácter y enfrentarse a la vida sabiendo que, salvo la confianza en uno mismo, en pocos sitios hay donde agarrarse. Con esta sorprendentes palabras, comienza su narración: “Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que vinieron después”.

Dell vive con su hermana melliza, Berner, y con sus padres en una insípida localidad del norte de Estados Unidos, Great Falls, en Montana. La primera parte de la novela, con diferencia la de más calidad, la dedica Ford a presentar de manera exhaustiva el mundo cerrado en el que vive Dell, en el que sus padres tienen un papel protagonista. Su madre, hija de judíos polacos emigrantes en Estados Unidos, da esporádicas clases de literatura en las distintas ciudades donde van viviendo, pues cambian a menudo de residencia en los diferentes destinos del padre en las Fuerzas Aéreas. Ahora, en 1960, hace ya tiempo que se ha licenciado y va dando tumbos en trabajos poco consistentes. Los apuros económicos le llevan a meterse en algunos turbios negocios que acaban mal. Para solucionar sus apuros económicos, el matrimonio decide atracar un banco en una lejana localidad de Dakota del Norte. Aunque lo consiguen, pronto son descubiertos, apresados y encarcelados. En ese momento, la vida de los dos hermanos se desmorona y tienen que afrontar el futuro completamente solos. En sus recuerdos, Dell no juzga mal a sus padres, piensa que eran “gente normal a la que le jugaron una mala pasada las circunstancias y los malos instintos”.

Ford hace un minucioso y detallista análisis de toda la familia. Los lazos afectivos entre ellos son, con sus crisis, normales, aunque muy livianos. Su madre, siempre anhelando otros ambientes más culturales y sofisticados, vive sin implicarse en los lugares donde residen, sin hacer amistades, actitud despectiva que contagia también a sus hijos, seres solitarios que no forman parte de ninguna comunidad, ni social ni religiosa. Cada uno lleva su vida como puede. Sorprende la vida tan despegada que llevan. Ni el padre ni la madre se tratan con sus familiares. Cuando los padres son encarcelados, Berner decide irse de casa. Una amiga de su madre traslada a Dell a un pueblo fronterizo de Canadá donde vive un hermano suyo, quien se va a hacer cargo por una temporada de Dell con el fin de que no acabe en manos de los servicios sociales.

La primera parte resulta interesante por el trabajo estilístico que realiza el autor, que desmenuza a los mimebros de la familia, su pasado, el presente y los pocos sueños que tienen ya sobre el futuro, cada vez más gris. La segunda parte transcurre en Canadá, en la provincia de Saskatchewan, en una pequeña y triste localidad, Fort Royal. Arthur Remlinger, norteamericano nacionalizado canadiense, con un turbio pasado a sus espaldas que Dell irá conociendo poco a poco y que determina la evolución de los hechos, mantiene a Dell a cambio de que trabaje en la limpieza del hotel del que es propietario y colabore también en la actividad por la que es conocida la localidad, que acoge a cazadores norteamericanos que viajan hasta allí para cazar gansos.

Dell tiene escaso trato con Arthur y es uno de sus empleados, el turbio Charley Quarters, quien se encarga de su educación. Dell conoce el destino de sus padres, no tiene noticias de su hermana y desea abandonar Fort Royal para continuar con sus estudios. Su estancia en Canadá le sirve para darse de bruces con la vida, aunque Ford sólo describe en ese fuerte aprendizaje las miserias de personajes violentos y problemáticos que apenas se interesan por Dell.

La novela concluye con una breve tercera parte, ambientada en el presente de Dell, cincuenta años después de aquellos sucesos. Cuenta la plácida evolución de su vida, con un matrimonio tranquilo y una vida entregada a los estudios. Vuelve a tener un encuentro con su hermana Berner, a la que ha visto en todo ese tiempo en contadísimas ocasiones.

