martes, 30 de octubre de 2012

"Absolución", de Luis Landero


Como en las últimas novelas de Luis Landero (1948) -El guitarrista, Hoy, Júpiter y Retrato de un hombre inmaduro-, Absolución comparte atmósfera y objetivos literarios, con parecidos resultados: novelas tediosas pero bien escritas, unos personajes escorados hacia la excentricidad y una ambientación realista y contemporánea.

Lino está a punto de contraer matrimonio tras una vida sosa, monótona y más bien aburrida, sin muchas sorpresas ni expectativas. Fracasado en casi todo, ha encontrado el amor en Clara, la directora del hotel donde trabaja de conserje. La novela comienza cuando Lino se dirige a una comida con su familia y la de su prometida unos días antes de contraer matrimonio. Mientras da una vuelta por Madrid, Lino repasa su vida, la relación con sus padres, sus estudios universitarios, sus trabajos, su carácter... Lino apenas tiene amigos, es solitario, inconstante, aburrido... La boda parece acabar con una etapa de su vida condenada al tedio y a la constante huida, pues Lino no se encuentra a gusto en ningún sitio. Pero en el último minuto, vuelve la amenaza y Lino, sin encontrar explicación a la precipitada decisión que toma, abandona a Clara y la comida familiar sin despedirse. Lino decide huir para romper con todo, aunque no tenga ningún objetivo determinado.

El argumento de Absolución no da mucho de sí, y Landero lo engorda con digresiones sobre el presente y el pasado que añaden muy poco a la novela, salvo cierta delectación por la verborrea. El tedio en el que vive inmerso el personaje se traslada también a los lectores, que comprueban cómo Landero les contagia de una abulia realista y estilística, aunque quizás sea en este punto donde más brille el autor. El autor de Juegos de la edad tardía (1989) parece desde hace tiempo estancado en un tipo de novela plana y sumergida en el aburrimiento.


Absolución
Luis Landero
Tusquets. Barcelona (2012)
320 págs. 19 €.

sábado, 27 de octubre de 2012

“Los cafés históricos”, de Antonio Bonet Correa


“La Edad Contemporánea no se entiende sin la existencia de los cafés”. La frase es del autor de este ensayo, pero la podían haber firmado cientos de periodistas, escritores, artistas, personajes públicos, políticos, burgueses... que han frecuentado asiduamente los cafés hasta convertirlos en una importantísima parte de sus vidas. A explicar el alcance de esta frase está dedicado este libro, profusamente ilustrado, que procede en su primera parte del discurso que el autor pronunció el día de su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1987. Catedrático e historiador del arte, Antonio Bonet Correa (1925) siempre ha sentido una fascinación especial por los cafés, que, como dice a lo largo de este libro, también han ocupado un lugar destacado en su formación.

Los cafés históricos bucea a lo largo de la historia para trazar el origen y el desarrollo de los cafés y el importante lugar que han ocupado como espacio público y ciudadano. Su recorrido histórico comienza con los antecedentes de los cafés, las alojerías, aunque el autor destaca más el papel de los mentideros por su aceptación y cometido social. Surgen los cafés en España en la segunda mitad del siglo XVIII por influencia sobre todo francesa y de los ideales de la Ilustración. “Tomar café significaba ser un ilustrado, tener la mente despierta, ser lúcido y clarividente”. En los cafés se leían los periódicos nacionales y extranjeros, se discutía abiertamente de todo y se cuestionaba por sistema la política oficial.

Es en Cádiz, por influencia de las tendencias liberales, donde los cafés comienzan a implantarse y extenderse con éxito por toda España. Poco a poco, las botillerías comienzan a convertirse en locales donde se degustaba el café. Los años del Romanticismo provocan su espectacular desarrollo, que se sofistica a partir de 1850 con el regreso de los emigrados políticos de Inglaterra y Francia, que traen también otras costumbres que afectan, hasta en su arquitectura, a los cafés. Para el autor, los años de la Restauración y de la Regencia de María Cristina durante el último tercio del siglo XIX y los primeros años del siglo XX son la edad de oro de los cafés en España, tanto en Madrid como en las principales capitales de provincia. También tras la posguerra algunos cafés tuvieron un significado muy especial para el mundo del periodismo y de la literatura. El autor habla de los cafés más importantes y de los personajes que se dieron cita en ellos, bien de manera individual o en famosas tertulias. El recorrido por los cafés más conocidos es también un repaso al desarrollo de los principales movimientos artísticos que se dan en estos años.

El libro contiene otras tres partes más que completan este estudio de los cafés que al autor publicó en 1987. En la segunda parte, titulada “Apostillas al discurso académico”, se aumenta considerablemente la información que se proporcionaba en el discurso de ingreso. Nuevos datos, nuevos cafés, nuevas referencias. Ya de manera más metódica se habla de los cafés franceses, italianos, de los cafés de Viena y Centroeuropa, de Portugal, de la Europa septentrional y hasta de los cafés de América del Norte y de Latinoamérica. Esta parte también contiene un estudio exhaustivo de los cafés españoles. La tercer parte, “Otros aspectos de los cafés”, describe el papel que han desempeñado los camareros y proporciona numerosas máximas, procedentes de una inagotable bibliografía, que resumen las opiniones de muchos autores sobre los cafés. La cuarta y última parte se titula “Antología poética y bibliografías sobre los cafés”.

El ensayo de Bonet Correa es más histórico que el que publicó en 2007 Antonio Martí Monterde, Poética del Café, finalista del premio Anagrama de Ensayo, quien a la vez que describe los cafés más importantes de Europa, analiza la incidencia de este espacio social y literario en la conformación de un nuevo tipo de literatura. El café, dice Martí, proporciona al escritor otra manera de mirar la ciudad y de mirarse a sí mismo. En su análisis no faltan los ejemplos y las referencias a muchos autores extranjeros y españoles.

Decía Pla, escritor que frecuentó mucho los cafés, que “el hombre, además de hijo de sus obras, es un poco hijo del café de su tiempo”. Y Ramón Gómez de la Serna, que capitaneó una famosa tertulia en el madrileño café Pombo, dedicó una de sus greguerías a explicar el sentido poético y existencial de los cafés: “Todos los cafés del mundo son salas de estación en las que se espera la muerte”. Una “coda” del propio autor resume lo que para él han sido y siguen siendo los cafés, aunque hoy día hayan perdido su sitio: “Los cafés, espacios de convivencia, tertulias, diversión y espectáculos, han sido siempre un lugar de observación del género humano, una atalaya para ver discurrir las horas y las estaciones del año, sentir el tránsito de la existencia humana”.


Los cafés históricos
Antonio Bonet Correa
Cátedra. Madrid (2012)
346 págs. 28 €.

 

jueves, 25 de octubre de 2012

"Los enamoramientos", de Javier Marías, Premio Nacional de Literatura 2012

 
Heredero de William Faulkner y en menor medida de Juan Benet, Javier Marías (Madrid, 1951) es uno de los autores españoles contemporáneos más reconocidos en España y, lo que es más sorprendente, también en el extranjero, donde no es fácil ver a muchos escritores españoles siendo bien recibidos y traducidos. Con una sólida y larga trayectoria a sus espaldas, posee Marías una literatura muy propia, singular, reconocible, algo así como una inconfundible seña de identidad que sustenta una obra densa, nada complaciente con el lector actual, minoritaria, en la que los temas más habituales van y vienen una y otra vez, saltando de una novela a otra: la memoria, el misterio, el amor, la muerte, las entrañas conexiones entre la realidad y la ficción...
 
 
En Los enamoramientos da otra vuelta de tuerca a esta manera de hacer literatura, donde el interés no reside en la construcción de un argumento que se desarrolla sino en la manera que tiene el autor, con su hipnótico estilo, de acercarse desde diferentes perspectivas al conflicto que plantea, que suele ser nimio. Así, el argumento de Los enamoramientos es simple, quizá demasiado: María Dolz, la narradora, observa desde una cafetería cercana a su trabajo en una editorial a una pareja que acude todas las mañanas a desayunar. De pronto, dejan de ir y descubre leyendo el periódico que el marido ha sido brutalmente asesinado. Un día, sin embargo, la viuda, Luisa, reaparece en la cafetería, lo que da pie a María a presentar sus condolencias y establecer con ella una fuerte amistad.

Más adelante, conoce al mejor amigo de su marido, Javier Díaz-Varela, quien parece a su vez atraído por Luisa. Se establece un tenue proceso de aproximación a tres bandas que acaba convirtiendo a María en amante ocasional de Javier. La acción se complica con la inclusión de sus dosis de misterio, de tintes cuasipoliciacos, que perturban el desarrollo lógico de la novela y aceleran las reflexiones de la narradora sobre los límites del amor, el peso de la conciencia, la impunidad...

Sin embargo, lo que en otras novelas era un recurso brillante y de gran calidad literaria, aquí se convierte en algo artificioso que lleva incluso a pensar en Los enamoramientos como en un sucedáneo o una mala imitación del genuino Marías. Los personajes son inverosímiles, lo mismo que sus sentimientos; los diálogos, afectados y manieristas, elevando su estilo a un preciosismo estéril. A pesar de la introducción del misterio, las causas de la muerte del marido de Luisa, con el que parece que la novela gana en profundidad y en interés en su última parte, lo que cuenta es en todo momento una anécdota superficial, por mucho que fuerce las reflexiones para dotarlas de resonancias significativas; más que en ninguna otra novela, en Los enamoramientos su lentitud especulativa llega a ser desesperante.

Marías aplica la lupa de su estilo minucioso a una trama insustancial, a unos personajes falsos, a una historia sin envergadura. De alguna manera, ya en sus anteriores novelas había algo de esto, pero gracias a las sinuosidades de su estilo conseguía atrapar, con habilidad, el interés de los lectores, a los que conducía a un territorio narrativo donde lo que se contaba eran las dudas y dilucidaciones de la conciencia. Aquí, en Los enamoramientos, sin embargo, el estilo se convierte en un truco, en un previsible ir y venir de paréntesis, digresiones, observaciones minúsculas y accesorias que sólo parecen transmitir la orgullosa delectación estilística del autor.


Los enamoramientos
Javier Marías
Alfaguara. Madrid (2011)
401 págs. 19,50 €.


martes, 23 de octubre de 2012

"La forja de un rebelde", de Arturo Barea


Arturo Barea (1897-1957) publicó en inglés la trilogía La forja de un rebelde en Inglaterra entre 1941 y 1944. La primera edición en castellano apareció en Buenos Aires en 1951 y en España estuvo prohibida por la censura hasta 1977. También en inglés, en 1952, publicó La raíz rota, novela en la que imagina su vuelta a España tras el forzado exilio. Es autor de los libros de ensayos Lorca. El poeta y su pueblo (1944) y Unamuno (1952), y de los libros de relatos Valor y miedo (1938) y El centro de la pista (1960).
 
La forja de un rebelde no tiene, sin embargo, una estructura novelesca, pues son más bien las memorias del autor a lo largo de un periodo clave de la historia de España: las décadas primeras del siglo XX, la traumática guerra de Marruecos, la radicalización de la vida política y, por último, la Guerra Civil. Aunque hay ficción en lo narrado, la mayoría de lo que se cuenta son las experiencias personales del propio Barea.

La forja relata la vida del narrador hasta 1914. La familia es tan pobre que cuando su padre muere, Arturo, el menor de cuatro hermanos, está a punto de acabar en la inclusa. Al final, unos familiares deciden hacerse cargo de él mientras su madre saca al resto de la familia adelante. Por su carácter costumbrista, esta primera novela resulta muy atrayente. Barea recuerda con emotividad sus sucesos familiares y, en páginas de gran nostalgia y calidad, habla del Rastro, los juegos infantiles, las vacaciones en el pueblo, el ambiente escolar... Cuando se abordan asuntos polémicos, como puede ser la situación de la vida política aquellos años o la presencia de los religiosos en la educación, el autor remarca su ideología socialista (al final de esta primera parte, cuando empieza a trabajar en un banco, entra en contacto con el sidnicato UGT).

La segunda novela de la trilogía se titula La ruta. Al igual que ya habían hecho otros escritores (como Jesús Díaz Fernández en El blocao y Ramón J. Sender en Imán), recrea Barea su estancia en Marruecos realizando el servicio militar. A las peripecias personales del narrador hay que sumar las constantes críticas a la arbitraria actitud de los militares en la guerra de Marruecos, dramática situación que –según Barea- saben convertir en un gran negocio.

La llama cierra la trilogía. Comienza en 1935 y se centra de manera casi exclusiva en los sucesos de la Guerra Civil. Barea explica los acontecimientos externos desde su participación personal en la contienda, siempre desde la perspectiva de su militancia en la UGT y su fidelidad al bando republicano.

Barea describe lo que pasa en las primeras semanas de la guerra en Madrid, donde se viven situaciones dramáticas. Pronto se ofrece a colaborar con el gobierno republicano y le nombran censor de las noticias que enviaban los corresponsales de prensa extranjeros, puesto que desempeña hasta bien avanzada la guerra. Desde esa posición privilegiada, Barea cuenta cómo evoluciona la Guerra Civil. Asiste al caos burocrático de esos largos meses, la picaresca de los corresponsales de guerra, la llegada de los voluntarios extranjeros, el asiduo contacto con las autoridades del gobierno republicano... A la vez, su situación familiar se tensa y complica, y más todavía cuando conoce a una escritora austriaca que había huido de Austria por motivos políticos y se trasladó a Madrid. Barea se divorcia, abandona también a una amante con la que llevaba ya tiempo e inicia una nueva etapa con Ilsa, que coincide con el recrudecimiento de los combates en Madrid y el aumento de la confusión en el bando republicano, como describe al final del libro. Al final se trasladan primero a Barcelona y después a París, donde se gana la vida con traducciones y artículos en la prensa. Casi al final de La Llama cuenta Barea que ha terminado de escribir un libro de memorias, La forja. A principios de 1939 abandonan París para exiliarse en Londres, donde falleció en 1957.
 

La forja de un rebelde
Arturo Barea
RBA. Barcelona (2012). 1.152 págs. 32 €.


sábado, 20 de octubre de 2012

“Los desorientados”, la última novela de Amin Maalouf


“Llevo en el nombre a la humanidad naciente, pero pertenezco a una humanidad que se extingue”, escribe al principio de esta novela Adam, su principal narrador y protagonista, un profesor árabe de Historia que vive desde hace décadas en París después de haberse exiliado en la década de los setenta del Líbano, su país natal. Adam, un trasunto del autor, abandonó el país cuando la guerra civil destrozó absolutamente todo y cambió el destino de muchos de los integrantes de su generación, afectados de lleno por la marcha de la guerra y por sus consecuencias. Desde entonces no ha regresado al Líbano, aunque ha seguido muy al tanto de lo que sucede allí y también del destino de sus principales amigos.
 