Con diferencia, lo mejor es la habilidad de Ford para describir ambientes, personajes y para introducirse en los pensamientos más íntimos de Dell cuando era apenas un adolescente tímido e inexperto. Tanto la detención de sus padres como los trágicos sucesos de los que es testigo con Arthur Remlinger condicionan su formación afectiva, social y existencial, llena de carencias que lo convierten, como tantos otros personajes de Ford, en un ser extraviado y desarraigado. Mientras que los tristes sucesos familiares tienen mucho sentido para conocer mejor el destino del narrador y protagonista, lo que vive en Canadá no acaba de encajar en la débil trama de la novela ni en el errático proceso de formación de Dell, aunque en la tercera parte el autor haga ver que el Dell actual puede ser el resultado de aquellos intensos, erráticos y extraños acontecimientos. Así, casi al final del libro, escribe el narrador: “Creo en que lo que uno ve es más o menos lo que hay, como les he enseñado a mis alumnos, y que la vida se nos entrega vacía”.

Se echa en falta lo que tanto se apreciaba en la trilogía de Frank Bascombe: la radiografía política, moral y social de los Estados Unidos, vista aquí en la distancia del país vecino. En Canadá Ford fuerza los ingredientes y personajes de la novela para ofrecer un mundo insulso y desencantado.


Canadá
Richard Ford
Anagrama. Barcelona (2013)
512 págs. 24,90 €.
T.o.: Canada. Traducción: Jesús Zulaika.

jueves, 17 de octubre de 2013

"Entre tonos de gris” de Ruta Sepetys



Lina, la protagonista de esta novela, es una joven lituana de quince años que se ve arrastrada con su familia a una deportación a Siberia, tras la detención de su padre, que se encuentra en paradero desconocido. Entre tonos de gris cuenta aquella experiencia con dramatismo y también con confianza, pues la autora quiere resaltar también la positiva actitud de Lina, su hermano, su madre y otros compañeros de infortunio ante la vida, aunque no se ahorran casos duros y trágicos protagonizados por unos prisioneros que asisten atónitos a una inhumana deportación con el único objetivo de provocar la desesperación y la muerte de los detenidos.

La novela alterna la descripción de las duras condiciones que padecen, con el frío, el hambre y las constantes enfermedades como pertinaces compañeros, con el recuerdo de momentos del pasado que siguen dando sentido a sus vidas. Para salir adelante, Lina encuentra un incondicional ejemplo y apoyo en la actitud de su madre y también en el joven Andrios, una víctima más de la paranoia estalinista. Y también ocupan un destacado lugar los dibujos que hace Lina sobre lo que ve a su alrededor –que imitan a su admirado Munch- y que hace todo lo posible para que lleguen a su padre.

Ruta Sepetys es norteamericana de origen lituano. Su novela es un homenaje a su padre y a muchas familias de rigen báltico que, como la que se cuenta en la novela, inspirada en hechos reales y apoyada en una rigurosa documentación, vivieron las deportaciones de Stalin a Siberia a partir de 1941, tras la ocupación de los Países Bálticos por la Unión Soviética en 1939. A partir de ese momento, como comenta la autora en una nota final, “el Kremlin estableció listas de personas consideradas antisoviéticas que debían ser asesinadas, encarceladas o deportadas como esclavas a Siberia. Médicos, abogados, profesores, militares, escritores, empresarios, músicos, artistas e incluso bibliotecarios fueron todos considerados antisoviéticos y se añadieron a esa lista creciente que establecía las víctimas de una exterminación en masa programada”.