 
La novela comienza cuando Adam recibe desde el Líbano una intempestiva llamada telefónica de Tania, la mujer de Mourad, uno de sus mejores amigos ahora gravemente enfermo, aunque en los últimos años el distanciamiento entre ellos se ha ido agrandando por cuestiones políticas. Animado por su actual pareja, la argentina Dolores, Adam viaja al Líbano para reencontrarse con Mourad, aunque cuando llega éste acaba de fallecer. Tras saludar a la viuda, decide pasar una temporada en Beirut con el fin de preparar un encuentro entre todos los amigos que formaron, en la década de los 70, el Círculo de los Bizantinos, un grupo de universitarios procedentes de diferentes carreras, religiones, culturas... que compartieron una fuerte amistad en unos difíciles momentos.

Adam se pone en contacto con todos ellos para preparar la reunión. Esas gestiones, que anota escrupulosamente en unas libretas personales que funcionan como un diario íntimo, le sirven a Adam para describir el ambiente del Líbano durante su juventud, la convulsión de la guerra, las diferentes reacciones de sus amigos, las cicatrices del exilio y, sobre todo, la estrecha unión que existía entre todos ellos; a la vez, Adam, un intelectual, reflexiona sobre el destino de un país de una rica herencia cultura y religiosa, que durante décadas consiguió un elogiado equilibrio político que, sin embargo, desde aquellas décadas, amenaza constantemente con romperse por las presiones históricas, políticas y religiosas que a lo largo de su historia ha padecido Beirut. Como escribe Adam en una de su anotaciones, “es ese conflicto el que impide a Occidente y al islam reconciliarse, es el que hace retroceder a la humanidad contemporánea hacia las crispaciones identitarias, hacia el fanatismo religioso, hacia eso que llaman en nuestros días el enfrentamiento de las civilizaciones”.

Adam se instala en el hotel que dirige Semiramis, una de estas antiguas amistades, una mujer que, tras una aguda crisis, consiguió recuperarse de la muerte al inicio de la guerra de su antiguo novio, Bilal, un prometedor escritor. El hermano de éste, Nidal, también asiduo a aquellas tertulias del grupo de los Bizantinos, acudirá a la reunión programada por Adam, aunque puede ser uno de los elementos de fricción, pues Nidal está comprometido al máximo con la causa radical islámica. También recupera Adam el contacto con el inseguro y pesimista Albert, quien acudirá desde Estados Unidos, donde trabaja desde hace décadas; y con Naim, un judío que se ha establecido en Brasil. También contacta con Ramez, quien dirige importantes empresas en el mundo árabe, y con su antiguo socio, Ramzi, ahora monje católico en un monasterio después de haber sufrido una desgraciada experiencia y haber vivido una intensa y vacía vida de negocios. Todos ellos representan una parte cultural y religiosa de la elogiada convivencia que había en el Líbano y que se hizo añicos con la guerra.

El regreso al Líbano provoca en Adam un auténtico mazazo afectivo y existencial que también le lleva a cuestionar parte de su vida y las decisiones que ha ido tomando. Esta desorientación, similar en otros personajes, le lleva a tener durante su estancia en Beirut una intensa relación con Semiramís, también sexual, que, sin embargo, en una pirueta moral difícil de encajar y justificar, es consentida desde la distancia por Dolores, su pareja parisina.

La narración combina el relato en tercera persona de los hechos con numerosas reflexiones que proceden de los diarios de Adam. En estos textos, incluye Amin Maalouf (Beirut, 1949), Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2010, muchas de las ideas que viene repitiendo tanto en su conocida obra literaria (en la que destacan títulos como León el Africano y La roca de Tanios), como ensayística, entre las que destaca de manera especial Identidades asesinas, aunque en esta ocasión se acentúa más el ingrediente biográfico, ya presente en su anterior obra de ficción, Orígenes, todavía de modo más acusado, pues Maalouf convierte en ficción parte de su propia experiencia personal.

Además de las cuestiones étnicas, políticas e históricas, tiene un lugar importante en estas reflexiones la religión, vista unas veces con un gran respeto y otras con una actitud distante y crítica, pues el protagonista considera que gran parte de los problemas de su país están vinculados a una exagerada presencia invasiva de la religión. Adam se halla “entre la creencia y la incredulidad”, término medio que le permite no caer en fáciles simplificaciones y hasta descalificaciones pero que denota también ignorancia de la auténtica vivencia religiosa, reducida en ocasiones exclusivamente a sus manifestaciones sociológicas y hasta políticas.
 



Los desorientados
Amin Maalouf
Alianza. Madrid (2012)
528 págs. 22 €.
T.o.: Les Desorientes. Traducción: María Teresa Gallego.

jueves, 18 de octubre de 2012

"Cámara oscura" de Gabriel Insausti


 
Irrumpe con fuerza Gabriel Insausti (San Sebastián, 1969) entre los escritores españoles contemporáneos que emplean los diarios como el género literario apropiado para reflexionar sobre su vida y su intimidad; y también sobre la realidad que les rodea, casi siempre con una mirada distante, irónica y crítica, pues no es el diarista precisamente una persona satisfecha y complaciente con el devenir de la cultura y de la sociedad actual. En este sentido, se aproxima bastante en sus intenciones literarias y estéticas a los diarios de Andrés Trapiello, José Luis García Martín y Enrique García-Máiquez, autores que suelen frecuentar este género, cada uno con sus peculiaridades, pero los tres con una radical relación con la literatura y la escritura.

En el prólogo, insiste Insausti, poeta, profesor, crítico y traductor, en su condición de raro entre sus amigos y familiares por llevar una vida entregada a la literatura y las humanidades. Este sentirse desplazado, una rara avis, está presente en muchas entradas, sobre todo en aquellas en las que Insausti acude a reuniones familiares o charla con sus amigos sobre temas variados. Su rareza se traduce en estos diarios en una particular interpretación de las cosas que le rodean que, como en los diarios de los autores antes mencionados, no se caracterizan por protagonizar precisamente grandes hechos o aventuras, sean o no literarias, sino por llevar en su caso una vida muy normal como padre, profesor y escritor.

Lo que le sucede no es, pues, espectacular. Pero Insausti aporta en estos diarios otro modo de mirar las cosas que le han pasado, un punto de vista íntimo y singular que transforma lo vivido en un suceso, para él, especial, lo que le permite reflexionar extensamente, a veces demasiado, sobre un comentario escuchado de pasada en la calle, un suceso intrascendente que contempla desde el balcón de su casa, una conversación en una cafetería, los versos de un poeta que está traduciendo, una anécdota en una de sus clases, la enfermedad de uno de sus hijos, etc. Muchas veces estos sucesos, escritos con una sobresaliente calidad literaria, le provocan una catarata de recuerdos asociados a su infancia y adolescencia o a sus años de estudiante universitario.

Otro grupo importante de entradas se refieren a su vida profesional. Habla, poco, de sus clases; bastante, de sus traducciones y lecturas, de sus viajes para participar en congresos y como jurado de diferentes premios; del mundo literario que le rodea, siempre juzgado de manera crítica, mostrando su rechazo a algunas actitudes revanchistas o rastreras. Resulta muy atrayente también su coherencia ideológica y su independencia cultural, que le lleva a no plegarse cómodamente a la dictadura de lo políticamente correcto en lo que se refiere a temas tan espinosos como la familia, el aborto y el catolicismo, sobre los que Insausti presenta opiniones valientes y ponderadas.

Y no podían faltar en unos diarios tan domésticos las referencias a la ciudad en la que vive, Pamplona (que el autor llama Ramplona); a su barrio; a sus excursiones al campo y la montaña. Y si habla de lo que le rodea también tiene que resaltar la agobiante presencia en Navarra y el País Vasco de ETA y aquellos que la apoyan, asunto que no deja indiferente al autor y al que dedica no pocas entradas en las que desenmascara comportamientos sectarios, condenando cierta hipocresía social.

Los diarios son el género de la modernidad. De manera leve y fragmentaria, conocemos, pues, las opiniones del autor sobre tal tema, tan cuestión, tal sucedido. Abundan los momentos poéticos, las descripciones literarias y la reflexiones librescas. Todo, hasta lo más intrascendente, contribuye a mostrar, como en un caleidoscopio, diferentes aspectos de la intimidad de un autor transformado en protagonista de su propia vida y del mundo.


Cámara oscura
Gabriel Insausti
Pre-Textos. Valencia (2012)
552 págs. 25 €.

martes, 16 de octubre de 2012

Tres novelas de Ramón J. Sender


Reúne la editorial RBA en un volumen tres novelas del escritor aragonés Ramón J. Sender, las tres unidas en su contenido por el título común que tiene esta edición, Las novelas de los perdedores: Imán (1930), Mr. Witt en el Cantón (1935) y Réquiem por un campesino español (1953). Para el crítico y profesor Domingo Ródenas de Moya, este volumen “tiene mucho de ocasión digna de celebrarse, en especial cuando la figura de Sender, que ha sufrido altibajos, zarandeos, rebajamientos y reivindicaciones abundantes, parece haber llegado a ese Parnaso polvoriento y neutro donde reposan los escritores canónicos”.
Nacido en 1901 en Chalamera de Cinca, muy joven se trasladó a Madrid para ejercer como periodista, muy beligerante en sus inicios tanto en el contenido como en las formas. Durante la dictadura de Primo de Rivera pasó unos meses en la cárcel por la virulencia de sus artículos, que empezó a publicar en El Sol y que, más tarde, con su progresiva radicalización política, aparecieron en La Libertad y en Solidaridad Obrera. Sender comenzó su actividad periodística vinculado al anarquismo, que abandonó para ingresar en el Partido Comunista. Durante la Guerra Civil española, en la que mataron a su mujer y a un hermano, combatió al lado de Enrique Líster y fue miembro del Alto Estado Mayor del Ejército Republicano. En la Guerra, se distanció de los comunistas, lo que le provocó algún problema en su posterior exilio, primero en México hasta 1942 y luego en Estados Unidos, donde fue profesor en diferentes universidades. A partir de la década de los sesenta, comenzó a viajar a España periódicamente. Incluso en 1969 obtuvo el Premio Planeta con su novela En la vida de Ignacio Morel. Murió en San Diego (EEUU), en 1982.

Durante los años veinte y treinta compaginó su actividad periodística con la literatura, siempre con una marcada finalidad política. Seguidor en la manera de novelar de Galdós y Baroja, Sender incluye en las novelas que escribió en esos años un fuerte mensaje político, como se puede apreciar en Imán y Mr. Witt en el Cantón. Aunque siempre suele haber en sus obras un componente social, después de la Guerra rebajó este mensaje. Fue un escritor muy prolífico, con obras muy variadas y diferentes. En su larga trayectoria encontramos obras políticas, sociales, alegóricas de intenciones satíricas, filosóficas, poéticas, obras históricas, autobiográficas, libros de relatos y narraciones misceláneas. Sus libros más populares han sido la serie La crónica del alba (nueve novelas que empieza a publicar en 1942), La tesis de Nancy (1962) –y sus posteriores secuelas-, La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (1964, ver Aceprensa 22 Abril 1998), ambientada en la conquista de América, y El bandido adolescente (1965), sobre la vida de Billy el Niño. En buena parte de su producción existe la inquietud sobre el presente y el futuro del hombre concreto en su devenir histórico, social y existencial.

Imán, de 1930, su primera novela, es una obra sobre la derrota del ejército español en Annual, en África, en 1921, suceso que provocó una profunda crisis política y social. Sender estuvo en el Rif en 1923 haciendo el servicio militar y todavía eran muy evidentes las huellas de los más de 13.000 muertos de esa batalla. En la novela, muy bien ambientada y documentada, mezcla Sender el reportaje periodístico con los ingredientes novelescos. Su principal protagonista es el soldado Viance, representante de la España rural que más sufrió como víctima la tragedia de aquella guerra. Sender escribe en el prólogo que su libro “no tiene intenciones estéticas ni prejuicios literarios”, afirmación con la que quiere subrayar el interés documental y también subjetivo, pues el narrador se implica directamente en el mensaje del libro, en el que sobresale la fuerte denuncia de aquellos hechos y una violenta crítica a los políticos y a los militares.

Mr. Witt en el Cantón consiguió el Premio Nacional de Literatura de 1935 y fue publicada pocas semanas antes de que diese comienzo la Guerra Civil. En ella se novela un episodio de la Primera República, la fracasada insurrección cantonal de Cartagena, en 1873. La selección del argumento no es baladí, pues Sender hace una equiparación entre lo que pasó en aquella Primera República y lo que, para él, por falta de valentía de los políticos e intelectuales, puede pasar en la Segunda República. El contenido político, siempre desde una perspectiva de izquierdas, ahoga la calidad literaria. Sender critica en su obra la neutralidad y la actitud comedida de algunos intelectuales, como el protagonista inglés, Mr. Witt, que no quieren implicarse en lo que a todas luces debe acabar en una revolución social y política, en opinión de Sender, desde los postulados del Partido Comunista. La novela tiene garra, diálogos apasionados, un conflicto histórico sugerentes, pero está lastrada por el maniqueísmo en los personajes y en la moraleja general.

En 1953, ya en el exilio norteamericano, publicó la novela que le ha dado más fama y popularidad, Réquiem por un campesino español, que en su primera edición llevaba el título de Mosén Millán y que Sender decidió cambiar para subrayar así el protagonismo del componente social y campesino. Se trata de una obra muy breve, directa, alegórica y también poética. Sender va directamente al grano y su contundencia y sencillez estilística da fuerza a la novela, de las mejores de su autor.

La novela está ambientada en un pequeño pueblo aragonés que ha sufrido de manera directa la brutalidad de la guerra. El párroco del pueblo está a punto de comenzar un funeral por Paco el del Molino, fusilado un año antes por miembros exaltados del bando nacional durante la Guerra. Mosén Millán, mientras espera a que dé comienzo la ceremonia, recuerda su intensa relación con Paco, su nacimiento, bautizo, los años de monaguillo, la separación de las prácticas religiosas durante la adolescencia, cuando Paco comienza a interesarse más por lo social; su acercamiento a los partidos de izquierda en las elecciones durante la Segunda República y su directa participación en las revueltas sociales que tuvieron lugar en el pueblo con el fin de acabar con los privilegios de los terratenientes de la zona. Al final, el bando nacional se hizo con violencia con el control del pueblo, hubo fuertes represalias y sirviéndose de la ingenuidad del cura, le utilizaron para que Paco se entregase pensando que iba a tener un juicio justo.

El libro, partidista en su intención moral y política, es comedido sin embargo en sus valoraciones y en sus juicios. Aunque el autor, con el comportamiento de Mosén Millán, juzga también negativamente la actitud de la Iglesia durante la Guerra, no se trata de una denuncia virulenta ni tópica, pues el personaje del párroco tiene sus matices, sus sentimientos y sus argumentos para demostrar que el asesinato de Paco no fue culpa suya, aunque un año después persisten los remordimientos.