Entre tonos de gris
Ruta Sepetys
Maeva. Madrid (2012)
296 págs. 16,90 €.

miércoles, 16 de octubre de 2013

“Los abogados de la literatura”, de Marcel Reich-Ranicki




“¡Matad a ese perro! Es un reseñador”: este conocido verso de Goethe explica en parte el contenido de este libro, en el que el crítico alemán Marcel Reich-Ranicki, recientemente fallecido y autor de un magnífico libro de memorias, Mi vida, reseñado también en este blog, escribe veintitrés retratos dedicados a los críticos más influyentes de la literatura alemana, desde Gotthold Ephraim Lessing, considerado el padre de la critica alemana, hasta críticos contemporáneos del autor. Reich-Ranicki sabe que aborda un asunto un tanto espinoso, pues –como escribe- “no hay en el mundo un país donde se aprecie a los críticos. Pero en ninguno se les combate y anatemiza de manera más sistemática que en Alemania”.

Los análisis de Reick-Ranicki son amenos, rigurosos y profundos, y están plagados de jugosas citas que proceden de la obra crítica de los autores estudiados. En sus valoraciones no cae en ningún momento en la hagiografía; al contrario, en bastantes ocasiones disiente de las opiniones ya establecidas y ofrece una valoración muy distinta de la que suele ser habitual, como sucede por ejemplo cuando comenta la labor crítica de Goethe y de Walter Benjamín. Los retratos ofrecen interesantes observaciones sobre la crítica literaria, pues cada uno de los autores elegidos se acerca a ella desde diferentes posturas estéticas, ideológicas, comerciales y periodísticas.

En todo momento, además, tiene en cuenta el papel de la crítica literaria en el momento presente, lo que le sirve para buscar constantemente la conexión con la actualidad. Por ejemplo, aunque no le convence mucho la tarea emprendida por Lessing, le reconoce importantes intenciones críticas, como “no hacer pasar lo mediocre por más de lo que es; eso al menos permitirá al observador insatisfecho aprender a juzgar”. Alaba las iniciativas literarias de Fiedrich Nicolai, a quien considera “el fundador de la vida literaria alemana” y de quien rescata la aguda observación de que “los errores de los críticos no causan tanto daño como las alabanzas que se dedican los escritores mutuamente”. El capítulo dedicado a Goethe explica bastante bien la postura problemática de Reich-Ranicki con estos autores. Goethe no se tomó nunca en serio la crítica literaria y, de hecho, se pasó la vida rebajando sus pretensiones estéticas y rechazando que se intentase racionalizar la obra de arte (sobre todo la suya). Su opinión sobre Goethe queda resumida en una frase de otro de los críticos estudiados, Friedrich Schlegel: “Goethe es demasiado poeta para ser un entendido en arte”.

Otro de los críticos analizados es Ludwig Börne, autor de una famosa frase muy citada cuando se quiere ridiculizar a los críticos: “En Alemania escribe cualquiera que no use la mano para nada más; y el que no puede escribir, hace reseñas”. En estas páginas aparecen también Heinrich Heine (“¿quién ha escrito alguna vez sobre la literatura alemana con mayor belleza que Heine?”), el novelista y crítico Theodor Fontaine, Alfred Kerr, Moritz Heimann, Alfred Polgar, Thomas Mann, Siegfried Jacobson, Walter Benjamín.... y críticos más contemporáneos como Hilde Spiel, Walter Jens y Joachim Kaiser. La mayoría, por decirlo de alguna manera, son críticos profesionales, aunque Reich-Ranicki ha elegido también a escritores que han practicado la crítica de manera asidua, como Goethe, Heine y Thomas Mann.

Los abogados de la literatura es también una valiosa reflexión sobre las teorías, circunstancias, modas, tendencias, valoraciones, etc., que influyen en la crítica literaria, aspectos que Reich-Ranicki aborda desde su propia experiencia como critico. Tanto es así que este libro es también el autorretrato de uno de los críticos más apasionados y temidos de la literatura alemana contemporánea. Un comentario referido a Ludwig Börne le define bastante bien: “No le faltaron enemigos. Pero el crítico que no los tiene es despreciable. Quien los tema deberá buscarse otra profesión”.