Las tres novelas, desiguales en su calidad, sirven para demostrar la altura literaria de un escritor que ha pagado muy caro, literariamente, el exilio y su distanciamiento de la izquierda española. Poco reivindicado por nadie, Sender, como les sucedió también a otros escritores del exilio, siguió escribiendo en México y en Estados Unidos como si el tiempo se hubiese detenido antes de la Guerra Civil. El excesivo peso político ha hecho mella en su literatura tanto antes como después dela Guerra, aunque en su larga producción sí que es cierto que pueden destacarse una serie de títulos, como los de este volumen, que tienen bastante más valor literario del que muchas veces se le ha dado. Las tres novelas comparten la presencia de unos antihéroes solitarios y vencidos, “unos personajes vulnerables –como escribe Domingo Ródenas en el prólogo- movidos por un ideal de libertad y de justicia que erran en un mundo de pasiones primarias, de instintos biológicos que trazan los senderos por los que fluyen los destinos humanos”.

Las novelas de los perdedores: Imán, Mr. Witt en el Cantón y Réquiem por un campesino español
Ramón J. Sender
RBA. Barcelona (2012). 598 págs. 25 €.

lunes, 15 de octubre de 2012

Raúl Brandao, un clásico contemporáneo de las letras portuguesas


En 2009, también en Ediciones del Viento, se publicó Los pescadores, de Raúl Brandao (1867-1930) y, junto con ésta, Las Islas Desconocidas, las más costumbristas y de más calidad. En las dos aparece su dramático sentido de la literatura, que le lleva a estar muy cerca de las gentes, a ser posible de los más pobres –como sucede en Los pescadores-, con unos temas, paisajes y personajes sencillos y realistas que aborda con un singular estilo trágico e impresionista.

Los pescadores se publicó en 1923. Un año después, en 1924, acompañado de su mujer, realizó un viaje a las Islas de las Azores y Madeira. Esta experiencia le sirvió para escribir un libro que apareció en 1926. No se trata de un libro de viajes al uso ni mucho menos de una guía turística, géneros que están, sobre todo el último, en las antípodas de la manera de escribir de Brandao. Más aún, repudiaba no sólo este género sino el concepto mismo de turismo, que ya empieza a apoderarse en aquellos años de algunas de estas islas, en especial de Madeira. Es cierto que de 1924 a ahora han cambiado muchas cosas en esta islas, en sus gentes y modos de vida. Sin embargo, Brandao supo apropiarse del alma de unas islas en aquellos años lejanas y desconocidas. Antes y ahora, sin embargo, “la belleza del paisaje sigue siendo irreal”.
 

Brandao recorre las islas que forman parte del archipiélago de las Azores, muy distintas en su orografía, características, accesibilidad y en sus gentes. A Brandao le interesa captar el paisaje –su prioridad- y, también, hablar con sus gentes para conocer sus costumbres y sus modos de vida. De las gentes de Corvo, la isla más alejada de todas, escribe: “Lo que en la soledad los libra de la naturaleza y del infierno es la religión. Es la que, más allá de la vida monótona, de la vida horrible, les muestra otra vida superior. La que los une y los salva”. Y describiendo la vida de los habitantes de la Isla Graciosa dice: “Estos hombres desamparados tienen en su aislamiento y en su explotada pobreza un algo de misterioso”.

Donde más brilla el estilo impresionista de Brandao es en la descripción del paisaje. Su estilo se atreve con todo tipo de escenas y estampas, intentando, como si se tratase de pintar un cuadro, matizar al máximo los colores y los detalles, con un vocabulario lleno de matices y riquísimo que la magnífica edición y traducción de María Tecla Portela ha sabido trasladar con vida al castellano. Su prosa se estiliza ante estos retos descriptivos y adquiere un variado cromatismo con el que busca definir la fuerza telúrica del paisaje, como, por ejemplo, al querer describir el cielo: “Blanco y quieto, blanco e indeciso, blanco lastimado, claridad tan íntima que yo mismo desfallezco”. Cuando habla con sus gentes se muestra, sin embargo, en ocasiones distante y duro en sus juicios, quizás porque le resulte imposible entender esos modos de vida o porque no consiga esquivar los prejuicios, pues en aquellas islas desconocidas la gente vive con otras coordenadas existenciales. También se encuentra con gente que “pasaron su vida siempre en el mar y lo ignoran todo del mundo”.

Las Islas Desconocidas
Raúl Brandao
Ediciones del Viento. A Coruña (2010). 200 págs. 17,50 €. T.o.: As Ilhas Desconhecidas. Traducción: María Tecla Portela Carreiro.

sábado, 13 de octubre de 2012

“Sábado por la noche y domingo por la mañana”, de Alan Sillitoe



Junto con Kingsley Amis, John Braine y John Osborne, Alan Sillitoe (1928-2010) es uno de los máximos exponentes del grupo inglés denominado Angry Young Men, movimiento que tuvo como principal objetivo estético describir con realismo la vida de la clase trabajadora tras la Segunda Guerra Mundial. Sábado por la noche y domingo por la mañana, publicada en 1958, es un magnífico ejemplo de las pretensiones de este grupo, además de ser, con los relatos que forman parte de La soledad del corredor de fondo (1959), la obra más representativa de Sillitoe, autor de mas de cincuenta obras entre relatos, poemarios, novelas, libros infantiles y su autobiografía Life Without Armour.
 
La novela transcurre en la ciudad natal del autor, Nottingham, al norte de Inglaterra, ciudad de fábricas y de minas. Su protagonista es el veinteañero Arthur Seaton, obrero en una fábrica de bicicletas, donde trabaja a destajo y recibe un jornal que le permite comprarse buena ropa y manejar el dinero suficiente para correrse buenas juergas los fines de semana, su única diversión. Arthur no quiere comprometerse con nada ni con nadie; por eso, desde el punto de vista amoroso y sexual, su objetivo son las esposas de sus compañeros de trabajo, con las que tiene varias aventuras, algunas muy fuertes. Arthur sólo piensa en su placer, en emborracharse y, si se tercia, en montar todo tipo de broncas y peleas en los pubs que frecuenta los sábados por la noche. En su escala de valores sólo existe él mismo, su egoísmo y su comodidad, y desprecia a los sindicatos, los jefes, el ejército, los políticos... Su horizonte vital sólo llega hasta el siguiente fin de semana, que le deparará nuevas borracheras y más aventuras sexuales.

Sillitoe hace un retrato aséptico, muy a ras de suelo y muy eficaz, de la vida de la clase trabajadora en Nottingham; pero que nadie busque nada parecido a la actitud (y a la moraleja) de los que utilizaron el realismo social para mostrar literariamente la lucha de clases con una intención política. Esta ácida naturalidad sin ornato hace que la novela gane en verosimilitud y en calidad, pues Sillitoe despoja su literatura de elementos grandilocuentes o de una cierta estética rebelde y oscura, siempre sofisticada.

Arthur es un personaje crudo, descarnado, primitivo, amoral, real, con sus crisis y con momentos también de ternura y lucidez. De hecho, a medida que se avanza en la lectura de esta novela se comprueba cómo Arthur sabe que el modo de vida tan limitado que ha elegido tiene también su trampa y que quizás sea el obligado entrenamiento para ingresar de cabeza en el sistema, como les ha sucedido a sus padres, familiares y compañeros y, como intuye que a él mismo, a la mínima de cambio, le va a pasar.


Sábado por la noche y domingo por la mañana
Alan Sillitoe
Impedimenta. Madrid (2011). 308 págs. 22,50 €. T.o.: Saturday Night and Sunday Morning. Traducción: Mercedes Cebrián.

jueves, 11 de octubre de 2012

Mo Yan, Premio Nobel de Literatura 2012


He tenido la suerte de haber leído varias novelas de Mo Ya, Premio Nobel de Literatura 2012. La primera que leí, Sorgo rojo, me pareció una novela sensacional y novedosa, pues contaba los hechos con un estilo –lírico y violento a la vez- al que no estaba acostumbrado. Luego he leído otros dos libros suyos, La balada del ajo y Grandes pechos, amplias caderas, novelas que también reflejan la polivalente realidad china de la época de Mao. Hay que felicitar a la editorial Kailas por la constancia a la hora de publicar las novelas de Mo Yan, cinco en total, que no creo que hayan vendido mucho, para qué engañarnos, pues el Nobel chino es un escritor minoritario y nada comercial. También extiendo la felicitación a la editorial El Aleph, que reeditó con buen ojo clínico Sorgo rojo en 2009, su novela más conocida.

La Academia Sueca ha definido el mundo literario de Mo Yan como “realismo alucinatorio”. Y es que la literatura de Guan Moye (Mo Yan es un seudónimo que significa “No hables”), nacido en Gaomi en 1955, aunque arranca de la realidad más palpable, sobre todo la rural, entremezcla escenas, pasajes que proceden del mundo de los relatos orales, las fábulas y los sueños. Al final, anclada en el realismo, su literatura tiene connotaciones de pesadilla y también elementos que proceden del “realismo mágico”, corriente que como ha confesado el propio autor ha sido determinante en su concepción de la literatura.

Muy leído en su país, donde ha recibido los premios literarios más importantes, se le considera un escritor tibio en política, que ha sabido acomodarse a las imposiciones del Partido Comunista chino sin provocar escándalos públicos, lo que no significa que su literatura sea condescendiente con la realidad de su país ni se haya plegado a la estética del realismo comunista.

Mo Yan es el primer escritor que escribe solamente en chino que ha recibido el Premio Nobel de Literatura. En el año 2000 lo recibió Ga Xingjian, escritor que se exilió de China en 1987 y que ha escrito la mayoría de sus obras en francés. Como decía antes, Mo Yan está bien traducido en España. En la editorial El Aleph se publicó en 2009 una reedición de su obra más famosa, Sorgo rojo, de 1987, de la que existe una versión cinematográfica a cargo del director Zhang Yimou.
 
 
El resto de sus obras más importantes, como Balada del ajo y Grandes pechos, amplias caderas, entre otras, han sido publicadas en la editorial Kailas, todas ellas traducidas directamente del chino, como la última en publicarse, Rana, una obra en la que se ha atrevido a criticar la política del hijo único, lo que no ha sentado nada bien entre los dirigentes chinos. También tuvo problemas con la censura Grandes pechos, amplias caderas, que incluso fue retirada de la circulación por las autoridades chinas por su sexualidad implícita y su denuncia de la situación de la mujer rural.

 
Mo Yan nació en una familia de granjeros. Abandonó los estudios cuando la Revolución Cultural y más tarde se alistó en el Ejército Popular de Liberación, donde comenzó su carrera literaria. Luego fue nombrado profesor en el Departamento de Literatura de la Academia Cultural del Ejército. En sus libros suele escribir sobre el territorio rural de su infancia, la provincia de Gaomi, donde se ambientan la mayoría de sus obras. En ellas plantea las dificultades de los campesinos para salir adelante en unas circunstancias vitales y económicas adversas.

Suele mostrar una imagen poco idílica del mundo rural, víctima de los abusos de un poder déspota o de la ignorancia o de peligrosas tradiciones primitivas y salvajes, como se refleja en La Republica del vino, otra de sus novelas. No son, sin embargo, explícitas obras de denuncia sino que su literatura se acerca más a la de Gabriel García Márquez y William Faulkner, escritores que desarrollan sus historias en una realidad enrevesada, complicada, alucinante, difícil de apresar y de tratar con los esquemas del realismo más evidente. También se le considera el mejor discípulo de Lu Xun, el llamado padre de la literatura china contemporánea; y algunos le señalan como el Kafka chino.
 
Mo Yan describe un mundo rural complicado, trágico, con enormes dificultades para salir adelante. En este contexto incluye la tradición china, repleta de alegorías y de relatos orales. La mezcla de lirismo y tremendismo es una de sus más destacadas señas de identidad, aunque a veces aparecen de manera desorbitada, como ocurre, por ejemplo, en su novela La vida y la muerte de están desgastando, sobre las sucesivas reencarnaciones que sufre el terrateniente Ximen Nao después de ser ejecutado. También suele utilizar como ingrediente de sus narraciones la realidad china a ras de suelo, con sus contradicciones, como es el caso de Rana, que describe los métodos de planificación china, en este caso detalladas sin ningún lirismo, o Shifu harías cualquier cosa por divertirte, cuyo protagonista, el viejo Ding, representa algunos cambios que se están dando en la economía doméstica china.


Sorgo rojo, la novela que le hizo famoso

Hace años, en 1987, la película china Sorgo rojo, Oso de Oro en el Festival de Berlín, sorprendió al público europeo por su peculiar ritmo narrativo y por su retrato de una cultura tradicional desconocida, a menudo exportada al cine o la literatura con vulgares tópicos. El Aleph reeditó en 2009, en traducción del inglés, el sorprendente libro que inspiró la película.

Con Sorgo rojo, Mo Yan busca la evocación literaria de los tiempos pasados de su pueblo natal, en los que vivir del sorgo era todo. En esta intención de recuperar lo que se está perdiendo insiste el autor en varios momentos del libro: "Rodeado por el progreso, me invade un sentimiento incómodo de regresión de la especie (...), a veces me asalta la idea inoportuna de que existe un nexo entre la decadencia de la humanidad y el aumento de la prosperidad".

"Regresé a Gaomi Noreste con la intención de buscar material para una crónica familiar, centrándome en la famosa batalla sobre el río Negro", en la que participaron directamente su abuelo y su padre. La narración de estos sangrientos enfrentamientos entre chinos y japoneses en 1939 da pie para la recreación de la historia del municipio de Gaomi Noreste, "el paraíso de la pena y el regocijo". En Gaomi encuentra el autor su perdido pasado, las raíces de su familia; a la vez, Gaomi es también el recuerdo de la tragedia y de la muerte.

El peso de la historia cae sobre el abuelo, el Comandante Yu Zhan'ao, un personaje que ya forma parte de la leyenda china: porteador de palanquines, asesino, jornalero en una destilería, bandolero y ahora comandante y héroe de una anárquica guerrilla que lucha contra los japoneses. Junto con Yu Zhan'ao, la abuela es el contrapunto ideal. Las descripciones de las vidas de estos dos personajes son lo más auténtico de todo el libro. Hay escenas geniales, a pesar de su dureza. El autor no retrocede ante la violencia, como haría quizá un autor occidental: al contrario, en esos instantes el estilo se remansa y se hace más moroso y puntillista.

La mezcla de lirismo y tragedia, dolor y piedad, ternura y violencia, acentúa los originales rasgos estilísticos, a los que se añade la habilidad del autor para transmitir sensaciones y sugerencias con los símbolos de la naturaleza.

Llama la atención la precisión semántica, a veces con tintes tremendistas, en la descripción de determinadas escenas. Pero, a continuación, sin apenas transición, el estilo se suaviza y se torna poético. Y tanto los tonos patéticos o crueles como la fuerza dramática de los acontecimientos épicos narrados, convierten a Sorgo rojo en una novela dura, a ratos difícil, exageradamente realista, pero muy atractiva.