Los abogados de la literatura
Marcel Reich-Ranicki
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona (2006)
492 págs. 27,90 €.
T.o.: Die Anwälte der Literatur. Traducción: José Luis Gil de Aristu.

sábado, 12 de octubre de 2013

“Familias estructuradas”, de Alberto de Frutos Dávalos


 
Tercer libro de relatos que publica Alberto de Frutos Dávalos (Madrid, 1979), tras la buena acogida crítica de sus dos libros anteriores, Utopías y La soledad dejó de ser perfecta. El autor ha reunido en este volumen 21 relatos, la mayoría de ellos premiados en los principales certámenes de narrativa breve de España, lo que confirma que el autor es un sólido y reconocido autor de relatos.

La elección del género del relato breve no resulta baladí, aunque siga resultando un género casi invisible en el panorama literario, sobre todo desde el punto de vista comercial. Mientras la novela permite una aproximación detallada a los conflictos y al mundo interior de los personajes, el relato apunta a otros intereses narrativos y estilísticos. Lo suyo es mostrar, en pocas páginas y de modo concentrado, una escena, un instante de la realidad y de las vidas de los personajes. Esos instantes pueden ser únicos, especiales, significativos, repletos de sorpresas narrativas o, como sucede en los cuentos de Alberto de Frutos, mostrar de manera tangencial las múltiples caras de la realidad, una sucesión de instantáneas tomadas de un mundo que podemos calificar de real, poco artificial o excesivamente literario.

La sobredosis de realidad contagia la naturalidad de los personajes, de las escenas, de las historias que se cuentan. Algunos están localizados en el pasado, en una España ya periclitada, con un eco de los relatos de Ignacio Aldecoa y Medardo Fraile, como es el caso de “El ídolo”, que contiene una recreación también de los sueños y mitos de la infancia. Otros, los más, son plenamente actuales, con personajes tomados de la calle, de la vida misma, conflictos en la empresa, relaciones laborales, amorosas y familiares... Estos relatos, muy bien escritos, como suele ser habitual en el autor, describen de manera cálida, tranquila y sencilla el devenir de la vida, también con sus aristas, dudas y desalientos.

Familias estructuradas
Alberto de Frutos Dávalos
Paréntesis. Alcalá de Guadaira (2013)
182 págs. 13 €.

lunes, 7 de octubre de 2013

“Un largo camino”, de Slavomir Rawicz


 
La película Camino a la libertad, de Peter Weir, está inspirada en esta narración escrita en 1956 por el polaco Slavomir Rawicz (1915-2004). Rawicz, de madre rusa y padre polaco, fue detenido junto con otros militares después de la invasión de Polonia por la URSS. Acusado de espionaje, fue condenado a 25 años de trabajos forzados en Siberia.

Rawicz escribe en primera persona todo lo que vivió y padeció. Primero fue duramente castigado durante su reclusión en diferentes prisiones rusas hasta la condena definitiva. Las primeras páginas del libro cuentan los inhumanos interrogatorios y la farsa de su proceso judicial a la vez que Rawicz desgrana algunos recuerdos familiares. Luego el relato se suma a la ya larga lista de libros que describen la dramática experiencia en los gulag. No faltan en sus recuerdos la descripción de las duras condiciones de vida, los castigos, las largas marchas, las muertes, la actitud intimidatoria de los soldados y jefes, el frío, la obsesión por la comida, las duras jornadas de trabajo... Pronto, sin embargo, Rawicz se presenta como voluntario para realizar algunos trabajos de artesanía y consigue un tranquilo destino que le permite sobrevivir sin grandes dificultades a la vida del campo.

Con otros presos, procedentes de distintos países, Rawicz traza un arriesgado plan para escapar. El objetivo no es sólo abandonar el campo de Yakutsk sino también Siberia, pues permanecer en territorio de la Unión Soviética tras la huida sería demasiado peligroso. Huyen en 1941, aprovechando una gran nevada. Al final, la expedición la forman seis prisioneros: dos polacos, un yugoslavo, un león, un lituano y un americano.