Sorgo rojo
Mo Yan
El Aleph. Barcelona (2009)
516 págs. 20,95 €.
T.o.: Hong Gaoliang. Traducción del inglés: Ana Poljak.

martes, 9 de octubre de 2012

"Vida de este chico", de Tobías Wolff


Autor de varios libros de relatos (De regreso al mundo, La noche en cuestión, Cazadores en la nieve, y la antología Aquí empieza nuestra historia), novelas (Vieja escuela, Ladrón de cuarteles) y libros autobiográficos (En el ejército del faraón y Vida de este chico), Tobías Wolff (Alabama, 1945), es uno de los autores norteamericanos actuales que goza de más prestigio. Colaborador habitual en The New Yorker, The Atlantic, Harper’s y otras publicaciones, es también profesor en la Universidad de Stanford. Se considera un discípulo de Scott Fitzgerald y Hemingway.

Vida de este chico, de 1989, que reedita ahora Alfaguara y de la que existe una versión cinematográfica, está considerada una de sus obras maestras. “Era el año 1955 y viajábamos en coche desde Florida a Utah para escapar de un hombre al que mi madre temía y para hacernos rico con el uranio. Íbamos a cambiar nuestra suerte”. Con ese positivo planteamiento inician su madre y él, un niño de apenas diez años, una de sus nuevas aventuras. Tras el divorcio de sus padres no ha parado de viajar con el fin de conseguir la estabilidad económica y también emocional, aunque la relación con su madre es muy buena y soporta esta vida viajera y también cargada de desilusiones.

El narrador no utiliza la primera persona para hacer trapas y trazar un autorretrato perfecto; al contrario, Wolff no tiene una buena opinión de sí mismo y sabe que su cabeza está llena de fantasías y sueños quiméricos. Este idealismo infantil y juvenil contrasta con la realidad que tiene que vivir, la América de los perdedores, la más alejada del esplendor y de los grandes triunfos. Lo que encuentra en su camino, con la compañía de su madre, son situaciones difíciles, personajes desamparados, historias truncadas. Eso sí, Wolff no reduce su novela a esta visión atormentada de la vida norteamericana sino que salpica su narración de un constante sentido del humor con el que recrea anécdotas y situaciones que alejan el libro de un mero retrato deprimente de una familia con dificultades.

O sea, que es el estilo el que salva la novela: dinámico, veloz, ligero, vivo. Y gracias al estilo, y a las numerosas anécdotas que cuenta, también consigue que el protagonista nos caiga muy bien. A golpe de fracaso, pero afrontándolo con optimismo, Wolff consigue mejorar y madurar. Una excelente novela que demuestra la alta calidad literaria de Wolff.


Vida de este chico
Tobías Wolff
Alfaguara. Madrid (2012)
344 págs. 18,50 €.
T.o.: This Boy’s Life: A Memoir. Traducción: Maribel de Juan.


domingo, 7 de octubre de 2012

Novela y política en Estados Unidos



El próximo 6 de noviembre se celebran elecciones presidenciales en Estados Unidos, acontecimiento que suele contar con una avasallante repercusión mediática internacional, mucho más que las elecciones legislativas para elegir a los representantes del Congreso y del Senado, que se celebraron el pasado 2010 y que dieron en esta ocasión una aplastante mayoría a los republicanos en las dos cámaras. Los debates entre los dos aspirantes, Obama y Romney, han calentado una campaña que parecía plácida y clara. En las últimas semanas, las incógnitas sobre el próximo inquilino de la Casa Blanca vuelve a poner la política norteamericana en el centro de la atención periodística. Aprovechando la ocasión, proponemos algunas novelas que tienen también como tema central la política norteamericana.
 
Pero conviene advertir que los lectores no se van a encontrar aquí con una versión edulcorada o romántica de los políticos y su mundo. Lo que suelen aparecer en las novelas son, sobre todo, las sombras, quizás porque las luces son difíciles de encontrar. También es verdad que es mucho más novelístico (y periodístico), la corrupción, la compra-venta de votos, la degeneración moral de muchos padres de la patria, aunque existen brillantes excepciones, por ejemplo, la película de Frank Capra Caballero sin espada. Lo mismo sucede en España: es más periodístico (y novelístico) lo que está pasando con las tramas Pokemon, Gurtel y los ERES andaluces que las visitas del político de turno a un asilo o a un comedor social, ahora que estamos inmersos en la campaña de las próximas elecciones autonómicas en Galicia y País Vasco.
 

Comenzamos con un clásico, una novela de 1946, Todos los hombres del rey (1), de Robert Penn Warren, novela que obtuvo al año siguiente el premio Pulitzer y que, gracias al cine, ha gozado de gran popularidad. Existen dos versiones cinematográficas, una de 1949, dirigida por Robert Roseen, que obtuvo el Óscar a la mejor película, y otra de 2006, de Steven Zaillian, que pasó sin pena ni gloria. Esta obra, muy leída, refleja las dos caras de la vida política norteamericana: el idealismo y la corrupción.
 

La novela se basa en la vida del político Huey Pierce Long, que fue gobernador de Luisiana en la década de los treinta y que representa el prototipo de político populista y demagogo. En ella se cuenta el ascenso y caída de Willie Talos, un joven abogado con aspiraciones políticas. Willie, ingenuo, es víctima de la política utilitarista de sus adversarios y aprende rápido que el fin justifica los medios. Con una personalidad avasallante, consigue hacerse con el poder. Pero la novela no sólo es el crítico retrato de Talos. Es también un duro ajuste de cuentas del narrador, un hombre de confianza del gobernador, con su pasado.

Otra novela que merece la pena citarse es América, América (2), de Ethan Canin (Michigan, 1960), profesor en la Universidad de Iowa y conocido por sus libros de relatos, en la estela del realismo sucio El emperador del aire y El ladrón de palacio-, y sus novelas Blue River, De reyes y planetas y Al otro lado del mar, todas traducidas al castellano.
 

América, América se publicó en 2008, el año del triunfo electoral de Obama. Su protagonista es el editor de un periódico de una pequeña localidad del estado de Nueva York, Saline, quien recuerda unos sucesos que él vivió muy directamente y que se remontan a 1971, durante la guerra de Vietnam, sucesos nada agradables que pusieron fin a la carrera del senador Henry Bonwiller, aspirante a presidente. La novela cuenta el ascenso político del senador, el apoyo que recibe del mayor empresario de la zona, Liam Metarey, los métodos empleados para que el senador gane popularidad, el papel de los medios de comunicación, el diseño de la campaña electoral y, cómo no, las inevitables sombras del sueño americano. Buena novela, muy bien escrita, con muchas e interesantes ramificaciones, y que tiene, además, el atractivo de la proximidad.

Y la tercera novela que destaco es Roscoe, negocios de amor y guerra (3), de William Kennedy, publicada en 20002 y traducida al español en 2010, aunque no ha tenido en nuestro país la acogida que se merecía. En 2011 Libros del Asteroide ha publicado otra novela de Kennedy, Tallo de hierro, ya publicada con anterioridad en España, y que puede suponer que muchos lectores descubran la categoría de este escritor norteamericano, nacido en 1928, que ha escrito un puñado de novelas que abordan cuestiones sociales y políticas actuales, con una visión muy ácida de la realidad.
 

Su protagonista es Roscoe Owen Conway, uno de los hombres fuertes del Partido Demócrata de Albany. Al igual que su padre, Roscoe se dedica a controlar los entresijos del partido y a mover todos los hilos de la política en esta localidad, maniobras legales e ilegales que están relacionadas con otro tipo de negocios. Cuando la leí, me quedé alucinado con los consejos políticos que Felix, el padre de Roscoe, da a su hijo casi al comienzo de la novela, una cínica declaración de intenciones sobre la política y el dinero. Kennedy no se corta un pelo a la hora de describir cómo se inventa un candidato, los favores personales, las trampas, los chanchullos, el control de los medios de comunicación y de la justicia, los enfrentamientos con bandas rivales, negocios relacionados con el tráfico de alcohol y la prostitución, etc. El retrato de la corrupción política es de todo menos romántico.

Y aunque no es el tema principal, también merecen mencionarse, casi de pasada, algunas novelas más, sin pretender ser exhaustivo, pues se trata de un tema muy frecuentado, directa o indirectamente, en la literatura norteamericana. Como La conjura contra América (Mondadori), de Philip Roth, un autor ya consagrado, donde plantea qué hubiera ocurrido en Estados Unidos si en 1940 se hubiese elegido como presidente a Charles A. Lindbergh, héroe de la aviación y simpatizante de Hitler. Roth centra la atención en la vida de una familia concreta, judía, que padece el efecto Lindbergh, político antisemita.

En Libertad (Salamandra), de Jonathan Franzen, uno de los fenómenos literarios del pasado año en España, también la política contemporánea tiene un importante peso, aunque resulta un tanto sonrojante el maniqueísmo del autor, y su toma de partido, con lo que esto supone de rebajar la calidad literaria de una ambiciosa y meritoria novela.

Honrarás a tu padre (Alfaguara), de Gay Talese, uno de los creadores del Nuevo Periodismo norteamericano (como se puede comprobar en su magnífico libro Retratos y encuentros), se basa en la vida del mafioso Bill Bonanno, el hijo del mítico Joseph Bonanno, el capo de una de las familias más poderosas de Nueva York. Indirectamente, se aborda cómo la mafia está infiltrada en todos los órganos de poder, especialmente en la política.

1.- Robert Penn Warren, Todos los hombres del rey, Anagrama. Barcelona (2006). Traducción: Francesc Roca.
2.- Ethan Canin, América, América, Salamandra. Barcelona (2010). 476 págs. Traducción: Santiago del Rey.
3.- William Kennedy, Roscoe, negocios de amor y guerra, Libros del Asteroide. Barcelona (2010). 433 págs. Traducción: Jordi Fibla.

jueves, 4 de octubre de 2012

Centenario de "Campos de Castilla", de Antonio Machado


La editorial Cálamo, con sede en Palencia, publica una edición especial de Campos de Castilla con motivo del primer centenario de la aparición de uno de los mejores poemarios de la literatura española del siglo XX. Esta edición viene acompañada de 67 ilustraciones a cargo de Juan Manuel Díaz-Caneja (1905-1988), pintor que vivió en Madrid y París, que fue uno de los iniciadores de la Escuela de Vallecas con el escultor Alberto y el también pintor Benjamín Palencia y que, con un espíritu vanguardista, reflejó en sus cuadros la vida de Castilla, hilo conductor que lo emparenta con Antonio Machado y otros escritores de la Generación del 98.

Machado se trasladó a Soria en 1907 para ocupar al cátedra de francés. Vivió allí hasta 1912, cuando abandonó la ciudad rumbo a Baeza tras la muerte de su mujer, Leonor Izquierdo, con la que había contraído matrimonio en 2010 y que murió tras una dolorosa enfermedad en agosto de 2012. Campos de Castilla se publicó en 2012, aunque la primera versión ya estaba acabada en 2010, pues sucesivos problemas editoriales retrasaron su publicación. Machado fue ampliando sucesivamente este libro con poemas posteriores a 2010, aunque él afirmó siempre la unidad que había también en los poemas que escribió ya fuera de Soria, algunos dedicados precisamente a la muerte de Leonor y otros a Baeza.

Anteriormente, Machado había publicado Soledades. Galerías. Otros poemas, cuya última edición es de 1907. Aunque en Campos de Castilla mantiene el mismo tono melancólico y sereno, y el paso del tiempo sigue ocupando un lugar destacado, hay en Machado un cambio sustancial. Los temas propios de la estética modernista y simbolista que dominan en sus poemas anteriores, en la estela de Rubén Darío y Verlaine, son reforzados ahora por un mayor peso del paisaje castellano y de una simbología ética que subraya el componente cívico de muchos de sus poemas, en consonancia con las inquietudes sociales y hasta políticas de otros miembros de la generación del 98, como pueden ser Azorín, Miguel de Unamuno y Valle-Inclán, a quienes dedica algunos poemas de Campos de Castilla.

Las tierras sorianas y sus gentes poco tienen que ver con la Andalucía natal del autor, y con París y Madrid, donde Machado había vivido antes de su traslado a Soria. Al principio, Machado juzga de manera cruda y árida tanto el paisaje como el retraso secular de aquellas tierras castellanas; sin embargo, poco a poco Machado descubre en el paisaje una fotocopia de su espíritu y también de sus inquietudes. Su reflexión sobre Castilla y el campo soriano se convierte, así, en un símbolo que va más allá de su propia intimidad para convertirse en una reflexión generacional, donde Machado ve la síntesis de muchos problemas por los que atraviesa España en aquellos años.

El paso del tiempo ha convertido Campos de Castilla en un imprescindible poemario sobre Castilla, Soria, sus paisajes y sus significados. Hoy es imposible ver aquellas tierras, que apenas han cambiado sustancialmente, sin la mirada nostálgica y melancólica de Machado, que vivió además en ellas momentos personales muy importantes, como su enamoramiento y la posterior muerte de Leonor. Mucho se ha escrito sobre la importancia de su estancia en Soria para encontrar su voz poética definitiva, siempre traspasada por una tristeza honda y unas inquietudes cívicas y sociales nada superficiales que cobraron más fuerza en su estancia soriana.

Se abre el libro con el conocido “Retrato”, radiografía de su alma y de su poética. Luego vienen una sucesión de estampas sobre personas, lugares, paisajes con los que se acrecienta su estupor ante unas tierras que, tras una etapa complicada, poco a poco empieza a comprender, tras un momento muy crítico, con descripciones duras. En “Primavera soriana” y “Campos de Soria” hay ya un acercamiento más emotivo al paisaje castellano, remarcando la tristeza que emana de aquel paisaje y el amor que Machado encuentra en las “colinas plateadas”, los “grises alcores”, las “cárdenas roquedas”. Luego está el largo poema “La tierra de Alvargonzález”, con tantas resonancias que ligan su contenido y su forma a la tradición poética castellana. El inmortal poema “A un olmo seco”, con ese brote de inesperada esperanza que anuncian los versos finales. Poemas en los que el poeta se queja a Dios de la muerte de Leonor, habla de su soledad infinita y saca a relucir sus melancólicos recuerdos. El poema “ José María Palacio”, escrito ya en Baeza en 1913, describe perfectamente cómo el campo de Castilla forma parte ya del alma machadiana, plagada de íntimos y agradables recuerdos. Y la peculiar religiosidad, poco andaluza, que transmite “La saeta”. Y las condensadas reflexiones sobre el presente y el futuro de España, marcadas por la tristeza y la crítica.
Esta edición de Campos de Castilla se enriquece, como escribe el poeta Fermín Herrero en su introducción, con las pinturas de Díaz-Caneja. Los dos, poeta y pintor, practican una “metafísica de lo castellano”. “No hay pintor –escribe el prologuista- que transmita con tanta propiedad la emoción espacial, sobria y austera, adusta incluso, que caracteriza el sentido último de Campos de Castilla”.


Campos de Castilla
Antonio Machado
Cálamo. Palencia (2012)
276 págs. 26 €.