Los primeros días y semanas fueron los peores, pues a las duras condiciones climáticas tienen que vencer los temores de encontrarse con soldados soviéticos o con cualquier habitante de la zona. Esquivan las escasas poblaciones que hay en aquellas tierras y avanzan a buen ritmo, con una prodigiosa fuerza de voluntad. Todavía en Siberia, un día se encuentran con una joven polaca que también se había escapado de un campo y a la que acogen en su grupo.

El libro, escrito siempre desde la perspectiva de Rawicz, es la pormenorizada descripción de este viaje, los inconvenientes que se encuentran, la pertinaz ausencia de comida, las relaciones entre ellos, el esmerado cuidado que todos prestan a la joven, etc. A pesar de las dificultades, avanzan a buen ritmo: recorren las inmediaciones del algo Baikal y llegan a Irkutsk. Cuando abandonan Siberia y entran en Mongolia se relajan un poco, pues saben que será difícil a partir de ese momento encontrarse con sus posibles perseguidores. Es cuando se encuentran con algunos pastores y habitantes de aldeas perdidas de Mongolia y el Tibet, donde siempre reciben la mejor hospitalidad de aquellas pobres gentes, lo que lleva a Rawicz a escribir que “esta gente hace que me sienta muy humilde. Lo que hacen me ayuda a borrar de la memoria los amargos recuerdos de quienes le han perdido el respeto a la humanidad”. Sin embargo, siguen con tenacidad el plan trazado, que les lleva a atravesar el desierto del Gobi, experiencia durísima que pasa factura al grupo. Luego recorren las estribaciones del Himalaya en dirección al Tíbet, a la ciudad de Lhasa, aunque no llegan a ella pues su objetivo es la India, a donde llegan exhaustos sólo tres de ellos y nueve meses después.

La narración es amena y es un excelente ejemplo superación, fortaleza y amistad, como destaca Rawicz “Sólo nos quedaba un luminoso recurso de valor incalculable: la indisoluble y profunda amistad de los hombres a los que ha unido la desgracia. Mientras permaneciéramos juntos, nada podría apagar la llama de nuestra esperanza”. También es interesante la primera parte, la ambientada en el gulag, con la narración de pequeños detalles sobre la miserable vida que allí llevaban.

Rawicz escribió este libro en 1956 en Inglaterra, en la ciudad de Nottingham, donde rehizo su vida como profesor en una escuela de Artes y Oficios. Un largo camino ha sido siempre un libro muy valorado por su verosimilitud y por la gesta del viaje que emprenden los protagonistas, aunque se echa en falta una mejor reconstrucción de los lugares que recorrieron, a pesar de que afirme el autor en el libro que “el cálculo de las distancias y los tiempos ha sido lo más complicado en la tarea de poner por escrito la historia de nuestra huida hacia la libertad”. Algunos estudiosos y un documental de la BBC de 2006, ya fallecido el autor, han puesto en duda que se trate de un relato real, pues Rawicz pudo ser liberado en 1942 tras la amnistía general de los soldados polacos en los campos de la URSS y trasladado, con el resto del ejército polaco, a un campo de refugiados en Irán. En este sentido, aunque se trate de una narración viva, directa y “muy auténtica”, es cierto que sorprende que el autor, sobre todo al final de su relato, cuando ya han llegado a la India, no aporte más datos y documentación sobre su experiencia antes de su detención, el viaje y la identidad de sus compañeros de fuga que demuestren más a las claras la veracidad de lo que tan bien ha contado (con la colaboración del periodista Ronald Downing).

 
Un largo camino
Slavomir Rawicz
Palabra. Madrid (2012)
364 págs. 16,50 €.
T.o.: The Long Walk. The True Story a Trek to Freedom. Traducción: José Gabriel Rodríguez Pazos.